Su aventura comenzó en Villa del Carmen, la pequeña localidad del departamento de Durazno, donde nació. Pero no terminó ahí. Su curiosidad intelectual por comprender mejor los fenómenos sociales detrás de las inequidades, que se despertó mientras realizaba actividades de voluntariado, la llevó por todos lados: primero a la capital de su departamento, luego a la capital del país y posteriormente a Estados Unidos, con una escala singular en Uganda.
Luciana Etcheverry está terminando su doctorado en la Universidad de Oregón y en su última investigación evalúa el impacto de la licencia para cuidados del recién nacido establecida en la Ley 19.161. Si hay algo que necesitamos al comienzo de este nuevo año son historias inspiradoras; creo que esta puede ser una de ellas.2
De Villa del Carmen a Oregón, ¿qué fue lo que te motivó a emprender ese camino?
Yo soy de Villa del Carmen y estudié ahí hasta quinto de liceo. Para el último año tuve que mudarme a Durazno con una tía, porque en mi pueblo la única orientación que había era Derecho. En ese momento no tenía claro qué era lo que quería estudiar. Sabía que me gustaba la matemática y que no me gustaba Derecho, así que fue un poco por descarte que terminé yéndome a Durazno para cursar sexto año de Economía. Ese fue el primer paso. Luego, a fines de 2009, nos tomamos el ómnibus con mi mamá y fuimos a Montevideo a conocer varias universidades y aprender un poco más sobre la Licenciatura en Economía. A mí lo que me motivaba era entender cómo se generaban las inequidades que veía y qué se podía hacer para evitarlo; ¿por qué hay lugares que son más pobres que otros?, ¿qué se puede hacer a nivel de política económica y social para evitar que la gente caiga en situación de pobreza?, ¿qué provocó la crisis de 2002? Ese tipo de preguntas eran las que quería responder y por eso, una vez terminado el liceo, me fui a vivir a Montevideo, donde estuve seis años estudiando y trabajando. Había conseguido una beca en el Concurso Nacional de Becas e hice la carrera en la Universidad Católica. Durante esos años viví primero en una residencia y luego me pude mudar con unas amigas. Siempre fui muy afortunada. Mi familia me apoyó en todo y mis padres hicieron todo lo que fue posible para que yo pudiera llegar a la universidad. Ellos no tuvieron esa posibilidad, pero querían dárnosla a mi hermano y a mí. Partir de esa base es fundamental. Yo no sabía cómo era que lo iba a poder hacer ni qué era lo que me esperaba, pero el apoyo familiar y el convencimiento de que de alguna manera me iba a arreglar para hacerlo fueron sumamente importantes.
Con un poco más de distancia, ¿cómo ves todo ese recorrido que hiciste?
Cuando miro para atrás no lo puedo creer. En aquel momento apenas imaginaba lo que podía significar terminar una carrera de grado y no tenía ni la menor idea de que existía algo que fuera un posgrado o un doctorado. Por eso es raro mirar hacia atrás y pensar en todo lo que fue esa transición y en todo lo que he pasado. No fue una transición fácil para mí, principalmente al principio, cuando comencé la carrera en Montevideo. Ahí enfrenté muchas dificultades y tuve una curva de aprendizaje muy grande, que por suerte puede superar con ayuda de un montón de gente. Además, creo que eso me preparó para todo lo que vendría después. Cuando iba a empezar el doctorado me di cuenta de que no sólo me faltaban muchas cosas de idioma, sino también otro conjunto de cosas que era necesario tener de base. Sin embargo, la experiencia y todas las dificultades que había tenido en la etapa anterior me sirvieron para encarar ese otro desafío: “Yo ya pasé por esto, ya tuve un primer año difícil y si lo superé, lo puedo volver a hacer”, me dije.
¿Y esa aventura también te llevó a Uganda?
Sí. Como parte de mi programa en la Universidad de Oregón dedico parte de mi tiempo a la enseñanza y a la investigación. Tuve la suerte de ser contratada como asistente de investigación y durante ese período trabajé en dos proyectos. El primero estuvo vinculado con la aplicación de la ciencia del comportamiento al crédito digital en México y el segundo era un proyecto de inclusión financiera en Uganda. En la última etapa de este último proyecto había que realizar una encuesta de hogares y por eso me invitaron a viajar para encargarme de coordinar, supervisar y ayudar con la comunicación entre los investigadores de la universidad y el equipo local que estaba en Uganda. La encuesta implicaba un desafío muy grande desde el punto de vista logístico y de recolección de datos. Por eso era necesario que alguien estuviera ahí, así que yo fascinada [risas]. Me fui en febrero de 2019 y estuve tres semanas allá. La primera fue para realizar la capacitación de los encuestadores locales y para ultimar los detalles de la encuesta, que entre otras cosas requería traducir a varios idiomas (ellos hablan luganda, estudian inglés en la escuela y además tienen otros idiomas que son más locales) y refinar las preguntas para que fueran culturalmente apropiadas. Por ejemplo, para aproximarte al nivel socioeconómico de la familia una forma es construir un índice con los bienes que poseen. El tema es que muchas veces los bienes relevantes tienen especificidades culturales muy particulares dependiendo de cada región, no sólo en lo que refiere a los términos y a los nombres, sino también a su naturaleza. Hubo que afinar esos aspectos con la gente de cada comunidad para diseñar adecuadamente el cuestionario. Después de esa etapa viajé a todos los lugares donde se estaban desplegando esas encuestas y conocí muchas comunidades del entorno más rural.
¿De qué se trataba ese proyecto?
De vincular grupos informales de ahorro y crédito con el sistema financiero formal. Hay comunidades que están muy aisladas y que enfrentan costos de traslado hacia la ciudad muy significativos. Eso restringe por completo el acceso a los bancos. Por eso lo que hacen los vecinos es formar grupos, que por lo general están compuestos por mujeres, y comparten una caja de ahorros. Pero no es la caja de ahorros que te imaginás, es literalmente una caja fuerte con varios candados y llaves. Una vez por semana, o una vez cada 15 días, esos grupos se reúnen y cada integrante aporta sus ahorros, que pueden ser equivalentes a 100 o 200 pesos, o lo que tengan. Con eso lo que hacen es otorgar pequeños préstamos a los integrantes de ese mismo grupo, por los cuales pagan intereses. Estos grupos funcionan por ciclos, que en general son de un año. Al comienzo del año juntan los ahorros, luego otorgan préstamos y al final recolectan todo lo que se generó para devolverle a cada participante sus ahorros más los intereses generados. Son grupos que pueden funcionar durante décadas, porque en definitiva son los que pueden satisfacer esas necesidades en un contexto donde existen muy pocas opciones. Por eso es una dinámica que se utiliza mucho en Uganda, pero también en otros países de África subsahariana.
¿Y son mayoritariamente mujeres?
Sí, eso es algo que me llamó muchísimo la atención. Hablé con gente local y con gente que tiene experiencia trabajando en temas de género y desarrollo en el área y me explicaron que son las mujeres las que realizan gran parte del trabajo. En particular, realizan mucho trabajo en el campo, como puede ser en plantaciones de caña de azúcar o plátanos, que físicamente es extremadamente demandante. También la recolección de agua está a cargo de mujeres y niñas, y muchas veces requiere recorrer grandes distancias cargando botellas y bidones. A veces cuentan con bicicletas para facilitar la tarea, pero no siempre. El trabajo que realizan las mujeres en esas comunidades de Uganda me generó un enorme respeto, dado que incluye desde las tareas vinculadas con la administración de esos grupos de ahorro y crédito hasta el trabajo físico de cortar caña o recolectar agua. Porque obviamente, además de eso, son ellas las que se cargan con todas las tareas del hogar y de los cuidados. Son sociedades muy machistas y sólo de observarlas ya es evidente la magnitud de las disparidades de género.
¿Cómo se elige a los miembros de esos grupos?
Al principio de cada ciclo ellos mismos lo definen. A veces pasa que un mismo pueblo tiene varios de estos grupos. Los que yo vi, y los que tenemos dentro del estudio, son grupos de entre 15 y 20 personas, que se conocen y muchas veces están durante años dentro de ese mismo grupo. Las mismas personas, dentro de un mismo grupo, pueden cumplir distintas funciones: prestan fondos, piden prestado o ambas. Por ejemplo, alguien puede comenzar el año haciendo un aporte de sus ahorros, pero luego puede tener un inconveniente por el clima o porque se enfermó y lo que hace es sacar un préstamo para hacer frente a esos shocks.
¿Y dónde queda la caja fuerte esa?
Con cada ciclo se designa un presidente, un secretario y un administrativo, que serán los encargados del grupo durante ese año. Por lo general, esa caja se cierra con tres candados distintos y se le da una llave a cada uno de esos tres representantes. De esta manera, el único momento en que la caja fuerte se puede abrir es cuando estas tres personas, elegidas por el grupo, están presentes. En Uruguay tenemos la suerte de contar con el Banco de la República [BROU], que hizo el esfuerzo por estar presente en cada pueblo. Incluso en el mío, que es de 2.500 personas, tenemos una sucursal del BROU. Capaz que muchas no somos tan conscientes de lo que significa el acceso a crédito o poder tener una cuenta en que ahorrar de forma segura fuera del hogar. De alguna manera, por más que pueda sonar extraño, ese país tan alejado y tan distinto del nuestro, donde los pocos vecinos que conviven logran construir esas dinámicas de relacionamiento tan particulares, termina siendo similar al lugar donde yo crecí. Entonces, si bien en muchísimas cosas es muy diferente, en otras no lo es tanto; por más que sean dos lugares tan remotos, de cierta manera hay un paralelismo que puedo trazar con el lugar en el que nací.
¿Son los propios grupos los que definen las tasas de interés, por ejemplo?
Sí. La operativa dentro de cada grupo es definida por sus miembros, si bien ha habido esfuerzos por parte del gobierno y de algunas organizaciones sin fines de lucro para oficializar estas operaciones mediante registros y cierto grado de formalidad. Entonces, al principio de cada ciclo, los integrantes de cada grupo son los que definen cuáles van a ser los montos para los préstamos y cuáles van a ser las tasas de interés que se van a cobrar.
Al ser una comunidad de vecinos, ¿cómo resuelven las situaciones complejas que se pueden generar ante dificultades de repago o cosas como esas?
Para los préstamos hay un componente importante de coerción social. Si alguien no paga, puede quedar fuera del grupo en próximos ciclos, pero también están todas las consecuencias sociales que son inherentes a formar parte de una comunidad compuesta por tus vecinos y vecinas. Eso genera un compromiso grande que permite que este sistema pueda funcionar y sobrevivir durante décadas. Obviamente, deben existir muchas historias de dificultades en torno a los problemas que pueden generarse, pero el hecho de que sea una tradición comunitaria tan arraigada en un contexto donde hay tan pocas opciones para ahorrar y financiarse pesa.
Volviendo al proyecto, ¿cuál era el objetivo?
Como te decía, ellos ya tienen consolidados estos sistemas en las comunidades, porque vienen de mucho tiempo atrás y son parte arraigada de la cultura. Pero la capacidad de crédito que tienen estos grupos está limitada por su capacidad de ahorro. Si los miembros no pueden ahorrar, no hay margen para otorgar préstamos. Entonces, la idea del proyecto era conectar estos grupos informales con un banco para que este pudiera proporcionarles más fondos. Había un banco local que estaba interesado en desarrollar un producto de crédito para poder prestarles a los grupos y que fueras estos los responsables de su administración. Son préstamos mucho mayores que los que en general manejan estas comunidades, van desde los 600 dólares hasta los 1.200 dólares, y son de corto plazo, generalmente tres meses. De esta manera, el proyecto involucraba cuatro inyecciones de fondos para que estos grupos administraran durante cada ciclo. Además de ese banco, participaron también dos ONG, que fueron las que se encargaron de capacitar y educar a los miembros de los grupos en muchas dimensiones que hacen al asunto. Entonces, el objetivo del proyecto era evaluar el efecto que generaba este producto financiero en el crédito interno y en el bienestar de las familias: ¿cuánto se incrementa el crédito?, ¿qué impacto tiene eso en cada hogar? Es un proyecto que terminó siendo bastante amplio y que derivó en un paper del cual mis profesores me invitaron a ser coautora.3
¿Y qué encontraron?
Que realmente existía una demanda para estos préstamos, que los créditos internos aumentaron y que se constata, desde el punto de vista del bienestar de las familias, una reducción de la inseguridad alimenticia. Las familias aprovecharon estos fondos adicionales de corto plazo para poner comida en la mesa y mitigar el impacto de los distintos shocks que a menudo reciben al enfermarse o perder el trabajo. También medimos qué sucedía con los bienes que poseían y con las inversiones en negocios propios. En general, mucha de la producción es para autoconsumo, pero cuando tienen algún excedente lo vuelcan hacia los mercados de la zona. Ese tipo de negocios, que son bastante informales, pequeños y familiares, fueron los que medimos para ver si experimentaban cambios. En el caso de estas dos últimas dimensiones (los bienes y los negocios) no encontramos efectos significativos; fue en la parte alimenticia donde se dio el cambio importante. Ahora estamos en otra etapa y lo que queremos analizar es cómo cambian los resultados en función de las distintas características que tiene cada grupo. No todos los grupos son iguales. Hay grupos que están más establecidos y que tienen mejores relaciones entre sus miembros. Esos son los que se benefician más de este tipo de intervenciones. Sin embargo, en otros grupos, la cohesión entre los integrantes es menor, sea porque no han estado juntos durante muchos ciclos o por otras razones que pueden ser muy variadas. En esos casos, los problemas de coordinación y acuerdos derivan en resultados menos satisfactorios. A la luz de lo anterior, lo que queremos saber exactamente es cuáles son los grupos que se benefician para poder afinar el target de las intervenciones y generar el mayor beneficio posible; ¿qué características hacen que funcionen o que no? Ese es el siguiente paso. Hay que tener presente que la dinámica entre grupos (además de la dinámica interna a cada uno) puede ser variada: hay personas que pertenecen a más de uno, hay personas que se cambian de uno a otro en diferentes ciclos, y hay otras que terminan abandonando estos esquemas.
¿Y qué impresión te dejó el país?
No tuve la oportunidad de recorrer mucho, pero me pareció súper interesante. Estuve en Kampala, que es la capital, y también visité varios pueblos del contexto más rural. Kampala es enorme y tiene muchísimo tránsito. Una cosa que me pareció curiosa y que me generó mucha adrenalina fueron las motos taxis, que son la mejor forma de moverse dentro de la ciudad. En las comunidades rurales la realidad es otra y ves de todo. Hay muchos problemas de infraestructura y no todos tienen luz o agua, por ejemplo. En ese sentido, lo que vi fue mucha inequidad. A veces cuando pensamos en países africanos nos vienen las imágenes de esas películas donde se ve una pobreza que es generalizada. Y sí, vi regiones con muchísima pobreza, pero también vi otras regiones que no eran así, que tenían tremendos edificios, tremendos hoteles y tremenda infraestructura. Es una región que atrae muchísimo turismo, principalmente por los safaris y por el lago Victoria, que es donde nace el río Nilo y donde se encuentra una biodiversidad increíble. Es una región hermosa, con una belleza natural que impresiona. Por ejemplo, la selva que está en la frontera con el Congo es uno de los pocos lugares donde viven los orangutanes gigantes, esos de lomo plateado. Entonces, más que esa pobreza absoluta y generalizada como imaginaba, lo que vi fue mucha desigualdad y contrastes terribles. Otra cosa que me resultó muy curiosa de mi estadía allá fue que cuando les hablaba de Oregón no tenían ni idea, pero cuando les hablaba de Uruguay la tenían clarísima. Todavía se acuerdan del partido de Ghana, porque de alguna manera eso fue como muy emblemático para todo el continente.
Una experiencia increíble.
Sí, la verdad que fue una experiencia súper enriquecedora, profesionalmente y también de vida. Yo estaba sola, y si bien todo el equipo local me trató de forma excelente, hay cosas de las cuales una tiene que estar pendiente cuando está viajando, más en lugares que son muy distintos a los que una está acostumbrada desde el punto de vista cultural, idiomático y demás. A mí me encanta viajar, aprender y estar en contacto con culturas que sean diferentes, así que fue una experiencia fascinante que me permitió conciliar la parte académica con esas otras pasiones. Por eso me encantaría seguir participando en estudios de economía del desarrollo y seguir conociendo lugares como ese.
Tu última investigación es sobre una política uruguaya.1
Sí. Una de las cosas que siempre quise desde que me fui a estudiar a Estados Unidos era seguir involucrada con Uruguay, de una manera o de otra. Por eso, lo que hice fue realizar una investigación basada en una política pública uruguaya. Específicamente, estudié cuál es el efecto del subsidio para el cuidado de recién nacidos de medio tiempo en el sector privado (Ley 19.161). Esta política, implementada en el año 2014, les permite a los padres trabajar medio tiempo, pero manteniendo su salario completo. La política está disponible para la madre, para el padre o para ambos alternándose, y cubre un período de aproximadamente cuatro meses. Concretamente, el subsidio se extiende desde el momento en que culmina la licencia por maternidad hasta que el niño tiene seis meses. Pese a que está disponible para ambos, 98% de los beneficiarios de la política son mujeres. Lo que yo evalúo es si esta política es eficiente para evitar que las madres se desvinculen del mercado laboral. Sabemos que el nacimiento de los hijos es un momento fundamental en la trayectoria laboral de las mujeres y que muchas no se reinsertan tras tener a su primer hijo. Lo que busca esta política es justamente evitar eso y aumentar la participación femenina en la fuerza laboral. Para eso utilizo las encuestas de hogares del Instituto Nacional de Estadística en el período que se extiende entre 2009-2019 y evalúo el impacto en el corto plazo (hasta un año) y en el mediano (entre uno y tres años).
¿Qué encontraste?
Que las madres que tienen acceso a esta política, que son empleadas formales, aumentan su probabilidad de continuar empleadas luego de tener a un niño o a una niña. Ese aumento es de 17% hasta un año después del parto y se da sobre un nivel de base que era 26% antes de la implementación de la política. Con la introducción de la política, el aumento que se genera en la participación laboral de las mujeres es bastante importante, lo que supone una mejora desde la perspectiva de la equidad de género y del bienestar de la familia. En relación con los plazos que considero, los efectos más importantes se concentran en el corto plazo. Esto demuestra que las políticas que facilitan la transición de la licencia por maternidad pueden aumentar la participación femenina y reducir la penalidad por hijos a corto y mediano plazo.
¿Estás pensando profundizar sobre la línea de esta investigación?
Sí. Ahora me gustaría acceder a los datos administrativos del Banco de Previsión Social [BPS], que son datos longitudinales en los que puedo observar a la misma persona en varios períodos, para estimar efectos en un plazo más largo y para poder discernir entre lo que sería el efecto de la demanda laboral y el de la oferta laboral. Con el análisis que tengo hasta ahora, que se basa en los datos de las encuestas, lo que observo es el efecto total en el mercado laboral. Pero una fuente de preocupación que me surge es que las empresas puedan estar adaptándose ante el surgimiento de estas políticas. En ese sentido, la literatura apunta a que existe mucha discriminación contra aquellas mujeres que están en edad de tener hijos. Entonces, considerando eso, puede suceder que, desde el lado de la oferta laboral, las mujeres quieran tener más trabajo ante la existencia de políticas de este tipo, que lo que hacen es proveer flexibilidad, pero que las empresas estén menos dispuestas a contratarlas. Yo quisiera entonces discernir entre el efecto demanda laboral de las empresas y el efecto oferta laboral de las trabajadoras.
Pero el costo de la política no recae sobre las empresas
No, se financia con los aportes a la seguridad social. La empresa paga el equivalente a cuatro horas y el BPS paga las otras cuatro. En otros países, los estudios muestran que cuando es la empresa la responsable de asumir el costo de estas políticas de forma directa, lo que hacen es trasladar los costos a las mujeres vía una disminución de sus salarios o directamente dejan de contratar a mujeres que estén en esos tramos de edad. Lo que provoca la política bajo este tipo de configuración es un aumento de la discriminación, así que termina siendo contraproducente. Pero eso no es lo que encuentro en el caso de Uruguay: cuando analizo la totalidad de las empresas en la totalidad de los sectores, lo que encuentro es que hay un incremento en el empleo de mamás con niños menores a un año. Este es un efecto promedio, por eso hacia adelante lo que me gustaría entender es cómo se da la dinámica entre los dos lados del mercado laboral, el de la oferta y el de la demanda: ¿hay más madres a las que les gustaría estar empleadas y existe un problema de menor demanda por discriminación?, ¿cómo opera la interacción entre oferta y demanda en presencia de estas políticas?
¿Y cuando planteaste en la Universidad de Oregón que querías estudiar una política uruguaya cuál fue la devolución?
Este proyecto es mío. Desde el primer momento en que le planteé a mi tutor que tenía esto como posible tema de investigación él me apoyó. Le pareció súper interesante y valioso. Sin embargo, también me he encontrado con otras personas que me dicen “Ok, pero estamos acá en Estados Unidos, ¿por qué me tiene que importar una política que se implementó en un país tan chiquito y diferente?”. Entonces, si bien tuve el apoyo de mi tutor, que es el que me ayuda y me aconseja, sí me ha tocado defenderlo desde esa perspectiva con otras personas. Por suerte, él se dio cuenta desde el primer momento de cuál era la relevancia de estudiar las implicancias de esta política y me dio para adelante; son políticas que están en el interés de muchos gobiernos y de muchos estados acá en Estados Unidos, además. Creo que esa política uruguaya es realmente una verdadera joya que tenemos en términos de políticas sociales y de familia. Básicamente, quiero gritarles a otros países que esta política existe y que genera estos resultados concretos sobre la participación femenina, la equidad de género y el bienestar familiar. Me dan ganas de sacudir a los hacedores de política acá en Estados Unidos y contarles de todos estos beneficios que encuentro en mi investigación, porque no se limitan únicamente a lo laboral, sino que impactan también en términos de la salud de la madre y del niño.
Más que en Estados Unidos, creo que vas a tener que venir acá a gritar y a sacudir gente para convencerla del retorno de estas políticas.
Sí, por eso es importante desarrollar estos estudios y conocer bien cuál es el impacto que generan estas políticas y cuáles son las características específicas que funcionan y cuáles no. Esta política en concreto no es tan común en otras partes del mundo. Yo no he visto la implementación de este subsidio de medio tiempo en otros países y creo que todavía nos queda mucho por aprender sobre estos temas.
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Un poco más de información en ladiaria.com.uy/economia/articulo/2020/9/economistas-por-el-mundo-luciana-etcheverry. ↩
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Burlando A, Etcheverry L y Goldberg J (2020). “Banking the Group: Impact of Credit and Linkages among Ugandan Savings Groups”. ↩
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“Work half-time, receive full-time pay: Effect of novel family policy on female labor market outcomes”. ↩