Lo que ahora es alegría, en alguna noche larga, fue decepción. Welcome descendió en la cancha, pero un fallo que le quitó puntos a Urupan le dio el premio de jugar un desempate para mantener la categoría. El conjunto de Parque Rodó, histórico del básquetbol uruguayo, ganó el partido clave y se quedó en primera.
Una temporada difícil de entender y de vivir, pero hermosa de terminar, con el objetivo cumplido, para Juan Vallarino. Un pibe que agarró un fierro caliente y lo congeló con su tranquilidad y sapiencia para lograr la permanencia en la Liga Uruguaya de Básquetbol (LUB).
Después de muchos años ganándose su lugar en el medio, el entrenador ahora vive del básquetbol haciendo gala del multiempleo que es famoso en este deporte. Trabaja en las formativas de Capurro y estuvo en Welcome. Por primera vez en muchos años, disfrutará de ver el Metro desde afuera y de ir a ver amigos en distintas canchas.
Hoy la realidad de Vallarino se asemeja a la de un profesional: se dedica a su crecimiento y tiene tiempo para disfrutar de la crianza de su hijo junto con su pareja. Atrás quedaron los años en que debía laburar de otra cosa para complementar con el básquetbol; por ejemplo, en la pandemia arrancaba temprano para el mercado con su vehículo particular y estaba hasta la tardecita repartiendo por las calles capitalinas. Otras épocas que ayudan a valorar el presente.
Levántate y anda
¿Cómo pasaste las primeras semanas, luego de lograr la permanencia?
De a poco estoy bajando a tierra. Estaba con estrés, adrenalina, una mezcla de sensaciones. Festejando los primeros días, ahora bastante más tranquilo con la familia y volviendo a la calma. Fue todo muy raro.
¿Cómo viviste las etapas del proceso en el que pasaron de estar descendidos a salvarse?
Cuando empezamos la rueda del descenso estábamos con buenas sensaciones, sentíamos que se nos estaba dando, cerca de empatar con algún equipo que era el primer objetivo. Perdimos con Hebraica la primera fecha y fue bastante doloroso, porque era un partido que estaba a la mano y nos ponía muy cerca. Después ganamos una seguidilla, cerrándola con Trouville. Jugamos bárbaro y ellos, que ya estaban descendidos, tampoco dieron tanta oposición. Antes de que terminara el primer tiempo ya estábamos pendientes de lo que pasaba en las otras canchas. Hice un clic: me di cuenta de que estaba feo para nosotros porque tanto Urunday como Urupan estaban ganando. Había perdido la fe totalmente. Incluso nuestro partido terminó mucho más temprano y nos quedamos en la vuelta. Estaban todos con los celulares, pero yo no quise nada: me senté en el banco en un costadito y me quedé ahí a esperar. Veía la reacción, incluso los hinchas en la tribuna gritando los goles de Biguá. Nunca lo había vivido. Fue un bajón, porque en ese momento descendimos.
¿Y el posdescenso cómo fue?
Todavía quedaba un partido por jugar. Nuestra esperanza era llegar a la última fecha con chances, lo habíamos ganado en la cancha con la segunda ronda y la fase de la permanencia que hicimos. No se dio. En ese momento fueron sensaciones feas. Aun así, hablando con el resto de los compañeros del cuerpo técnico y con algunos jugadores, estábamos conformes con la campaña que habíamos hecho. Incluso toda la gente que está cerca del plantel nos agradecía el laburo, más allá de haber perdido la categoría. Nosotros estábamos en el vestuario de Biguá, descendidos, había mucha gente de Welcome para despedirnos. Era un agradecimiento a ellos también, que nos habían acompañado todo el año. Cuando terminó el otro partido, ya empezaron los videos de las redes sociales, en tono de broma, que decían: “Puede ser que haya quita de puntos”. En ese momento, con un video de 30 segundos, era imposible saber lo que había pasado. Después todo fue un poco más real: estaba esa llamita prendida. Algunos de los jugadores habían hecho posteos en las redes despidiéndose y otros no querían porque tenían fe en que pasara, y terminó pasando.
¿Cómo fuiste manejando la cabeza y tu vida personal con esta sensación de incertidumbre?
Desde el partido con Biguá hasta el día en que se empezó a jugar el pico entre Urupan y Hebraica fue como si no estuviéramos más. Había un diálogo de parte mía con algunos de los dirigentes, o entre el cuerpo técnico. No pudimos fijar nada, porque tampoco sabíamos si se nos iba a dar. Aparte, la tenía bastante difícil Hebraica para el pico porque había perdido a varios de sus jugadores. La cabeza estaba como que habíamos soltado. Cuando empezó ese pico, ya cambió todo, la adrenalina fue otra. Estábamos cada uno mirándolo, comentando en el grupo de Whatsapp, que estaba explotando. Yo justo estaba afuera de mi casa, lo estaba mirando en el celular; tuve que silenciar las notificaciones porque me iba a volver loco. Como fueron a alargue, me dio tiempo a llegar a casa. Fue increíble. Desde ese momento hasta que terminó el desempate fue una locura; desde la planificación de las prácticas, a quién traíamos como extranjero, vino Álvaro Peña y hubo que hacer que se insertara rápido, todo rarísimo.
Nada que perder
Pese a la locura, ¿sintieron que llegaban mejor que Urupan porque no tenían nada para perder?
Cuando enfrentás este tipo de partidos importantes te ponés a pensar en el después. Sin embargo, en este caso, nunca pensé qué podía llegar a pasar si perdíamos, tenía fe en que lo podíamos lograr, era todo optimismo. De parte de los jugadores, desde el día en que nos volvimos a ver las caras y empezamos a entrenar, también lo noté. Era sorpresivo porque nadie se lo esperaba, pero desde el momento en que rompimos y empezamos a hacer lo que teníamos que hacer dentro de la cancha, en las caras de ellos veía ese deseo de ganar el partido. Nosotros no teníamos mucho para perder, éramos un equipo que había dejado de entrenar hacía una semana y media, cuyos extranjeros se habían ido. Urupan tenía la responsabilidad, más allá de que merecidamente en la cancha ellos tendrían que haberse quedado en primera. Creo que les pegó en la cabeza. No me hubiera gustado estar en sus zapatos. Nuestra liga es así, se han dado varios casos de este tipo. En el factor anímico nosotros estábamos un poco mejor que ellos, más allá de que después, cuando empezó el partido, se dejó de lado, estuvo para cualquiera de los dos.
¿En ese final cerrado influyeron la experiencia del plantel de Welcome y los dos triunfos previos ante Urupan?
Una de las dudas que teníamos nosotros era no tener a Brandon Beavers, que promediaba casi 20 puntos por partido. Nos quedamos tranquilos porque sabíamos que los más experientes iban a asumir: Sebastián Álvarez, Panchi Barrera y Santiago Moglia iban a mantener el aplomo para jugar este partido. El parate de tantos días costó, me acuerdo de que hicimos una práctica de básquetbol fuerte y los jugadores estaban realmente cansados. Eso nos dejó con alguna duda para encontrar una rotación diferente. Obviamente, después hay mil factores más. Nadie esperaba que Seba Álvarez jugara 40 minutos, pero se terminó dando. Estábamos todos en sintonía, y creo que eso también es mérito de los jugadores experientes, que cuando vieron que el nivel había levantado y que dependía un poco de ellos seguir creciendo, impulsaron a los más jóvenes. Los necesitábamos para encontrar una rotación un poco más larga y no llegar fundidos al final de los partidos.
Fierro caliente
¿Qué pensaste cuando te llamó Welcome para dirigir?
Estaba en la liga de ascenso como asistente en Lagomar. Yo compartía con Panchi, que fue muy importante al tirar mi nombre, uno de los grandes responsables. Santi Moglia también dio su aporte. Me agarró de sorpresa porque no sabía que me iban a llamar. Esa misma tarde me reuní, fue todo muy rápido, hubo una cuota de inconciencia en ese momento de mi parte. Se presentó la oportunidad. Hace muchos años que estaba trabajando como asistente, y creía realmente que en algún momento iba a llegar, laburaba para eso. Cuando empezamos, con inercia, dejamos de pensar en las contras que podíamos tener. La gente decía: “Agarraste un fierro caliente”, “es complicado, no hay presupuesto”. Les tengo que agradecer a los asistentes Camilo Navas e Ignacio Ortega; nos sentamos los tres, había días que nos quedábamos dos horas después de la práctica, cuando todavía no estaba el plantel totalmente conformado, para hablar de los jugadores que podíamos traer, buscando qué características necesitábamos. Nuestra cabeza iba a más, la mentalidad nos llevó a armar un buen plantel.
¿Qué cambió para que un equipo que arrancó siendo goleado todos los partidos lograra mantener la categoría?
Destaco a los dirigentes. Nos permitieron seguir trabajando y poder dar vuelta la situación. Es un mérito de ellos; se apoyan en que nos vieron trabajar mucho, que estábamos con la energía y las ganas. No en todos lados pasa que un cuerpo técnico arranca un torneo sin ganar 11 partidos y se los banca. Con la llegada de Brandon Beavers y San de Souza, fuimos a jugar a la cancha de Trouville y, más allá de que ese partido lo perdimos, había otras sensaciones. El parate de las fiestas para nosotros fue una pretemporada. Una vez que le ganamos a Cordón, que fue el primero, vimos todo lo que teníamos para crecer y que estábamos compitiendo de mejor forma.
¿Sentiste que Welcome tiene un aura especial?
El Fefo Ruiz es muy importante en este club, fue el que me llamó. Él tiene una frase: “Welcome tiene magia”. Realmente se demostró en este torneo que Welcome tiene magia. Pasaron cosas durante el torneo que son inexplicables, y fuimos superando todos esos obstáculos. Contra Cordón la cancha explotaba y todavía no habíamos ganado, el empuje de la gente fue tremendo. No se explica que un equipo con malos resultados tenga tanto apoyo. Es la fidelidad del hincha: nos tenemos que sacar el sombrero porque fue una locura desde el primer día.
¿Cómo fue dirigir a un amigo de la infancia como Rodrigo Cardozo?
Él capaz que no era considerado un jugador de liga, y este año tuvo un nivel bárbaro. Es especial, nos conocemos desde muy chicos, jugamos juntos en Lagomar en formativas, está dentro de ese grupo de amigos del básquetbol y él fue el único que siguió jugando. Armamos un equipo de fútbol amateur que se llama Cachengue y nos seguimos viendo todas las semanas. Nos faltaba arreglar una ficha, buscábamos un jugador que fuera revulsivo y defensivo. Cuando apareció el nombre no lo dudé, porque sé lo que puede dar: es un soldado, se tira de cabeza a la pelota, te agarra el rebote que nadie piensa que va a agarrar. En Lagomar también estuve de asistente y él como jugador; ese vínculo de amistad quedaba de lado y éramos los dos muy profesionales, acá fue igual. La alegría es doble porque es un amigo y tuvo una gran temporada.
¿Le cortaste un viaje para convencerlo?
Me había olvidado de la llamada. Se había ido de viaje a Europa a disfrutar, no me acuerdo en qué país estaba. Lo agarré desprevenido, estaba en otra, lo descoloqué. Lo analizó con su representante, puso cosas en la balanza, ordenó sus cosas para que no le afectara en el resto de su vida y en lo laboral. Llegó del viaje para el segundo partido y desde entonces el compromiso fue impecable. Había entrenamientos a los que no podía venir por su otro laburo, y él siempre se las ingeniaba para estar a la par y dar un plus desde lo físico. Fue merecido porque aprovechó su chance.
El cuerpo y el técnico
¿En qué momento decidiste ser entrenador?
Jugaba en Lagomar y vi que deportivamente no me daba. Me arrimaba a los cuerpos técnicos de primera. Me di cuenta de que me gustaba para meterle cabeza. Es una carrera complicada. Al principio me costaba meterle horas porque tenía que trabajar de otras cosas. De a poco empecé a meterme como asistente tanto en el Metro como en la LUB, mechando con formativas, que son mi descarga para ver el deporte de otra forma. Ahí me cambió la perspectiva y quería dedicarme 100% a la profesión. El factor suerte y oportunidad se dio ahora en Welcome. Más allá de lograr el objetivo, el premio más grande que me llevo es lo que maduré y aprendí.
¿Desde qué lugar te parás luego de esta temporada?
Soy perfil bajo. Sé que el laburo que se hizo estuvo muy bien, pero lo tomo con tranquilidad. Mi objetivo es trabajar en el básquetbol en el rol que sea. Estoy en las formativas de Capurro, algo que disfruto mucho. Lo que venga será bienvenido. Es un ambiente chico, con muchos entrenadores jóvenes que están surgiendo y buscan su oportunidad. Estoy tranquilo porque hice una buena liga.