No respiro. Mi cuerpo casi inerte flota, boca abajo, en el agua de una piscina. Dejo caer los brazos y noto que mis hombros están algo apretados por el traje de neopreno que me cubre de los tobillos al cuello. Claramente no es del talle. Su efecto es notorio, floto como una boya. Facundo Yáñez toca mi hombro izquierdo, dos breves toques. Me devuelve al lugar: Punta Colorada. Recuerdo la vista de un cerro de fondo, que conocí un rato antes, cuando todavía pensaba que sostener la cabeza abajo del agua es de las cosas que más inquietud me producen. El instructor está esperando una respuesta, que llega cuando señalizo con mi mano izquierda el gesto de OK, formando un círculo entre pulgar e índice. El cuerpo sigue inerte, pero el movimiento de la mano basta para saber que todo marcha como lo instruyó, es decir, que estoy consciente.

¿Cuánto puede pasar entre una respiración y otra? Al menos un minuto ya corrió en el cronómetro que Yáñez tiene a la vista. Para mí no hay medida del tiempo, solamente las sensaciones de mi cuerpo que, por primera vez, está probando la apnea estática. Cierro los ojos y solo escucho el sonido del filtro de la piscina.

Hasta abajo

Yáñez ha sido capaz de descender a profundidades de hasta 55 metros entre una respiración y otra, y según cuenta el viaje le lleva casi dos minutos y medio hasta volver a respirar. La práctica de la apnea deportiva implica sumergirse hasta alcanzar el registro que el deportista se ha propuesto previamente y comunicado a los jueces. Se hace sin tanque de oxígeno y por lo tanto sin respiración entre el momento en que la cabeza se sumerge en el agua y vuelve a salir señalando el OK a los jueces y pronunciando las palabras: “I´m OK” (Estoy bien). Si esto no se logra, la inmersión no es válida, porque la prioridad es que los registros se consigan de forma segura, sin perder el conocimiento ni el control sobre el propio cuerpo.

Su habla es tranquila, la cadencia de su voz transmite el mensaje que se propone dar. Pregona que en la práctica no se debe sacrificar el cuerpo, más vale ir de a poco y con disfrute. Sabe que existen límites y lo aprendió al sufrir alguna lesión en las vías respiratorias durante intentos de inmersión.

Su formación curricular nunca lo introdujo a este mundo. Hizo carrera en el Instituto Superior de Educación Física y cuenta que tomó cursos en el exterior. Se inició en Egipto, en el Agujero Azul de Dahab, aguas del mar Rojo. “Encontré en la apnea la actividad que no había encontrado, la combinación entre actividad física y cuestión mental”, dice Yáñez. “El desafío, las ganas de bajar, ir más profundo” son sus motivaciones, lo que le lleva a conectar con la actividad, como él dice. “Me dan ganas de mejorar y que otra gente pueda conocerlo”, afirma, y a eso dedica su vida ahora.

Trabaja impartiendo cursos a personas interesadas en aprender estas técnicas. Lo hace cuando viene a Uruguay durante algunos meses, en su escuela Free Dive Uruguay (inmersión libre, en su traducción). Se sigue preparando cuando viaja al exterior. De hecho, luego de nuestro encuentro en Punta Colorada, Facundo estuvo un tiempo trabajando en San Andrés, Colombia, y en mayo viajó a Egipto. Allí completó, al igual que otra uruguaya, Eugenia Alcaraz, el curso de juez de la Asociación Internacional para el Desarrollo de la Apnea (AIDA), uno de los organismos que rigen la apnea internacionalmente. Con título en mano, se han propuesto organizar la primera competencia oficial en Uruguay en piscina -que sería en marzo de 2024-. “El ánimo es que la gente que está practicando y participando en los distintos grupos de entrenamiento puedan competir oficialmente y dejar alguna nueva marca para Uruguay”, explicó Yáñez.

En el mundo hay registros de competidores en piscina que han nadado 300 metros en apnea, mientras que el récord mundial en modalidad estática es de 11 minutos y 35 segundos dentro del agua. Solamente tres uruguayos tienen marcas registradas por AIDA en piscina, y son nueve los que tienen alguna marca en competencias AIDA, sumando modalidades de inmersiones.

La modalidad en la que un uruguayo descendió más es FIM (inmersión libre): lo hizo Yáñez al bajar 55 metros. Otro competidor uruguayo es Francis Batista, quien tiene la escuela de Free Dive La Paloma, y consiguió en inmersión llegar a los 35 m. En esa modalidad, el top 3 de registros en el mundo es de 128, 127 y 125 metros, conseguidos por deportistas de Croacia, Polonia y Rusia respectivamente.

Por su parte, entre las mujeres, Vanessa Estol consiguió descender 52 metros con bialetas y es la portadora de récords en esa modalidad, en inmersión libre (50 m) y en peso constante (48 m). La primera mujer uruguaya en subir al Everest (14 de mayo 2022) es también la uruguaya que más profundo se ha sumergido en apnea. Alcaraz, por su parte, tiene un registro de 35 metros de profundidad en las mismas tres pruebas.

“Me gustaría entrenar y competir si viviese en un lugar favorable. En donde vivo las condiciones no se dan mucho para el freediving”, explica otra uruguaya, Eugenia González, quien también ha participado de competencias y alcanzó los 25 metros de profundidad. Reside en Bocas del Toro, Panamá, donde trabaja como instructora de buceo con tanque. “Yo nunca entrené hasta llegar a mi límite”, afirma. No siente miedo a estar profundo. “Siempre supe que quería bucear, me encanta estar bajo el agua”, dice, aunque reconoce que disfruta mucho más de la subida que de la bajada. La mejora debe ser progresiva: “Después de aprender y corregir algunas cosas de técnica, se puede bajar y desplazarse mucho más. Si nunca intentaste ir a 40 metros, y vas a 20, no podés un día intentar de una ir a 40 metros”, asegura. La razón principal, según González, es que “no sabés cómo va a reaccionar tu cuerpo a la compresión de los pulmones”.

Ecualizar

Más metros de profundidad implica mayor presión, y entonces se vuelve fundamental la técnica de ecualización. “Es algo que tendríamos que agregar a nuestra cultura, que nunca te enseñan ni cuando vas a la piscina, y que también sirve para los aviones”, explica González.

Yáñez también lo identifica. “Mi desafío hoy no es el oxígeno: salgo muy bien, no he tenido nunca una hipoxia, pero me pasa que la ecualización me frena. Llega un punto en el cual no encuentro aire para ecualizar los espacios aéreos y no puedo seguir, me lastimaría”, comenta.

Foto del artículo 'La práctica deportiva de la apnea gana adeptos en Uruguay'

Foto: Camilo dos Santos

González repasa el concepto: “Tenemos espacios de aire en todo el cuerpo, por ejemplo el oído medio y los senos paranasales que están conectados. Cuando la presión aumenta, estos espacios se van a ver afectados y se van a comprimir, entonces lo que tenés que hacer es agregar aire a esos espacios para que tengan un volumen normal. Hay gente que te dice que le duelen los oídos cuando baja profundo en el agua. Y sí, a todo el mundo, es física. Depende de cuán flexible sea tu oído si te va a pasar a 20 cm o te va a pasar a dos metros”.

“Sentís el aviso, principalmente de los oídos”, dice Yáñez, y agrega: “el oído medio genera una molestia; si yo forzara eso podría tener una lesión interna o que se rompa el tímpano”. Hay varias técnicas para ecualizar. “La más fácil es inhalar por la boca, taparse la nariz y aumentar la presión en los pómulos hasta que los oídos se destapen, porque agregás aire”, dice González. No pasa nada por hacerlo con pequeños impulsos, en repetidas ocasiones, pero no es saludable hacerlo muy fuerte, ya que el cambio radical de presión también puede lesionar el tímpano.

En la apnea deportiva hay una dificultad adicional que Eugenia cuenta: “Cuanto más profundo vas, más difícil es, porque el aire que tenés en la boca se empieza a consumir y cada vez tenés menos para ecualizar”.

Los momentos

Una práctica tiene cuatro momentos: la relajación, la última inhalación, la apnea y la recuperación. Las cuatro forman parte de la competencia y tienen sus normas de seguridad. La precaución más importante es que nunca se practica en solitario.

“Cada uno tiene su técnica de relajación y es una parte mental pero también física: la forma en la que puedas relajar tu cuerpo afecta tu consumo de oxígeno”, comenta González. “Tienen preparado un plato al final de la cuerda. Bajás a buscar tu tarjeta, la agarrás y subís”, explica. Mostrar el OK y decir las palabras es fundamental para demostrar una práctica segura: “no tiene sentido que hayas llegado a esa marca comprometiendo tu seguridad y la de todos los que controlan”.

La preparación tiene puntos de contacto con una sesión de meditación o yoga. Respiración abdominal es lo que demanda la práctica para ensanchar la capacidad pulmonar. “La ingravidez. El silencio que se genera es bastante especial. Hay una conexión en el agua, hay cosas que pasan en el cuerpo”, dice Yáñez sobre todo lo que le produce la práctica de la disciplina. “Estás buscando la mayor relajación posible, pero el foco está muy afilado. Que no haya tensiones innecesarias. Tu cabeza tiene que evitar estar por todos lados porque si no, no funciona”, agrega.

Nadar con lobos

Los fines de la apnea, además del deportivo competitivo, pueden ser variados. Facundo trabaja con surfistas, buceadores, personas que disfrutan de hacer snorkel en arrecifes, usos recreativos, pero también de supervivencia. El medio acuático demanda al ser humano una adaptación que la mayoría no tiene: sobrevivir durante minutos con el aire que nuestros pulmones puedan cargar en una sola inhalación. También se imparten cursos a trabajadores de empresas, que aprovechan los beneficios de concentrarse en la respiración y desafiar el límite de cuánto tiempo se puede pasar sin respirar. “De las cosas que más enganchan son los límites que pensás que tenés y después no son así”, comenta el instructor. “Con un poquito de técnica, práctica, ejercicio, ven enseguida esos cambios”, insiste. “Aprender a respirar podría ser una materia de secundaria”, sentenció González al referirse a los beneficios.

“En Australia nadé con ballenas jorobadas, tiburones martillo, mantas -les encanta jugar-, y como no hacés burbujas, la interacción es mucho mayor y no se espantan”, cuenta la buceadora. Señala que a mayor profundidad el espectro de colores se pierde. Primero el rojo, a los siete metros, luego el naranja, el amarillo y el verde aunque varía según la tonalidad del agua.

En las costas de Punta del Este, el grupo Free Dive Uruguay organiza salidas recreativas que incluyen la experiencia de nadar con lobos marinos. El requisito excluyente es un certificado básico de apnea.

Difundir

Facundo Yáñez ha ofrecido talleres en ISEF y estima que unos 200 alumnos han pasado por allí. “Es un número interesante de formadores que, aunque sea un poco, se enteraron de que existe la actividad”. Su fin es claro, difundir la actividad: “todo el mundo puede hacerlo. Si alguien siente atracción por el vínculo con el agua o si tiene un mal vínculo y quiere mejorarlo, lo que te da esto son herramientas. No necesariamente tenés que estar bajando un montón de metros”, aclara.

Como ejemplo cita episodios de rescates en las playas, que, según asegura, muchas veces se producen por “mala toma de decisiones, en cuanto a en qué momento respirar o al desesperarse por subir a la superficie”. La formación en apnea da herramientas para elegir momentos adecuados para inhalar o exhalar.

El conocimiento puede repercutir incluso en otras situaciones fuera del agua. “No adelantarse y no estar pensando en qué va a suceder en el futuro; es lo que pasa en la apnea. Vos no podés empezar a bajar pensando en llegar a la superficie. Tenés que ir pensando metrito a metrito. Esa actitud se puede trasladar a otras cuestiones y es interesante para trabajar la ansiedad y los miedos”, explica Yáñez.

Mis manos alcanzan el borde de la piscina, los pies se apoyan en el piso, es la posición de seguridad para los momentos finales de esta inmersión controlada. Ofrece estabilidad y cierta tranquilidad de estar en pie nuevamente, aunque ahora el pecho se siente comprimido. Probablemente podría aguantar más, mucho más, pero la mente, ansiosa, determina otra urgencia.

Entre la última inhalación antes de sumergirme y la exhalación que vendrá conocí la apnea. Levanto la cabeza. Tres respiraciones rápidas, pronunciando algo similar a un “pah” cada vez que suelto el aire, como me instruyó Facundo para la recuperación. El OK final lo doy con la mano en alto.

Una vez más, respiro.

Récords uruguayos en apnea AIDA

Vanessa Estol
50m Inmersión Libre FIM
48m Peso Constante CWT
52m Peso Constante con Bialetas CWTB

Facundo Yáñez
45m Peso Constante sin Aletas CNF
50m Peso Constante con Bialetas CWTB
55m Inmersión Libre FIM

Augusto Pessio
50m Peso Constante CWT

Sergio Daniel Romero
75m Dinámico con aletas DYN
55m Dinámico sin aletas DNF

Irene Da Cunda
4:09 minutos Estático STA

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