La Copa Libertadores de América es una obsesión. El campeonato más atractivo jamás inventado. Atlético Mineiro y Botafogo confirmaron la hegemonía brasileña internacional, más allá del triunfo de Racing sobre Cruzeiro por Sudamericana. Botafogo, quizás el mejor equipo de la actualidad en la liga doméstica. Atlético Mineiro, de la mano del argentino Gabriel Milito, con un poderoso plantel. En las tribunas del Monumental de Núñez, en Buenos Aires, toda la fiesta brasileña, toda la alegría y toda la tristeza.

El partido empezó y terminó al minuto. Y volvió a empezar. El futbolista Gregore pegó una patada descalificante cuando ni siquiera se habían cumplido los 60 segundos del partido más esperado del año. Se pasó de rosca Gregore, le puso la suela en la cabeza a Fausto Vera y fue expulsado sin mediar dudas por el árbitro argentino Facundo Tello. Más allá de las discusiones, Fausto chorreaba sangre en el piso y el árbitro había tomado una decisión irrevocable. El partido volvió a empezar y todo parecía a pedir de boca para Mineiro.

Botafogo se replegó unos minutos. Defendió hasta con seis personas hasta entender cómo era el jeito de un partido así. Al entrenador Artur Jorge le gusta atacar y, luego de acomodarse, el equipo –en este caso de blanco–, en el que supo brillar Garrincha, fue por el partido con uno menos.

Hinchas de Botafogo celebran la obtención de la Copa Libertadores, en el estadio Más Monumental de Buenos Aires

Hinchas de Botafogo celebran la obtención de la Copa Libertadores, en el estadio Más Monumental de Buenos Aires

Foto: Pablo Porciúncula, AFP

De la mano de Thiago Almada, Igor Jesús y Luiz Henrique, encontró cómo abrir el score. En una jugada provocada por Almada, una serie de rebotes dejó a Luiz Henrique con el arma cargada. Remató ante la salida desesperada de Éverson y deliraron las tribunas de alegría y de tristeza, si es que se puede delirar de tristeza.

Minutos después, el propio Luiz Henrique, que para eso lo compraron en lingotes al Betis, arremetió ante la duda generada entre zaguero y arquero del Mineiro, y este último le cometió penal. En la tribuna todos lloraban, y no hay nada más conmovedor. O quizás sí: ver llorar también a Alex Telles después de marcar el segundo desde la pena máxima.

El segundo tiempo fue otra película. Apenas iniciado el trámite, Atlético Mineiro, como en un buen guion, descontó en el marcador de la mano del chileno Eduardo Vargas, que recién había ingresado justo para eso, para intentar cambiarlo todo.

Junior Santos, de Botafogo, celebra su gol a Altético Mineiro, en el estadio Más Monumental de Buenos Aires.

Junior Santos, de Botafogo, celebra su gol a Altético Mineiro, en el estadio Más Monumental de Buenos Aires.

Foto: Luis Robayo, AFP

Después pidieron un penal, que fue desestimado por el árbitro y confirmado por el VAR. Atlético Mineiro se adelantó en el campo y dominó el juego. Botafogo atinó a aglomerarse como en el primer tiempo hasta encontrar el aire. El argentino Alexander Barboza, hijo de uruguayos, que manifestó su simpatía por Peñarol, se constituyó como una muralla en el fondo.

El tiempo fue pasando a favor de Botafogo, que, sin embargo, apeló a cambios ofensivos para tratar de liquidarlo. Atlético Mineiro aplicó todo su potencial; Milito en la línea punteada dejó un surco. Hulk con todas las mañas, Botafogo con oficio, Botafogo con Junior Santos, Mineiro probó con Alan Kardec por el simpático de Deyverson.

Eduardo Vargas tuvo el empate tras un pase milimétrico de Mariano Ferreira. Minutos después, dos defensas chocaron entre ellos y el arco le quedó a merced; definió como si no supiera. Hubo siete dramáticos minutos de descuento. En la última jugada, Junior Santos metió el tercero para la historia. Botafogo es el campeón de la Copa Libertadores por primera vez en su vida.

Junior Santos, celebra junto a sus compañeros el tercer gol de Botafogo.

Junior Santos, celebra junto a sus compañeros el tercer gol de Botafogo.

Foto: Luis Robayo, AFP

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