En un par de meses el fútbol puede cambiar tu vida. Eso puede estar marcado por el dinero, por la trascendencia o por el olvido. Es vertiginoso como un casino, aunque no todo tiene que ver con el azar. De alguna manera u otra, la pregunta sobre el destino es una variable recurrente, si está escrito o si torcerlo es reescribir la propia historia, así no haya estado escrita nunca. El futuro es un vacío colmado de creencias y proyectos, el pasado puede ser un agobio, el hábitat de las melancolías, las raíces de un árbol frágil o los pilares de un edificio en movimiento. Los futbolistas de la selección juvenil se enfrentan a esta cornisa a meses de partir hacia el mundial de la categoría a disputarse en la lejana Indonesia. Meses atrás y con el Sudamericano como bisagra, algunos de ellos destacaban en sus clubes pero aun eran innominados para la charla corriente, y otros alternaban como pajaritos en el patio. El campeonato, el éxito deportivo, la identidad, la pertenencia y la confirmación del nacimiento de nuevos valores, los coloca en el tapete de las habladurías y en el canal de las ilusiones, que es también el canal de las frustraciones y el canal de las presiones y el de las tormentas de intereses que soplan cuando la plata entra en juego y las piernas y los ojos caídos de los pibes, pasan a valer millones.

Marcelo Broli empezó su carrera como entrenador principal en el folclórico Villa Teresa. En plena pandemia, el equipo villero solicitó sus servicios y un raro campeonato jugado cada tres días en cancha neutral y sin gente fue asidero para el despertar del oficio. Como futbolista, vivió en sus inicios el quinquenio con Peñarol y después comenzó el periplo por Huracán Buceo, Fénix, Wanderers, Rampla, Juventud y Miramar Misiones. Supo volver a Peñarol e incluso jugó en Nacional. Más allá de las fronteras jugó en el Audax Italiano de Chile y en el Real Valladolid de España en un recordado cruce con una legión de criollos. Fue citado a la selección en algunas ocasiones y se cruzó con futbolistas de antología. Como entrenador destacó por la Copa Libertadores que ganó con el equipo sub 20 de Peñarol y así llegó a la selección uruguaya con quien disputó el Sudamericano reciente que puso a los pibes en el tapete.

Actualmente, Broli y su cuerpo técnico preparan al mismo tiempo el Mundial de la categoría, y los partidos por fecha FIFA con la selección mayor ante Japón y Corea del Sur, desde su rol de entrenador interino. En entrevista con la diaria, el entrenador analiza: “El mensaje del Sudamericano estuvo buenísimo porque se reconoció el trabajo que hicieron los chiquilines más allá del partido con Brasil, más allá del dolor que sentimos porque todos queríamos ganar el torneo. Nos sentimos representados, en la cancha, afuera de la cancha, con los rivales cuando ganamos, con los rivales cuando perdimos. Esos detalles nos llenaron de orgullo. El profe Esteban Gesto, que estaba con nosotros y que tiene un montón de grupos y torneos internacionales arriba, se los dijo a ellos allá, que no había conocido un grupo que se apoyara tanto y que a la vez tuviera ese comportamiento. Eso te pone la piel de gallina, porque él es una eminencia. Ese debe haber sido el mejor halago”.

No es 'cazo los zapatos y me voy al mundial'

Los resultados mandan y no hay vuelta con esa relación costo, beneficio, tengo, doy, gano, pierdo, olvido, recuerdo. Cuando el pueblo agradece, quienes son deportistas se elevan por un rato a esa nube de mimos y reconocimiento que es la gloria, –que también es efímera, como una nube de verano–. “A la vez”, dice el entrenador, “es divina esa energía de querer ganarle al que sea, y tiene mucho valor perder los miedos, ir por todo, siempre y cuando haya una buena preparación atrás y contenido. No es ‘cazo los zapatos y me voy al Mundial’. Los jugadores hicieron mucho sacrificio para llegar hasta ahí, pudimos ver que mejoramos en muchos aspectos del juego y que somos competitivos, después el resultado es difícil de garantizar. Si la preparación es buena tenemos que ir a jugar cada partido para ganarlo. La herramienta quedó demostrada: fuimos un gran equipo más allá de las individualidades porque todos se sintieron partícipes”.

A veces nos olvidamos que son botijas a la hora de putear en el alambrado, esa costumbre naturalizada y violenta para exigirles un poco más o criticar un berrinche, una salida de cadena. Los jugadores celestes son pibitos del barrio. Esos mismos que juegan en tu esquina, los que se trepan a tus techos y te roban de la cuerda lo que te ibas a poner, los que van al liceo, los que hacen puerta, los que arrancan un laburo para dar una mano en casa, o los que no saben qué hacer con su adolescencia. De alguna manera y tras haber sorteado charcos profundos, bondis eternos, márgenes futboleros y soledades de avenida, estos botijas celestes eligieron o están en tren de elegir la vida por el deporte. Lo que indefectiblemente nos enfrenta a la pregunta por la educación y la cultura, y esa eterna supuesta dicotomía entre el fútbol y otras disciplinas, carreras, artes, que con cierta opresión suponen que la única salvación del deportista es la gloria.

Foto del artículo 'Marcelo Broli: “Tenemos el legado y hay que cuidarlo como un tesoro”'

Foto: Camilo dos Santos

Para Broli, “la educación es fundamental. En Fénix dirigí la categoría 2001 donde estaba Manuel Ugarte, que en aquel momento era sexta, y eran chicos que estudiaban todos. Es importante, te das cuenta cuando un grupo es fuerte en el entendimiento, demuestra que pueden estar en el detalle, que están atentos, eso facilita la tarea del entrenador. El que estudia tiene el aprendizaje entrenado. Cuando tuvimos el grupo reservado para la preparación del Sudamericano, hicimos esa investigación con una asistente social, pero no para elegir o dejar de elegir por saber de dónde viene o si estudia o no estudia, sino para darnos herramientas para solucionar temas urgentes, porque vidas es imposible solucionar, menos a dos meses para el torneo. Pero sí a la hora de la preparación saber cómo descansan y dónde duermen o qué hacen, termina siendo importante porque es una preparación intensa. Ahí surgen un montón de situaciones, algunas más complicadas que otras, las historias de los chiquilines son bien diferentes y requieren apoyo, que estemos cerca. Formar grupos fuertes empieza por saber qué te pasa a vos, qué me pasa a mí, y generar el vínculo. En base a esa información es que empezamos a acercarnos”.

Tanto tienes, tanto vales

En un par de meses el fútbol puede cambiar tu vida. ¿Qué significa valer millones? Es difícil imaginarse y hay un juego algo miserable en el imaginario de qué hacer con tanto dinero. Pero es medio ruleta, o sos un obrero de boleto de dos horas que juega en Rampla, o un conductor de bondi que la rompe en Miramar, o un cajero de pizzería que lo deja todo en Basáñez, o un traje de Gucci para Navidad. “Es difícil hablar de eso porque yo no lo viví nunca, nunca valí millones de dólares. Podemos imaginar un montón de cosas, pero adentro de esos cuerpos pasa de todo, mientras se toman un mate con los amigos de siempre pero ahora valen millones de dólares. La salud mental, lo emocional, cada vez juega más porque los actores del fútbol estamos muy expuestos, hay que tener las cosas claras y eso no es fácil. En dos meses te cambió la vida. En otro orden, pero a mí mismo me pasa: hoy estoy dirigiendo a la selección mayor y hace un año estaba dirigiendo a la cuarta división”, comenta el entrenador, que agrega: “lo emocional es una arista tan importante como la técnica, sobre todo en los contextos en los que viven los jugadores de fútbol. En mi época te criticaban uno o dos periodistas, en este tiempo de redes sociales se dicen muchos disparates y cada vez están más expuestos. También es cierto que hay jugadores que tienen otro tipo de inteligencia, que es la inteligencia del juego, hay infinidad de casos de este estilo, desde Maradona, por supuesto”.

Maradonitas con alas, Pepes Sasías como duendes, santos Fabianes O´neilles del baby fútbol, de las eternas ligas barriales y de los típicos cuadros que albergan emociones juveniles. Qué asidero el fútbol, una escuela indispensable, de las culturas más crudas, un flipper donde la emoción se salva porque alguien movió la máquina. “Las vivencias te exigen para cuando tomás ciertas decisiones, tener empatía, ponerse en el lugar del jugador porque pasaste por ese lugar, es fundamental. Mi carrera ha sido dura, he estado en varios contextos distintos. En mi etapa de jugador en Fénix, por ejemplo, más allá de que era un buen momento del club y jugábamos copas internacionales, me citaban a la selección y me cruzaba con el Chino [Álvaro] Recoba o con Diego Forlán que venían de otra galaxia, y yo después tenía que volver al Capurro. Esa era mi realidad, la élite mundial y el fútbol uruguayo. Soñaba con las cosas que escuchaba en ese vestuario, los estadios, los rivales que enfrentaban, juntarme con ellos significaba un crecimiento, y además estar en la selección uruguaya no se puede comparar con nada”, confiesa Broli.

Sinfonía en La mayor

Como quién no quiere la cosa, a Marcelo Broli le ha pasado de todo últimamente. Entre dirigir a Villa Teresa en el ostracismo de una pandemia, y gritar campeón de América con los pibes de Peñarol, a pelear un Sudamericano que depositó a Uruguay en el mundial próximo de la categoría, y dirigir un interinato en la selección mayor. Un hecho que no deja de ser onírico, pero que a la vez calza en las búsquedas de un entrenador terrenal. Broli carga en sus gestos la humildad de los vestuarios bajos.

Las primeras decisiones del entrenador, como la de no citar a Luis Suárez, ni a los futbolistas sancionados, apoyado en orientaciones de la misma AUF, no lo alejan de fundamentos simples como la amplitud de jugadores vistos para quien asuma próximamente, el reconocimiento del momento de las estrellas en sus clubes y la innecesaria gestión para mostrar más de lo que ya se sabe: las páginas más bellas de nuestra historia. Dice el entrenador: “Los jugadores de la selección mayor son jugadores que vienen de un proceso que vemos desde hace años, hay muchas cosas para valorar a todo este grupo. No nos puede cambiar una pelota en el palo o un penal que no nos cobraron, no podemos atarnos al resultado del Mundial. Estos muchachos tienen allá arriba a la selección hace años, la defienden con mucho amor, con mucho respeto y nosotros como cuerpo técnico estamos alineados con eso. Fueron inspiración para todos nosotros y para todos quienes trabajan en el fútbol. Ahora nos toca estar desde este lugar, de manera profesional, pero no hay nada que haya que cambiar: sólo hacer que perdure la pertenencia con la selección”.

Broli se hace cargo de su destino y ocupa el futuro con lo más próximo. En los pilares las raíces de árboles frágiles con colores típicos, los de Fénix, los de Huracán, los de Wanderers, los de Rampla, y así. En el presente la tierra, el reconocimiento, pedir permiso en canchas grandes, hacerlo con grandeza, valga la redundancia, con la emoción a flor de piel y la memoria como estandarte: “Los jugadores de la mayor siempre estuvieron muy cerca de la sub 20 apoyando. Eso es lo que se respira en el Complejo. El Complejo es un diferencial de la selección uruguaya, no hay nadie que no esté a gusto, y eso lo generan los funcionarios y las funcionarias, la gente que estuvo antes que nosotros; los que estamos ahora tenemos el legado y hay que cuidarlo como un tesoro”.