En la cantina del fútbol 5 hay 50 tipos sentados mirando la Libertadores, comiendo pizza y tomando birra. En ninguna de las mesas se habla de Rubiales.

Luis Rubiales besó sin consentimiento a Jennifer Hermoso en la premiación de la selección española de fútbol, campeona del Mundial femenino reciente. Todo el mundo lo sabe. Lo de Rubiales y lo de la selección campeona que rompió redes y récords durante el certamen.

Rubiales se defendió, habló de haber dado un beso como el que le daría a sus hijas, dijo que hubo un diálogo que no existió, habló de cariño y de euforia, pero nunca habló de poder. Se le inundó el wáter a Rubiales. El hecho y su pronta respuesta agarrado de la corbata desencadenaron una serie de videos, fotos y testimonios que forman la sombra de un hombre común modelo 2023.

En la cantina del fútbol 5 hay al menos cinco mesas con dos equipos formados en cada una, que discuten sobre un gol perdido, sobre Peñarol y Nacional, o sobre Bielsa. Algunos hablan de trabajo. Sobre el último femicidio nadie dice nada.

Todo el mundo lo sabe, las mujeres se retiraron de la selección española, Rubiales fue corrido momentáneamente del cargo, y toda la estantería está movida. Sin embargo, cuando Rubiales declaró con sus hijas enfrente llorando, y habló del “verdadero feminismo”, un estrado de hombres de traje se dispuso como en un teatro para el aplauso. El mundo de los hombres por los hombres.

Juro que ganamos cuando terminó el partido, pero hay un gol que parece que no se cobra. Un gol que hizo el Cabeza en un saque del medio de la cancha. Que hay que pasársela a alguien primero, dicen.

En la cancha de Estudiantes de La Plata, en un partido por la Sudamericana, un tipo le grita a un ecuatoriano “negro horrible”, “negro de mierda”, “negro cagón”. Así está todo el partido. Los 100 hombres alrededor no dijimos nada. Un niño, escalones más abajo, terminó por gritar algo parecido.

En el Parque Palermo unos hombres gritaron barbaridades a la hinchada contraria durante 95 minutos. Que se los iban a coger, decían, entre otras cosas. Poco antes de iniciado el segundo tiempo, un niño gritó “hay que ganarles a estos putos”. Ninguno de los 15 hombres alrededor dijimos nada.

Otro día que no había tantos hombres en la cantina del fútbol 5 alguien habló de vasectomía. Terminó convirtiéndose en un chiste, pero sobrevolaron algunos conceptos como sombreritos.

En otra cantina otro día una mujer que no conocía, al entablar conversación, me pregunta si estoy contento con ser hombre y si con mis amigos hablamos de las cosas que pasan. Automáticamente le respondo que sí. Que hablamos, que eso me tiene bastante contento. La conversación se desvía porque en la mesa están resolviendo qué pedir.

Cuando vuelvo a mirarla le digo que en realidad no estoy tan contento y que no siempre hablamos con mis amigos de las cosas que pasan alrededor, que nos identifican como un género violento, y que nos encuentran compartiendo por Instagram historias como la de Rubiales, como espantados virtuales. Rubiales, un muchacho que nos interpela a la vez que nos desnuda como cómplices.