En su difícil visita a Belo Horizonte, Peñarol perdió 3-2, después de ir perdiendo 3-0, y quedó tercero con los 3 puntos de su victoria ante Caracas, debajo de Mineiro, el líder, con puntaje perfecto (9), y Rosario Central, que tiene 4 puntos tras haber empatado en Caracas.

Es cierto, los aurinegros no pudieron traerse nada de Brasil en cuanto a puntos. Sin embargo, vuelven con una buena carga emocional, porque dieron la talla después de estar tres goles abajo, y tuvieron una tan intensa reacción, con la que estuvieron muy cerca del empate, que, al final, no llegó.

Otra forma de jugar

Peñarol se plantó de muy buena manera en el cuarto de hora inicial, llevando a sus futbolistas a presionar sobre la pelota con un equipo compacto, corto, solidario y que, al buscar el esférico, jugaba inicialmente en el campo brasileño.

Asimismo, el equipo de Diego Aguirre no descuidaba ninguna acción en la que Mineiro se podía desplegar como quería, como buscaba, y así fue controlando al albinegro, que terminó generando sus únicos ataques iniciales a través de pelotas desde fuera del área.

En ambas instancias, en el campo del Mineiro o en el campo mirasol, el equipo uruguayo asumía la posición justa con sus futbolistas muy bien distribuidos en media cancha y tan concentrados como solidarios. Justo en el minuto 15 se acabó el plan de juego inicial de Diego Aguirre, porque fue en ese momento que Atlético Mineiro convirtió un golazo en una jugada de gran factura, de muchos toques justos, precisos, agudos y con una definición impresionante de Gustavo Scarpa, que, ingresando por la derecha, metió un zurdazo teledirigido que se metió en el arco de Guillermo de Amores contra su caño derecho.

El gol cambió el partido, cambió el juego, cambió las emociones, y las aptitudes técnicas de los brasileños comenzaron a dominar. Peñarol ya no presionaba y cuando recuperaba la pelota la perdía muy rápidamente, de manera tal que, sin tanto esfuerzo, Mineiro siempre estaba en control de la pelota y del partido.

Todo fue peor, pero, dentro del marco de las malas cosas, fue absolutamente inesperada la forma en la que los brasileños marcaron el segundo gol, cuando, a la salida del arco aurinegro, Damián García llegó con la pelota hasta su propia medialuna y allí intentó un pase, tropezó y la pelota le quedó a Paulinho, que avanzó tres pasos y venció a De amores.

Se desdibujó tanto Peñarol que quedó al borde del colapso y se transformó en un equipo taciturno sin habilidades, absolutamente perdido frente a la potencia colectiva de los rivales.

Como sea, Peñarol se refugió contra las cuerdas para evitar el knockout antes de que sonara el gong de la finalización del primer tiempo. Aguantó. Casi grogui, pero aguantó.

Resistencia y corazón

El Mineiro siguió golpeando en el segundo tiempo, conmocionando a la defensa carbonera hasta que a los 11 del complemento llegó, calcado, el tercero, con la pegada perfecta de Gustavo Scarpa, de derecha a izquierda, otra vez a anidarse contra el caño derecho de Guillermo de Amores, que ya había salvado su arco frente a Hulk unas jugadas antes de que el travesaño también hubiese salvado a los aurinegros.

Casi enseguida, en un ataque continuado de los mirasoles que permitió dos definiciones seguidas, Maxi Olivera, a centro de chilena de Leo Fernández, puso el descuento 3-1 y la posibilidad de volver a ponerse a un par de golpes de los brasileños.

Ese gol, junto a los cambios que minutos antes había gestado Aguirre con Byron Castillo mucho más profundo por la derecha, Diego Sosa por la izquierda y Gastón Ramírez por adentro, cambiaron a Peñarol, que poco después, a los 22’ del complemento, se puso 3-2 con gol de Maxi Silvera después de una linda jugada de Diego Sosa, Gastón Ramírez y la definición forzada, pero válida al fin, de Maxi Silvera.

Peñarol buscó el empate con enorme presencia y casi lo empata con un tremendo remate del fraybentino Gastón Ramírez, que, de 35 metros, conmovió el arco del Mineiro con un sablazo impresionante que acható el caño de Everson.

Lo buscó de cuantas formas pudo el aurinegro ante un Mineiro que fue licuando su enorme capacidad y tecnicismo hasta quedar en un colectivo que hacía tiempo y escondía las pelotas.

Para perder, es mejor perder así, porque algo en las emociones y en las prestaciones, como equipo, se gana.