Mauricio Moreira rodaba por la ruta transitando el decimotercer minuto de la prueba contrarreloj individual, en la última etapa de la Volta a Portugal con sede en Viseu. Lo hacía al menos hasta que la imagen de la televisión lo mostró en actitud desorientada al costado de la ruta; su bicicleta estaba en el suelo. La voz que conversa sobre la incidencia que irrumpió en la pantalla lo confirma: “Mauricio Moreira cayó”, dice en portugués.

Esto es noticia vieja, una crónica de un episodio del año pasado, escrita un año más tarde para ayudarnos a revivir el duro momento en que el mayor ciclista uruguayo profesional de la actualidad perdió la oportunidad de ganar la última etapa y la clasificación general de la 82ª edición de la Volta a Portugal. El de Efapel quedó a 12 segundos del líder del día, y sólo 32 segundos delante de Amaro Antunes, competidor portugués que lo aventajaba por 42 en la general al comenzar la etapa. El podio se dirimió con victoria del local, sólo diez segundos delante del uruguayo; un golpazo anímico, provocado por un golpe en la ruta.

Un año después, Moreira, de 27 años, frena con anticipación al llegar a la última curva, muy pronunciada, del recorrido entre la ciudad de Porto y Vila Nova de Gaia, en la ribera opuesta del Duero, donde los rabelos de las bodegas de vino Oporto se alinean decorativos en las inmediaciones del puente metálico que cruza el río. La última etapa de 2022 fue nuevamente una contrarreloj, todavía más difícil técnicamente que la del año pasado, y el uruguayo dominó cada sector para quedarse con la etapa y la general. “Acá lo vivimos emocionados. Con muchos nervios porque el año pasado tuvo la oportunidad de ganar y una caída en la última etapa en la contrarreloj se lo impidió”, nos recuerda Agustín Moreira por teléfono desde Salto, minutos después de la consagración de su hermano en la 83ª edición.

Mauricio se acaba de convertir en el primer uruguayo en ganar una vuelta por etapas a este nivel, en Europa, y en su casa salteña lo vivieron sus tres hermanas, sus abuelos y Agustín, también ciclista profesional del club Cerro Largo. “Siempre está ese fantasma de que pueda pasar algo, alguna caída”, confiesa marcado por el recuerdo fresco de lo sucedido en 2021. “Físicamente sabíamos que estaba muy bien. Yo con verlo pedalear en la tele me doy cuenta, es mi hermano, lo vi toda la vida. Era cruzar los dedos por que todo se le diera y saliera bien”, y salió.

Mauricio llora, desconsolado o aliviado, desde que cruza la línea de meta por largo rato, incluso mientras contesta las preguntas de la televisión. En un portugués claro aunque no nativo, cuenta que ganó como ganaba su padre, en una contrarreloj, y le rinde homenaje a él, que está ahí y a quien sólo lo separan unos metros de la línea de llegada.

“Lo que no prevé la tecnología son los infortunios, y una de las cosas que conversé con Mauricio antes de la largada fue que este año tenía más margen para manejarse, viendo los registros, y no jugársela en cada curva”, dice Federico Moreira, seis veces ganador de la Vuelta del Uruguay. Ese día lo acompañó en la largada y caminó hasta la llegada. Con un puente cortado, no llegó a tiempo a la meta, pero sí pudo ver pasar a su hijo por otro sector del recorrido, mientras le rogaba al celular por un poco de señal de internet para seguir la transmisión televisiva.

Han pasado sólo unos días de la consagración de Mauricio, y Federico todavía se encuentra en Portugal, acompañándolo en su casa de Santa María da Feira, donde vive junto a su pareja. “Es un pueblo que está a unos 25 kilómetros de Porto y 12 o 13 kilómetros del mar, para el lado de la sierra. Es una zona bastante montañosa, con subidas que son realmente importantes, cerca de la frontera con España, de Galicia”, cuenta el padre sobre la geografía del lugar. Parece un lugar ideal para las preparaciones de un ciclista profesional, que muchas veces deberá definir carreras en ascensos montañosos. “Te podés encontrar montañas para todos los gustos. Subidas que van desde los dos, cuatro o cinco kilómetros, hasta los 28 kilómetros que tiene una donde ellos concentran, con una pendiente media de 9% o 10%”. Pedalear cien metros y subir nueve o diez, en promedio, durante 28 kilómetros. A veces, tal es la altura del desafío.

“Lo que no prevé la tecnología son los infortunios, y una de las cosas que conversé con Mauricio antes de la largada fue que este año tenía más margen para manejarse, viendo los registros, y no jugársela en cada curva”. Federico Moreira

Lo aprendido

Hay preparaciones en momentos puntuales, para una competencia o una vuelta por etapas. Y hay otras que llevan años, como la que esta generación de los Moreira vio en casa. Agustín describe el proceso, su proceso de perfeccionamiento, y también el de Mauricio: “Yo creo que lo que vimos nosotros toda la vida, y a uno se le va incorporando inconscientemente, es la disciplina en los momentos en que hay que ser disciplinado. Obviamente hay momentos de disfrute en el año y en la vida, pero la disciplina de hacer las cosas bien en el momento justo es importante”. Para el hermano mayor, el más chico de los Moreira que acaba de ganar la Volta tiene una gran tolerancia al sufrimiento. En las subidas difíciles, sí, pero sobre todo en las circunstancias que el profesionalismo le demanda: “Él está del otro lado del mundo y esa es la diferencia que lleva a algunos deportistas a tener éxito. La capacidad de estar lejos de su casa, lejos de su familia y de su entorno. Y es donde yo más destaco la capacidad de sufrimiento. Eso es lo que ha llevado a Mauricio a sus triunfos, y creo que a mí también me ha dado satisfacciones a nivel deportivo”.

El palmarés familiar siempre crece. Seis Vueltas del Uruguay y tres Rutas de América para Federico, una victoria en Rutas para Agustín, que fue segundo en esa misma carrera y tercero en la Vuelta. Ahora Mauricio agrega otra cereza, con el más importante triunfo en ruta en mucho tiempo para un ciclista uruguayo, si no el más importante de todos, por la categoría. Federico no se considera el indicado para situar la victoria de su hijo en algún escalón de la historia del ciclismo celeste, pero sí se anima a valorar el tablado al que se sube Mauricio. “Se puede ganar o perder, pero al estar en esos niveles, indudablemente como familia estamos conformes y contentos con lo que él ha realizado”, sostiene.

Agustín recupera para nosotros algunos de los puntos de inflexión en la vida de Mauricio: “Ha tenido muchísimos accidentes de chico, y lesiones. Un accidente grave cuando tenía 12 años lo dejó al borde de la muerte, muchos días en CTI recuperándose de eso. Me parece que siendo el hermano veo cosas que capaz que otras personas no ven”, explica intentando revelar los lugares por los que ha debido pasar el nuevo campeón.

Particularmente menciona el momento del retorno al amateurismo. Cuando Caja Rural no lo renovó en su equipo profesional hace un par de años, “vio más lejos la posibilidad de ser profesional”, explica, “estuvo a punto de dejar la bici y venirse para Uruguay”. El sentimiento fraterno se resume en pocas palabras: “Hay muchas cosas que llevan a que hoy en día este premio se multiplique por mil, y que la alegría de todos nosotros sea enorme por lo que le está pasando”.

“Para mí las sensaciones son iguales gane o pierda, porque el ciclismo es así”, dice Moreira padre. “Lógicamente la satisfacción más grande es por él. La satisfacción mayor que uno puede tener como padre es, primero, que su hijo termine sano y salvo una competencia, porque sabemos lo que significan las caídas, lo vivimos en carne propia, algunas de ellas muy duras”, rememora.

Qué somos

El micrófono apunta a Mauricio, la cámara también. Sigue emocionado, tras recordar que ganó como ganaba su padre. Pero aclara: “No soy ni la cuarta parte de él, porque la gente se volcaba a verlo y gritar su nombre en la ruta”.

Calles coreando su nombre, así describe el hijo al padre, el nuevo ganador a la figura que posiblemente lo inspiró durante toda su carrera. El padre devuelve la pelota a su hijo, al contestar la pregunta sobre cuál ha sido su rol en la carrera de Mauricio: “Que uno haya sido ciclista no significa que pueda aconsejarlo, o decirle cómo tiene que hacer las cosas hoy, para poder estar al nivel que está él”. El hermano aporta una mirada más: “Muchas veces la gente piensa que se hace difícil o que es incómodo [ser hijo de Federico]. Cuando sos chico no tenés mucha noción de las cosas y te puede molestar un poco. Pero de grande uno lo toma como referente”.

Entre ideas que le habrán sobrevolado muchas veces, Agustín Moreira se explica aún más: “Nosotros elegimos ser ciclistas. Nunca nos dijeron ‘tienen que ser ciclistas’. Para mí es una referencia enorme mi padre, y con el correr de los años hemos demostrado que llevamos nuestro apellido orgullosos por todos lados”. Ahora también por Portugal.