En el barrio La Blanqueada la práctica del fútbol estuvo presente desde siempre. Las mujeres deseaban participar en esa actividad de manera formal pero no tenían el derecho a hacerlo. La opción era colarse en algún fulbito callejero de varones, para despistar a la familia, esa que impedía disfrutar del juego por prejuicios de género.

Una de las testigos de esa situación es Natalia Belando, una mujer que disfruta de jugar al fútbol desde niña, pero que nunca soñó con ser futbolista porque el contexto social por el que tuvo que atravesar cuando estaba creciendo impedía que las mujeres gozaran del fútbol, y también porque su padre se encargó de hacerle creer que ese sueño estaba prohibido.

Entonces, las mujeres se salteaban las reglas y jugaban con los varones. “Si me podía meter a pelotear con ellos quedaba encantada, lo disfrutaba muchísimo, pero nunca lo pensé como una actividad que pudiera hacer”, recuerda.

Su vínculo formal con la pelota comenzó tarde y por accidente. Fue a los 18 años cuando casualmente había ido al Parque Central a jugar al vóleibol y, mientras estaba esperando que empezara la práctica, Natalia sintió el impacto de una pelota de fútbol que cayó por encima del techo. La caída de esa pelota no fue casual: cuando la fue a devolver se enteró de que provenía de la práctica de un equipo de fútbol de mujeres bolsilludas.

La acción de devolver ese balón la conectó con el mismísimo entrenador del equipo femenino tricolor y con un deseo frustrado hasta ese momento. El Nacional de ese entonces entrenaba en la modalidad de fútbol 5 y Belando no dudó en dejar de lado el vóleibol para presentarse a la siguiente práctica de fútbol.

Así, a escondidas de su padre, arrancó la formalidad de jugar en un equipo y a convertirse poco a poco en una volante muy equilibrada y disciplinada.

Un imposible que se hace realidad

Todo se dio vuelta. Natalia se transformó en una de las pioneras del fútbol uruguayo: fue una de las primeras mujeres registradas en la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF).

Su carné tiene algún número entre el 45 y el 48, no lo recuerda, porque ese tesoro está guardado en algún rincón personal de quien fue la delegada de Central Español, el segundo equipo en el que Belando jugó.

Cuando empezó a jugar en el conjunto albo ya era mayor de edad. Con 18 años su padre no pudo impedirlo, “pero tampoco me iba a ver ni nada, él no estaba de acuerdo con que las mujeres jugaran al fútbol”, expresa Belando con ganas de aclararlo.

Después se insertó en la modalidad de fútbol 11 y mientras estaba en el tricolor fue citada para representar a Uruguay, aunque confiesa que, a diferencia de la mayoría de sus pares, que cumplieron un sueño al vestir la camiseta celeste, ella prefería jugar en el club en vez de en la selección.

Con la celeste, entre otros grandes momentos, disputó un torneo sudamericano y algunos partidos amistosos, como uno en la inauguración de la cancha de Lanús.

Luego se fue del conjunto tricolor a jugar a Central Español junto a otras compañeras, con las que se declararon en rebeldía, por lo que no pudieron jugar por un año porque no les dieron el pase.

“Fue un inconveniente interno porque jugaron un partido con una futbolista que estaba suspendida y en la reunión en la AUF en la que dijeron quiénes estaban suspendidas el delegado de Nacional no había ido, entonces les sacaron los puntos y perdieron una final por ese motivo”, explicó Belando.

“Entonces hicimos un reclamo y no quedamos en buenos términos, nos declaramos en huelga, mientras tanto fuimos a practicar a Central hasta terminar esa pena, ahí terminé”, agregó.

De la nada a la gloria

Belando hace memoria de sus momentos más felices con la pelota en los pies y se traslada a la final del primer Campeonato Uruguayo de Fútbol Femenino que el tricolor disputó. Esa definición se jugó en el estadio Charrúa cuando corría el año 1997 y Nacional se consagró campeón tras vencer a Rampla Juniors.

Cuando recuerda partidos, con especial alegría hace referencia a amistosos contra selecciones, donde destaca el que jugó con Uruguay contra Canadá en el Parque Central, así como dos con Nacional contra Gremio, primero en Uruguay y luego en Brasil.

“Ya jugar en Nacional era mucho, primero porque nunca en mi vida pensé que iba a jugar al fútbol semiprofesional, por así decirlo, y segundo porque en esa generación éramos todas hinchas de Nacional. Eso se notaba en los resultados, sobre todo en los clásicos, que eran las mejores instancias”, explica.

Jugando con prejuicios

“De los otros cuadros nos miraban mal, se pensaban que por jugar en Nacional teníamos todo, y no teníamos nada. Yo era la segunda capitana y tenía que ir a la sede a pelear por medias, shorts y equipo”, recuerda de la época en la que tener equipo femenino para los clubes no era más que darle a un grupo de mujeres la posibilidad de que jueguen con el nombre.

“Había muy poco apoyo. Recién esos amistosos en el exterior nos brindaron algo de apoyo. En lo que tenía que ver con la indumentaria luchábamos por los equipos. Viáticos y eso yo me acuerdo de haber ido a hablar por algunas chiquilinas que realmente lo necesitaban, pero no se tomaba en cuenta”, explicó.

Luego de retirarse, Natalia jugó al fútbol 5 en varios equipos y para cada uno de ellos dispusieron de indumentaria completa: medias, shorts y varios cambios de remeras, para sacarse las ganas de jugar al fútbol vestidas cómodamente con prendas que las identificaran con sus equipos.

Mala fama por pelotear

“Era una época en la que el fútbol femenino no significaba nada, nunca iba ningún dirigente ni nada por el estilo a vernos, sólo la delegada, pero tampoco le daba corte hasta que vieron que jugábamos bien y que levantamos el cuadro y comenzaron a interesarse un poco más”, sostiene.

No sólo costaba dentro de la interna, sino para todo el entorno de una jugadora. “Yo no decía que jugaba al fútbol; si me tenía que ir a comprar championes decía que no eran para mí, me daba vergüenza, me los probaba en mi casa y si no servían los cambiaba”, recuerda Belando.

No estaba nada bien visto jugar al fútbol siendo mujer: “A mí me costó muchísimo, cuando hacía amigas nuevas no les decía”. Partiendo desde ahí, Natalia analiza el proceso que el fútbol femenino tuvo que hacer para llegar hasta la actualidad: “Ahora es totalmente distinto, tienen más oportunidades, como la chance de firmar contratos y que los clubes las apoyen. Son grandes avances a nivel país. Me parece genial, aunque sigue habiendo trabas; para ir a un clásico tenés que registrarte una semana antes. Encima que es difícil le ponen trabas que no se entienden. Debería ser al revés”, finalizó.

Con una jugadora menos y con gol en la hora

“La gran mayoría de nuestros hinchas, socios y amantes de nuestra gran institución no saben que en el femenino también marcamos historia: se ganó el primer Campeonato AUF de fútbol 11, cuando se practicaba donde se tenía oportunidad, con gente que apoyaba y ayudaba cada uno desde su lugar como podían; con un gol olímpico en los descuentos de Sil Sagrera Ledesma y el empuje de todas las chicas e hinchas pudimos disfrutar en el estadio Charrúa”, postearon las futbolistas de esa época en recuerdo de ese hecho histórico para Nacional y para todo el fútbol femenino uruguayo.

Natalia Belando Varela, Natalia Viude, Natalia Moreira Damas, Rossana Soria, Paola Balduino, Marcela Bonifacino, Estrella Santomauro, Fabiana Penino, Belinda García, Adriana Núñez, Daniela Gorriaran, Loreley Villarrubia, Fabiana Mendoza, Mónica Escames, Nadia Braida, Natalia Villafan, Fernanda Clavijo y el cuerpo técnico, conformado por Luis Noble y Aníbal Matonte, fueron los y las responsables de la gran hazaña.

Foto del artículo 'La historia de Natalia Belando, pionera del fútbol femenino uruguayo que ganó el primer campeonato local'

Foto: Natalia Rovira