Boston River debutó ganando y este jueves enfrenta a Zamora por Copa Libertadores, un paso histórico para su vida. Los venezolanos Daniel Farías e Isaac Ramos, entrenador y preparador físico de los sastres, vienen de dirigir un proyecto a largo plazo en el Deportivo La Guaira, supieron trepar en la Libertadores con Cerro Porteño y gritar campeón con el Deportivo Táchira de su país y el The Strongest de Bolivia. Daniel es el hermano de César Farías, hoy entrenador de Aucas de Ecuador. Dice de César que siempre fue un guía. Todos emergen de la escuela que forjó Lino Alonso, una eminencia del fútbol venezolano que potenció a formadores y cracks de la Vinotinto.

Daniel Farías empezó a dirigir en las selecciones juveniles del combinado de su ciudad, Cumaná, en el estado de Sucre, al oriente playero de Venezuela. Dirigió la sub 17, la sub 18 y la sub 20. Al mismo tiempo inició su etapa en Nueva Cádiz, un equipo de segunda división fundado por su familia, recordado por ser el primer equipo del extraordinario Juan Arango, y que desde su fundación en 1996 había dirigido su hermano César Farías, en aquel momento ya instalado como director técnico de los Mineros de Guayana. A su salida del equipo, Daniel, que siempre tuvo a su hermano como una referencia, se acercó a Puerto Ordaz, donde juega el negriazul Mineros de gran poderío, para empezar a expandirse y así cultivar el oficio. Dirigió la sub 17 y la sub 20 del Guayana Fútbol Club que disputaba el torneo regional, y formó parte del cuerpo técnico de su hermano. El dueño del Guayana Fútbol Club, un muchacho joven igual que él, era Edmundo Kabchi, quien años después lo llevó a dirigir a Táchira y quien actualmente gerencia el Boston River que vino a dirigir Daniel, muchos años después de aquel inicio, y que ganó el sábado en su debut por el campeonato uruguayo de primera división.

El Estadio Polideportivo de Pueblo Nuevo en la ciudad de San Antonio de Táchira, fue testigo del campeonato que festejó Farías como director técnico de uno de los equipos más fuertes del campeonato venezolano en el año 2015. A su lado estaba el profesor Isaac Ramos, su preparador físico de confianza, que desde las primeras emancipaciones se mantuvo cerca del entrenador salvo contados casos. El profe, también exfutbolista, forma parte del equipo de Farías que vuelve a encontrarse con Kabchi en un nuevo proyecto, esta vez lejos de casa. La fórmula del despegue que tuvo su punto más álgido en el Táchira, El carrusel aurinegro, vuelve a congeniar de la mano del Sastre montevideano, Boston River.

Lino Alonso fue una eminencia en la formación de futbolistas venezolanos y en la promoción de los mismos al fútbol del mundo. Marcó un antes y un después en la calidad, e hizo escuela además en la promoción de entrenadores y preparadores físicos como Daniel, como César y como Isaac. “Él era una escuela como tal”, dice Daniel, cuyo hermano fue asistente de Lino Alonso en la Vinotinto, de los primeros en abrir la puerta de lo que significaría a la postre un aprendizaje colectivo, una forma de ver el fútbol. “Lino formó a César, César me formó a mí, y así sucesivamente”, concluye el entrenador.

Isaac Ramos fue uno de esos pibes emergentes que formó como futbolistas Lino Alonso. Cuando la Parmalat llegó a Venezuela fundó un equipo que fue el Chacao Fútbol Club y Lino se llevó a Isaac para el estreno del equipo en la primera división venezolana. “Lino Alonso ubicaba el perfil que quería, y los iba guiando hacia la tarea”, dice Isaac, quien además jugó en el Marítimo, en el Caracas y en el Aragua FC, y que cuando terminó su carrera como futbolista entendió que no quería alejarse de la cancha más de un metro: “Incluso Edmundo Kabchi fue impulsado por Lino en aquel tiempo para que ocupe algún rol dentro del fútbol, hacía que te involucres en la actividad y además contribuyó a la formación de venezolanos en el entorno del fútbol donde había muchos extranjeros”. Lino terminó por unir a Daniel y a Isaac para dirigir al Deportivo Anzoátegui de Puerto La Cruz, casi al mismo tiempo que tras abrirle paso al joven César Farías, comenzaba a ser su ayudante, un maestro.

La unión

Daniel e Isaac adoran el juego que además es su oficio. Están entre sus paredes y murallas desde que eran niños, y formaron parte de la escuela de Lino Alonso. Cuando Daniel dejó de atajar empezó la carrera de derecho en la Universidad pero entendió que algo lo atraía hacia la cal de las líneas, dice “había un profe que no debe ni saber lo importante que fueron sus palabras, Marco Solís, le conté mi historia de futbolista, la oportunidad de irme a ser director técnico y lo difícil que era dejar la facultad porque tenía un futuro alentador como abogado. Él me dijo que los estudios son una carrera de resistencia, no de velocidad, y que lo importante era hacer lo que sentía, y lo que yo sentía era que quería ser entrenador”.

Isaac se retiró de las canchas venezolanas y entendió algo parecido. Jugando había podido aportar un mango a su casa lo que significaba nobleza, comenzó a estudiar Educación Física y eso, sostiene, “le abrió diez mil puertas”. El hermano mayor de los Farías “fue un guía”, dice Daniel. César fue defensor central pero temprano en la carrera abandonó los entrenamientos por no estar de acuerdo con la forma en que se llevaba adelante la actividad. Decidió cambiarlo todo. Cuando se retiró jugaba para el Monagas dirigido por el uruguayo Víctor Pignanelli quien resultó ser la primera inspiración para el muchacho que volvió a Sucre para dedicarse a ser entrenador y entonces continuar un legado, el de Lino, explotarlo, y así escribir las páginas más ricas del fútbol bordó.

“Con Daniel compartimos ideas y propósitos, ideas de fútbol, y ambos tenemos la capacidad de adaptarnos a la situación y no estar esperando que la situación se adapte a nosotros, porque eso no te lleva a conseguir nunca nada. La actitud positiva hacia la adversidad nos caracteriza, le sacamos el mayor provecho, así clasificamos a diferentes copas y salimos campeones en diferentes sitios. Además el venía de un apellido que significaba una responsabilidad pero quería hacer su camino, y yo venía de vivir realidades sociales y familiares que requerían atravesar la adversidad con actitud”. Lo que dice Isaac Ramos es un manifiesto improvisado de la amistad de dos chamos en torno a una pelota y todo lo que se lleva el cuero. Y lo que deja. Salieron campeones con el Táchira y volaron del país para trabajar nuevamente con César en el Cerro Porteño paraguayo. Emanciparse es crecer y para crecer es fundamental creer en algo. De Cerro Porteño viajaron a Bolivia para dirigir a The Strongest donde volvieron a saber lo que pesa una copa. Daniel volvió a Venezuela para dirigir al Zulia hasta que César dejó el cargo y la puerta quedó nuevamente abierta para que Daniel se forjara al fin en el exterior como entrenador principal. El profe Isaac es una estampita silenciosa.

El dúo volvió a Venezuela sin embargo para encarar un proyecto con el Deportivo La Guaira de la ciudad de Caracas, lo que les permitió aplomarse en la tarea y a sus familias establecerse en un lugar luego de andar trillando con un arco enfrente en otras tierras. Estuvieron cinco años en La Guaira, se plegaron al crecimiento paulatino, a la promoción de jugadores y consiguieron el campeonato de la “Burbuja” con sede en Valencia, que duró tres meses y permitió la competencia durante la pandemia. Fue la primera vez que en La Guaira gritaron aquello.

A Uruguay no mudaron a toda la familia porque la misma fue creciendo mientras el fútbol pasaba. “Cada instante que nosotros tenemos recordamos a qué vinimos. Vinimos a lograrlo, hay condicionantes, pero estamos convencidos de la línea que nos lleva a estar más cerca de conseguir el éxito”, dice Farías que dirigirá al Sastre en el Campeonato Uruguayo para empezar a convencerse de que el camino no ha sido en vano. Y finaliza, para ubicarse en el contexto que ampara sus deseos: “Montevideo tiene muchas historias que conviven en un lugar muy pequeño, te cruzas con un campeón de la Libertadores en cualquier lado. Todos tienen algo que dejarte. Aquí se respira fútbol”.