Emiliano García se crio en el barrio Cerro de Montevideo, jugó en el Covicenova todas las categorías del baby y después se fue a estudiar a una escuela agraria en Sarandí Grande. Vivía en el campo de lunes a viernes. Así se fue moldeando su personalidad, que se terminó de forjar entre el club de boxeo Los Ratones y un campeonato de barrio con el Tito Borjas que lo depositó en las inferiores de Cerro, donde alcanzaría el debut en Primera División.

Se fue a Nacional de Madeira, en Portugal, apenas cruzando los 20 años que Carlos Gardel decía que no eran nada. En Boston River, a su vuelta, encontró la titularidad y fue despejando de a poco las fantasías de ser jugador de fútbol. En el peregrinaje le pasó un poco de todo; destaca las amistades y recuerda los grupos donde el ego quedaba de lado, que generalmente fue en clubes donde las condiciones escaseaban.

En Wanderers se encontró con un club familiar, un entorno futbolero y barrial, y un contexto de mejoras constantes por gestiones persistentes. Se levanta todos los días con ganas de seguir jugando y habla de jugar mientras haya trabajo. También habla de trabajo cuando se refiere a invertir en proyectar la vida laboral más allá del fútbol con lo poco o mucho que haya generado. En el hoy equipo del Chapa Sergio Blanco está por segundo año consecutivo y es un pilar de la defensa.

A los 33 años, Emiliano García se paró en el fondo de las cosas. Antes de eso, jugó también en River Plate, en Rampla Juniors, en Liverpool, en el América de Quito, en Guayaquil City, en Colón de Santa Fe y en Cobreloa. El Wanderers del barrio del Prado viene de ganarle a Torque en el estadio Centenario con gol de Leonardo Pais después de un pase milimétrico de Diego Hernández. Wanderers conservó el arco en cero y aprovechó la luz que traen algunos, en un contexto orientado y con sentido de pertenencia. Así debatió las herramientas del juego ilustrado de Torque. Emiliano García y Wanderers, fútbol criollo. “Sabemos que Torque es un equipo que apuesta a salir jugando siempre, pero que también puede excederse en eso de tener la pelota. Incluso el director técnico y algunos jugadores decían ‘no se aburran de tocar’. No podíamos fastidiarnos y perder el foco del orden, de tener protagonismo cuando pudiéramos, y de ser efectivos a la hora de generar chances. Es una metodología que en cualquier momento puede agarrarte mal parado. En la semana trabajamos eso en la cabeza, estar concentrados en defensa fue muy importante, y mantener el arco en cero, que hacía tiempo no podíamos lograrlo. Es muy importante trabajar la concentración para el jugador de fútbol. También fuimos efectivos cuando nos quedó la chance. Estando en la cancha me pregunté por qué [Diego Hernández] no había pateado al arco; después, viéndolo en televisión, me di cuenta de que fue un pase tremendo, sólo él lo vio”. Habla de fútbol, García.

¿Qué implica tener como director técnico a un histórico como Sergio Blanco? ¿Cómo influye en el entorno?

Al Chapa lo enfrenté varias veces. Es muy temperamental ahora de técnico como cuando jugaba, ha creado un muy buen grupo de trabajo que nos hace sentir bien a los jugadores. Es una persona muy identificada con Wanderers y seguro está agradecido con esta oportunidad que se le presentó. Estaba entrenando la cuarta división, pero me imagino que el objetivo era encontrarse con esta situación que nadie le regaló, que se la ganó con trabajo, y seguro va a buscar devolverle al club todo el cariño que le dan. Es el segundo año que estoy en Wanderers, un club ordenado, muy familiar, que tiene un entorno para trabajar divino y que siempre está mejorando en algo. Cuando volvés de las vacaciones siempre te encontrás con alguna mejora, siempre está intentando crecer. Jugar en el Parque Viera, además... debe ser de las canchas más lindas que hay.

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¿Qué tiene el club que lo hace particular y cómo te ves en este momento de tu carrera?

Hay gente que forma parte del club sin estar en la cancha. Cuando llegás por primera vez te encontrás con la Flaca, y con el pasar del tiempo te das cuenta de que esa hincha es parte de la institución. Ella, con su forma de ser y con su forma de hablar, es Wanderers. Cualquier jugador que pasó por ahí la conoce a ella, o conoce a la madre, o conoce al hijo. Es lindo eso de las instituciones como Wanderers, que tienen hinchas de toda la vida. Tengo 33 años y me siento bien, disfruto de ir a entrenar, entonces no le pongo fecha de vencimiento. Voy a seguir jugando mientras tenga trabajo. Hace muchos años que vengo haciendo cosas por fuera del fútbol para el día en que no juegue más, y eso te libera en ese sentido.

¿Cómo se visualizan los objetivos después de un buen arranque?

Ganar es lo más importante hoy en día en este deporte. Más allá de haber arrancado bien el campeonato, hay un trabajo detrás, en la formación de un grupo nuevo que además es muy sano. Nosotros apuntamos a lo más alto. Por primera vez en varios años, no le toca a Wanderers competir a nivel internacional, así que apostamos a volver a eso, a ser competitivos hasta el final, y ahí veremos dónde estamos parados. Wanderers siempre buscó entrenadores y jugadores que intenten el buen juego; además, el entorno del club, las condiciones para entrenar, el estadio, el piso del estadio, ayuda a que se pueda lograr eso. Son años de buenas gestiones, y eso te da tranquilidad para trabajar. Igualmente, en un fútbol tan parejo como este, donde cualquiera le gana a cualquiera o cualquiera empata con cualquiera, nunca hay que perder la humildad. Porque no nos sobra nada. Apuntamos arriba, es un club con grandes aspiraciones y que trabaja para eso, un club que cumple en todo, eso también genera un compromiso.

¿De qué manera se genera el compromiso cuando las condiciones no son las mejores, como puede haberte pasado en otros clubes?

Me ha tocado compartir con grandes compañeros, eso es lo que me llevo siempre. He vivido situaciones complicadas, no cobrar, tener malas condiciones para entrenar, pero el futbolista siempre se queda con lo mejor. No se queda sólo con la vez que no tenía agua caliente, se acuerda de todas las veces que sí tuvo. Ahora, de más grande, valoro y agradezco mucho más las cosas. Hay gente que de repente está en un lugar queriendo estar en otro mejor, yo estoy agradecido de estar donde estoy. Atrás del agradecimiento viene el crecimiento. Me permite disfrutar más. Muchas veces me encuentro con compañeros que ya no juegan y no tienen ningún trabajo relacionado con el fútbol, y extrañan todo esto, o tienen esa especie de arrepentimiento de poder haber hecho algo más por su carrera. Por eso me brindo al máximo y soy agradecido con lo que logro, sea poco o mucho. Dejar de jugar debe ser un golpe duro, pero más duro es cuando no estuviste ni cerca de tu expectativa. Cuando empezás a jugar al fútbol, te pintan un entorno de todo lo que podés lograr; y es cierto que se puede pasar de no tener nada a tener auto, casa y lo que necesites, pero eso es para pocos. El futbolista piensa que le va a pasar a él, pero cuando empieza a transcurrir la carrera te das cuenta que eso no está pasando tanto. Es para pocos. Y el tema es cómo enfrentar el día después con todos esos traumas de lo que no pudiste lograr, porque además tenés 35 años y toda la vida por delante. Mi carrera puede haber sido buena o mala, eso que lo opine otro, pero lo poco que gané lo invertí para seguir trabajando.

¿Qué situaciones de la vida moldearon tu personalidad y tu oficio de futbolista?

En mi vida he hecho todo lo que he querido hacer. Jugué en el Covisenova al baby fútbol, fui a la escuelita de Defensor, donde no quedé, y fui a Rampla, hice algunos meses pero tenía un entrenador insoportable y me fui dos años al campo a estudiar a una escuela agraria en Sarandí Grande. Me iba los lunes y venía los viernes. Esa fue la experiencia que más marcó mi vida. Tenía 15 años, hice amigos que hasta el día de hoy hablamos. Realmente conocí a las personas; en un entrenamiento compartís una hora y media, pero convivir de lunes a viernes es otra cosa. Eso marcó mi personalidad. A la vuelta hice boxeo en Los Ratones, en el Cerro, y también me encantaba. Me quedaba un año en la escuela agraria. Me invitaron a jugar un torneo de barrio en el Tito Borjas y así terminé en Cerro. Jugué hasta primera división y al año me fui a Portugal, al Nacional de Madeira. Volví a Boston River, que estaba en la B. Me pasó muchas veces de encontrarme en equipos en los que faltan pelotas, falta agua, y el grupo se une de otra manera. En un equipo bueno, vienen jugadores con más ego, y cuando vas a equipos que no tienen cómo pagar, que deben, el ego queda de lado, porque no hay ningún crack. Y cuando se pierde el ego, sale lo mejor de los grupos.