Cualquier estrategia de todas las que habrá soñado y consumado el nuevo director técnico de la selección paraguaya, Daniel Garnero, se apagó cuando Argentina le convirtió un gol a los tres minutos del primer tiempo y con una jugada preparada. La desazón fue total, a pesar de la rebeldía, la intención y el juego paraguayo característico, de la mano de otro argentino que suplantó a Guillermo Barros Schelotto en el mando de la selección guaraní.

Es que es muy difícil jugarle un partido a Argentina y más aún en un Monumental de Núñez colmado. Entonces el gol de Nicolás Otamendi se sufrió por dos cosas. Por el hecho del score y, además, por el horizonte que tenía a Lionel Messi en el banco de suplentes. Argentina generó al menos otras dos claras jugadas de gol en el primer tiempo, que tuvo al astro como espectador.

La selección argentina de fútbol jugó como si fueran campeones del mundo. Por momentos, durante el primer tiempo, pareció que el propio Messi estaba en la cancha. La pelota hacía triángulos en el campo, y 80.000 personas en el Monumental, 40 millones en casa y el mundo entero disfrutaron viendo a Argentina al grito de “ole, ole”.

Otamendi, capitán ante la ausencia del crack rosarino, convirtió de volea en el segundo palo y hubo miradas cómplices entre el tirador, el goleador y el cuerpo técnico que ensayaron algo escrito para vencer la dura defensa paraguaya. Nicolás González jugó como si fuera una figura de las de Qatar. Fue quien tuvo una de las más claras, que se quedó en una buena acrobacia del arquero paraguayo Carlos Coronel. El otro que quiso poner la estampa a un rendimiento superlativo fue Rodrigo de Paul, que estrelló en el palo una caricia con el botín derecho.

A los 50 entró Messi. Antes Ramón Sosa, que fue el que más quiso en la visita, tuvo una chance para empatar el partido que podría haber cambiado el panorama, pero no la algarabía de la gente por ver al representante más grande de los últimos años de la cultura argentina. Uno de los más grandes de la historia, generador de emociones universales.

Argentina controló el partido, aunque el 1-0 siempre es frágil. En defensa y en ataque lo ganó en destreza, en reinventarse y en tener un astro. Messi probó hacer un gol olímpico que pegó en el travesaño.

La tribuna cantó el “ole, ole” más de una vez. Lionel hizo caer al piso a un jugador. Lautaro quiso el suyo, Argentina se olvidó de los debates por un rato. Tuvo otras tantas jugadas que no pudo concretar. Pibitos y chabonas pedían goles a gritos en los barrios. Sobre los 90, Messi tuvo un tiro libre a 20 metros de la gloria. Se tomó un silencio de poema y pegó la pelota en el palo. Con eso alcanzó.

Tras tres fechas, Argentina cosechó su tercera victoria. Nueve de nueve puntos tiene el actual campeón del mundo. En la próxima fecha, el martes que viene, la albiceleste visitará a Perú. Luego, cuando vuelvan las Eliminatorias en noviembre, recibirá a Uruguay para reeditar un nuevo capítulo del clásico del Río de la Plata.