Tras 108 años de vida en la Asociación Uruguaya de Fútbol, Liverpool venció a Peñarol 1-0 con gol de Rubén Bentancourt en la segunda y definitiva final, y consiguió por primera vez en su historia el título de campeón uruguayo.
Liverpool, que en el término de los últimos cuatro años había conseguido sus primeros siete títulos en la primera división, pero nunca había sido campeón uruguayo, doblegó de manera inapelable a Peñarol en su propia casa y ante miles de aficionados carboneros, que debieron ceder sus esperanzas ante la sólida e impactante presentación del equipo de Jorge Bava. Jugando con la ventaja ganada a juego en la primera final, cuando ganó 2-0, el elenco negriazul edificó su magnífica victoria en un juego en el que mostró calidad, autoridad y enorme capacidad.
Se siente
El calor, la gente apiñada en las tribunas, corriendo en los alrededores del estadio, y una sensación única que trasciende las fiestas, el fin de año, el desembarco real y único del verano: la de los sueños, la de la vuelta, la de levantar la copa y sentir por un momento que el mundo está ante nuestros pies.
Muchas y muchos de ustedes lo saben, muchos y muchas de ustedes no lo han vivido, pero quienes hemos cargado desde la escuela tardes y tardes de cándidos sueños aplastados por la frustración de los mayores que nos llevan de la mano y que nos han iniciado en esa camiseta que no es la de Peñarol ni de Nacional aprendimos a conocer la Guía Michelin de nuestras canchas mucho antes de que imagináramos que el mundo de Los Supersónicos iba a ser real y el GPS iba a matarnos la ansiedad, el miedo y la vergüenza de no encontrar a través de la ventanilla del bondi los datos de navegación que me permitan bajarme sólo haciéndome la cabeza para encontrar las modestas ciudadelas de otros barrios de otros colores.
Sé de esa pasión que nace con la ilusión y que se ancla en el pasado de aquellos muchachos que se unieron para ser un colectivo que los hace uno, que los representa y que los une en un solo sueño: jugar por la propia pasión lúdica del juego y sublimarse corriendo atrás de un esférico de rústico cuero a defender con un grupo de compañeros, que en ese momento son familia, y que después como consecuencia de la empatía impuesta por el juego atraviesa la línea de cal o los postes de alambrado y extiende esa ilusión, ese disfrute y ese esfuerzo a los que no juegan, pero que, por un motivo u otro, han decidido depositar su pasión en esos colores.
Sucedió
Gente grande que sabe lo que es un domingo sí y un sábado también estar ahí como lo hizo su padre o su tío, como lo hará su hija o su sobrina, ahorcando alambrados, conociendo la geografía de las canchas de Montevideo a través de las cómodas unidades de Cutcsa. ¿Sabés el callo que te hace que te claven como un zapato en la última jugada en esa cancha que no la querés ni ver? ¿Sabés lo que es soportar la lluvia y la tempestad cuando la tabla es un abismo que se mira desde abajo y la parca del descenso se te viene encima, sin que puedas hacer más nada que seguir intentando apurar los fideos del domingo? Entonces, después de tantas apreturas, tanto sueño y frustración, ¿vos sabés lo que es llegar a ganar el Campeonato Uruguayo?
Madres, abuelos, bisabuelos, padres y toda la recontraparentela que, desde 1915, año tras año pasaron su vida pensando, creyendo, soñando que ese deseo-sueño irrefrenable sucedería. Y sucedió. Fue el 16 de diciembre de 2023, el epígrafe de las banderas que augurarán otro futuro después de que el Everest ya tiene en su cima la bandera de los negros de la cuchilla.
Los dedos en el enchufe
La intensidad con la que comenzó el partido fue casi imposible de trasladar en letras. No se habían cumplido aún cinco minutos de juego cuando los espectadores estaban como agarrando un cable de 220. Primero fue un ataque en corrida de Luciano Rodríguez, que recortó para adentro, quedó con el arco a disposición, pero su zurdazo le salió flojo como para que lo contuviera Guillermo de Amores.
Peñarol contestó de inmediato con dos ataques tan agudos que se transformaron en electros de fuerza para los miles de espectadores que estaban en el Campeón del Siglo y para los cientos de miles que lo seguían por televisión. Primero fue Mayada, por banda derecha, que exigió a Sebastián Britos, y, casi de inmediato después de un rosario de jugadas de ataque, Matías Arezo estuvo cerca de marcar el primero.
El despliegue de altísima intensidad estaba sostenido, además, por la estructura táctica que habían proyectado los entrenadores. Esta vez fue Jorge Bava el que sorprendió parando una línea de tres con Mateo Antoni como líbero, Federico Pereira a su derecha y Juan Izquierdo esta vez por izquierda.
Esta estructura permitía que en una segunda línea se pudieran acoplar, sin descuidar sus labores de neutralización, Miguel Samudio por izquierda, retrasándose un poco para su arranque, y Luciano Rodríguez por derecha.
Peñarol, que repitió su formato de tres zagueros centrales, quedaba en una situación de inestabilidad cuando defendía, pero también generaba desequilibrio cuando sus acciones eran de ataque.
19.28
En el minuto 26, a las 19.28 en el horario de Paso Molino, los corazones negriazules explotaron cuando la internada por derecha, clara y franca de peligro, desembocó en Rubén Bentancourt y el goleador una vez más hizo estallar las redes.
Luciano Rodríguez fue el guionista final de un gol llamado a quedar como un mojón imborrable en la historia del fútbol uruguayo. Primero la amasaron y la sobaron por derecha Federico Pereira –¡qué jugador!–, el Mudo Martín Barrios y el propio Luciano, que después de una acción en la que parecía que Peñarol abortaría el ataque la pelota derivó de nuevo en él, que como si fuese una versión en 3D de Pierino Lattuada, con Luis Pereira o Denis Milar, controló, jopeó deluxe y se la cedió a Bentancourt, que con terrible trallazo cruzado venció de manera inapelable a De Amores.
Después del gol, en la segunda mitad del primer tiempo, Peñarol, como en todo el partido, dio la cara, pero se encontró con un rival convencido, seguro y apiñado para defender y suelto para tratar de salir corriendo a sus sueños.
Concentradísimo, aplicado, solidario, Liverpool se arremangó y entró a hombrear bolsas cuando vino de planchada y Peñarol inclinaba el juego sobre el arco que da a la metrópolis.
Un gran equipo está en la vuelta
Para el segundo tiempo Diego Aguirre apeló a su cambio necesario, el ingreso de Abel Hernández, que pasó a comandar el ataque, acompañando a Matías Arezo y Ángel Speedy González.
Por la misma situación, o tal vez porque ya lo venía estudiando así, Bava respondió desde vestuarios colocando a Federico Andueza por Bentancourt –que además ya tenía tarjeta amarilla–. De esa manera, armó con tres centrales reales su línea defensiva y permitió que Luciano Rodríguez quedase como punta neto detrás de Thiago Vecino.
Los negriazules aguantaron el cuarto de hora sin sobresaltos y, de alguna manera, empezaron a jugar con los nervios y el apuro del rival, que no encontraba la luz y se iba frustrando, sin que apareciera una respuesta que le permitiera acercarse a la esperanza.
A la hora de juego, Aguirre propuso dos variantes más haciendo ingresar al campo a Santiago Silva y Pedro Milans, que sustituyeron a Lucas Hernández y Sebastián Cristóforo, dejando su línea de cuatro sin marcador izquierdo, puesto que pasó a ocupar Camilo Mayada.
El tic tac del reloj parecía de los de Torres García para los de Liverpool, que iban amasando en ese segundero la increíble llegada al mundo de los sueños.
La frustración empezó a deglutir uno por uno a los futbolistas aurinegros, que no conseguían articular una jugada necesaria como para ponerse en carrera.
Hubo más cambios de desesperación, o de reafirmación, según unos u otros. A la media hora Peñarol realizó su penúltima variante, dando ingreso a José Neris por el argentino González, mientras que Liverpool afinó su formación colocando en cancha a Matías Ocampo y al lateral izquierdo Agustín Cayetano. Era sólo revisión y mantenimiento de aquel sueño inalcanzable que estaba llegando a destino.
Liverpool no sólo mantuvo su admirable estándar de juego, sino que fue inteligente y hasta superior moviendo la pelota con seguridad, cuando ya la frustración se había devorado a todo Peñarol, cuando eso se trasladó en imágenes con la salida del campo de Arezo.
Epílogo soñado
Los que quieran discutir que los principios lógicos no aplican en el fútbol se encontrarán con una tesis bastante difícil de derribar, siguiendo la campaña 2023 de Liverpool, que jugó 42 partidos y obtuvo dos torneos cortos, el Intermedio y el Clausura, sumando más puntos en el año que nadie; y en las finales, que cuando venía herido por aquel agónico gol de Peñarol en la semifinal respondió con juego y brillantes desarrollos colectivos, a partir de ideas y propuestas tácticas concebidas por el cuerpo técnico, pero brillantemente ejecutadas por los futbolistas.
¡Qué emoción, Liverpool!
¡Salucita, campeones!