Peñarol cumplió su objetivo, que era ganar. No es poco para la evaluación de una proyección posible de conseguir los puntos que juegue como local. Sin embargo, es poco haber ganado apenas por dos goles y sin jugar bien ante el equipo boliviano, al que antes de que empezara la copa todos contaban los seis puntos de sus dos partidos ante ellos, pero quienes vieron y sufrieron el partido inicial ante Olimpia de Paraguay ya podían empezar a pensar que, por más primarios e inexpertos que fueran los que defienden a Bulo Bulo, no iban a ganar de taquito y con pesto. Encima, terminar con la sensación de disgusto y molestia hasta el minuto final de estar defendiendo en el área propia la victoria, hasta que llegó el segundo gol para dar la diferencia final de 2-0, que es lo que quedará en las estadísticas, sin que de esos números se pueda decodificar lo perturbador e incómodo que fue el partido en relación al juego esperado.
Los dos goles fueron en el segundo tiempo, el de Héctor Tito Villalba a los 60’ y el de Alexander Machado a los 90’.
Los primeros tres puntos de Peñarol y una bolsa de dólares para tratar de arrimar a la punta de la serie H e igualar la línea de los bolivianos, a la espera del partido entre Olimpia y Vélez Sarsfield.
Sorpresa
Peñarol sorprendió, pero no fue sorpresa para el San Antonio Bulo Bulo, ni para los pocos presentes en el Campeón del Siglo, inhabilitado para el público, el aparecer como una avalancha ofensiva sobre los celestes cochabambinos, sino que la sorpresa estuvo en la presencia de Maxi Silvera que, aparentemente y de acuerdo a las informaciones que se habían filtrado de la interna mirasol, estaba con un problema muscular que algunos llegaron a definir como una micro rotura, lo que hacía poco previsible pensar que iba a ser él quien comandara el ataque, y él quien al minuto nomás ya tuviera la primera oportunidad de gol.
Fue una sucesión de ataques tras ataques de los aurinegros comandados por la zurda vivificada de Leo Fernández que, como en el Amalfitani por Libertadores ante Vélez Sarsfield, volvió a ser el eje creativo del equipo de Diego Aguirre y repitió sus remates de extremo peligro.
Así fue por cinco, diez, 15 minutos, hasta que el elenco boliviano empezó a sentir que con su bloque apretado y retrasado podía controlar los intentos aurinegros.
El ajustadísimo 5-4-1 del joven equipo de la pequeña ciudad de Bulo Bulo, que se apretaba en 15 metros en su propio campo cerca del área, era un mecanismo efectivo para mantener el cero en el arco del argentino Saracho.
Fueron pasando los minutos de un primer tiempo que generaba ansiedad y frustración entre los uruguayos y sólo los remates peligrosísimos de Leo Fernández, que siempre encontraron al arquero atajando pero dando rebote, eran la esperanza de que llegara el gol inicial antes de marchar a los vestuarios.
Alexander Machado, de Peñarol, tras convertir el segundo gol.
Foto: Rodrigo Viera Amaral
Grado de dificultad
No pudo ser en la primera parte y ello, aún sin gente en las tribunas, generaba una perturbación entre los deportistas de amarillo y negro que no estaban pudiendo resolver lo que en los papeles debía ser resuelto con otra fluidez y simpleza.
Ahí se combinaban dos variables que confluyen en una dificultad: Peñarol tenía una suerte de obligación per se de ganarle a los bolivianos —porque sí, porque se llaman San Antonio Bulo Bulo y vienen de Bolivia, lo que es disparatado y no tiene base de sustentación razonable—, y por la otra parte no podía desaprovechar lo que parecía una oportunidad propicia para potenciarse y empezar a parecerse al de la temporada pasada para empezar a tapar la pobreza de juego y de puntos de esta temporada.
Para la segunda parte con el ingreso de Villalba (también entró Remedi), Peñarol redobló su acción plenamente ofensiva y tuvo un cuarto de hora de ataque tras ataque donde no generaba grandes acciones de gol, pero sí mostraba que con esa pose el elenco boliviano no podría resistir el cero en el arco.
Así fue que exactamente a los 15 minutos de un lejano tiro libre que Leo Fernández esta vez mandó como centro frontal, encontró lejos del arco la peinada de Villalba que terminó venciendo a su compatriota para poner el 1-0.
Cualquier instructivo de este tipo de partidos con un equipo que ataca y el otro que sólo se defiende sin tener otra receta indicaría que, después del gol de Villalba, se abriría por fin el partido para los mirasoles, pero, sin embargo, tal vez el instructivo era una mala traducción de chino mandarín porque no fue eso lo que sucedió.
Peor aún, con nada, o casi nada, San Antonio Bulo Bulo llegó a poner la pelota en el área de Martín Campaña y, si bien no pasó nada, no fue grato pasar ese tiempo de nervios hasta que llegó por fin y, al final, el segundo gol de los aurinegros por parte de Machado.
Partido aprovechado, pero sin aprovechar la posibilidad de mejorar la sensación de volver a ser el del año pasado.
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