En el mundo contemporáneo del fútbol tal vez no resulte llamativo que un crack en estado de pureza pase a jugar en un mercado en donde no entienden el juego como nosotros, y que además esas ligas no tengan aún el sedimento de la jerarquía y de la calidad histórica de otros clubes, de otros jugadores.
El pase de Luis Suárez a la Major League Soccer entra en esa categoría, y su presencia en el Inter de Miami seguramente no es lo que sus hinchas y apasionados de su carrera hubiésemos previsto un tiempo atrás: es lo que es.
¿Y ahora?
Bo, Luis, en serio, ¿vos me respetás a mí o no? Alguna cosita he escrito sobre tu carrera, sobre vos, sobre tu familia. Pruebo un googleado con nuestros nombres y salen mil artículos en 21 segundos. Todo bien. Yo te quiero mucho, pero aunque sigo teniendo el pelo largo y me quiera hacer el guacho, tengo el espejo de la vida, ya sumo 63 pirulines y entonces ya no estoy rápido en el área y me cuesta llegar a la jugada.
En serio, bo, ¿Miami? Ojo, te entiendo y te acompaño. Qué mejor que jugar de la mejor manera posible y con tu mejor amigo, y con ese núcleo familiar que florece y te hace florecer. Porque, digamos la verdad, si no estaba Leo ahí cebando unos mates, ustedes no se iban para ahí ni loco.
Pienso, no sé.
Capaz que un Newell's, yo qué sé. ¿Sabés lo que hubiese sido eso? El mejor jugador de mi vida, de mi mundo, haciéndome dar un giro de 180 grados, porque uno es canalla casi filosóficamente, y no sé si el finadito del Negro Fontanarrosa me lo hubiese perdonado, pero yo te juro que con vos con la rojinegra hubiese sido un leproso más.
Hace unos años mi idea era que ustedes dos, cuando los estaban por echar -mal echados- del Barcelona, se armaran el Unió Esportiva Castelldefels, que está en Tercera REF, la quinta categoría del futbol español, y con tres jugadores más, un buen golero, un gran eje central y un punterito rápido en tres años estaban en Segunda, y ahí le metían una docena más de jugadores y peleábamos el ascenso a La Liga con ustedes cuarentones y una rodilla en la mano de cada uno.
Pero la realidad es la realidad y esto es un laburo, y hay obligaciones y compromisos, y más sueños, los de la selección, entre otros, entonces vos te fuiste para generar la épica del Atlético de Madrid, Nacional y Gremio, y la Pulga se fue a morir de frío al París -aunque después salió campeón del mundo-.
Amigos para siempre
¡Con lo que estás jugando, Luis! ¡Con lo que ha sido tu carrera! Con tus casi 37 y con Messi ahí al lado como hace diez años, cuando mate va, mate viene, un par de tiras de asado vuelta y vuelta y a punto, y algunos goles y otras tantas asistencias, apareció tu nuevo mejor amigo de la vida para siempre.
Porque nosotros somos como los telespectadores de una buena telenovela brasileña, pero se ve que eso es posta, que son amigos como de la cuadra de toda la vida, como de la escuela cuando uno en el recreo pisa y elige siempre a ese amigo. Porque lo hemos visto, no solo en Netflix, sino fundamentalmente a través de uno de acá del Cerro, el Rafa Cotelo.
Bien por vos, Luis, bien por Messi, bien por vuestras familias, y bien por nosotros también que sumándonos a un nuevo mundo más distante que lejano, más ancho que ajeno, seguiremos tus nuevos capítulos de protagonista principal.
Rosadito verdoso
Que se sepa, el Rosadito Verdoso, el hermano del Azulejo, que como nos contó Don Verídico paraba en el boliche El Resorte con el Tape Olmedo, la Duvija y otra gente más, no jugaba al fútbol. Pero disculpe, Juceca, qué lindo queda pa'l nuevo cuadro del Luis, y acá se le sigue.
Y claro, entonces yo, que soy un soldado de cada uno de tus desafíos públicos, ya en esta licencia de enero renuncié a las arenas doradas, al contraste pura vida del mar y a Bettina por un rato, y me puse a escribir tus goles, a elevar en letras tu grandiosidad, a confesar mi sublimación como espectador cuando te veo rondando el área, definiendo por encima del golero, construyendo un nuevo gol o sacudiendo la emoción violenta con ese guascazo cruzado e inapelable con el que casi rompés las redes del estadio.
Hice cuestión de ir al Chuy a comprarme un par de buenas camisetas truchas -la tricolor y la celeste- para mí, con la misma ansiedad con la que de niño me hicieron conocer los ticholos, los Kichute, los Kisuco y los Garoto.
¿Y ahora qué querés? ¿Dónde voy a ir a comprarme la rosadita del Inter? ¿A Miami? No tengo visa -ni una ni la otra- ni guita, pero me imagino encargando una buena rosadita de esas que seguro habrá en la feria de emprendedores de camisetas de acá, porque por más que vos y Leo recién empiecen en febrero, a mí no me va a dar para que empiecen a llegar ese par de contenedores de China con las rosas pa meter playa, o esos shorcitos para hacer Rambla de los Argentinos.
Ya lo sé. Ya imagino madrugadas buscando en roja directa imágenes que me lleven al chou de Maiami. Lo sé, lo sé. Me pasó cuando eras un gurí y te fuiste al Groningen, conocí su camiseta y vi algunos goles perdidos en la tele, hasta que unos tiempos después conecté con el Ajax, pero ya compartíamos camino con la celeste y las recompensas que Tabárez nos hacía encontrar en sus jugadores, y definitivamente se convirtió en una acción ineludible seguirte partido a partido en Liverpool, porque en Anfield no se camina solo, y llegué a levantarme a las 5 de la mañana para viajar a mi trabajo y estar correctamente parapetado frente al televisor a las 8.00 con mate, bizcochos e ilusiones.
Después nos hicimos del Barcelona y dale que te dale: aquello fue un goce y el mundo los miraba con admiración y nosotros de acá con amor, otros mates, más bizcochos y dulce de leche.
Nunca pidas que mi amor se muera
Ni que hablar del Atlético de Madrid y la covid, cuando en el fútbol sin gente el Gordo le ganó por enésima vez a la vida y lo sacó campeón. Ahí ya lo daban por acabado y otra vez más, otra vez de la nada, de acabado a decisivo.
Lo de Gremio es tan reciente como asombroso, y estaba tan bueno y tan cercano, que era casi como un cuento.
Yo qué sé, Luis, esto es todo letra lo que estoy haciendo, ¿o vos te crees que yo soy tan radical y extremista que no te voy a seguir dando p'adelante y que no voy envenenarme con ver a la hora que sea al Miami?
No, botija, no, al final estoy averiguando cómo está la cosa en tienda ami, le pido a aquella la tarjeta y ya estoy encargando la 9 rosadilla, para ser felices juntos a la distancia una vez más.
Como decía Sandro, Ay Rosa Rosa / pide lo que quieras / pero nunca pidas / que mi amor se muera.