Que lindo que es un Mundial donde todo se entiende, todo se sabe, todo se disfruta de la mano de los anfitriones, y entonces claro está para los visitantes. En próximas entregas me extenderé y usaré algunos argumentos atados con alambre, pero era justo y necesario que en esta instancia de emergencia el Mundial se hiciera acá.

Tras la confirmación de la clasificación a octavos de final, la alegría que ello representa y un poco la desazón y decepción por la potencial pérdida inmediata de dos importantes futbolistas, la selección sub 20 entrenó en Mendoza y este martes habrá de partir en vuelo chárter rumbo a Santiago del Estero, donde el jueves a las 14.30 enfrentará a Gambia. La delegación celeste irá en avión, y muchos periodistas allegados y familiares también, pero muchos no tuvimos otro remedio que recurrir al ómnibus y a un traslado larguísimo uniendo Mendoza con Santiago del Estero.

Sucede que no hay vuelos comerciales entre ambas capitales, por lo que aquellos que optaban por viajar por aire debieron ir hacia Buenos Aires y desde la capital a Santiago del Estero. Entre las combinaciones de vuelos posibles y las esperas en los aeropuertos el viaje termina demorando siete u ocho horas. Yendo en el único ómnibus que sale cada noche desde Mendoza, el traslado demora aproximadamente 16 horas en un micro que tiene como destino San Miguel de Tucumán. Ya les contaré. Por lo pronto, tengo un par de libros de admiradísimos autores compatriotas, Gustavo Espinosa y Claudio Invernizzi, yerba mezclada al 50% porque la uruguaya iba flaqueando y la Taragüí sin palitos no está tan mal, una docena de medialunas a la manteca y algunas empanadas mendocinas.

Salud y flora

Soy muy pero muy malo en la contienda por las primicias. Tan mal se me da eso de anticiparme a las noticias que luego serán públicas, que si hubiera campeonato estaría peleando el descenso.

Estoy a media tabla, pero siempre tratando de clasificar más arriba en el campeonato de la sensatez de la información. Y ojo, no peleo copas por mi propia incapacidad, la lentitud de mi CPU neuronal -ya muy usada, además- y porque me cuesta andar saltándome pasos o cruzar en rojo. Eso no quita que no esté en la vuelta, siempre buscando la mejor información, tratando de meter unas paladas para la mezcla con la opinión y, fundamentalmente, buscando que lo que parece verosímil sea veraz en este mundo donde el motor de las redes sociales pistonea a toda hora, y en todo momento hay una suerte de irreal corporación de comunicadores y empresas comunicacionales que no pueden parar de disparar emisiones que a veces son noticias pero otras tantas no lo son.

Pensarán que esto nada tiene que ver con el fútbol, con la selección uruguaya, con el Mundial sub 20, pero sí, y me involucro. Los periodistas que nos especializamos en el deporte en el Río de la Plata tenemos un equivocado tratamiento de los datos privados de la salud de los deportistas y deberíamos articular un límite que nos encuadre en la situación de transmitir diagnósticos médicos recibidas directa o indirectamente por el profesional tratante.

Tal vez estén descartados Matías Abaldo y Andrés Ferrari, pero no es nuestra potestad como analistas del deporte emitir desde el desconocimiento y sin el soporte médico la desafectación de los celestes. Por un lado, por los futbolistas, y, por otro lado, por nuestra selección, que había tenido en ambos, pero fundamentalmente en Abaldo, a un jugador determinante. Sin embargo, el domingo, con la necesidad de apurar la noticia, algunos medios determinaron la vuelta de los futbolistas, en algunos casos abriendo el paréntesis de que no había aún información oficial que era la que se debía esperar.

El lunes la sanidad de la selección juvenil emitió dos partes médicos en los que remata con un mismo concepto: priorizar la salud integral y deportiva del jugador, presente y futura. En ambos casos, además, se especifica que todo se hará en coordinación con los departamentos sanitarios de su institución, que para el caso es Defensor Sporting.

Ninguno de los dos abandona el núcleo seleccionado, y en el caso de Ferrari se especifica que “la presentación clínica es mínima y la respuesta en cancha es excelente si la cotejamos con la imagen, por lo que se continuará su tratamiento y se irá valorando su evolución para la toma de decisiones”.

A cuenta de más y mejor, después de 16 horas de viaje les recordaré que a la celeste la llevo tatuada en el pecho y se vive para verla brillar, como sea y donde sea.

Abrazo, medalla y beso.

Rómulo Martínez Chenlo, desde Mendoza.