Este relato está basado en acontecimientos reales, aunque algunos hechos y personajes son ficticios.

Enero austral de 2024. Rocha, balneario Aguas Dulces, a 12 kilómetros de la ciudad de Castillos.

Lunes, de fecha 29, día de ñoquis, caseros y de papas.

El océano Atlántico está de maravilla, el índice UV bastante potable, mucha gente estira sus apretadas vacaciones, mate, playa y almuerzo tardío, y a las 15.34, cuatro suculentos platos de ñoquis abordados libres y casi opresivamente conquistados por salsa boloñesa dominan la escena en Doña Tota, mientras de una pantalla de siete pulgadas emerge una luz verde con titilantes rosas y azules, allá lejos, en Riyad, en medio del desierto, y tan lejos del golfo Pérsico como del mar Rojo, y aquí, en otra arena caliente y agradable, mis pies se posan fuerte sobre ella y meto puñito con la derecha mientras que con la izquierda trato de disimular mi inútil pantalla que me acaba de mostrar el primer gol de Luis Alberto Suárez con la camiseta del Inter Miami, allá en Arabia Saudita, lejos del chou de Maiami, lejos de su Salto natal, lejos de su Montevideo adoptivo, de su Barcelona sueño, de su escalón de Groningen, de su salto en Ámsterdam, de su paso firme en Liverpool, de su refugio en Madrid, de su chimarrao en Porto Alegre.

Son las 15.34 y antes de que mi tenedor dispare el efecto dominó entre los ñoquis y la boloñesa, Lucho, cinco días después de cumplir sus 37 años de vida anota su primer gol con la rosada del Inter Miami, y completa el ciclo virtuoso de haber anotados goles con cada una de las camisetas que haya vestido.

“¡Perodecimeunacosa! –grita– ¿vos te creés que esto es un hotel? Claro, el señorito está de licencia, pero tienen que ver el partido porque tiene que saber cómo le va a Suárez. ¡Un lunes en la playa a las tres y media de la tarde y nos dejás solos con los ñoquis, porque tenés que ver a Suárez en ese teléfono de mierda, y en un partido de mierda, contra esos árabes que no los conoce ni Míster Chip! ¿Pero vos trabajás para tu laburo o para Suárez? Y encima, mirá , ni siquiera se lo van a cobrar, porque la mujer le va a decir que está en offside”.

Goles, amores

Lo real es el gol de Suárez y mi teléfono en Doña Tota. También mi puñito, los ñoquis y la boloñesa, pero nadie en mi mesa se dio cuenta ni me dijo nada. Sólo quería recrear de manera verosímil mi enfermedad por el Lui, que en cada verano me lleva atado como si mi solaz tranquilidad, arena, buena lectura y mejor compañía de mis afectos no pudieran ser tales si no fueran con el teléfono y la pantallita: en frente al espigón de la Onda en Piriápolis vi el gol contra el Espanyol; en las rocas del faro de La Paloma el doblete agónico para ganarle al Eibar con el Atlético; en el desplayado en La Pedrera mientras el mundo fotografiaba las noctilucas yo estaba con el Grêmio ganando la Supercopa Gaúcha y el Luis tirando goles y besos.

Hace unos días nomás, como el año pasado, hice cuestión ir al Chuy para hacer un surtido y para comprar la rosadita. En 2023 había sido una papa, encontrar a días de su firma con Grêmio, la tricolor gaúcha y también la celeste, y me zampé las dos y caía en la playa entre surfer parafina y musculosos con los ravioles marcados en el abdomen con mi Umbro del Grêmio que marcaba presencia entre los guardavidas.

Esta vez me costó encontrar la XXL porque se ve que el container traía mucha camiseta de niñes con el Suárez recién impreso, pero encontré un guacho chuiense o castillense o lascanense que de tú, como se habla en tierra de palmares, me dijo “vete a lo del turco en la esquina del Londres y la farmacia Brasil que él tiene”.

Por amor a su camiseta

Con las dos, porque también me compré la negra, esta que estoy usando mientras escribo esta ficción verosímil, empecé una semana atrás un regalo de cumpleaños atrasado para el Luis, que el 24 cumplió 37, con 37 crónicas, relatos, cuentos, perfiles, historias, editoriales, reportajes y otras yerbas que he escrito para Suárez en sus casi 20 años de carrera, en mis más de 40 años de escriba, porque hace un tiempo me di cuenta de que estaba siendo contemporáneo de uno de los mejores futbolistas de los tiempos en que vivimos, y entonces hay que aprovecharlo, no importa dónde esté, ni que esté haciendo, trabajando o lagarteando al sol.

Tengo un parámetro que creo que es bueno para certificar ciertas apreciaciones: cuando hablo o hablamos del mejor jugador que hayamos visto, tiene que ser en la cancha. Un crack, un héroe a la medida de mi vereda, de mi pueblo, de mi ciudad, de mi país. Uno de nosotros, pero el mejor.

Su primer gol para los de Miami -que perdió 4-3 con el Al Hilal de Arabia Saudita- fue el gol 556 del salteño, el máximo anotador de la historia de la selección uruguaya y seguramente el más grande futbolista uruguayo que miles de nosotros hemos podido ver.

El show debe seguir

Luis es el mejor 9, pero más que eso es nuestro ídolo que en su carcajada o su rictus de angustiante responsabilidad tiene trazas de sabiduría, brillantez, idoneidad y popularidad. Él, con su paso desencajado, logró, con cimientos reforzados por un andamiaje de búsquedas, éxitos y frustraciones.

Ahora, te digo una cosa y nada que ver, ¿no? pero ¡qué murgón el Inter Miami! Si no se avivan y traen una buena zaga rioplatense, olvidate de pelear nada.

¡Uyyyy, mirá! Qué penal, me manché de tuco la camiseta rosada. ¿Compraste Omo en el Chuy? ¿Saldrá esta mancha?