El 5 de mayo de 1990 nació una jugadora de fútbol uruguaya que dio sus primeros pasos con la intención de patear una pelota: Adriana Castillo Herrera se recuerda desde que tiene uso de razón jugando al fútbol en la calle. Esos fulbitos que comenzaron entre el barro que dejó alguna lluvia o sobre el hirviente pavimento de algún verano se volvieron partidos formales a sus 11 años, cuando un vecino del Cerro creó un equipo y la invitó a integrarlo.

Antes de comenzar a formar parte del conjunto de su barrio, se había probado en Nacional, donde no fue admitida por su baja estatura y, además, porque recién a los 13 se fichaba a las futbolistas en esa época.

En el América Juvenil del Cerro se formó esa niña futbolista, que de adolescente se convirtió en una de las mejores jugadoras de su generación. Su personalidad sugirió a uno de sus entrenadores, Jorge Burgell, que se desempeñara como defensa: “Tenía perfil para ser defensa central, pero ella se resistía porque quería hacer goles”, recuerda el director técnico.

Tras una gran carrera como futbolista tanto en Uruguay como en Chile, donde vistió las casacas de Santiago Morning y Colo-Colo –experiencia que le dio el título de primera uruguaya en salir campeona en un equipo extranjero–, se lastimó la rodilla en agosto de 2016 cuando jugaba con la selección ante Chile. Esa lesión se obstinó en sacarla de las canchas, pero ella se resistió. Entonces estudió kinesiología deportiva y periodismo, porque la elección fue siempre tener al fútbol como el centro de su vida.

Una cuestión avasallante

Un vecino, visionario, que notó que el fútbol femenino estaba comenzando a crecer y a forjarse, reunió niñas de la zona que jugaban bien al fútbol. “Fue casa por casa y juntó a un montón de jugadoras con las que armó un lindo equipo de barrio”, dice Adriana al recordar cómo llegó a su primer equipo, América Juvenil.

Además de formarse en América Juvenil, estuvo en las juveniles de Progreso, donde debutó en primera. Ese gran día ocurrió en octubre de 2004, en el parque Huracán Buceo, en un encuentro frente a Nacional, cuadro del que es hincha.

Luego llegó a Rampla, el mejor equipo de la época, que fue campeón por primera vez en 1998 y luego obtuvo el sexenio entre 2001 y 2006. Con las picapiedras terminó las juveniles y también jugó con la primera cuatro años hasta 2008.

Su aporte dentro de la cancha fue muy rico: levantó las copas del Campeonato Uruguayo en 2005, 2006 y 2008 con Rampla y la de 2012 con Cerro –después sumaría el título 2020 con Nacional–, además de la del Torneo Apertura en 2005, 2006 y 2008, la del Torneo Clausura en 2006, 2007 y 2008 con las picapiedras. A eso se suman el Campeonato Chileno 2010 con Colo-Colo, y en lo individual recibió el Premio Charrúa a la Mejor Futbolista de la temporada 2008 y estuvo entre las tres mejores de la misma instancia en 2010.

En 2010 comenzó a defender a Uruguay en la selección juvenil. Con la sub 20 participó en los Sudamericanos de 2006, 2008 y 2010. “Jugué una Copa América como zaguera, en los equipos estuve como lateral y como delantera, pasé por todas las posiciones, pero para mí lo mejor era ser delantera y hacer goles”, recuerda.

En 2009 llegó una oportunidad de oro: emigrar a Chile para jugar en Colo-Colo, por invitación de una amiga. Allí jugó en 2009 y 2010, año en que levantaron la copa del campeonato chileno.

Durante su carrera como futbolista vivió instancias de mucho valor tanto para ella como para el fútbol femenino en general. Fue una de las primeras uruguayas en jugar en el exterior y la primera en salir campeona en esta condición. De esos años recuerda que “fue tremenda la experiencia, un gran cambio, sobre todo por irme a vivir sola a otro país con 18 años”. “Primero tuve mucho miedo, pero me tocó vivir con una familia muy buena con la que tengo tremendo vínculo hasta el día de hoy: fue divino”, asegura.

Al volver a Uruguay integró el equipo de Cerro entre 2011 y 2012, año en que decidió regresar a Chile. Al llegar, la entrenadora de Santiago Morning, Paula Navarro, la contactó para que jugara en su club, y no dudó.

Sus mejores momentos con el fútbol fueron en Chile, “sobre todo en Colo-Colo, cuando salimos campeonas”. “Tenía 19 años y estaba lejos de mi familia, todo se agiganta y son momentos que recuerdo muchísimo”, cuenta.

En el retorno a Uruguay jugó en Cerro, conjunto que luego se desarmó por falta de apoyo en 2016. La mitad de las jugadoras se fueron a jugar en Nacional y la otra mitad en Peñarol. Adriana eligió el rumbo del tricolor, donde estuvo desde 2016 –año en el que fue figura tricolor y la goleadora del campeonato– hasta 2020, cuando tuvo la dicha de coronarse campeona con el equipo de sus amores. Esa fue la despedida más noble para una amante del fútbol que logró cumplir el sueño de vestir la camiseta del equipo del que es hincha. “Jugar en Cerro fue especial porque salimos campeonas por primera vez, con un club humilde, que teníamos apoyo pero muy poco, entonces estuvo genial. Además de jugar en Nacional, que fue para mí cumplir un sueño”, afirma.

“Creo que las mujeres se están haciendo mucho lugar en los medios .de comunicación”.

En la cancha para siempre

Tras una lesión, luego de salir campeona con Nacional en 2020, se vio obligada a dejar de jugar. “Dejé, pero no porque yo quisiera: tuve tres operaciones de rodilla que me condicionan muchísimo, porque quise volver y me dolía, y cuando me estaba recuperando me tuve que operar de nuevo. En 2021 tomé la decisión de no jugar más. Fue un gran duelo”, cuenta, y la tristeza se refleja en sus ojos.

Pero el destino le tenía preparada una carta para que nunca tuviera que salir de las canchas. Primero como kinesióloga y luego como periodista, actualmente Adriana sigue trabajando en el fútbol.

“El fútbol es todo para mí. Los vecinos y mi familia me dicen que desde que soy chica pasaba todo el tiempo atrás de la pelota. Luego del duelo que hice por no poder jugar más, sabía que quería estar vinculada, entonces empecé a estudiar kinesiología, quería estar adentro de una cancha de alguna forma”, explica.

Dejar de ser jugadora es duro para alguien tan apasionado por este deporte, pero, fiel a su estilo, Adriana enfrentó la situación con cuerpo y alma. Entre otras cosas, hizo un taller de humor en 2021, que describió como un espacio para “aprender y reír con personas rotas como yo, usando nuestros miedos, vergüenzas y dolores profundos para enfrentarlos y reírnos de eso para sanar”.

En junio de 2021 surgió la oportunidad de ser comentarista de fútbol femenino para AUF TV. “Empezar a comentar los partidos de AUF TV me cambió la vida totalmente. Estaba en el duelo de extrañar y esto me acercó de nuevo a las canchas”, explica.

Si bien extraña jugar, “sobre todo estar en un vestuario con 20 gurisas que estén locas como yo por jugar al fútbol”, considera que al empezar a comentar mejoró todo.

“Tenía mucho miedo. Si bien había estudiado periodismo deportivo, nunca había comentado en vivo y menos para la televisión, que es otra cosa. Fue mucho mejor de lo que esperaba porque sigo estando todos los fines de semana dentro de una cancha de fútbol, no como quiero, pero me encanta. Y además aporto a la difusión y el apoyo de las chiquilinas, que es lo más importante”, sostiene.

Ser comentarista siendo futbolista es un gran aporte para el fútbol femenino uruguayo. “Creo que las mujeres se están haciendo mucho lugar en los medios de comunicación y está buenísimo. Yo estoy trabajando con Soledad Sejas y Sofi Romano, las admiro muchísimo, me encanta y se está dando el lugar, no sólo por género sino por capacidades”, comenta.

Cada vez más y mejores

Actualmente se está disputando el Sudamericano femenino sub 17 y Herrera es asistente de cancha. Al no haber relato ni comentario, le propusieron desempeñarse en este puesto. Iba a asistir a ver los partidos desde la tribuna y ahora está “dando el OK” para que empiece el partido.

“Me vieron personalidad para este rol y yo dije que sí, entonces le estoy metiendo y me encanta. Siento que si bien lo de las lesiones me costó un montón, tuve que asimilarlas para luego hacer el duelo de dejar de jugar, pero todo me lleva a seguir en la cancha”, cuenta.

“Por las condiciones actuales, se viene una tremenda generación de jugadoras”.

Desde su vasta experiencia en el fútbol femenino, Herrera puede notar los avances. “En este Sudamericano, por ejemplo, con las jugadoras de mi generación no teníamos ni ahí el apoyo y la difusión que hay ahora, las condiciones. Se nota en el físico y es diferente porque empiezan a jugar de chicas, mientras que las de mi generación empezamos de grandes, no había tantas oportunidades. Ahora se viene tremenda generación de jugadoras, notás la diferencia física, futbolística, táctica, técnica, se nota totalmente y es un nivel mucho mayor”, resume.

Considera que cada día se ven muchas más mujeres tanto dentro de la cancha como afuera, en los medios y en otros ámbitos. Para que esto suceda son importantes las referentes. En su caso tiene a varias referentes mujeres, como Megan Rapinoe, de la selección de Estados Unidos, de quien dice: “Me encanta, la admiro muchísimo no sólo por lo que es dentro de la cancha y la figura que fue en el Mundial, sino por todo lo que lucha y cómo utiliza ese poder, esa visibilidad que tiene, en la selección de Estados Unidos para mejorar las condiciones de las que vienen atrás. Lograron la igualdad salarial y eso lo admiro muchísimo: saber que tenés esa herramienta, ese poder y visibilidad y utilizarlo para y por las demás”.