En un goleado partido en el Gran Parque Central por la novena fecha del Apertura, Nacional sentenció 6-2 a un desamparado Rampla Juniors. El picapiedra tuvo momentos de esperanzas, pero se dio cuenta muy tarde y el bolso lo liquidó bien. Acostumbrados a tomar un partido como eso, una disputa.
Realidades previas distintas, pero una brecha muy evidente en la propia práctica deportiva. Ha sido un complicado inicio en esta vuelta a primera para los picapiedras, pero hoy le quedó demasiado grande el planteo que el local propuso.
Las señales iniciales de qué hace cada equipo –con y sin polenta– pueden dar buenas pistas de lo que podrá venir. Rampla salió casi disparado a replegarse en su campo. No disimuló ni un poquito tal intención y al bolso eso le vino bárbaro. Además, el prematuro gol de cabeza por el argentino Alexis Castro tras un centro de movimiento con firma autorizada por parte de Jeremía Recoba. Esto sólo fue una cuota de la tranquilidad que ya poseía el local.
El tricolor siempre cómodo. Con espacios y muy preciso, se gozó todo el primer tiempo inyectándole, por momentos, ritmo, velocidad y una calidad que la visita sólo padeció y observó.
La flecha de protagonismo marcaba una sola dirección. Y, con ello, marcó también el segundo para el bolso. Esta vez con una inversión de roles, con una bella asistencia de Castro y una notable definición del pibe Recoba, que se validó tras varios minutos de pausa por revisión del VAR por posible offside.
Los espacios se mostraban por doquier, pero este Nacional de Recoba explota –y de gran manera– su sector derecho con Lozano y el paraguayo Galeano, que son sus protagonistas. También se mostró fluida la otra banda, con un Báez menos preciso, pero sí con un Recoba picante y de energías renovadas.
La primera parte se cerró –y quizá el partido en sí– con el doblete de Castro cuando llegó al fondo y definió de derecha –su menos hábil–.
De idas y venidas
Lo restante fue indefinido. Cuando parecía que sucedía o se tendía a algo, venía otra a bofetearlo todo. Rampla dio indicios de otra cara. Con alguna explosión de Nicolás Dibble, quiso decir “presente”.
Pero la calidad del bolso estaba por encima. El cuarto fue una conclusión pacífica de la combinación entre lo colectivo y lo individual. Una jugada precisa entre varios y que cerró, de exquisita manera, con un remate apretado de Mauricio Pereyra.
Ya muchos inclinaron su interés de otra manera. La distancia en marcador y rendimiento era tal que no había depósitos en el trámite. Pero llegó Isaac Méndez para poner el descuento de cabeza y Rosa sumó otro más con un potente zapatazo de zurda.
Casi como esa tormenta que nadie predice, se dibujó tensión en la facción de varios de los hinchas presentes. De aquello liquidado en disputa.
En ese diálogo constante que dan las llegadas ofensivas, el recién ingresado Rubén Bentancourt aprovechó la única que tuvo y definió bien de primera.
Todo culminó en seis para el local, con la autoría final de Diego Zabala, que le sirvió una accidentada pero eficaz volea.