El 2020 cerró con el mayor incremento del endeudamiento desde la Segunda Guerra Mundial: la deuda mundial saltó de 227% a 256% del PIB (28 puntos porcentuales). Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el endeudamiento púbico explicó un poco más de la mitad de esa variación. Puntualmente, el coeficiente de deuda pública se disparó hasta el entorno de 100% del PIB. En la órbita privada, la deuda representó 58% del PIB en el caso de los hogares y 98% para las empresas no financieras (ambos niveles que también carecen de antecedentes).
A este respecto, el incremento del endeudamiento fue particularmente pronunciado en el caso de las economías avanzadas, donde la deuda pública pasó de 70% del PIB en 2007 a 124% del PIB en 2020. En el caso del sector privado, y considerando la misma ventana de tiempo, la deuda saltó de 164% a 178% del PIB. Como se observa en el gráfico, en este período se inscriben las últimas dos grandes crisis globales, aunque el salto de nivel fue más pronunciado durante la pandemia.
Naturalmente, este fenómeno no reviste la misma intensidad cuando se comparan los países y las regiones. En ese sentido, las economías avanzadas y China representaron más de 90% del aumento de la deuda durante el año pasado, que ascendió a 28 billones de dólares (solo China contribuyó con un 26% al aumento de la deuda mundial). Esto refleja, en contraste con el resto de las economías, un punto de partida más favorable y una capacidad de reacción mucho mayor para mitigar los efectos de la covid-19 con medidas de estímulo fiscal y monetario. Por su parte, la deuda pública en los mercados emergentes registró un máximo sin precedentes, mientras que en los países de bajo ingreso aumentó a niveles no observados desde principios de la década de 2000.
Esta situación supone una fuente de vulnerabilidad, sobre todo si se considera la aceleración del proceso de normalización monetaria y el aumento de las tasas de interés consecuente. Como advierte el FMI, “los riesgos se verán amplificados si las tasas de interés mundiales aumentan más rápido de lo previsto y si el crecimiento es vacilante. Un endurecimiento importante de las condiciones financieras agudizaría la presión sobre los gobiernos, los hogares y las empresas más endeudados”. Esto podría, de hecho, empañar las perspectivas de crecimiento en 2022 y 2023.
De esta manera, el aumento de la deuda y de la inflación representan dos riesgos latentes que limitan la capacidad para desplegar estímulos adicionales, que podrían ser necesarios para contrarrestar los efectos de la nueva variante del virus (que en algunos países derivó en nuevas restricciones con impacto en la actividad).