En general, la celeste mejoró la imagen respecto al debut ante Colombia. Utilizó sus virtudes para llevar a un rival de mucho talento a una expresión baja, con predominio del estilo de juego que más les servía a los de Rubén Magnano. Pero para ganar partidos de este tipo hay que tocar la perfección y dos baches pronunciados dejaron a la selección uruguaya con las manos vacías, empezando a ojear el pasaje de vuelta. La clasificación es casi imposible y todo indica que el lunes a las 20.10 ante Brasil será la despedida.

Pocos llegaron a la Americup con su máximo potencial. Canadá tampoco. Tiene un equipo de grandísimos jugadores pero que no tiene ningún trabajo colectivo encima. Tiraron 12 tipos nacidos en el mismo país a jugar juntos. Se encontraron por primera vez en Recife mientras las principales figuras descansan o se preparan para temporadas en las grandes ligas.

A esto, hay que sumar que en Norteamérica se forman con un básquetbol similar al de la NBA, que tiene hasta reglas diferentes con el FIBA que se juega en todo el resto del mundo. Por tanto, no se conocen entre ellos, pero tampoco están 100% adaptados al deporte que juegan.

Por más que suene raro, hay pequeños detalles donde siguen estando perdidos. Se notó. Aun así, le alcanzó con su talento individual. Uruguay generó un trámite tedioso, de defensas duras, impidiendo que su rival se sintiera cómodo en cancha abierta. Además machacó en el juego interno con Esteban Batista primero y Kiril Wachsmann después. Los que no acompañaron en el primer tiempo fueron los porcentajes en el tiro exterior, el pobrísimo 2/12 en el primer tiempo se sufrió. Aun así los de Magnano lograron anotar de ataques rápidos al salir con velocidad de buenas defensas.

Más allá de algunas malas, producto del trancazo ofensivo por carencias para generar ventajas, la celeste casi no se apartó del libreto, hasta los minutos finales, cuando una pequeña licencia permitió a los norteños hilvanar un 7-0 en 30 segundos que los llevó a cerrar cinco arriba de cara al descanso largo.

Para el complemento Uruguay necesitaba un jugador que rompiera la estructura para evitar que los ataques fueran tan anunciados. Y el papel de desfachatado le cayó perfecto a Joaquín Rodríguez, quien creció enormemente mezclando atrevimiento y calidad; 11 puntos y 3 asistencias en el tercer cuarto. Recontra bienvenida actuación del jugador de Obras Sanitarias para volver a tomar el dominio del trámite con fluidez ofensiva que se sumó a la agresividad defensiva habitual.

Dicen que el humano no tropieza dos veces con la misma piedra. Bueno, habría que revisarlo, ya que la celeste volvió a encontrar su ventaja máxima a ocho minutos del final, al igual que ante Colombia. Esta vez la ventaja de diez se esfumó más rápido que arena seca entre los dedos un día de viento. La celeste con algún doble en zona de influencia de Batista se recuperó para llegar al minuto y medio final en igualdad.

Los finales cerrados, generalmente, los define la calidad individual. Ahí es cuando el trabajo colectivo se va al diablo. Y, en ese sentido, los canadienses eran enormemente superiores. Por tanto lo cerraron mejor. Lógica pura. Tan dolorosa como real. Uruguay volvió a sucumbir en el epílogo. Puede ser el cansancio de un plantel corto, la juventud de las principales vías de gol, o una mezcla de ambas.

Destacaron los 21 puntos de Joaquín Rodríguez y los 16 de Batista en la derrota 84-78 ante Canadá.