Nuestro país enfrenta múltiples desafíos en diversas áreas. Uno de ellos es procurar nuevos nichos de especialización productiva que nos acerquen a generar más y mejores oportunidades de desarrollo. Cada vez que desde otro país nos compran mercaderías o un servicio prestado desde aquí, en realidad lo que se compra es lo que por estas horas se trata de un factor escaso: trabajo nacional. Bajo esta premisa, no sólo debemos buscar incansablemente diversificar los mercados de exportación, sino también innovar en nuestra oferta exportable.
La concentración de nuestras exportaciones se da en varios aspectos. No sólo por destino, también por producto y por empresas (recordemos que únicamente 30 empresas colocan 50% de nuestras exportaciones). Cuando hablamos de concentración, hablamos de riesgos concentrados.
Tradicionalmente, si de comercio de bienes hablamos Uruguay tiene un claro perfil agroexportador. El mayor de toda América Latina. 80% de nuestras colocaciones al exterior provienen de ese sector. Antes se entendía que este tipo de producción era “primaria”, como sinónimo de poco o nulo valor añadido. Hoy sabemos que la producción se integra y retroalimenta necesariamente a procesos complejos de investigación y desarrollo, innovación, asesoramiento profesional e incorporación de tecnologías.
Existen otras potenciales verticales productivas sobre las que nuestro país debería posicionarse estratégicamente con incentivos claros de desarrollo. Sin embargo, obviar u olvidar nuestro potencial productivo, el de nuestra tierra, clima y técnica, sería, como mínimo, torpe. Asumir esto último no implica hacer siempre lo mismo, producir lo mismo o de la misma forma. El mundo es competencia, buscar (y encontrar) atributos diferenciadores que permitan obtener niveles productivos sustentables es una característica sobresaliente de nuestro tiempo. Porque la información es casi perfecta, y lo que hoy es una ventaja comparativa mañana puede dejar de serlo. Lo que antes te distinguía, hoy te puede ubicar en la fila del montón.
Para escapar a esa trampa no hay recetas mágicas. La investigación, la innovación, la disponibilidad de recursos, la inversión y la regulación deben ir de la mano, para que de ese combo surja producción con valor añadido, de calidad y con demanda global actual y, sobre todo, potencial.
Si brotas para poderme ver...
En esa búsqueda de diversificación fundamental y viable asoman nuevas oportunidades que Uruguay no debería dejar pasar.
Nuestro país fue el primero del mundo en regular, a través de la Ley 19.172, aprobada por el Parlamento en diciembre de 2013, la producción de cannabis tanto para su uso recreativo como medicinal e industrial.
En decretos reglamentarios sucesivos, se estableció el marco para el uso medicinal y la investigación científica, así como la definición de las distintas categorías de productos vegetales, dentro de las que se encuentran hierbas medicinales.
En 2019 se promulgaron las leyes 19.845 y 19.847, con la declaración de interés público de acciones que promuevan y mejoren la salud pública con base en el cannabis.
Sobre el fin de la semana pasada, el prosecretario de la Presidencia, el doctor Rodrigo Ferrés, anunció dos decretos para promover, liberalizar y facilitar las exportaciones del cannabis y sus derivados.
En suma, Uruguay ha recorrido un camino regulatorio disruptivo a nivel internacional, donde sólo algunos pocos países adicionales han conseguido avanzar en la materia, y en la actualidad se encuentra construyendo en torno a esta industria una, quizás, inesperada política de Estado.
Según datos del Instituto de Regulación y Control del Cannabis, al cierre de julio de 2020 había 42 licencias para proyectos de cultivos no psicoactivos (cáñamo), nueve proyectos de cultivos psicoactivos y nueve proyectos de industrialización.
Si bien aún muchos países mantienen la prohibición del cultivo y la producción, vienen habilitando la importación de cannabis para uso medicinal, lo que convierte a la coyuntura en una oportunidad para la producción nacional. Producción compleja de valor añadido.
Según Uruguay XXI, en 2019 se registraron las primeras exportaciones del sector. La más relevante fue un envío de flores que superó los 3,2 millones de dólares.
La diversificación de nuestra producción debe darse en verticales viables, con el objetivo de alentar zonas deprimidas del territorio nacional.
No soy un pirado...
Las oportunidades son reales, en la medida en que se reúnan los distintos factores mencionados al comienzo de este artículo. Pero sobre todo la existencia de demanda sostenida y a buenos precios. Días pasados Ramm Pharma, con sede en Toronto (Canadá) y con operaciones de fabricación de cannabis medicinal en Uruguay, dijo que el Ministerio de Salud peruano aprobó su producto Epifractán 5% CBD para la venta en farmacias de todo el país para diversas indicaciones, según lo prescrito por un médico. El mensaje subraya el incipiente comercio latinoamericano de cannabis medicinal intrarregional, independiente de la producción norteamericana de cannabis. El desarrollo del comercio de este insumo tendrá a Uruguay como protagonista, en la medida en que se profundicen ciertas líneas de trabajo, captación de inversiones e investigación.
Hablaba de lo importante de la existencia de demanda como base de lanzamiento. Si repasamos la demanda proyectada para el mercado Estados Unidos, es creciente y significativa (ver gráfica).
Como refuerzo a lo anterior, sobre fines del mes pasado nuestro país concretó la primera exportación de cannabis no psicoactivo para uso no médico con destino Suiza.
Te juro no te voy a mentir...
No todo es color de rosa para la industria. Desde sus comienzos en Uruguay, se ha encontrado con un obstáculo hasta ahora irresoluto. La negación de los bancos a operar con empresas que se dediquen al cultivo, la producción, la industrialización y la comercialización de cannabis, por asimilarse a operaciones de narcotráfico y lavado de activos.
Y en nuestros tiempos, este obstáculo no es menor. Se debería avanzar en regulación clara, y a nivel comercial generar determinados “corredores financieros” que validen a quienes se dedican a esta actividad, y consigan separar la paja del trigo.
Que en la vida hay un sueño...
Nuestra economía precisa generar empleos con urgencia. La falta de trabajo golpea en sectores vulnerables. El desempleo tiene cara joven y de mujer. La creación de oportunidades reales depende en buena medida de cómo logremos reconvertir nuestro aparato productivo, apoyarnos en producción que conserve ciertas ventajas competitivas, e integrarnos al mundo. Aprovechar caminos recorridos en sectores con potencial asociados a nuestra marca país será conditio sine qua non.