Los clásicos se ganan y Uruguay ganó. La selección celeste jugó un muy buen encuentro ante Brasil y terminó ovacionada por su público, que festejó el 2-0 como manda la historia, como se festejan los clásicos. Los jugadores, en reconocimiento, dieron una especie de vuelta olímpica y retribuyeron con aplausos la felicidad del pueblo en las tribunas.

Costó, pero salió. Darwin Núñez es sinónimo de gol y marcó el primero de Uruguay cuando duele un montón: para irse al descanso ganando; en el segundo tiempo, Nicolás de la Cruz, el más chiquito que fue el más gigante, coronó su formidable actuación metiendo el segundo de la celeste. Con la victoria, la tabla de posiciones ve a la selección en los primeros puestos tras cuatro fechas y con un presente que ilusiona el futuro.

Estadio Centenario.

Estadio Centenario.

Foto: Camilo dos Santos

1. El comienzo

El primer apunte del partido es sobre táctica. Ver dos equipos posicionados 4-3-3 hacía acordar a otra época, donde las formaciones eran más rígidas y se hablaba de defensas, mediocampistas y atacantes sin tanta mixtura. Es cierto que en este siglo cambió mucho el posicionamiento con que se paran los equipos, incluso los 4-3-3 dejan de ser rígidos y cambian en otros sistemas, pero cuando se ve que hay dos equipos con tres puntas definidos todo hace prever que los ataques son prioridad.

Más que de ofensivas, el segundo apunte es sobre las defensas. Porque fueron centrales en el primer tiempo, a tal punto que en media hora, si bien el juego tenía mucha intensidad y alto voltaje, todo se daba lejos de los arcos: no habían existido chances claras en ese tramo de partido. Por las defensas, claro: la alta presión de Uruguay, marcando con Darwin, Nico de la Cruz, Facu Pellistri y Maxi Araújo a los cuatro defensores brasileños -cosa que hizo que Neymar Jr., desesperado por tocar la pelota, en varias ocasiones se metiera entre sus zagueros para recibir y mirar la cancha de frente-; y la defensa de Brasil, que era más apretada, con líneas que no dejaban espacios, y enfocadas en marcar lo que en los partidos anteriores había sido el callejón de salida de Uruguay: el doble cinco Ugarte-Valverde. Los brasileños estudiaron bien esa parte del sistema de los de Marcelo Bielsa, y Uruguay tuvo pocos ataques, y cuando los tuvo no fueron prolijos porque la concepción inicial eran pases largos de Ronald Araújo y Nahitan Nández -hablando de Nández, qué duelo tuvo con Vinicius Jr.-.

Después de tanto estudio, allá por los 35 minutos las pelotas pasaron cerca de los arcos. Algo es algo, pero era muy poco por la expectativa inicial. Sergio Rochet y Ederson, si no fuera porque los hacen jugar con el pie para sacarla redonda desde el fondo, se morían de frío.

Foto del artículo 'Grande, Uruguay: victoria 2-0 sobre Brasil'

Foto: Camilo dos Santos

2. El quiebre

Y entonces, claro: gol de Uruguay. Mucho se ha dicho en estas páginas que la celeste tuvo desatenciones en pelotas quietas o laterales rivales -sobre todo con Ecuador- y le costaron carísimo. También en negro sobre blanco se habló sobre la viveza criolla de Darwin en Colombia para sacar rápido un tiro libre en campo propio y lograr que Maxi Araújo fuera derribado en el área para el penal que le dio el empate a los celestes en tierras cafeteras.

Los hombres se repitieron. Mathías Olivera pareció demorar un lateral sobre la banda zurda mientras sus compañeros se movían. Tanto demoró, que no faltó quien apurara la jugada desde la tribuna al grito de “dale”. Tranquilos, los celestes sacaron y triangularon, Maxi Araújo quedó de frente para salir volando por la izquierda, buscó el fondo de la cancha y tiró un centro inmejorable para que Darwin definiera con una palomita exquisita. El 1-0 hizo explotar el estadio lleno, como tantas veces explotó cuando juega la celeste.

Es oportuno remarcar el concepto de verticalidad que logró Uruguay en esa jugada de gol: tres toques y a fondo buscando el arco rival, porque es un concepto filosófico que el entrenador de los celestes profesa como si fuera un Ave María. Ya lo había mostrado en un par de ocasiones anteriores Uruguay -por no citar los partidos anteriores-, pero en las ocasiones que lo hizo no pudo terminar la jugada de buena manera. En esa, en la única con tiro al arco, sí lo hizo. Y gol.

De ahí se fueron prácticamente al descanso, aunque no se puede pasar por alto que Neymar Jr. se fue lesionado, siendo sustituido por Richarlison, porque cambiarán los jugadores, pero no las ganas ofensivas de Brasil, que mantuvo el 4-3-3 como fe para poder dar vuelta el resultado.

Manuel Ugarte y Mathias Olivera de Uruguay, y Vinicius Jr, de Brasil.

Manuel Ugarte y Mathias Olivera de Uruguay, y Vinicius Jr, de Brasil.

Foto: Pablo Porciúncula, AFP.

3. Posesión vs. verticalidad

En el inicio del segundo tiempo la pelota siguió siendo brasileña (no hablo de la obviedad, sino de cómo fue la dinámica del juego). Uruguay empezó replegado, sabiéndose con la ventaja y eligiendo las oportunidades para presionar -y de ahí aquello de la verticalidad y buscar el arco de Ederson en tres, cuatro pases-.

Con la historia de esa manera, Brasil tratando de atacar y la celeste defendiendo, hubo grandes rendimientos por desdoble: Nández, que luchó hasta el cansancio con Vinicius Jr., Mathías Olivera y Maxi Araújo, que se desdoblaron por su sector y por momento parecieron un solo jugador que estaba en toda la cancha, Nico de la Cruz, que es cada vez un jugador más completo, no sólo con técnica y lujo, sino que mete como un caballo; y el tándem de la mitad de la cancha, Ugarte-Valverde, que parecen no cansarse nunca.

Rochet empezó a descolgar centros. Dudó en varias salidas, pero todas las veces las terminó resolviendo. Tuvo una en donde no pudo hacer nada, pero lo salvó el palo: tiro libre de los brasucas que pateó Rodrygo y reventó el travesaño.

La táctica le dio la razón a Bielsa. Una jugada rápida por derecha terminó en el segundo gol. Lo hizo quien tal vez fue el mejor jugador de la cancha, De la Cruz, por eso del gol, pero también por su despliegue con enorme disciplina táctica.

El planteamiento colectivo fue excelente, pero también es necesario destacar las individualidades que hacen al grupo: Ronald Araújo y Sebastián Cáceres se transforman, poco a poco, en una pareja sólida en defensa; Mathías Olivera se ganó el puesto de lateral izquierdo, a Maxi Araújo todavía lo están buscando; de Ugarte y Valverde sobran palabras, de De la Cruz hablar de crecimiento; Nández y su entusiasmo, Pellistri con sus desbordes; y Núñez, la cuota de gol del presente.

Se hizo grande el grito de “soy celeste, soy celeste, celeste soy yo”. Uruguay volvió a sonreír jugando de local y ante una de las mejores selecciones del mundo. La celeste, otra vez, confirmó que también está para pelearle a los mejores, como lo indica su historia y refuerza el presente.

4. Reset a la historia

La celeste no ganaba en Montevideo desde el 2001, cuando Federico Magallanes convirtió de penal lo que fue aquel 1-0 que todavía recordábamos como una marca a fuego. Aquella fecha se renovó, y desde ahora, se hablará de la celeste de Bielsa.