Habría que ver qué tanto fundamento tiene, pero lo cierto es que Defensor Sporting ingresó al estadio Franzini con una camiseta negra en honor a sus orígenes y con el fondo de una canción de Metallica. La canción, “Enter Sandman”, puede decirse que es una especie de canción de cuna que permite los sueños malos. Es que Sandman, el arenero, o el hombre de arena, es para el mundo anglosajón lo que para los sureños es el “viejo de la bolsa”, ese que se aparece en sueños para desviarlos de aquella luz que convierte lo que pensamos durmiendo en una querella, un horizonte, algo a conquistar.

Miguel Ángel Ramón Samudio nació en Capiatá en 1986. En su pierna de apoyo lleva una cinta que le aguanta la rodilla y en la otra se anotó la apertura del marcador en la noche montevideana. El cielo había terminado de caer en las camisetas violetas y en los escalones de la visita. Samudio debutó en Sol de América para pasar a un grande como Libertad de Paraguay antes de llegar al poderoso Cruzeiro de Belo Horizonte. Vistió la casaca de los americanistas mexicanos y la de los gallos blancos de Querétaro antes de volver a su país para defender la camiseta rival de Olimpia y nuevamente la de las raíces, el Sol de América del barrio obrero de Asunción. El futbolista, de los más experientes del equipo de Jorge Bava, se anotó en el marcador con un gesto técnico superlativo para la pelota quieta. Con oficio. Corrió a abrazarse con el banco de los suplentes.

Sebastián Lentinely, Juan Izquierdo de Liverpool y Andrés Ferrari de Defensor Sporting, en el Fanzini (13.03.2023).

Sebastián Lentinely, Juan Izquierdo de Liverpool y Andrés Ferrari de Defensor Sporting, en el Fanzini (13.03.2023).

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Luciano Rodríguez hizo flor de campeonato sub 20 con la celeste de Marcelo Broli. Eso lo expuso al público futbolero criollo, a la tensión de pensar en un futuro prominente, a estar en la conversa del boliche y de la fábrica, a vivir en el sueño de otros nunca más que en el propio y a valer más que sus propias virtudes de futbolista y de gente. Se crió en las inferiores del gaucho del Pantanoso, Progreso, el histórico cuadro de La Teja. Pasó a romperla para los ojos de todos, y el mentado José Luis Palma lo compró ante la necesidad urgida de un cuadro alguna vez campeón uruguayo. El pibe convirtió el segundo gol de la visita, se perdió el tercero tras un sombrero finísimo y otro en un quede de la defensa local, ya después del descuento violeta por Andrés Ferrari.

La noche estuvo dulce como un café de cancha y en la tribuna desfilaron futbolistas retirados que viven del recuerdo y el olor a pasto. La ansiedad es como hormigas. En el entretiempo algunos de esos futbolistas fueron aplaudidos tras ser estampados en la pantalla que da al parque de diversiones. Defensor hizo honores de sus glorias y, en el campo, las nacientes estrellas pelearon con armas de escuela. Que jueguen, pidió Marcelo Méndez. Jorge Bava dio explicaciones como si bajara un avión y volvió un brazo tatuado sobre el otro. Fabricio Díaz, en el medio del campo, jugó como si hiciera años brillara en los prados.

Un padre puteó al línea fervientemente. El mismo padre incitó a un jugador a dar un golpe de puño sobre el rival. Ni el línea ni el jugador escucharon; los que sí escucharon fueron sus hijos, dos potenciales machos cabríos. La revolución es otra cosa, quizás todo lo contrario.

Maicol Cabrera, de Liverpool, y Sebastián Boselli, de Defensor, en el estadio Franzini (13.03.2023).

Maicol Cabrera, de Liverpool, y Sebastián Boselli, de Defensor, en el estadio Franzini (13.03.2023).

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El Chino Álvaro Navarro, un intratable goleador que le ganó al cáncer cuando era un gurí, empató el partido faltando cinco, se subrayó en las páginas gloriosas de su club de siempre y permitió el respiro del barrio. Las emociones estuvieron temprano y hasta entrada la noche no volvió el grito murguero: Defensor y Liverpool empataron en el Parque Rodó.

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