Un día deshizo las valijas. Santiago Urrutia no terminó su viaje, pero ahora tiene un lugar donde quedarse, donde vivir; un lugar al que llama su casa. Queda en Barcelona, una ciudad con buen clima, conexiones aéreas a todo el mundo y donde se habla su idioma. A los 14 años había hecho las valijas por primera vez, para vivir lejos de su familia y perseguir el sueño de ser piloto profesional. Debió golpear puertas, convocar patrocinadores, ganarse su confianza al tiempo que mejoraba cada día estando al volante, primero en Italia y luego en Estados Unidos. Ahora, con contrato firmado, ya no sufre la incertidumbre de tener que buscar dónde competir el año próximo. Sabe que el equipo sueco-chino Cyan Racing seguirá dándole trabajo.
Tiene la convicción de ser un piloto de equipo, la tenacidad para soñar con ser campeón mundial y la tranquilidad de que cuando hubo puertas que no se abrieron, no fue por falta de mérito al volante. En un deporte donde las plazas son escasas, y los presupuestos altos, Urrutia tuvo que abrirse paso por su calidad y su actitud dentro y fuera de las pistas.
Cuando recibió a la diaria en su casa, estaba segundo en el campeonato mundial, a 16 puntos del líder. Semanas después, Cyan Racing decidió retirar los cinco autos de la competencia por considerar que los neumáticos provistos por el fabricante no daban garantías de seguridad para sus pilotos –Yvan Muller chocó en Italia a más de 220 km/h tras una falla de neumáticos–. “Conseguí dos victorias, tres podios, una pole position y ser el mejor del equipo”, publicó en su cuenta de Instagram repasando los logros de esta temporada luego del anuncio. Quedará en el aire la pregunta: ¿y qué hubiese sucedido si completaba la temporada? La revancha la tendrá en 2023.
¿El contrato te cambió la vida?
Y sí, me cambió la vida, porque en Uruguay siempre fue complicado conseguir el presupuesto. También en un momento era frustrante, porque veía pilotos a los que yo les había ganado llegar a la máxima categoría en IndyCar porque pagaban. Yo no tenía nunca un peso para poder correr. Hoy en día está Patricio Pato O’Ward; le faltó nada para ganar las 500 millas de Indianápolis, es piloto McLaren, probó el año pasado un Fórmula 1 en Abu Dhabi. Recientemente probó un Fórmula 1 Colton Herta en Portugal, que compitió conmigo en la Indy Lights. Son unos pilotazos, pero yo competí contra ellos y también les gané. En 2015, cuando era compañero de equipo de Pato, yo salí campeón. El tipo es un fenómeno y logró tener la chance de llegar a IndyCar porque económicamente estaba muy fuerte. Yo nunca lo logré hacer, entonces me quedé ahí un poco con la espina.
Vos ves que los buenos tienen el nivel que vos sabés que podrías tener.
Exacto. A mí me hubiese gustado tener esa chance. Por las vueltas de la vida me tocó volver a Europa y estar en el Campeonato del Mundo de Turismo (WTCR), que es muy importante. Es una categoría que hace muchos años que existe, y que también tiene mucho futuro. Entonces sé que si hago las cosas bien voy a tener laburo para los años siguientes. Al ser un Campeonato Mundial está dentro de la Federación Internacional del Automóvil (FIA), y el que sale campeón de esta categoría, a fin de año está en la gala FIA y recibe el trofeo junto al campeón del mundo de Fórmula 1. Es un campeonato de alto estatus. Tiene bastante visibilidad, y dentro del ambiente del automovilismo también un alto valor la categoría. Si salís campeón de esto tenés un nombre bastante alto dentro del ambiente del automovilismo.
¿Cuál es la principal diferencia del auto?
En el auto de turismo cuenta mucho más la experiencia de lo que cuenta en IndyCar. En Indy, si sos un joven de 22 y sos rápido, podés andar rápido desde el principio. En el auto de turismo también, pero hay muchos más trucos porque es más agresiva la categoría, se pegan más. Tenés a un Yvan Muller, que tiene 52 años pero es un ícono de la tracción delantera: cuatro veces campeón del mundo y mecánicamente es un genio. Entonces, cuando sale el desarrollo de un auto nuevo, no son todos iguales. Hay que desarrollar un auto de cero en cada equipo, y los que lo desarrollan son los pilotos y los ingenieros. El piloto tiene que ser muy bueno mecánicamente para aportar a que el ingeniero logre hacerlo rápido. Después de ese momento en que le agarrás la onda a la categoría, a los pilotos, al ser profesional y todo, ya se te hace natural. Cuesta un poco entrar en ese círculo, y a mí me llevó dos años adaptarme a la categoría y lograr estar firme en todas las carreras sumando puntos.
¿Cómo acompañó el equipo ese proceso?
Yo fui a parar al equipo porque en 2019 corrí en el TCR europeo para Audi. Fui el mejor debutante de la categoría, terminé tercero y fui el mejor piloto del grupo Volkswagen. Eso me dio una imagen, pero no había butaca libre para correr en WTCR. Por la pandemia se bajó un piloto de Cyan y ahí empiezan a buscar. Hacen la prueba con el campeón de TCR europeo y conmigo, que estaba tercero. Yo me preparé con todo para esa prueba. En el sentido de que fui bien vestido, fui el primero en llegar a la pista, el último en irme, investigar, hacer todo; pero fue de un día para el otro, yo estaba en Estados Unidos. Me dieron dos días de pruebas y en el primer día fui el más rápido y en el segundo fui el segundo más rápido. Ellos me hicieron un contrato multianual. Era un contrato por el primer año con opción a renovar. A los dos, tres meses de haber arrancado el campeonato me firmaron para los años siguientes.
Remarcás que en las pruebas diste cierto ejemplo ¿Cuánto pesa eso?
Es difícil saber qué pusieron ellos sobre la mesa. Seguramente estaban hablando, probaron cuatro pilotos, había algunos profesionales y otros que no. Al final no deja de ser una apuesta, como cuando llevás a un jugador de fútbol. Te puede salir bien o te puede salir mal. Me tocó a mí; estaba el campeón del TCR Europeo y no lo eligieron al campeón, me eligieron a mí.
Vos tuviste cierta actitud.
Sí, claro. Me fui con un pantalón nuevo, calzado nuevo, camisa, afeitado. Me citaron a las pruebas a las 7.00 y llegué a las 6.30, junto con los mecánicos. Pequeñas cosas que capaz que hicieron la diferencia o capaz que no. Asumo que sí, porque vos mostrás interés. Era realmente lo que yo quería y sabía que era mi única oportunidad. Si a mí no me salía eso, era muy difícil que siguiera corriendo. Estaba corriendo en Estados Unidos, en la Indy Lights, que se había cancelado, todo el tema de la búsqueda de patrocinador en pandemia era muy difícil, entonces sabía que era el último tiro. Tenía que ir con todo. Terminé quedando, pero todos los recursos que yo tuve para poder estar al mejor nivel en esas entrevistas los apliqué en su máximo esplendor.
A nivel mecánico ¿cómo andás?
Entiendo mucho, como para poder describirle al ingeniero qué es lo que quiero. Si me das un motor no tengo ni idea. Sé las cosas básicas, pero sé mucho mecánicamente sobre qué función cumple cada parte en el auto y qué aportarle al ingeniero de qué cambiar para allanar camino. Eso es muy importante en un fin de semana de carrera, porque tenés dos pruebas de media hora y salís a la clasificación. Cuando salís, tenés que tener claro qué es lo que vos querés cambiar en el auto para, en la prueba siguiente, tener el auto rápido. Cada pista tiene su configuración. Nosotros tenemos una base, y en esas dos pruebas tenés que estar vivo para poder cambiar y eventualmente hacer el auto más rápido.
“Creo que la suerte viene de la mano del esfuerzo y la dedicación. Si le das para adelante y la peleás vas a tener mucha más suerte”.
¿Qué es la suerte para vos?
Soy de la idea de que existe y es parte del deportista. La suerte, en una carrera, es que no se me pinche una goma. Creo que la oportunidad que se me dio tiene una cuota de suerte, pero a raíz de todo el esfuerzo que hice. Porque no estaba tirado en el sillón de casa comiendo una hamburguesa, tomando un refresco y esperando a que me llamaran para ser profesional. Me fui de mi casa a los 14 años. Lo digo orgulloso, porque sé todas las cosas que pasé. Con 14 laburaba en una fábrica que me pagaba para poder vivir, y vivía con los mecánicos sin hablar inglés, sin hablar italiano. Todo eso de vivir solo en Italia, en Estados Unidos, tener una reunión con el presidente a los 16 o 17 años y todas esas cosas que hice, fueron lo que se me presentó para poder tener esta oportunidad. Y por eso digo que cuando se presentó, no tenía ni un pelo fuera de lugar. Es la oportunidad de mi vida lograr ser profesional, lo logré, y ahora que lo logré digo que tengo la oportunidad de mi vida de brillar en mi carrera deportiva. No es que logré ser profesional y salgo décimo. Quiero ser campeón del mundo, entonces la demanda que tengo que meterle a mi físico y mi mente es mayor que antes.
¿Te consideras afortunado?
Soy el primer deportista profesional en el automovilismo uruguayo. Sin duda soy un afortunado, pero esa fortuna me la busqué también. Mi padre vendió una camioneta. No lo digo por lo material, sino por el gesto. Se había comprado una camioneta que era su sueño. La vendió y la cambió por una camioneta chiquita para usar ese dinero para que yo pudiera venir a vivir a Europa. Mi mamá es maestra, nunca dejó de trabajar. Con su sueldo sacó un crédito en el banco y me compró un kart para que pudiera arrancar a correr. Sí, soy afortunado porque mirá lo que estoy viviendo, no me puedo quejar. Pero tampoco me quejé cuando no tenía un mango y laburaba y entrenaba.
“Mi objetivo es ser campeón del mundo. Cuando sea campeón del mundo, lo primero que tengo que hacer es agradecer a mi familia”.
¿Toda esa historia familiar te pone en el lugar de pensar que tenés algo para devolver?
Mi objetivo es ser campeón del mundo. Cuando sea campeón del mundo, lo primero que tengo que hacer es agradecer a mi familia. Pero atrás de eso hay un montón de gente que también me apoyó, así sea en el aspecto económico o acompañándome a carreras. Si soy campeón voy a agradecer a cada una de esas personas, porque creo que se van a sentir parte del triunfo.
¿Qué valor le das al aspecto psicológico en tu carrera?
Creo que es tan clave como lo físico. Tengo el mismo psicólogo desde los cinco años, que es Jesús Chalela. Cuando es todo color de rosas, que vas bien y ganás carreras, es todo más fácil. Pero cuando son los días duros, que no tenés un día bueno, cuando uno se siente solo, hay que saber llevarlo, y es clave llegar a un fin de semana tranquilo, descansado. Es lo que hago, y tengo mis estrategias mentales a lo largo del año que me van sirviendo y voy aplicando.
¿En qué momento te sentís hoy en día?
En mi carrera deportiva estoy en mi mejor momento, lo estoy aprovechando y disfrutando. Mentalmente lo que me jode un poco es el tema de la soledad. El automovilismo es un deporte solitario. Voy al aeropuerto solo, tengo compañeros de equipo, pero son rivales. Uno tiene que acostumbrarse a estar solo en esos tiempos y estoy bastante acostumbrado, pero es lo que sufro un poco.
¿Cuáles son tus sueños?
Ser campeón del mundo y poder correr durante muchos años en la categoría. Eventualmente correr en alguna otra categoría, si se me abre la oportunidad. Me gustaría la Fórmula E, que es mundial también. Sigo en contacto con Indy Car, me puede llegar la chance. Después están las carreras de resistencia, como las 24 horas de Le Mans, que estando en el ambiente europeo podría llegar a ser algo más factible. Son todas suposiciones y cosas que se verá con el tiempo si llegan o no. En la vida privada tengo pocos sueños. Estoy soltero, disfruto mi carrera, tengo poco tiempo para compartir y simplemente quiero estar bien y que mi familia esté bien. Está todo enfocado en el automovilismo.
¿Qué es lo más duro del automovilismo?
El ambiente del automovilismo es difícil. Nosotros siempre decimos que es una jaula de monos. Hay negocios. Hay uno que se te puede hacer el amigo, te das media vuelta y se va a hablar con otro equipo. El tema de los representantes es complicado. Tenés algunos buenos, otros que piden guita y no consiguen nada. Siempre tenés que estar alerta, a fin de cuentas es un negocio y todos buscan el beneficio propio. Es un ambiente complicado donde uno aprende a manejarse, a estar tranquilo, a no hablar mucho, a hablar con quienes hay que hablar. El automovilismo me ha dado muchos amigos, pero no amigos contra los que compita. Con la gente que competís, por lo general no armás nunca amistad. Siempre tenés que estar con el escudo puesto.
Facundo Castro desde Barcelona.