La investigadora de la Universidad de la República analizó para su tesis de posgrado cómo el nivel de competitividad de las ligas sudamericanas de fútbol influye en los resultados de la Copa Libertadores. Este y otros ejemplos son una muestra de las potencialidades de juntar deporte y economía, una conjunción poco desarrollada y que tiene sus primeros pasos de la mano de Cantera. También sirve para analizar si los goles de Lionel Messi podrían llegar a ser considerados un bien público, si pueden probarse teoremas de la teoría de juegos con datos deportivos o cuáles son los impactos potenciales de organizar el Mundial 2030.
La última semana fue tema de charla la suba de los precios de las entradas de la Eliminatoria mundialista ante la presencia de la selección liderada por el astro argentino Lionel Messi –que finalmente jugó unos pocos minutos–. También fueron noticia, hablando de números y fútbol, las próximas finales de las copas Libertadores y Sudamericana que se disputarán en Montevideo, con estimaciones sobre los impactos para la economía de los miles de turistas que llegarán. El deporte más popular y la economía se cruzan en estos y otros temas de charlas, más en un país con cultura futbolera como Uruguay. Sin embargo, no se trata de un área de investigación desarrollada y recién surgen los primeros trabajos a nivel local.
Luciana Cantera, economista y docente investigadora del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Udelar), siempre tuvo claro que el deporte y su disciplina de estudio tenían potencial de confluir académicamente y con ese objetivo fue que avanzó. Tras recibirse también de licenciada en Educación Física, cursó un máster en Dirección y Gestión del Deporte en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y para su tesis de maestría en la Udelar eligió insistir con la intersección entre deporte y economía. Sobre el trabajo y los resultados obtenidos al analizar la competitividad de las ligas sudamericanas y su relación con la Copa Libertadores, así como de las potencialidades aún no explotadas de confluir los números, la teoría y la pelota, conversó con la diaria.
¿Cómo es que llegás a conjugar académicamente la economía y el deporte?
Es un recorrido que fue fluyendo a lo largo de los años. Empecé a estudiar economía con una idea más de la economía tradicional, no asociada al deporte, pero sí mi historia personal tenía mucha práctica de deporte y de espectadora. Mientras terminaba la carrera de economía empecé a estudiar educación física y siempre estaban las preguntas “¿qué vas a hacer?” o “¿qué tiene que ver la economía con el deporte?”. Luego me fui de viaje de ciencias económicas y a la vuelta avancé con el ISEF [Instituto Superior de Educación Física]. Fue ahí que encontré un mundo nuevo en el que podía, potencialmente, conjugar la economía y la investigación incorporando estas dos facetas. Empecé a buscar e indagar y encontré algunos posgrados con planes de estudio en los que podía conciliar las dos cosas. Posteriormente surgió la idea de ingresar a hacer investigación en la Facultad de Ciencias Sociales y fue ahí que entendí que era el momento de juntar ambos mundos: comencé con trabajos en estas áreas, algo que no estaba desarrollado ni era una línea de investigación. Cada vez que podía, llevaba el trabajo para el lado de la economía del deporte, y creo que el primer gran paso fue haber logrado recoger esta problemática en una tesis de maestría.
Al ser un área de investigación nueva, ¿qué tan fácil es tener insumos para trabajar?
Faltan muchos insumos para poder desarrollar un abordaje económico profundo. Ese es uno de los grandes inconvenientes que me encontré cuando empecé a pensar sobre las temáticas que podría desarrollar en la maestría. Algunos temas fueron cayéndose porque no tenía la posibilidad de acceder a la información que necesitaba para llegar a buen puerto.
Eso es algo paradójico, porque en el deporte de alta competencia hay un gran desarrollo del tema de las estadísticas y la conexión con la economía, pero para el abordaje al revés hay falencias...
Sí, es que hay dos mundos respecto de los datos. Una parte, los datos deportivos, de la competencia, los partidos, los resultados, cuántas tarjetas hubo o los tiros al arco; a toda esa información es fácil acceder. Después hay toda otra rama más vinculada a los hábitos deportivos de la sociedad y la oferta de actividad física, o también a los salarios de los jugadores y aspectos de esa naturaleza, que son más difíciles de encontrar y conciliar. En el Instituto Nacional de Estadística hace unos años incorporaron una materia que se da en formato taller, que es sobre estadística en el deporte y busca recabar algo de esta información para hacer análisis deportivos con eso.
¿Más allá de eso no hay un vínculo entre la academia y el mundo del deporte?
No tengo conocimiento de que esté sucediendo. Falta un vínculo entre la academia y los clubes deportivos, o la Secretaría Nacional del Deporte o la Asociación Uruguaya de Fútbol. Creo que todavía hay mucho por construir en ese sentido.
¿En tu experiencia de estudio en España viste más desarrollo de esos vínculos?
Sí, fue de las cosas que más me llamaron la atención. El máster era en línea y funcionaba mucho con trabajos prácticos; había gente de muchas partes del mundo, entonces se intentaba que se hicieran los trabajos aplicados al país donde estaba cada uno. Había información y análisis que nos pedían y que en teoría tenía que hacerlos con datos de Uruguay, y eso costó. Por ejemplo, una de mis grandes frustraciones fue que tenía que saber cuántos hombres y mujeres federados había en natación, un dato bastante básico, pero fue imposible. La federación tenía planillas, pero en un formato que no se podía sistematizar. Haciendo otros trabajos me encontré, por ejemplo, con que en España el Ministerio de Cultura y Deporte tiene una sistematización de toda la información. También hace anualmente una encuesta de hábitos deportivos y de asistencia a espectáculos deportivos. Todo eso permite un análisis mucho más rico del sector, de lo que es en términos económicos como sector de la economía de un país. En Uruguay sobre eso entiendo que hay mucho camino por recorrer.
¿En otras partes del mundo se mide cuánto pesa dentro de la economía el deporte?
Sí, hay estudios con metodologías que van en esa línea, con cuentas nacionales [el PIB de cada país] que intentan medir cuál es el peso del sector en la economía. Acá en Sudamérica conozco que hay algo hecho para Colombia, por decirte un caso. Para eso se necesita mucha información; en algún momento tuve la idea de hacer eso para Uruguay, pero me puse en contacto con el Banco Central y me dijeron que era muy difícil de conseguir.
¿Cuáles son los principales desafíos que visualizás para avanzar en la economía del deporte en Uruguay?
Un desafío es conjugar los esfuerzos aislados de todos aquellos que estamos interesados en la temática o que estamos trabajando en esto para contribuir unos con otros. También establecer mayor y mejores vínculos desde la academia con instituciones públicas y privadas para poder visualizar la potencialidad que tiene esto para todas las partes. Es necesaria la sistematización de la información y mejorar la producción y recolección de datos para poder trabajar a partir de eso. Otro punto relevante es la formación en estas áreas, así como ampliar la oferta educativa en lo que refiere a la gestión deportiva y la economía del deporte en general, lo que favorecería la visibilidad de la temática y promovería una mayor profesionalización.
¿Qué potencialidades particulares le ves al abordaje de los temas económicos a través del deporte?
Los datos deportivos tienen la ventaja, en relación con otras fuentes generadoras de información, de que permiten realizar análisis empíricos de teorías o de hipótesis económicas, lo que capaz que en otros contextos sería más difícil. Primero, por la posibilidad que dan los datos disponibles, que son abundantes y de fácil acceso en buena medida, como los que decía antes de competencias, resultados o cualquier acción de un partido; cuántos tiros acertaron al arco o erraron, desde qué zona se pateó, etcétera. Son cuestiones claras, medibles, transparentes, objetivas, y eso hace que tengan una gran potencialidad. También hay otra característica particular que tiene relación con la competencia deportiva, que tiene reglas y una regulación clara, lo que favorece los estudios con datos deportivos. Y además, en general, las ligas son bastante homogéneas, si bien tienen sus particularidades en términos de estructura, y eso hace que la comparación entre países sea más sencilla. Después, y más desde un rol docente, lo que tiene el deporte para comprender la economía es que a la mayoría –por ejemplo, en Uruguay– nos interesa el deporte; eso sirve para entender y enseñar conceptos económicos. Al ser un campo muy desarrollado, quizás encontremos formas atractivas de captar la atención y de transmitir conocimiento. Pasó con el partido de Uruguay por las Eliminatorias, por decir algo: ¿cuál es el impacto de un precio elevado sobre la demanda? De esas hay miles. En efecto, sirve para enseñar conceptos económicos de manera más atractiva y simple. Otro tema podría ser el concepto de bienes públicos, y así con un montón de otras dimensiones.
¿Cómo es esa lógica?
Era uno de los ejemplos del máster: ¿el espectáculo de Messi como futbolista puede ser considerado una suerte de bien público? ¿Qué implicancias podría tener eso? Para entender eso hay que entender que una de las características de los bienes públicos es que no son rivales ni excluyentes; todos podemos ver los goles de Messi –con la masificación que existe hoy en día el acceso es mucho más sencillo y barato– y el hecho de que yo lo disfrute no implica que otra persona deje de verlo. Entonces, ¿el espectáculo de Messi es un bien público? ¿En qué sentido? Eso es una cuestión problemática, por muchas razones, pero no deja de ser interesante para abordar fenómenos y conceptos que uno podría suponer que son más propios de la economía.
La competitividad de las ligas y la Copa Libertadores
¿Cómo llegaste a elegir el tema de la tesis?
En la tesis de maestría tenés la posibilidad de estudiar lo que vos quieras, dentro de ciertos parámetros. Yo me decidí por ir sobre estos temas y Leandro Zipitría, que es economista, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales, y era el coordinador de la maestría y quien llevaba adelante el taller de tesis, se sumó a acompañarme para ver qué tema podía ser interesante pensando desde ese lugar. Había que ver la disponibilidad de datos, y fuimos descartando algunos temas en función de esta limitante. Él, con su experiencia en la regulación de mercados, me fue orientando y guiando hasta derivar en la decisión final.
¿Cuál fue la pregunta que te formulaste para encarar la tesis?
El objetivo era estudiar si la intensidad competitiva de un mercado puede afectar el resultado de los agentes a nivel internacional. En el caso de la tesis, tomé como agentes a los equipos de fútbol, y el resultado a nivel internacional está dado por el resultado que esos equipos obtienen en la Copa Libertadores. Para eso se mide el balance competitivo de las ligas de fútbol sudamericanas, lo que permite indagar sobre las posibles relaciones que existen entre ese balance de las ligas y los resultados internacionales.
¿Qué antecedente tenías del tema para otros países?
Hay dos antecedentes que consideran de manera similar este tema, si bien el objetivo de sus trabajos es otro, porque se centran en desarrollar modelos teóricos. Ambos casos presentan la relación entre el balance competitivo de las ligas europeas y los resultados de los equipos en la UEFA Champions League. Un estudio es de 2019, de Moreno-Ternero y Weber, y tiene como hipótesis que se requieren niveles intermedios de competitividad en las ligas nacionales para lograr el éxito internacional. Toman como punto de partida el éxito de los equipos españoles de fútbol en la UEFA Champions League durante la década 2008-2018. Otro estudio de 2018, de Bisceglia y otros, parte de la base de que a mayor competencia en la liga nacional, menor es la probabilidad de ganar en la competencia internacional.
¿Qué es el “balance competitivo” técnicamente?
El término se introduce en un artículo de Simon Rottenberg de 1956 que es considerado el pionero en la economía del deporte. Rottenberg hace un análisis del mercado de trabajo de los jugadores de béisbol profesional en Estados Unidos y plantea que se requiere una distribución equitativa del talento entre los equipos competidores para que los consumidores estén dispuestos a pagar. De esta idea surge el concepto de balance competitivo, entendiendo que una liga está balanceada desde el punto de vista competitivo si a priori todos los equipos tienen la misma probabilidad de ganar el campeonato.
¿Qué son el ratio de concentración y el índice de HHI?
Los dos indicadores que se proponen en la tesis para medir el balance competitivo son medidas utilizadas comúnmente en la literatura de la organización industrial para calcular concentraciones de mercado. Actualmente seguimos trabajando en identificar cuál es la mejor medida de balance competitivo para un caso como el nuestro, en que tenemos varios países con ligas con estructuras un poco diferentes.
El ratio de concentración cuantifica la fracción del tamaño de la industria en manos de las principales empresas; en el caso del C4, son las cuatro principales empresas, por lo que, en una liga de fútbol, se pueden considerar los cuatro mejores equipos y calcular la proporción de los puntos obtenidos por estos cuatro equipos sobre el total de puntos obtenidos por todos los equipos en esa liga. El índice de Herfindahl e Hirschman –o HHI– es la suma de los cuadrados del peso relativo de los puntos obtenidos por cada equipo en el campeonato y, a diferencia del ratio de concentración, captura las desigualdades entre todos los equipos de una liga. Cuanto más alto sea el valor de las dos medidas mencionadas, más concentrados están los puntos y, por lo tanto, el equilibrio competitivo es menor: hay una mayor desigualdad entre los equipos.
¿Cuáles son los países con mejores y peores balances competitivos?
Siguiendo las medidas propuestas anteriormente, las ligas más competitivas en el promedio de todos los años considerados –2000 a 2019– son la de Argentina y la de Brasil. Para Argentina, por ejemplo, el ratio de concentración C4 da 25,3. Esto quiere decir que 25,3% de los puntos son acumulados por los cuatro primeros equipos de la tabla de posiciones. Las ligas de Paraguay y Ecuador son, según estos indicadores, las ligas menos competitivas (ver el cuadro).
Indicadores de competitividad por país (promedio en el período 2000-2019)
País | HHI | C4 |
---|---|---|
Argentina | 4,91 | 25,3 |
Brasil | 4,93 | 26,57 |
México | 5,69 | 27,95 |
Colombia | 5,7 | 27,5 |
Chile | 6,16 | 31,56 |
Uruguay | 6,68 | 34,68 |
Perú | 7,29 | 35,88 |
Venezuela | 7,32 | 36,41 |
Bolivia | 8,79 | 42,18 |
Ecuador | 9,46 | 44,42 |
Paraguay | 9,66 | 47,25 |
Nota: los valores de los indicadores se expresan en porcentaje.
Fuente: elaboración propia con base en datos extraídos de Wikipedia correspondientes a cada campeonato de cada país por año.
¿Cuál considerás que fue el principal resultado que encontraste?
El resultado principal es que existe evidencia para señalar que la intensidad competitiva de un mercado, medida con los dos indicadores que mencionaba antes, puede afectar el resultado de los agentes a nivel internacional, tomando el fútbol a nivel sudamericano como referencia. En otras palabras, que tener estructuras de mercado con un menor nivel de concentración impacta positivamente sobre los resultados que obtienen algunas firmas que compiten representando al país a nivel internacional. Por otro lado, los resultados indicarían que dicho efecto no se mantiene si se toma el desempeño promedio de todas las firmas que compiten a nivel internacional, es decir, el resultado de todos los equipos que representan al país en la Copa Libertadores.
La viabilidad de la candidatura para 2030
Analizaste como línea de investigación la posibilidad de organizar en Uruguay el Mundial 2030. ¿Qué concluiste?
Eso lo hice para el trabajo final del posgrado, que era sobre gestión del deporte, y realicé un análisis de la viabilidad de organizar el Mundial en Uruguay. Tuve que estudiar distintos indicadores de Uruguay y la posibilidad de organizar un espectáculo deportivo de esas dimensiones en función de las características del país, ver los motivos por los que era viable o por los que no.
¿Por qué era viable?
Las ventajas que observé fueron tres. Una era poder dar a conocer el país al mundo, porque todo el planeta tendría los ojos puestos en Uruguay, y eso es bueno –si se aprovecha adecuadamente–. La otra era poder realizar una inversión en infraestructura que en otros contextos sería difícil. Por último, está el efecto positivo en el bienestar de las personas, que mejorarían su felicidad al ser partícipes de un evento de estas características. Igualmente, para Uruguay organizar algo así sería un desafío muy grande; es un país chico y tenemos la experiencia previa de Brasil [en 2014], que no fue buena. Para comparar, son dos países en desarrollo, aunque tienen valores en indicadores como desempeño económico o corrupción que los diferencian. Todavía falta y no sabemos cómo vamos a estar en ese horizonte temporal. La distancia aún genera mucha incertidumbre y dudas para poder afirmar si sería algo positivo.
Después, algo más referido a las características de la competencia deportiva del país: Uruguay tiene dos cuadros principales que llevan el mayor número de espectadores, junto con la selección, y se debería pensar si hay necesidad de construir grandes estadios, con las características que requiere un Mundial, porque después en el transcurso de la vida deportiva del país no son necesarios. El desafío con eso es pensarlo como algo similar a lo que ocurrió en Barcelona [cuando organizó los Juegos Olímpicos en 1992], verlo de forma más global y de desarrollo de toda la ciudad, de mejora de los espacios públicos. Y contrastar eso con los costos, para hacer un análisis balanceado –algo que no siempre se hace, por diversos motivos–. Entiendo que son más los contras que los pros para que Uruguay organice el Mundial, pero podríamos pensar como una posibilidad que lo organice Argentina y tener una parte localizada acá. Esto es un análisis de cuál es la viabilidad de presentar la candidatura como sede, no de que nos elijan, porque Uruguay tiene una historia asociada a 1930 y a celebrar los 100 años, pero no sé qué tanto a la FIFA le interesaría hacer un Mundial acá.