El domingo jugarán en Santiago del Estero Uruguay y Estados Unidos por llegar a las semifinales del Mundial sub 20. A las 14.30, en el mismo estadio, se enfrentarán Corea del Sur y Nigeria. Esto quiere decir que entre changos y changas andamos por las calles de la ciudad argentina cientos de uruguayos, los más, decenas de nigerianos, una veintena de coreanos y tal vez cinco o seis estadounidenses por fuera de la delegación.

Los autores de literatura futbolística de ficción son más bien pocos, pero son maravillosos. Hay un trío de argentinos que son parte de una magnífica trinidad: el rosarino Roberto Fontanarrosa, el marplatense/neuquino Osvaldo Soriano y el castelarense Eduardo Sacheri.

Este nuevo Mundial realizado en Argentina de apuro, agarrado de los pelos, pero bien, digno, con la ropa interior limpia y las medias sin papas, como diría cualquiera de nuestras abuelas, seguro sería materia prima para los dos primeros autores (si todavía estuvieran entre los tablones, o contra los alambrados) y posiblemente podría ser punto de partida de alguna intensa parrafada o hasta un cuento de Sacheri, que tiene además uno de los mejores cuentos del fútbol uruguayo, desde la mirada de un argentino, de un porteño en una esquina de Buenos Aires en “Una sonrisa exactamente así”.

Vivir este mundial que a los uruguayos nos ha paseado por los estadios de La Plata, Mendoza y Santiago del Estero ha sido de alguna manera sentirse personaje del Negro, del Gordo, de Eduardo.

Santiago Castro, el joven maravilla minuano que llegó a estas páginas siendo un liceal, definía como fontanarrósica la disputa entre Uruguay y Gambia de un partido decisivo de un mundial en la siesta de Santiago del Estero.

Yo mismo he pensado en el Mundial de 1942, que según la FIFA no se jugó pero en la calenturienta mente del Gordo Soriano se jugó en la Patagonia y ganaron los indios mapuches. “El Mundial de 1942 no figura en ningún libro de historia, pero se jugó en la Patagonia argentina sin patrocinadores ni periodistas y en la final ocurrieron cosas tan extrañas como que se jugó sin descanso durante un día y una noche, los arcos y la pelota desaparecieron y el temerario hijo de Butch Cassidy despojó a Italia de todos sus títulos”. Así comienza el cuento que narra ese Mundial; se llama “El hijo de Butch Cassidy” y fue publicado en Cuentos de los años felices (1993).

He citado a Fontanarrosa en estos días de la siesta santiagueña y, por supuesto, he conectado con Sacheri a través de Mario Juan Bautista Pittilanga, aquel delantero crack de una selección juvenil argentina cuya ficha es comprada por un grupo de amigos en sociedad con un contratista y que termina explotando como zaguero central de un perdido club de aquí, de Santiago del Estero, del Mitre, que lleva su camiseta aurinegra en homenaje a Peñarol. Pittilanga es parte de la inolvidable historia de la novela Papeles en el viento (2011).

No juega Pittilanga

Estamos en eso, ante un partido de cuartos de final en Santiago del Estero, en su maravilloso y novísimo estadio Madre de Ciudades, un estadio que es a la ciudad seguramente lo que fue el Centenario para el Montevideo de 1930, con la selección argentina ya tempranamente eliminada y enfrentando a los jóvenes estadounidense que unas décadas atrás no jugaban ni con tierra, y ahora son en esta franja etaria dominadores del fútbol en América del Norte y América Central.

El partido empieza a las 18.00, justo cuando está terminando la siesta dominguera después del asado o el locro, y tal vez algún tinto cortado con soda. Esto determinará un enorme choque cultural con la parafernalia FIFA de vallas, cacheos y escáneres. Los changos y changas llegando al estadio nuevo y reluciente con imponente presencia de bronce del Diego del 86 mirando desde cinco metros de altura, y adentro los voluntarios tratando de encepar a los espectadores no cautivos, que llegan a las tribunas como con un bono de circo para una función de lunes, apretándolos detrás de los arcos, aunque el resto sea cemento y butacas libres, para que las cámaras de FIFA dirigidas por Christof muestren en cada tiro al arco la ilusión de un estadio lleno, aunque esté vacío.

Nosotros, los uruguayos, con equipos completos de periodistas en Santiago del Estero, casi los mismos que cubrirían un Mundial absoluto, ellos los estadounidenses, con una cobertura casi nula, invisible en sus diarios y radios, y apenas con imágenes televisivas casi clandestinas. Nosotros y ellos, con enorme expectativa de poder llegar al momento cúlmine de las semifinales o embarcarnos para volver a casa.

No es ficción, no es literatura. Está pasando acá, en Santiago del Estero, entre la siesta, las enormes colas para pagar o negociar facturas, un estadio nuevo y mundialista que tiene entradas agotadas pero apenas 10% de su aforo con interesados reales –debía jugar Argentina acá si no hubiese quedado afuera al perder con Nigeria–, y el partido de Mitre en el que no juega Mario Juan Bautista Pittilanga.

Una doble fecha en la Madre de Ciudades –desde aquí hace más de 400 años salieron las expediciones que fundaron Tucumán, Córdoba, Catamarca, La Rioja, Salta y Jujuy– entre Nigeria y Corea del Sur, y Uruguay y Estados Unidos, en medio del asado, del locro de la siesta y de los sueños cruzados de ciudadanos de cuatro países que se concentran en una ciudad que no entiende nada pero entiende todo, porque esto es el fútbol.

Uruguay-Estados Unidos por meterse en semifinales

El partido se jugará a las 18.00 en el estadio Madre de Ciudades, en Santiago del Estero. Los cuartos de final del Mundial sub 20 son una realidad y comienzan este sábado. Uruguay juega el domingo, entre los ocho mejores y con la intención de clasificarse a la semifinal. No será fácil: Estados Unidos, el rival celeste, llega invicto, ganó los cuatro partidos que jugó, ha sabido golear y, como si fuera poco, mantiene el arco invicto.

La selección celeste tendrá nuevamente cambios en su formación inicial. En este caso, porque uno de los fijos, Luciano Rodríguez, fue expulsado en el partido con Gambia. Su reemplazante natural, es decir, un centrodelantero, hasta ahora ha estado en el banco de suplentes y es Nicolás Siri. Pero, si uno toma a Uruguay tácticamente después de quedar sin Luciano ante Gambia, el hombre de punta fue Anderson Duarte. Esta podría ser una variante que haga Broli, dándole ingreso a uno de los de mitad de cancha, Ignacio Sosa, Rodrigo Chagas o Santiago Homenchenko.

Estados Unidos es un rival bravo. Los yanquis hicieron un grupo perfecto ganando los tres partidos que jugaron: 1-0 a Ecuador, 3-0 a Fiyi y 2-0 a Eslovaquia. Después, en octavos de final, se cruzaron con Nueva Zelanda y terminaron goleando 4-0. En suma, diez goles a favor y cero en contra. Entre sus jugadores se destacan Daniel Edelman, Jonathan Gómez (de origen mexicano), Cade Cowell, Owen Wolff y Alan Virginius.

Si Uruguay avanza a semifinales, su rival saldrá del choque entre Brasil e Israel. Por lo visto hasta ahora, los brasileños son favoritos para estar entre los cuatro que definirán el Mundial. Quien sea ya se sabrá antes de que juegue la celeste, porque el partido será el sábado.

Sábado
14.30 Israel-Brasil. San Juan
18.00 Colombia-Italia. San Juan

Domingo
14.30 Nigeria-Corea del Sur. Santiago del Estero
18.00 Uruguay-Estados Unidos. Santiago del Estero