En pocos días, un combinado de jugadores elegibles para la selección uruguaya de fútbol restringido a aquellos que juegan en algunos clubes de la primera división de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), y posiblemente al goleador y campeón de la Copa Nacional de la OFI, jugará ante Costa Rica. Parte del mundo futbolero parece, orientado por parte de la prensa, incomodarse con tal presentación y con el momento y la forma en que se dará.

La que ahora se ha llamado la selección local fue, en tanto la conformarán algunos futbolistas que revistan en los clubes de la AUF, la selección uruguaya desde su creación hasta por lo menos los primeros años de la década del 70.

O sea, la esencia de selección, que en los primeros tiempos se denominaba “combinado” –y con razón–, era combinar a los mejores futbolistas de los cuadros que participaban en el campeonato. Por décadas y décadas, la selección, el combinado, era una conjunción absoluta de futbolistas que jugaban en el campeonato de Montevideo, y en algunos gloriosos casos ni siquiera eran todos los clubes, como pasó, por ejemplo, con la Copa América de 1923 y 1924, que sólo fue integrada por futbolistas de la AUF y no de la Federación, en tiempos del cisma, y ni hablar de la primera conquista olímpica mundial de 1924. En ninguno de esos tres eventos había jugadores de Peñarol, de Central, de la mitad de Wanderers que jugaba en las dos organizaciones, igual que Lito, de Defensor, y de muchos más.

Para conceptualizar mejor la importancia de la selección local habría que decir que las cuatro estrellas (1924-1928-1930-1950) fueron conseguidas por una selección local y que 11 de las 15 copas América fueron obtenidas con planteles de futbolistas que jugaban en nuestras canchas. El último de los Sudamericanos conseguido sin ningún futbolista que estuviera jugando en el extranjero fue el de 1967 en Montevideo.

Desde la primera formación de neofutbolistas que jugaban en Uruguay – Enrique Cardenal, Bolívar Céspedes, Fred Cutler, Alfred Lodge, Julio López, John Morton, Mario Ortiz Garzón, Cecil Poole, William Leslie Poole, Enrique y Juan Sardeson–, en la vieja cancha de Albion en el Paso Molino, hasta la nómina de los que jugarán ante Costa Rica, siempre hubo y habrá discusión.

De aquella que combinó jugadores de Albion con otros de Nacional, orientales gringos, sin poder integrar a los trabajadores de Peñarol del Ferrocarril porque aquel 16 de mayo de 1901, cuando enfrentamos a los argentinos, era un día hábil, a esta que tendrá a jugadores que ya saben o creen que ni por asomo jugarán la Copa América, han pasado centenas de nominaciones, miles de discusiones, millones de cuestionamientos y casi 1.000 citaciones.

Acá nomás

Por largo tiempo, centenares de partidos, decenas de torneos, fue así. Con técnico o sin él, porque durante muchos años las nominaciones fueron hechas por una junta o comisión de selección que elegía a quienes consideraba los mejores de ese momento, o a los que entendían podían afrontar con mayor capacidad o experiencia la instancia, seguía en una preparación de una semana y a la cancha. Estaban acá, jugaban en nuestras canchas, se conocían y eran conocidos: nuestros mejores jugadores estaban casi todos aquí.

Otros de los mejores, pocos, poquitos que se habían ido a jugar a Europa o Argentina, no eran considerados para ponerse la celeste. De 1970 para adelante la cosa empezó a cambiar progresivamente y ya nuestros mejores valores comenzaron a estar casi todos fuera del Campeonato Uruguayo, y los que quedaban o aparecían encantando al escenario ya pronto conocían lo que era hacer el bolso y marchar rumbo al aeropuerto de Carrasco.

En 1972, el Pulpa Washington Etchamendi decidió probar trayendo a algunos muchachos que no estaban en Uruguay para jugar la Minicopa: Alberto Carrasco, arquero de Newell’s Old Boys, y Ricardo Pavoni, lateral de Independiente, fueron los primeros en venir a jugar desde el exterior.

Roberto Porta lo multiplicó para el Mundial de 1974, en una nefasta experiencia de muy buenos futbolistas uruguayos que no conseguían juego de conjunto, y tras esa pésima experiencia en Alemania pasó casi una década para que a la celeste la vistieran jugadores que no participaban en nuestros torneos, y en realidad se trató básicamente de jugadores que estando en la selección habían emigrado en el mismo proceso que se disputaba y se obtenía la Copa América de 1983 con la dirección técnica de Omar Borrás.

Como detalle significativo para entender mejor lo que ahora es un hecho que parece profundamente antinatural, la primera vez que los celestes jugaron con jugadores que estaban en Europa fue en el Mundial de México 1986.

A partir de ahí, salvo en un período de Luis Cubilla al frente de la selección entre 1991 y 1993, cuando quiso jugar con “los de acá” , la selección siempre ha sido una expresión de futbolistas uruguayos que juegan mayoritariamente en el exterior, y durante muchos años casi exclusivamente en Europa.

Suéltame pasado

Tampoco es nuevo que haya una selección local en la que no estén los mejores o la mayoría de los que pensamos deben estar. En muchas oportunidades ha habido selecciones que por una razón u otra no representaban el máximo potencial que las condiciones de elegibilidad permitían.

Hubo momentos en que en el mismo día o en 48 horas una selección jugaba en Uruguay y otra en Argentina; hubo otros tiempos en que no había jugadores elegibles e iban los que podían o querían, como en el Sudamericano de 1949, cuando el fútbol uruguayo estaba en huelga; o como la selección que unos días después de perder las Eliminatorias para Estados Unidos 1994 debió ir a jugar a Karlsruhe un amistoso ya pactado con Alemania; o la del domingo que debieron sacar del cuarto a medio pintar a brocha gorda a Jacinto Cabrera, que se había tomado el día para emprolijar la casa y lo hicieron volar a Alemania porque faltaba un 9.

También hubo selecciones sin futbolistas de Nacional y Peñarol, como la que hizo la gira de la selección de los chicos en 1964 jugando cinco partidos, uno en África y cuatro en Europa ante Marruecos, Irlanda, Inglaterra –donde la celeste se estrenó en Wembley–, Austria y Unión Soviética. Antes de que saliera de Montevideo la delegación, a la que se agregaría Alberto Pedro Spencer, el crack ecuatoriano de Peñarol que se incorporó para el partido ante Inglaterra, los medios de prensa locales estaban muy preocupados y contrariados, y se preguntaban si en Europa sabrían que esa no era la selección real. ¿Cómo que no lo era?

En 1976, la selección que clasificó para los Juegos Olímpicos de Montreal, aunque después no concurrió, era un combinado de futbolistas que no tenía jugadores ni de Nacional ni de Peñarol, y una selección muy distinta a la que, por ejemplo, ese año jugó la Copa del Atlántico.

Lo mismo pasó con los primeros campeones Panamericanos, los de 1983, con la primera celeste de Óscar Tabárez, que obviamente no tenía a ninguno de los que después saldrían campeones de la Copa América en Salvador de Bahía en octubre de ese año.

Podemos concluir que siempre ha habido “selección local” y que en muchos de esos repetidos casos la prensa, y tal vez la clase dirigente, ha transmitido al pueblo una suerte de inicio de deslegitimación de la celeste, siempre lejos de proyectar el enorme sueño y honra que representa para un futbolista de estas tierras estar nominado para vestir la casaca color cielo.

¿Quién no ha tenido una media ilusión?

El floridense Jorge Giordano, director de Selecciones Nacionales de la AUF y el mayor promotor de esta nueva selección local, dijo que “se trata de una selección que va a generar patrimonio a los clubes, va a dar posibilidades a los futbolistas y va a dar mucha visibilidad al fútbol uruguayo. Hay una franja de futbolistas que seguramente en el futuro van a estar en la selección mayor, aunque quizás no puedan estar en esta selección local porque lógicamente los clubes tienen sus competencias importantes y también hay que conciliar eso”.

Es por ello que la selección que fuera de fecha FIFA –del 3 al 10 de junio– enfrentará el 31 de mayo en San José de Costa Rica a la selección costarricense se armará con el máximo potencial de futbolistas que están participando del Uruguayo, pero sin la gran mayoría de los jugadores de Nacional, Peñarol, Liverpool, Racing y Danubio, que en esa semana estarán definiendo en la Conmebol cómo siguen sus próximas competencias internacionales. Pero seguro podrá tener del universo de los futbolistas elegibles de los otros 11 clubes de la A, algunos de la B y también de la OFI, como parece ser el caso de Walter Domínguez para armar un equipo capaz de dar buena competencia y de representar a una parte del fútbol uruguayo.

Diego Pérez, que junto a Ignacio González dirigirán a la celeste en Costa Rica, podría además hacer participar a alguno de los sub 20 que hace semanas entrenan con el Ruso en el inicio de la preparación para el Sudamericano de la categoría.

Algunos clubes ya hicieron saber quiénes serían sus futbolistas seleccionados: Cerro Largo participó con gusto de la nominación de su eficiente lateral derecho Nahuel Furtado y su fuerte zaguero central Mauro Brasil; a Nacional le comunicaron que estarán los campeones mundiales sub 20 Facundo Machado y Rodrigo Chagas, y al lateral derecho Rafael Haller; de Peñarol estarán Franco Cepillo González y José Neris. Es previsible que Defensor pueda aportar a varios de sus recientes campeones de la Copa Uruguay y no sería de extrañar que Boston River aportara a algunos de los que han llevado al equipo rojiverde a estar en las posiciones de arriba en el Apertura, lo mismo que Progreso.

Seguramente, haya futbolistas prontos para empezar su camino con la celeste, pero también parece ser un buen momento para que otros que están próximos a cerrar su paso por los campos y nunca se han puesto la color cielo puedan coronar su sueño, como es el caso de Juan Álvez. ¿Estamos de acuerdo en que se necesita de esa justicia poética y que Juancito debe estar o es sólo un berretín de estas páginas?