La pandemia trajo una innumerable cantidad de tragedias que atraviesan transversalmente la dimensión sanitaria, social y económica. Una crisis sin igual que generó una reacción sin igual por parte de gobiernos en todo el mundo. Con el fin de evitar un colapso mayor y mitigar el riesgo de daños permanentes, la reacción de la política económica fue agresiva y coordinada. En particular, en el ámbito monetario de las economías avanzadas, las tasas de interés volvieron a hundirse en niveles cercanos a cero y se inyectaron grandes cantidades de dinero para dar soporte a la demanda.
La abundancia de liquidez, en un mundo que no ofrece tantas oportunidades de inversión que balanceen adecuadamente el riesgo y el retorno, puede alimentar incentivos peligrosos. En un entorno como este, es tentador moverse más temerariamente y el límite entre lo que es prudente, arriesgado o suicida tiende a desdibujarse.
Según un viejo refrán de Wall Street, el mercado es impulsado por dos emociones: el miedo y la codicia. Si se mueven en perfecta sintonía, el sistema funciona. Si no lo hacen, empiezan los problemas. Cuando el miedo se retrae demasiado y la codicia toma las riendas, surgen las burbujas especulativas. Y no hay mejor marco para que esto suceda que el que tenemos hoy en día: un mundo de plata dulce. ¿Pero dónde están esas burbujas? De acuerdo con Bloomberg, “en todas partes”. En particular, podrían estar en las acciones de las empresas menos pensadas. En esta historia, además, el impulso no viene sólo del miedo y la codicia, también podría venir de la rabia y la diversión.
Los protagonistas: un recorrido por la cadena alimenticia
Jabalíes de la vieja economía. Hasta hace unos meses GameStop era una empresa con casi cuatro décadas de trayectoria en el rubro comercial de consolas y videojuegos que había dejado atrás sus mejores años. El desarrollo del comercio electrónico, el surgimiento de plataformas como Steam –distribuidora digital de videojuegos– y la preferencia de los jugadores por la descarga digital de contenidos transformaron completamente el entorno de negocios de este otrora gigante con sede en Texas. Obviamente, la pandemia no habría sido más que el golpe de gracia para ponerle el punto final a la crónica de esta muerte anunciada. Pero, a diferencia de lo que sucedía en los versos de Sabina, a este punto final parece que sí le siguen dos puntos suspensivos.
Lobos de Wall Street. Para un lobo de Wall Street no resulta complejo olfatear a un jabalí que cayó en desgracia. Mucho menos si se apronta a morir mientras deja una estela de sangre a su paso: siendo un asiduo jugador, no conozco a nadie que en los últimos años haya ido a una tienda a comprar un juego físico original. ¡No exagero, a nadie! La sangre salía a borbotones y no tardó en atraer depredadores. Uno de ellos fue Melvin Capital, un fondo de cobertura que apostó contra el deceso irremediable del pobre jabalí. No fue el único, pero al día de hoy es el más emblemático.
No todos los héroes usan capa. Una década atrás Ryan Cohen fundó Chewy, una tienda en línea de comida para mascotas. La vendió en 2017 y se hizo millonario. Pero la acumulación de ceros se ve que algo de incomodidad genera. En lugar de relajarse y disfrutar, arriesgó una parte de su patrimonio para lavarle la cara a una vieja empresa que no tuvo cintura como para adaptarse a los tiempos modernos. Sí, estamos hablando de GameStop, que desde enero cuenta con este personaje dentro de su directorio. La historia empieza a tomar color, porque la conjunción de la experiencia de una empresa fundada en 1984 con el empuje de un exitoso emprendedor millennial podría darle a nuestro jabalí una segunda oportunidad.
Somos ovejas, somos legión. Reddit se autodefine como “la primera plana de internet”, una red de comunidades asentada sobre un sinfín de intereses distintos. Es en este universo en que habita otro de los protagonistas de esta odisea épica que todavía no hemos terminado de desvelar –porque el suspenso es todo–. Y este protagonista tiene miles de cabezas que crecen de un tronco común: el subforo de Reddit Wall Street Bets.
Este subforo se caracteriza por especular con “meme stocks”, apostando a empresas con nombres graciosos o destinos sombríos para pasar un rato divertido entre usuarios con nombres pintorescos –GameStop no fue la única–. Por ejemplo DeepFuckingValue, uno de los primeros en hacerse millonarios con todo este lío. Sí, este es el tipo de nombres que se usan.
Un viejo lobo audaz. Las épocas de plata dulce van y vienen, pero algunos nombres siempre están. Uno de ellos es el de Michael Burry, el inversionista que anticipó el colapso del mercado inmobiliario estadounidense en 2008 y que fue inmortalizado por Christian Bale en la película La gran apuesta.
JF Kennedy dijo una vez que “los chinos usan dos pinceladas para escribir la palabra ‘crisis’. Un trazo de pincel representa peligro; el otro, oportunidad”. Si hay alguien que ha sabido habitar el breve espacio entre estas dos pinceladas ha sido él. Dos crisis, dos apuestas, dos golazos. Como su fondo de cobertura tenía más de un millón de estas acciones, los ceros de su cuenta se multiplicaron. “Si puse $GME –GameStop– en tu radar y te ha ido bien, me alegro muchísimo por ti”, dijo y me conquistó. Otro viejo lobo con cameo en esta saga es Elon Musk, que desde su cuenta de Twitter contribuyó a propagar las llamas.
Proscritos en el bosque financiero. Como a esta historia lo que no le falta es épica, el sexto protagonista tenía que llamarse Robinhood. ¿De qué estamos hablando? De una aplicación que permite a los inversores negociar acciones sin tener que pagar comisiones –un broker–. Estas comisiones, naturalmente, operan como barrera de entrada para los inversores minoristas, como las ovejas de nuestro cuento. De alguna manera, la plataforma prometía democratizar las finanzas ampliando el acceso al mercado financiero. Además, lo hacía con una aproximación sencilla que asemejaba la inversión a un juego, creando una atmósfera adictiva compatible con el espíritu del subforo de Reddit; una gamificación del mercado financiero.
El mecanismo: instinto de supervivencia
La estrategia de los lobos. Ante el inminente derrumbe del jabalí, lo que hicieron los lobos fue apostar contra su caída tomando una “posición corta”. Esto significa que “tomaron prestadas” las acciones de la empresa para venderlas y luego re comprarlas cuando el precio caiga. Dos ejemplos sencillos de lo que implica esta operación:
- Pedís prestado un libro en la biblioteca y lo vendés por Mercado Libre a 100 pesos. Luego conseguís el mismo libro en una librería, pero a 60 pesos. Finalmente, lo devolvés a la biblioteca y te quedás con 40 pesos de ganancia (The Guardian).
- Te enterás de que las condiciones climáticas en Colombia son favorables y van a suponer un exceso de oferta de café que va a tirar el precio abajo en los próximos meses –GameStop es una empresa en declive y el precio de sus acciones va a caer–, entonces comprás fiado un paquete de café y lo vendés a un tercero a 200 pesos, que es el costo vigente en el mercado en ese momento. Dentro de un mes, cuando el precio caiga a la mitad, comprás la bolsa de café en el supermercado para reponer la que pediste prestada y te quedás con 100 pesos (Hilo de Sahil Bloom).
Es innegable el atractivo de la operación, pero se asienta en el convencimiento de que la caída del jabalí es inminente. De nuevo, ¿quién compra un juego físico en una tienda física si puede comprarlo virtual en una tienda virtual? ¡Tiempos modernos! No había forma de perder, ¿o sí?
La estrategia de las ovejas. Cuando estás arriba en la cadena alimenticia podés pecar de exceso de confianza e ignorar que los riesgos no son nulos y que no sos todopoderoso. Cuando estás abajo te toca esforzarte, porque no hay margen de error. La estrategia de los lobos es atractiva, pero no es infalible. Por el contrario, el riesgo es alto y las pérdidas potenciales, demoledoras. ¿Por qué? Porque para que la estrategia funcione tengo que poder reponer el libro o la bolsa de café a un precio más bajo.
Lo mismo en el caso de las acciones. ¿Qué pasa si en lugar de bajar, suben exponencialmente? Este es el talón de Aquiles que balancea la puja entre los distintos eslabones de nuestra cadena alimenticia. Y así ocurrió, gracias a lo que se conoce como short squeeze. Básicamente, las ovejas se organizaron para revertir la “trayectoria natural” que habría recorrido el precio y lograron que se disparara. ¿Cómo? Manteniendo las analogías, comprando todos los libros y las bolsas de café; quitando las analogías, comprando todas las acciones y negándose a vender: los posteos de Wall Street Bets clamaban que nunca venderían y seguirían comprando hasta que el precio de la acción llegara a 1.000 dólares. En otras palabras, el costo de reponer las acciones terminó siendo astronómico para los fondos de cobertura que habían “vendido en corto”. Chau, Melvin Capital.
El final abierto: elija su propia aventura
La historia es tan genial como compleja. Sin embargo, simplificando, hay al menos dos narrativas que corren en paralelo en función de las especulaciones y los deseos de cada uno.
El pueblo versus Wall Street: ovejas contra lobos. Para algunos, la trama que se está desarrollando es análoga a la trama de David contra Goliat: un gigante despiadado que se viste de traje fue aleccionado por un grupo de justicieros millennials y centennials que decidió nivelar un poco el terreno de juego operando coordinadamente. Quienes abonan esta teoría podrían pensar que el desenlace conduce hacia un sistema que está menos roto que lo que estaba una semana atrás. Dentro de esta línea argumental, el reclamo por la intervención de los reguladores por parte de quienes siempre han encontrado formas de sortearlos no es más que la cereza de la torta que corona este relato de justicia poética.
Es un tema muy complejo que tomó estado público muy rápido. Los fundamentos detrás de esta visión pueden no ser tan sólidos como parecían y puede ser arriesgado afirmar que presenciamos la toma de la bastilla moderna. Creo que hay más fundamentos para afirmar que lo que hace esta historia es ofrecer un vehículo para canalizar otro tipo de demandas y reclamos legítimos que llevan tiempo acumulándose. El deseo de querer que algo suceda puede conducirnos a pensar que eso es lo que efectivamente sucede.
Para muchas personas, pero principalmente para las generaciones estadounidenses más jóvenes –protagonistas de esta historia–, la crisis financiera que estalló en 2008 fue un evento determinante que moldeó muchas aristas de su cotidianidad. Además, el rescate al sistema financiero podría no haber dado las señales adecuadas. El estadounidense promedio, y en especial el estadounidense promedio joven, sufrió un descenso en su bienestar y un derrumbe en sus expectativas mientras era testigo de un rescate masivo al sistema bancario. Probablemente la ausencia de ese rescate hubiese significado un derrumbe mayor de su estándar de vida y expectativas futuras. Cuando se rompe la cadena de pagos y el sistema se desfonda, el terremoto puede ser mucho peor. Pero no hay consuelo en ese contrafáctico racional cuando lo que tenés es bronca y angustia, cuando tus padres pierden su trabajo y te desalojan de tu hogar.
Es cierto, luego de esa crisis, y antes de que irrumpiera la pandemia, el país venía teniendo un desempeño comparativamente bueno dentro de la órbita de las economías avanzadas y había acumulado un largo ciclo de expansión en perspectiva histórica. Sin embargo, poco de eso derramó sobre las generaciones más jóvenes, cuyo día a día siguió marcado por dificultades para insertarse en el mercado laboral, precariedad laboral, salarios bajos, endeudamiento y otros tantos problemas similares. Antes de que la pandemia lo cambiara todo, los millennials se encaminaban a ser la primera generación moderna en estar peor que sus padres en términos de ingreso.
A modo de ejemplo, mientras que la generación de los baby boombers (nacidos entre 1946 y 1965) tenía 92% de probabilidad de superar a sus progenitores, para los millennials esa probabilidad es de 50%. En 2016, una encuesta del Instituto de Política de Harvard reveló que más de la mitad de los millennials rechazaba el capitalismo. Dos años después, una encuesta de Gallup confirmaba el cambio de tendencia: entre los jóvenes de 18 a 29 años, la visión positiva sobre el capitalismo pasó de 67% a 45% entre 2010 y 2018. Algo similar pasa con la generación siguiente. Obviamente, la presidencia de Donald Trump no contribuyó a apaciguar ese sentimiento de vivir bajo las reglas de un sistema roto que beneficia a una minoría, y pocas cosas pueden ser más simbólicas de ese sistema, y de la crisis de 2008, que Wall Street.
Un hecho irrelevante, pero no menos interesante para aproximarse a este fenómeno es la salida al mercado del Monopoly para Millennials. “Olvídate de los inmuebles, no puedes pagarlos de todas maneras”, reza la caja. En lugar de acumular propiedades y dinero, acumulás experiencias, como hacer una pasantía no paga en una empresa tecnológica o trabajar remotamente desde un café donde escriben mal tu nombre en un vaso reciclable. Es una nota de color, un detalle minúsculo, pero expresa de alguna manera el combustible que podría estar alimentando el interés y la épica que hay detrás de esta historia –y de esta narrativa en particular–.
En definitiva, la comprensión de los fenómenos que nos rodean está determinada por nuestras propias experiencias en relación con ellos. No hay duda de que abordar esta historia en clave David y Goliat tiene un atractivo irresistible. Es la victoria de las ovejas organizadas en defensa de un jabalí en agonía que va a caer presa de un lobo avivado; la historia que necesitamos en el momento en que la necesitamos. Pero eso podría ser un wishful thinking y nada más.
Wall Street versus Wall Street: lobos contra lobos. Si esta historia ya era buena, ¡se pone incluso mejor! En medio de toda esta locura, Robinhood, la plataforma democrática que les dio voz a los que no la tenían, restringió la compra de acciones y los volvió a dejar mudos. “Esto es inaceptable… apoyaría una audiencia si fuera necesario”, tuiteó Alexandra Ocasio Cortez, la representante demócrata que forma parte del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes. “Completamente de acuerdo”, le puso el republicano Ted Cruz, a lo que ella contestó, en referencia al asalto del Congreso: “Casi me matas hace tres semanas, así que puedes sentarte”. ¡Qué arranque de año, por favor!
Al margen de esta otra mininovela paralela, el problema es que Melvin Capital, el lobo que absorbió la mayor parte de las pérdidas ante la arremetida de los usuarios de Reddit, pertenece a Citadel. ¿Pero quién es Citadel? El protagonista oculto que se desvela al final para el giro inesperado; nuestro Keyser Söze, de Los sospechosos de siempre. ¿Por qué? Porque le genera 40% de los ingresos a Robinhood, la plataforma democratizadora que le permitió a este ejército de ovejas cazar al lobo. Simplificando, le paga para negociar con los pedidos de sus clientes. Como resultado, el Congreso pidió al Departamento de Justicia que se inicie una investigación contra Citadel y Robinhood por prácticas anticompetitivas y conflicto de intereses.
Esto contrasta con la narrativa anterior. No son ovejas contra lobos, son lobos contra lobos con ovejas en el medio. Alguien encontró una manera de hacerse rico de la noche a la mañana sin mayores consideraciones de justicia o venganza. ¿Los usuarios de Reddit iniciaron la chispa? Parece ser que sí. ¿En el camino se llevaron por delante a un par de instituciones? Sí, pero tampoco esas instituciones son “Wall Street”. Además, ¿cuántos en “Wall Street” han mordido su parte en este frenesí financiero? Comisiones, tarifas, reingenierías financieras, coberturas, etcétera. Parece mucho Goliat y poco David; mucho lobo y poca oveja. Lamentablemente, la épica revolucionaria se diluye.
A esto apuntaba Matt Levine en una extensa columna publicada el viernes en Bloomberg, titulada “GameStop Stock Game Got Stomped”. Puede ser que gran parte de la explosión del precio no haya sido provocada por la cruzada de inversores minoristas –ovejas–, sino por profesionales y fondos de cobertura –lobos–. Para respaldar esta hipótesis, se apoya en los datos de las transacciones que se hicieron durante la semana.
Bajo la otra narrativa, uno esperaría que los inversores minoristas hayan comprado más acciones de las que vendieron y hayan tenido un rol determinante en los volúmenes transados. Sin embargo, eso sólo ocurrió el lunes. El resto de la semana fue al revés y terminó dejando un balance parejo: 49,8% de los pedidos minoristas fueron para comprar y 50,2% para vender. Además, representaron menos de 30% de las transacciones totales. “Todo el mundo sabe que la pelea estaba arreglada, los pobres siguen siendo pobres, los ricos se hacen ricos, así es como va. Todo el mundo sabe”, decía Leonard Cohen.
Veremos para dónde decanta esta historia a medida que se vaya revelando más información. ¿Es una cruzada antisistema impulsada por ovejas? ¿Es una historia pintoresca sobre lobos siendo lobos? ¿Robin Hood traicionó a sus clientes o los protegió de ellos mismos? Habrá que esperar para ver qué enfoque le dará Netflix a la miniserie. Seguro el primero rinde más.