Hace algunos años veíamos por televisión cómo a un futbolista de Rentistas lo sacaban de la cancha del Complejo Perrone, en un banco de madera entre cuatro personas, con la pierna entablillada, sin mover ni botines, ni canilleras, ni medias largas. Una barbarie, un montón de derechos vulnerados en vivo. Pero Rodrigo Mieres es resiliente, volvió a Defensor Sporting, donde hizo las inferiores para empezar un derrotero que lo llevó de Central Español a Brasil, a Argentina, donde ascendió con Atlético Tucumán y peleó lo propio con Central Córdoba de Santiago del Estero y Quilmes. En Quilmes siguió a su banda de siempre, Eterna Inocencia, cuyos integrantes incluso habitaban las tribunas del cervecero. En ese tiempo los fue a ver, pero ellos nunca lo supieron. La música le salvó la cabeza, las lesiones, la distancia, las pérdidas, el descenso. Escuchando Pirexia, Loquero y Fun People, Rodrigo Mieres fue zafando del hastío del fútbol profesional para ir dejando huellas. Llegó a Progreso, donde desarrolló un afecto inolvidable. Una estadía marcada por idas y vueltas deportivas y por la propia vida, pero cargada del sentimiento de pertenencia, que se parece mucho al de agradecer. Progreso salió campeón del primer torneo de la Segunda División Profesional, la vieja B. Y entonó el campeonato que lo tiene como protagonista.

El club Progreso de La Teja es un bastión del barrio. La gente está en las buenas, en las malas y para hablar de los desaparecidos. A horas de una nueva Marcha del Silencio, Javier Tassino, Graciela Montesdeoca, Héctor Rodríguez y Sandro Soba, vecinos de La Teja familiares de detenidos desaparecidos conversaron con los futbolistas de Progreso en la previa a la tercera fecha del campeonato de la B. Progreso jugará con Rentistas el domingo 21 de mayo, un día después de la marcha. Mieres resalta la importancia de esa charla, pero a la vez se pregunta en cuántos vestuarios pasa. Rodrigo Mieres nació en Barrio Obrero de Paysandú, se crio en el fútbol, encontró en la guitarra respuestas y en Progreso un asidero con corazón de barrio. El futbolista del gaucho del Pantanoso habló con la diaria.

¿Qué significa para vos que Progreso se acerque a los desaparecidos, entre otras luchas a las que adhiere?

En el vestuario con algún compañero que tiene inquietud o que tiene afinidad, o con amigos, se habla de este tema y de otros temas. Pero en grupo y en los equipos no se dan mucho esas charlas, se habla de fútbol. Capaz que se habla hasta de música, pero no de temas políticos. En Progreso tuvimos la posibilidad de que vengan vecinos familiares de detenidos desaparecidos a conversar con nosotros. Fue más bien una charla, nosotros no preguntamos mucho, pero fue muy emocionante. El fútbol te aísla de la sociedad y de la política, parece que está aparte. No estamos muy involucrados en los temas políticos. Se quiere alejar al fútbol de la política y tiene que estar cerca, en realidad, como cualquier trabajador, porque somos trabajadores, ¿no? Y la política está en nosotros, no estamos aparte de la sociedad. Hay que hablar de los desaparecidos, sigue costando que en los vestuarios se hable de los desaparecidos aunque estamos en mayo. La democracia no es que dos políticos de distintos partidos estén bailando en la rambla. Democracia es que haya justicia. En la foto que nos sacamos había un vecino que es el tío de un compañero y otro que es el abuelo de un colega de Racing.

¿Qué sentís que has aprendido o de qué cosas te has agarrado en este tiempo de futbolista?

Todos tenemos el sueño de chicos de ser jugador de fútbol, de ir a Europa, de lo que te vende todo el mundo por la tele. El mundo del fútbol tiene esa contaminación de que siempre tenés que estar allá arriba, ganar plata, ser millonario. Y de chico tenía ese tipo de sueños. Después corrió el tiempo, pasaron cosas, por ejemplo pérdidas familiares, que van por otro lado. Entonces empecé a vivir el fútbol como la vida: tratar de jugar en los mejores equipos que pudiera, más allá de aquello que había soñado. El fútbol es una burbuja de la que es muy difícil de salir, pero alrededor de esa burbuja hay gente que es laburante, que sufre, gente cercana, y desde adentro es difícil ver ese otro mundo. La música también me salvó, encontré en la música incentivos que en otros lugares no encontraba. Bandas y letras de música que me decían cosas. Me llevaron a estudiar cosas de historia, filosofía, literatura. A esas cosas llegué gracias a la música, mucho más que por el sistema educativo o por el fútbol. Me tocó estar solo lejos mucho tiempo y siempre conseguía una guitarra.

¿Qué otras cosas te dijo la música?

Una de mis bandas favoritas es Eterna Inocencia, que justo son de Quilmes, donde jugué. Tremendas letras, el cantante es profe de Historia. La fui a ver pila de veces, pero nunca me dio la cara para decirle que jugaba en Quilmes. A veces me iban a ver, pero nunca supieron que yo los iba a ver a ellos. Otra banda de acá de Uruguay que me marcó fue Pirexia; un antes y un después en mi pensar, de mantenerse aislado de ese mundo comercial que es el fútbol. Mismo Fun People, La Polla Records, una banda que pensé que nunca iba a ver y justo vinieron antes de la pandemia. Letras de hace 40 años que podés cantar ahora. Después es como una enredadera. Loquero, otra banda también con tremendo letrista. Hay un tema de Eterna Inocencia, “Weichafe Catrileo”, que habla de cuando la Policía mató a un mapuche, Matías Catrileo, por defender sus tierras. Hay otro tema que habla de los maquis, “Saludo a los maquis”, que eran los que peleaban contra [Francisco] Franco. Loquero habla también de la FORA [Federación Obrera Regional Argentina] en “Fantasma de la FORA”. Así también llegué a Osvaldo Bayer, el autor de La Patagonia rebelde. Pirexia hablaba del aborto en sus letras, de la dictadura, cosas que escuchás en el cotidiano. No suena Pirexia en el vestuario. Y eso que jugué en Las Piedras y son de ahí. Nos vendría bien en el vestuario algo un poco más punki.

“La democracia no es que dos políticos de distintos partidos estén bailando en la rambla. Democracia es que haya justicia”.

Siempre es fútbol

¿Qué se siente después de ser los primeros en gritar campeón de cara al campeonato que recién empieza?

Ahora queremos ascender con Progreso. La sufrimos el año pasado y este campeonato fue como una descarga de todo lo que teníamos adentro. Como un choque de alegría, hace tiempo que se mantiene una base, pero esa base también viene sufriendo. Pudimos descargar eso a tierra. Ya tenemos asegurado un cupo en los playoff pero queremos salir campeón. Más allá de que ascender sería hermoso de cualquier manera. Pero ser campeón es otra cosa. Me acuerdo de cuando descendimos, la gente agradeciendo igual, llorando cuando bajamos del ómnibus. Ahora queremos ser protagonistas, y ascender, por esa gente.

¿Cómo han sido estos años en Progreso para desembocar en este presente de campeonato y en la pelea por un nuevo ascenso?

Siempre hemos tenido intermitencias, altibajos. Desde que llegué para jugar la Pre Libertadores con Barcelona, una experiencia hermosa antes de la pandemia. Quedamos afuera, teníamos una buena base, pero también había muchos jugadores nuevos. Conocerse con los compañeros y con la institución pesa. En la pandemia cambiamos de director técnico, se fue Leonel Rocco y vino Gastón Añón. Ahí me tocó jugar poco, muchas veces ni siquiera estaba citado. Dejó de tenerme en cuenta y ahí vino la lesión. Me lesioné sólo, lo atribuyo a que psicológicamente estaba mal por no jugar. Me rompí el tendón de Aquiles, estábamos entrenando, fui a arrancar y sentí que me pegaron con algo. Miré para atrás y no había nadie. Ahí se me vino el después arriba, la edad, la recuperación, lo que podía venir. En Progreso me renovaron el contrato, había hecho la recuperación ahí con los fisioterapeutas, con quienes estoy agradecido. También había estado en la clínica de Daniel Calimares y Juliana Castro, que me aguantaron la cabeza. Después de una lesión es complicado que te renueven, pero siento que el club me dio una mano. Ahí me sentí de vuelta jugador, hicimos tremendo campeonato que peleamos arriba, pero terminamos descendiendo. Eso es lo peor que te puede pasar.

¿Descender es peor que las lesiones?

Sí, las lesiones son más personales. He sido bastante porfiado, tengo raíces vascas. Si te gusta el fútbol tenés que bancártela. Pero cuando descendés te vas con tus compañeros, con tu familia, con la gente allegada que está siempre. Porque tu segunda vida es ahí en el club. Eso me pegó mal. Vos podés perder algún partido, pero siempre tenés revancha, cuando descendés ya no tenés otra oportunidad. No sé si hay una cosa más fuerte que otra, la tristeza de descender o la alegría de levantar una copa. Pero bueno, con Progreso, a pelearla de vuelta en la B. La sufrimos, estuvimos un montón de partidos sin ganar. No le pudimos agarrar la vuelta, es que se pelean cosas distintas. No es lo mismo jugar para salvarse que para ascender.

¿En qué sentido pegan las lesiones?

En mi caso la última lesión me pegó porque fue solo, empecé a pensar si era la edad, si era algún factor que estaba fallando, me replanteé la vuelta a jugar. A ver qué le pasaba al cuerpo. Con esa lesión perdí todo sentimiento. Yo me había quebrado en 2011 tibia y peroné, me sacaron un banco de madera y me vendaron con zapatos y canilleras. Esperé 50 minutos la ambulancia con la tibia y el peroné quebrados. En Argentina también: se me cayó un delantero de los pesados y me hizo palanca, me rompí los cruzados. Entonces, entre la vida misma, las pérdidas, la tibia, los cruzados y el tendón de Aquiles perdí todo sentimiento. Y es peor no sentir nada que sentir tristeza, algo más concreto. Le agarré respeto y le agarré miedo a esa sensación, porque realmente en ese momento no tenía nada. Estaba vacío.

¿Cómo sentís a Progreso en el marco de un buen momento futbolístico y después de unos cuantos años?

Le tengo mucho cariño al club. El club es muy familiar y se identifica mucho con el barrio, el presidente en una pretemporada te está sirviendo la comida, un hincha que va a la práctica en la moto, mira un rato y te ayuda a levantar las pelotas. Eso es un hincha: el que te trae una foto, un recorte de un diario. Esas cosas te hacen querer a Progreso, y yo me siento querido por la gente, que te reconoce el esfuerzo, todo lo que hemos vivido. Eso te hace siempre querer quedarte, agarrar cariño y seguir. Es el club en el que estuve más tiempo, junto a Defensor, donde hice las inferiores. Pero ahí siempre fui el juvenil, nunca me sentí parte de un plantel de primera. Me quedó en el debe retribuirle a Defensor lo que me dio. Son los clubes a los que les tengo cariño en Montevideo, aparte del amor por Barrio Obrero de Paysandú. Ahí sí que el amor es uno solo. El cariño siempre es por las cosas que aprendimos.