El Prado albergó un encuentro marcado por las expectativas de conseguir una victoria por los protagonistas, que venían de derrotas en la primera fecha. El calor incesante y el sol picante también tuvieron su protagonismo. El árbitro Diego Ribeiro hizo cortes en la mitad de cada tiempo para la hidratación de los jugadores.

El Parque Federico Omar Saroldi, siempre bello en días despejados, abría sus brazos para recibir fútbol. La cancha, un billar -casi una extensión de su entorno-, invita a disfrutar de un juego prolijo, al menos si así lo proponen.

La propuesta fue local desde el comienzo. Facilidad para manejar la pelota por parte de los zagueros del darsenero, que llegaron a pisar campo rival en varias ocasiones. Esta comodidad táctica de River no fue cuestionada por los patablancas, que no generaban y les costaba cubrir espacios.

Las asociaciones por las bandas fueron una opción elegida por los dirigidos por Gustavo Díaz, variable que si no fluía era sustituida por alguna pelota profunda en cortada para la subida de un lateral o punta. Así fue la primera, por parte de Gonzalo Castro, que asistió al argentino Hernán Rivero.

En este escenario de espacios para manejar la pelota, River disfrutó de jugadores con categoría y trayectoria internacional. Gargano y Castro advirtieron y aprovecharon esto, sumado al buen pie de Pablo García y la explosión de Pablo López. Y fue por este lado que vino la apertura del score con la asociación de los volantes por el centro del campo, la zurda distintiva del Chory Castro, que puso en carrera a Facundo Kidd -de gran partido y proyección-, quien la pasó al medio para que el goleador Rivero sólo tocara el balón hacia la red.

Más de media hora pasó para que Plaza tuviera su primera aproximación en ataque, quien tuvo a Ebere, el nigeriano, como sus pieza más movediza y entusiasta. El africano sumó la segunda ocasión patablanca con un cabezazo que pasó cerca. Quizá el pecado táctico de Plaza haya sido omitir el mediocampo para insistir de manera frontal, panorama que les resultó fácil a los zagueros locales, que cortaban, descargaban y así volvían a generar en ofensiva.

Castro siguió haciendo de las suyas. El juego se amigaba con el local, que insistió por afuera con Maxi Pereira, que asistió a Rivero y se lo morfó debajo del arco.

Y un goleador se alimenta de cada anotación, pero desdibuja su desempeño cuando es expulsado por cometer dos faltas casi idénticas. Fue lo que le pasó a Hernán Rivero en los primeros minutos del complemento. Esto hizo que el ataque darsenero se viera afectado, ya que flotaba un punta solo frente a los zagueros de Plaza.

Si a los patablancas les costaba con uno de más, tras la expulsión de su zaguero Olivera el escenario no mejoró. Algunas pelotas aéreas fueron la herramienta visitante, sumadas a la aptitud física y anímica de Ebere, pero que quedaron en eso, entusiasmo.

River mandó otra pelota a la red tras un tiro de córner y cabezazo de Salaberry, pero fue anulado por el VAR. Una jugada similar se dio sobre el final, cuando el salteño Dos Santos marcó gol y también fue puesto en duda. En este caso Ribeiro cambió la decisión, tras apoyarse también en el videoarbitraje, y validó el segundo darsenero.

Algún apunte

River ganó y lo hizo bien. Quizá el apunte y subrayado podría hacerlos el cuerpo técnico patablanca, que no encontró herramientas para generar y que a la hora de marcar tampoco fue destacable. Los cambios en la visita no resultaron, y queda la incógnita de lo que mostrará Plaza la próxima fecha, cuando enfrente a Nacional de local en el Alberto Suppici.

La dársena recogió las primeras tres unidades de la temporada y se entusiasma para mejorar en un largo recorrido que incluye Copa Sudamericana enfrentando a Peñarol en los primeros días de marzo. Con un plantel largo, lleno de nombres nuevos y de categoría, Gustavo Díaz va armando y aprontando el puzle táctico para lo que viene.

Hoy el partido mostró realidades distintas: River en crecimiento y proyección; Plaza en busca de una identidad futbolística que hoy no asomó en el Prado.