Nacional quedó a un punto de ganar el Torneo Intermedio tras golear a Cerrito 5-0 en el Gran Parque Central con gran actuación de Emmanuel Gigliotti, que convirtió los dos primeros goles que liquidaron el partido. Franco Fagúndez, luego de una gran jugada y con clase, convirtió el tercero, y Felipe Carballo, con gran gesto, marcó el cuarto, todo esto en el primer tiempo. En los descuentos Christian Almeida hizo el quinto. En la tribuna los cánticos pidieron por Luis Suárez, algo que suena con fuerza para la mitad del país, aunque es un atractivo insólito para cualquier amante del fútbol criollo.

Lo de Suárez en las últimas horas se ha convertido en una estampita. Un aura. Ese aura dominó el ritmo de las cosas en la cancha. La gente llegó hasta con máscaras con la cara del crack. Un aura como el despertar de una infancia en el día de Reyes, o la sensación de haber tenido un sueño que te hace desear seguir durmiendo. La sensación en el Gran Parque Central fue la sensación de algo onírico. Una aureola histórica. Un aire a cosas históricas, como puede ser la llegada de Suárez, o la vuelta, mejor dicho.

Los jugadores en la cancha se florearon, por si Suárez estaba mirando, para la inspiración. Para alimentar el clima a hito. Nicolás Marichal y Leo Coelho con un aplomo que se asienta con los partidos. Sergio Rochet, que es una eminencia, y Gigliotti, que portó la 9 como un estandarte. La gente no se aguantó sentada en las butacas y cantó con la voz quebrada, con la estridencia acorde a las horas que viven.

Cerrito fue un testigo grogui. Pura resistencia. Soportó el partido como pudo. Sintió como nunca la presión del cuadro grande, inspirado por el rendimiento en el campo de jugadores de la cantera y otras figuras heroicas efímeras efervescentes.

Gigliotti jugó como el tremendo goleador que es, demostró la personalidad que lo caracteriza, cuando el puesto está en juego. El equipo jugó para que el 9 convirtiera, una obviedad no siempre respetada. Así aparecieron Didí Zavala, Alfonso Trezza, Camilo Cándido, el propio Fagúndez, que se besó el escudo.

A Cerrito la tabla le pega en el lomo. Hay un mundo entre jugar para no irse y jugar para ser campeón. Hasta para que suceda un gol como el de Carballo, con un gesto técnico justo para un gol perfecto. El cuarto gol puso a Cerrito en una cornisa, al borde de la burla. Nacional suspiró antes de tiempo.

Con los cambios el partido se espesó. La hinchada siguió en la misma. La de pedir por Suárez, la de alabar a Rochet, la de cantar agravios al rival de siempre y alentar al cuadro, con los vientos y los coros. Cerrito intentó al menos, la hinchada se dio el tiempo de silbar. El segundo tiempo sobró, mientras la pelota fue y vino de los pies de los tricolores, la gente se dedicó a especular con la llegada del ídolo.

En los descuentos Almeida, que había ingresado en el segundo tiempo, convirtió el quinto y festejó con una de las máscaras de Suárez que llenaron el Parque.