Siendo futbolista juvenil, con 18 años, Diego Riolfo decidió comenzar la Facultad de Ciencias Económicas y se recibió de economista en 2018. Entremedio, debutó como profesional en Central Español, se destacó como volante creativo en Wanderers –club en que está hoy y va por su séptima temporada en tres etapas– y jugó en el exterior en Argentina, México y España. Tanto su formación como su carrera le permiten ver al futbolista como “una materia prima” que forma “parte de un proceso de producción” y sufre en muchas ocasiones un “abuso de posición dominante” por parte de los clubes y los representantes. Aunque también cree que esto comenzó a cambiar desde que las nuevas generaciones de jugadores buscan una formación más integral y confía en que eso permita a futuro romper con estructuras “antiguas” y “rígidas” que impiden cambios profundos en la gestión del fútbol uruguayo. Además, habló sobre su fanatismo por los mercados financieros, su pensamiento económico y el futuro que avizora para el mundo pospandemia.

¿Te sentís más jugador de fútbol o economista?

Hoy en día me siento jugador de fútbol, porque por más que estudié por diez años la carrera de economista, me parece que uno aprende mucho más cuando empieza a ejercer o a trabajar diariamente con lo que es el mundo económico, ya sea del lado financiero, macro o micro. Yo a la mañana me levanto y voy a hacer ejercicio, a jugar al fútbol, y uso mis tiempos libres para leer y estudiar de economía, sobre todo de los mercados financieros, que es lo que más me gusta. Hago alguna cosa de asesoramiento solamente con amigos, que a mí me sirve y a ellos también, así voy aprendiendo. Pero me siento jugador de fútbol porque tengo 31 años y todavía me queda un tiempo. La nuestra es una carrera relativamente corta, como para aprovecharla al máximo y meterme de lleno en la economía después del retiro.

¿Por qué esa atracción por los mercados financieros?

Dentro de la carrera lo que más me gustaba era la macroeconomía, analizar cómo funcionan las variables de un país, qué determina ciertos aspectos que son necesarios y fundamentales en la vida de las personas, y pensé que me iba a dedicar más a esa área. Lo sigo estudiando, pero también me llamó la atención el mundo financiero de las bolsas, con gente operando de madrugada, movimientos continuos las 24 horas. Si bien lo veía como algo muy alejado, me generaba intriga y empecé a leer cada vez más. Vi que son mercados muy dinámicos y que requieren de atención todo el día, y no sé si estoy dispuesto a que después mi vida esté atada a eso, pero hoy en día es lo que más me interesa. Miro información sobre eso, o sobre países pero relacionada con cómo afecta lo financiero en la liquidez de las empresas, o el consumo, porque siempre el mercado financiero está atado a la parte macroeconómica, y ahí encontré un lugar donde puedo dirigir esos dos intereses.

Las características que mencionás de los mercados financieros ¿no tienen cierta similitud con lo que siente un deportista cuando compite?

Sí, el futbolista o deportista de alta competencia está expuesto continuamente a la crítica, tiene esa presión de que hay muchísimas personas mirando su rendimiento. Eso fue algo con lo que tuve que convivir y para ningún deportista es fácil, porque ves cómo van las cosas cuando te pasan cosas buenas y cómo cuando no tenés buenos rendimientos todo cambia. Esa presión que se genera en el fútbol sí puede ser compartida con lo que puede llegar a vivir un analista de inversiones o un asesor financiero, que necesitan dar información concreta las 24 horas porque hay muchas personas que están depositando en él su confianza. Por ahí sí hay una similitud, porque nunca se sabe si uno está preparado para soportarlo, aunque la experiencia te va dando herramientas para convivir con eso.

Mencionás la presión que siente un futbolista por la cobertura mediática y la amplificación que tiene la disciplina a la que se dedica. En tu experiencia, ¿los jugadores son conscientes de que son un engranaje de una gran industria de entretenimiento o se mantienen abstraídos pensando sólo en lo futbolístico?

Me parece que últimamente el futbolista está tomando conciencia de lo que representa en este mundo. Igualmente, tomar conciencia no quiere decir poder cambiar esa realidad. En Uruguay al menos, en los últimos tiempos se han hecho algunos esfuerzos como para cambiar ciertos aspectos. Pero nosotros somos una materia prima y somos parte de un proceso de producción, del deporte principal del mundo, y me parece que uno puede cambiar algo, pero se necesitan pesos pesados arriba como para lograr otras cosas. Porque también el mundo funciona así, hay un montón de intereses de por medio, y dentro de ese gran negocio los futbolistas se ven beneficiados en algunos aspectos y en otros se ven perjudicados. Yo converso con gente que trabajó de futbolista hace años y hay jugadores que han formado parte de selecciones uruguayas a los que hoy día les cuesta poder mantenerse, porque no tuvieron recursos para poder ahorrar y lograr una vida digna. El fútbol cambió, las retribuciones han ido mejorando, para para los que arman el negocio y para los protagonistas que somos nosotros. El día de mañana, cuando me retire, me gustaría colaborar para que algunas cosas puedan cambiar, o aportar conocimientos para que el fútbol uruguayo y la gestión de los clubes sean más eficientes.

“El buen momento deportivo fue aprovechado por la selección para generar efectos positivos sobre los jóvenes que están tratando de llegar a primera división y ven un cierto perfil de futbolista, ejemplo dentro de la cancha y fuera”.

El cambio de perfil que hablas del futbolista ¿lo relacionás con el proceso en la selección de Óscar Tabárez, que apuntó a una formación más integral?

Los cambios que se pueden generar muchas veces tienen más fuerza cuando los resultados deportivos acompañan, y la selección aprovechó eso. Si bien Uruguay en términos futbolísticos en la historia siempre ha estado en lo más alto, cuando la infraestructura empezó a pesar mucho, al igual que la tecnología, Uruguay quedó atrasado en la formación y eso empezó a perjudicar el desarrollo, aunque se siguió exportando jugadores a las principales ligas del mundo. Entonces, creo que ese buen momento deportivo fue aprovechado por la selección, porque haber estado en la pelea o ser competitivo te hace tener más fuerza como plantel, sobre todo por la identidad que generó en la sociedad la selección. Eso, junto a un entrenador ajustado a una línea de enseñanza, genera efectos positivos sobre los jóvenes que están tratando de llegar a la primera división y ven en la selección uruguaya un cierto perfil de futbolista. Influye sobre todo en la formación de aquí en adelante, porque los jugadores más jóvenes cuando llegan a primera tienen un modelo a seguir que es ejemplo dentro de la cancha y fuera también.

Hablaste de que querías a futuro ayudar a los futbolistas en aspectos económicos. ¿Qué tanto los perjudica la falta de conocimiento de esos temas a la hora de negociar un contrato?

Hay varios componentes ahí. Primero que educación financiera no sólo falta en el mundo del fútbol, sino a nivel de la sociedad, y me gustaría que eso el día de mañana pueda cambiar y haya programas o cursos de educación financiera desde las escuelas, porque es un elemento esencial para cualquier ser humano. En el fútbol hay en algún momento abuso de posición dominante, ya sea desde los clubes o los representantes, sobre jugadores que no tienen ningún tipo de formación. Pero sigue estando de la mano de algunas condiciones que un jugador puede exigir con su rendimiento; después cuanto más conocimiento tengas, más alerta podés estar sobre un eventual perjuicio en un contrato o preguntar sobre determinadas condiciones. Por eso la idea de en un futuro estar cerca de los jóvenes y tratar de incentivar para que terminen con la educación media superior, que es donde el país tiene el principal problema, porque así si no llega a primera división tendrá herramientas para insertarse en el mercado laboral en otro sector, y si llega al fútbol profesional tendrá conocimientos que lo ayuden en su cuidado personal o en la negociación de un contrato.

“Los recursos son tan escasos que hay que cambiar el modelo del fútbol uruguayo. Ese es el camino, pero cuando uno quiere plantear cambios en todo el sistema general empieza a chocar con las antiguas estructuras, que son rígidas en el tiempo y muy difíciles de modificar”.

Estás en un club que tiene una gestión modelo para el fútbol uruguayo, pero mirando más en general: ¿te pasa de ver cosas de la gestión que como economista no podés creer?

A medida que vas avanzando y viviendo cada vez más años en el fútbol uruguayo te das cuenta de cómo funciona el sistema y dónde hay cosas que son increíbles que sigan funcionando o que hay que cambiar sí o sí. No hay que ser economista para darse cuenta, tengo compañeros muy inteligentes que no terminaron ninguna carrera y a medida que pasan los años se dan cuenta de las cosas que se deben cambiar. En algún punto, mi carrera me puede aportar desde lo financiero, de la sustentabilidad de un club del fútbol uruguayo, pero en realidad los recursos son tan escasos acá que hay que cambiar el modelo, y Wanderers está en ese proceso. Hoy en día, el cuerpo directivo del club está manejado por gente exitosa en la vida empresarial, la mayoría profesionales que vuelcan sus conocimientos para dirigir el club, y así ha mejorado mucho Wanderers en los últimos años. Por ahí tiene que ser el camino, pero después cuando uno quiere plantear cambios en todo el sistema general empieza a chocar con las antiguas estructuras, con cosas que son rígidas en el tiempo y muy difíciles de modificar. Ves que es necesario que haya una voluntad de todos los actores en general, y quizás las nuevas generaciones, que vienen más formadas, puedan aportar ese cambio el día de mañana.

“Cuando llegué a España, con 22 años, me di cuenta de que más de la mitad del grupo estaba haciendo una carrera o estudiaba algún curso en las tardes. Vi que no estaba mal rumbeado, que en las ligas más grandes del mundo hay jugadores que se están formando”.

Jugaste en Argentina, México y España, ligas de más relevancia que la uruguaya. ¿Cuáles fueron las principales diferencias que notaste?

Por ejemplo cuando llegué a España, que tenía 22 años, conversando con mis compañeros me di cuenta de que más de la mitad del grupo estaba haciendo una carrera o estudiaba algún curso en las tardes. Yo estaba en Huelva, pero la mayoría de los jugadores no eran de ahí, venían de otras regiones, o sea que estaban en la misma situación que yo, lejos de sus familias y amigos, y usaban las tardes para formarse. Ahí me di cuenta de que no estaba tan mal rumbeado, que en las ligas más grandes del mundo hay jugadores que se están formando y pensando en el día después y en ser mejores profesionales. Después a nivel de la gestión vi cómo se piensa en la estrategia de marketing, en generar acuerdos comerciales para la captación de socios o poder llegar a acuerdos que permitan financiar el club a largo plazo. Obviamente, incide mucho el tamaño del mercado; en Uruguay están la mayor parte de los equipos en Montevideo, es una liga muy centralizada y no da el mercado para tener muchos socios o llenar las tribunas. Eso repercute en menos ingresos por cuota social, menos por derechos de televisión. Cuando estás en países más grandes, como México o Argentina, donde la pasión por el fútbol es terrible, te das cuenta de esas cosas. En Mendoza [de donde es Godoy Cruz] mis compañeros me decían ‘no te preocupes que el estadio nunca se llena, viene poca gente’, y nunca había menos de 25.000 personas. Para mí esa cantidad todos los partidos era un montón. Entonces el club empieza a funcionar en ese contexto y tiene ciertas herramientas que en Uruguay no existen por el tamaño del mercado. Pero igual hay una parte que es intelectual y de capacidad de desarrollar nuevas propuestas o ideas. Pensar en acuerdos no sólo con empresas uruguayas sino para exportar el producto al mundo, que cada vez es más globalizado y da oportunidades como para poder hacer más sustentable el fútbol uruguayo.

Pasando a temas netamente económicos, ¿te ubicás dentro de alguna de las corrientes clásicas de pensamiento?

En la facultad uno estudia lo que le plantean y va tratando de encontrar un lugar entre los libros que va leyendo. Después vas leyendo de otro tipo de corrientes y ramas, y uno termina eligiendo donde se siente más cómodo. No me defino sobre una posición radical, pero sí soy más de la escuela austríaca de Hayek, del lado liberal, y no tanto de lo keynesiano estatal. Aunque también pienso que es necesario que exista un Estado, que haya infraestructura pública, seguridad y educación pública.

Diego Riolfo

Diego Riolfo

Foto: Federico Gutiérrez

Vivimos un momento histórico marcado por la disrupción tecnológica, que se intensificó con la pandemia. ¿Cómo visualizás desde lo económico los próximos años y cuáles creés que serán los principales cambios?

Algunos cambios ya los vimos y me parece que la principal repercusión es la velocidad con que se dieron. Había un consenso en que estos cambios se iban a dar en algún momento, en que los empleos se iban a seguir destruyendo y apareciendo otros nuevos, que todo era parte de la dinámica del mundo; sin embargo, la pandemia aceleró esos procesos de manera abrupta y el ser humano se tuvo que adaptar rápidamente para conseguir insertarse otra vez en el mercado laboral. Hay un montón de sectores que se han desarrollado en la pandemia y otros que van a caer, como en cualquier crisis en la historia. Sí me parece que esto viene para largo: en Europa pudimos ver cómo segundas olas del virus dejan a los países sin abrir sus puertas al mundo globalizado de la exportación de productos, por lo que la mayoría de los países, salvo China, estarán en recesión. De todo esto, Uruguay no será la excepción.

Dentro de esa nueva realidad, ¿qué oportunidades de desarrollo observás para Uruguay?

Me parece que el motor de la economía uruguaya desde los inicios es el sector agropecuario, y hoy estamos viviendo un contexto de alza en el precio de los commodities que puede llegar a repercutir, como pasó en aquella década que terminó en 2013, que permitió una bonanza económica. Si esa alza de commodities se consolida con una debilidad del dólar a nivel mundial y liquidez abundante con las tasas en niveles de 0%, es una oportunidad para las economías emergentes y Uruguay como país agroexportador podrá seguir fortaleciéndose con la venta de sus productos.

Ya que sos fanático de los mercados financieros, ¿qué opinás de las criptomonedas y el auge del bitcoin?

Es un mundo que la mayoría de los inversores no entienden, pero esto se mueve por expectativas. Soy seguidor del bitcoin, aunque considero que no estoy capacitado para explicarlo técnicamente, sí entiendo que es un refugio. Todavía no se sabe si es reserva de valor o una forma de protegerse contra la volatilidad del mercado, pero sin dudas me parece un refugio contra la inflación, contra la emisión de dinero abundante que hay en el mundo. El bitcoin te va a proteger el día de mañana si el dinero pierde valor, es un buen refugio como para poder protegerse de la inflación o de cualquier comportamiento de un banco central que esté determinado por las decisiones políticas. De ese lado creo que tiene un valor positivo, pero es imposible predecir sus comportamientos y la volatilidad que tiene no es apta para cualquier inversor, no la banca cualquiera. Tenés que estar preparado para meterte, saber que un día podés ganar mucho y quizás en tres días lo perdiste todo.