La gesta de San José obteniendo por quinta vez en su historia el máximo lauro de selecciones, ser campeón del Interior, fue realmente estupendo e inolvidable, pero no debería quedar solamente en la tarde única de Minas, donde los maragatos consiguieron revertir una situación muy complicada, ni tampoco en el acontecimiento puntual de los penales, ni en el conteo, uno por uno, de los títulos conseguidos.

Hay más, me parece que hay más, pero rasco junto a ustedes, los que están enterados, los que me acompañan en esa idea, los que están tan por fuera del tema que igual sólo les cuentan de estos eventos aspectos negativos, cuando nos pasan tantas y tantas cosas lindas que involucran entre deportistas, familia, vecinos y amistades a más de un millón de uruguayos cuando las nochecitas de enero nos invitan a vivir la ilusión de un nuevo mundial, nuestro mundial el mundial de los canarios.

La noche de los abrazos

La noche estuvo llena de abrazos. Hubo leña, claro, y trancazos hasta con el pecho, pero abrazos fraternos, deportivos y de los que mueven.

Terminó el alargue y Carlitos Corbo, un duque, el férreo y crack capitán de los serranos va a abrazar a sus rivales de un minuto antes y unos minutos después cuando los penales sean todo.

Terminan los penales y en la enorme alegría de los josefinos hay un espacio de tiempo para ir a abrazar a sus vencidos, los mismos con los que se estuvieron fajando toda la tarde, toda la semana.

Frío y tensión parecen que van de la mano en estos relatos épicos. La noche estaba helada en Minas, así como congeladas habían quedado las ilusiones de miles y miles de serranos que con razón, y no exentos de una lógica que no es aplicable al fútbol esperaban sumar su segunda gran estrella. Los 90 minutos terminan, con triunfo para los josefinos a esa altura del partido con nueve jugadores en campo contra los 10 de Lavalleja, y Nicolás Rebollo, el gran capitán josefino, abre sus brazos hacia el cielo, y aprieta en un abrazo a sus compañeros. Es un abrazo fraterno, de seguridad y confianza, con el que carga aún más de esos elementos a sus extenuados y esperanzados compañeros.

Cuando termina el alargue Nicolás Rebollo, repite la acción. Está mucho más cansado, acalambrado hasta las orejas junto a los siete compañeros que llegaron hasta los penales, el capitán abraza con fuerza, fiereza y seguridad a sus compañeros sobrevivientes de defensa Maxi Britos y Gianluca Sacco, al titán de la mediacancha que ocupó todo el terreno, Daniel Martínez, y al dinámico, incansable y de creativo vigor Leandro Navia.

Vendrán los penales que entregarán la quinta estrella a San José, pero ¿ustedes se dieron cuenta como ladrillo a ladrillo, día tras días, partido tras partido, hay una construcción de jerarquía deportiva entre estos futbolistas de San José?

Sangre de campeones

El 29 de mayo de 2022 Nicolás Rebollo levantó junto a sus compañeros la Copa Nacional de Selecciones, dando vuelta una difícil historia ante Lavalleja, como hace unas semanas lo había hecho en el torneo del Sur al obtener el bicampeonato, después de arrancar con 45 minutos sufridísimos ante Florida en el Campeones Olímpicos. Apenas unos meses atrás, el 5 de diciembre de 2021, después de perder por paliza la primera final ante Juventud de Colonia, Rebollo alzó, junto a Maxi Britos, Eduardo Chumbo Hernández, Lucas Battaglino, Germán Alayón, Mauro Portillo, Alejandro Gil y Pablo Cabrera, la Copa Nacional de Clubes A que Central, su cuadro, ganaron cuatro veces en la última década.

Hace unos años, Universal, con Gonzalo Ruiz, Alexis Acosta, Gianluca Sacco, Diego Torres, Daniel Martínez, Leandro Navia y Pedro Vico, levantaba la Copa Nacional de Clubes B.

El fútbol josefino, que también supo tener en este período a la Liga de Ecilda Paullier como campeón del Sur, con Mauro Portillo y Santiago Gáspari levantando la copa, demuestra que sus deportistas, su competencia y su gente están pasando por un período histórico de altos niveles de competitividad y jerarquía, construida desde el esfuerzo, la capacidad y las aptitudes, y la acumulación de aciertos y errores en prácticas, en partidos y en cada final de la vida.

Esta victoria se recordará como la final en la que ocho jugadores terminaron alzando la copa, pero este equipo y este momento del fútbol maragato quedarán marcados en la historia.