Alejandro Dolina, fanático del fútbol, hincha en su país de Boca Juniors y en Uruguay de Liverpool, ha escrito mucho sobre el “deporte rey”, y quizá lo más destacado sea las Instrucciones para elegir en los picados. Lo describe como una emocionante ceremonia para ver quién integra cada equipo: “Generalmente dos jugadores se enfrentan en un sorteo o pisada y luego cada uno de ellos elige alternadamente a cada uno de sus compañeros. Se supone que los más diestros serán elegidos en los primeros turnos, quedando para el final los troncos”. Sin embargo, al final del texto, el mensaje que deja Dolina es que “no elija a los mejores jugadores, elija a los amigos, a los que están más cerca de su corazón”, porque “uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán, lo perdonarán”.
Hay equipos que se dicen de memoria, aquellas formaciones que los más veteranos recitan de ojos cerrados sin errar un nombre; hay otros que juegan de memoria, aquellos que cuando un integrante agarra la pelota ya sabe qué hacer con ella, quién está libre, intuye dónde debe ir el pase, sabe cómo cerrar la jugada.
Hay un equipo que se elige de memoria: el que no olvida y sigue pidiendo justicia cada 20 de mayo.
Pasado reciente
Arrancaríamos en el arco con Armando Arnone. Alfredo, un amigo del liceo, me cuenta que, cuando pasaban la lista, Armando era el número 1 –por su apellido–. Su clase, 1° B, tenía su equipo de fútbol, llamado Centella, con camiseta azul con dos rayitas verticales a la derecha, una roja y otra blanca. Ahí también Armando era el número 1, el golero, y, al decir de Alfredo, un buen golero. Usaba un buzo de arquero de aquellos antiguos, gris azulado medio claro. Militante de la FER en sus años de estudiante más avanzado, Arnone terminará siendo de los tantos exiliados a Argentina cuando militaba en el PVP. El 1° de octubre de 1976 sale del apartamento de un amigo que vivía en Belgrano avisando que regresaría al mediodía. Nunca más volvió. No sabemos dónde está.
Por el lateral izquierdo, Adalberto Soba, el flaco de La Teja, hincha de Liverpool. Tuvo mucha cancha de barrio recorrida, jugando en La Cumparsita o en el Unión Vecinal; Plomito, como le decían por lo flaco, llegó a jugar en el Centenario con el Artigas, en un preliminar de Peñarol por la Copa Libertadores. Con Artigas, precisamente, salió campeón de la divisional Extra en 1968. Es el único desaparecido que jugó oficialmente en torneos de la AUF. Fue titular los 12 partidos que le dieron el título al club. Jugará allí hasta 1970, cuando su militancia le restó tiempo a casi todo lo demás. También exiliado en Argentina y como miembro del PVP, fue secuestrado el 26 de setiembre de 1973 cuando estaba haciendo un contacto con un compañero. Lo último que se supo de él fue que había sido visto en Automotores Orletti. Fue salvajemente torturado.
En las fábricas, en los frigoríficos, siempre había una cancha de fútbol. Ahí se hacían enormes campeonatos. Funsa, la Fábrica Uruguaya de Neumáticos Sociedad Anónima, fue de las fábricas que tuvieron más jugadores y campeonatos internos mejor organizados. “Por historias que me contaron mi abuela y mis tíos, sé que jugaba al fútbol en unos campeonatos infantiles en el barrio”, contaba en una entrevista Néstor Duarte, hijo de León Duarte. León ingresó a Funsa con 25 años en 1952. A comienzos de los 60 se iniciaron los campeonatos internos de la fábrica, con equipos armados por sección. Duarte trabajaba en la sección Batería, equipo vestido con camiseta blanca y una franja roja en diagonal, como el River argentino. “Mi viejo jugaba en el fondo, de líbero, y no era particularmente habilidoso, aunque le gustaba mandarse para arriba”, dice Néstor en nota realizada por Mateo Magnone. León Duarte, fundador de la CNT, militante anarquista, falta desde que, exiliado en Argentina luego del golpe, fue secuestrado el 13 de julio de 1976 en una cafetería en Buenos Aires y salvajemente torturado en el centro clandestino de detención y torturas Automotores Orletti.
Converso con Felipe Martín. Me cuenta de sus andanzas como back izquierdo en el club Rápido Cabal. Felipe hacía pareja de back con un amigo del barrio, Ruben Prieto. Cuando le pregunto cómo era Ruben como defensa me dice que era de los que hacían valer aquello de que “pasa la pelota pero el jugador no”. Uno se lo imaginaría fornido y recio, pero es difícil verlo así si se tiene 12 años y se está jugando baby fútbol. El club tenía la misma indumentaria albiceleste de Cerro, aunque Felipe no recuerda por qué. Sí recuerda que jugaron con Ruben un par de años, hasta que la vida los separó. Ya más grande, Ruben militaba en el FER y varias veces fue detenido. En 1972 las fuerzas represivas piden su captura y se exilia en Argentina. En ese país también será detenido. Se vincula al PVP y en setiembre de 1976 es atrapado cuando iba a un encuentro. Nunca más fue visto.
En el interior siempre han surgido grandes figuras. En la formación de Racing de Mercedes, de mediados de los 40, aparece un apellido conocido: Dardo Melo. Es el padre de Nebio Melo Cuesta, un muchacho sencillo, hincha de Peñarol, que en su pueblo siempre practicó varios deportes. Uno de ellos fue el fútbol, en el que también vistió la verdiblanca de Racing, y antes en baby fútbol defendió a Con los Mismos Colores. Nebio también practicó natación en el club Remeros y básquet en el Esparta de la misma ciudad. Anduvo en mil y una con otro destacado deportista y amigo: Winston Mazzuchi. El 8 de febrero de 1976, en Buenos Aires, Nebio desapareció en las calles de Barracas de Belgrano, por el bar Tala, cuando fue secuestrado por su militancia en el Partido Comunista Revolucionario. Winston estaba con su compañero y corrió la misma suerte. Ahí comenzó la búsqueda de Luisa y de todos.
En el medio, como polifuncional, Luis Eduardo González. Según un artículo de Agustina Tubino, a Luis Eduardo le decían Chiqui o Chiquito, por ser el menor de tres hermanos, y también por su estatura. Nacido en Young, su hermano Daniel me contó que se vinieron a Montevideo cuando Luis Eduardo comenzaba el liceo. De familia peñarolense, Luis tuvo como segundo nombre Eduardo en homenaje a un crack argentino que brilló en Peñarol y la selección celeste: Juan Eduardo Hohberg. Una foto de un equipo de baby fútbol de la zona de Malvín lo muestra a Luis Eduardo con algo que, según su hermano, era una de sus principales características: una enorme sonrisa. Más grande, se fue a jugar a Colonia, en Plaza de Nueva Helvecia. El club se hacía cargo de pagarle los pasajes. Ya en la Facultad de Medicina comienza a ser dirigente de la FEUU y luego militante del Partido Comunista Revolucionario. Casado con Elena Zaffaroni, a fines de 1974 lo detienen junto con su compañera. A Elena, con toda su dignidad y lucha, la seguimos viendo en cada marcha.
Urunday Universitario tuvo a fines de los 60 a un rubio delantero y capitán que la movía lindo: Gabriel Schroeder, otro que supo pasear su fútbol en el gramado del Centenario como preliminarista de partidos de los grandes. Por aquellos años, en la Liga Universitaria había pica entre Urunday y Familiar. Era el clásico. En Familiar la descosía Carlos Graña, que lo recuerda: “Gabriel, en el fútbol y en la vida el Mono. En la interna del MLN iba a ser Joaquín. Era bravo, muy temperamental. Como yo jugaba en Familiar y era un clásico, esos partidos eran bravos”. En uno de aquellos encuentros, Familiar le hace cuatro y lo golea. Carlitos hizo dos ese día. Gabriel volaba de la calentura. Gabriel llegó a ser tentado para jugar en algún equipo profesional, pero su militancia en el MLN no le dio tiempo. Sí sabemos qué le pasó y dónde está: fue acribillado cuando estaba desarmado, en la malvinense calle Pérez Gomar, el sangriento 14 de abril de 1972. Recordar aquella trágica fecha y a los caídos ese día también es parte de la memoria. Ese día perdía a su compañero y esposo Rosario Barredo, quien fue apresada en un local de sanidad del MLN al otro día, estando embarazada, y el 24 de ese abril dará a luz a Gabriela Schroeder Barredo, en el Hospital Militar. Rosario morirá a manos del fascismo en Argentina el 20 de mayo de 1976 junto con su compañero de entonces, William Withelaw, Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
Artigas Campeón 1968, Soba es el segundo parado desde la derecha.
Foto: S/D autor
Y si de Zelmar hablamos, bien podría integrar el equipo cubriendo el lateral derecho. Obvio, va a tener lugar en este equipo un jugador que supo tener de suplente nada menos que a Alcides Edgardo Ghiggia cuando el veterano héroe de Maracaná hacía sus primeras armas en el fútbol. Zelmar, como Gabriel, jugó en la Liga Universitaria defendiendo los colores del Potosí Carrasco, y era, también como Gabriel, capitán de su equipo, y también se lo vio jugando en el Centenario en el preliminar de un clásico. Y al igual que Gabriel supo jugar en la selección de la Liga. Agresivo, temperamental, era de ir a todas. Lo ponemos en la defensa, aunque Zelmar siempre quiso ser centrodelantero. Hincha de Defensor, club en el que se probó y no quedó por ser demasiado vehemente. La fecha del 20 de mayo está doblemente marcada a fuego en la vida de Michelini. Un 20 de mayo de 1924 va a nacer en Montevideo, y un 20 de mayo de 1976 va a morir asesinado en Buenos Aires.
Desde Toledo, Canelones, el puntero izquierdo. La plaza 99 lleva el nombre de un futbolista: José Hugo Méndez. En 1960 era el capitán de la categoría Juveniles del Barcelona de aquel pueblo, equipo que dejó de existir hace algunos años. En 1968 entra a trabajar en Alpargatas y se integra a los Grupos de Acción Unificadora. Dirigente gremial, se exilia en Argentina y se va a unir al armado del PVP en aquel país. El 15 de junio de 1976 lo secuestran en la estación de Villa Ballester cuando se iba a trabajar. Es la última vez que lo vieron.
En La Teja, el Vencedor era uno de los principales clubes del barrio. En su reglamento se aclaraba que “no podrán ser socios del C.A. Vencedor ni los milicos ni los carneros”. La familia Mechoso participó en la fundación del club, y uno de ellos, el Pocho Alberto Mechoso, vistió sus colores. Y si hablamos de jugar con compañeros, hay que decir que Alberto y Plomito Soba jugaban de memoria. Aquel día en que a Soba lo agarran en la calle cuando iba a hacer un contacto, con el que se iba a encontrar era con Alberto. Los restos de Mechoso son de los pocos recuperados.
Para completar los 11, Martín Pelúa. Montevideo está lleno de barrios futboleros. Uno de ellos es Fraternidad. En la calle Panela vivía una barra de varios gurises de entre 13 y 14 años que querían jugar al fútbol, allá por finales de los 60. El padre de uno de ellos les promete comprarles camisetas y consigue unas verdes con cuello blanco. Hay que ponerle nombre al nuevo equipo y deciden ponerle Panela, por la calle donde vivía la mayoría. Uno de ellos era Pelúa, minuano simpatizante de Peñarol. Estudiante, militante de la UJC, se exiliará como tantos en Argentina. En octubre de 1976 es asesinado en uno de esos tiroteos con la Policía en que los que reciben los tiros son de un lado solo. Muere Martín, también su hermano, su madre y el compañero de su madre. Enterrados como NN en el cementerio de San Isidro, se identifican sus restos en 2002.
En el banco quedarán Urano Miranda, el Pitín; hombre de básquet en el Uruguay Prado, supo ser golero de la selección del liceo, según recordó un compañero de clase. Además, Eduardo Gallo, que jugó en el Cinecope de Bella Unión; Modesto Quiñones, que lo hizo en Rampla Juniors de Mercedes; Washington González jugaba al fútbol en el Colón; José Luis Urtasun también se entreveró en el fútbol barrial con El Tanque de Villa Dolores y en el Maracaná; y también quienes supieron jugar en baby, Roberto Gomensoro en el poderoso club Relámpago de Malvín y Arazati López, fundador de los clubes Banfield y Lipton de Vergara, en Treinta y Tres.
Si tenemos que elegir un director técnico, quizá el mejor sea Horacio Gelós Bonilla. Gelós hizo sus armas como técnico de un club de baby fútbol llamado La Cachimba del Rey, club de la zona de Maldonado de igual nombre. Anda por ahí una vieja foto de uno de sus equipos, con Gelós con sus clásicos tiradores parado al lado de sus muchachos. Obrero de la construcción, militante del Fidel, edil por Maldonado, militante del Frente Amplio, fue detenido cuando tenía 32 años en enero de 1976. Trasladado al batallón de Laguna del Sauce, es salvajemente torturado, asesinado y cobardemente desaparecido.
Para responsable de la sanidad no hay dudas: el doctor Manuel Liberoff. Nacido en Argentina, pero uruguayo de adopción, Manuel era ya militante del Partido Comunista argentino cuando vino, exiliado, a vivir a nuestro país. Acá se hace ciudadano legal y se recibe. En 1953 se muda a Camino Carrasco, cerca de la antigua cancha de Danubio, por eso se hace hincha de los franjeados. Y en ese club terminará siendo el encargado de la sanidad, en una época en que los médicos no abundaban en los clubes. Manuel no había jugado al fútbol, aunque se entreveró en algún partido con un equipo de estudiantes de Medicina. Pero Manuel, entre el botiquín y la pelota, eligió lo primero. Miembro del Partido Comunista del Uruguay y dirigente del Sindicato Médico, fue detenido en dictadura y se decretó su expulsión del país. Volvió a Argentina, donde lo secuestran el 19 de mayo de 1976.
Este equipo exclusivo de varones refleja a la sociedad de entonces. Era impensado que las mujeres practicaran fútbol. Aunque no tanto. Es que justo por aquellos años difíciles el fútbol femenino organizado comienza a nacer. En noviembre de 1970 se funda la Asociación Amateur de Fútbol Femenino, y en 1971 se juega el primer torneo, que ganará Nacional.
Entre las detenidas desaparecidas algunas hicieron deporte, aunque no hay registro de ninguna haciendo fútbol. María Claudia García fue una destacada nadadora, María Emilia Islas practicó por años deporte en el Sporting.
Como preparadora física del equipo está la minuana Ada Margaret Burgueño, Marga, como la llamaban su familia y amigos. Fue en su juventud una destacada deportista, llegando a competir en torneos liceales en Paraguay, donde obtuvo premios en carreras y lanzamiento de disco. El año de aquel primer torneo femenino de fútbol es cuando Marga se viene de su Minas natal a Montevideo a cursar Ciencias Económicas. Su militancia la llevó a participar en el grupo de la Juventud de Estudiantes Católicos del Uruguay, que tenía afinidad con los tupamaros. Se exilia en Argentina en 1975. Dos días antes de casarse, el 20 de agosto de 1977, es secuestrada en la casa de su novio.
Pitazo final
Dice Dolina al final de sus instrucciones para elegir en un picado: “Más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables”. Cada 20 de mayo, 197, cientos, miles y miles y cada vez más... comparten la derrota, aunque derrota a medias, porque derrotado es dejar de buscar y de exigir saber dónde están. El partido terminará cuando estén todos y todas. Mientras eso no pase, no habrá pitazo final posible.