Nos hemos reunido un conjunto de personas de distintos orígenes con un propósito específico: presentar una posición común sobre un aspecto central que hace a la inserción internacional de Uruguay. Este es un tema que los firmantes hemos abordado desde el conocimiento y la acción laboral y ciudadana. Somos un conjunto de personas distintas y parecidas. Nuestras diferencias destacan la postura común a la que llegamos. Construir y promover esta postura tiene una gran oportunidad en este año 2021, aunque el tema trasciende la coyuntura y se proyecta hacia la construcción del futuro.
Uruguay es una economía pequeña que ha venido transitando un proceso gradual pero continuo de apertura e internacionalización de su economía. Distintos gobiernos, desde la recuperación democrática hasta el presente, han sostenido un rumbo sin reversiones en esta orientación.
La inserción regional y su relacionamiento con sus vecinos geográficos han cumplido un rol fundamental en este proceso. Este muestra resultados positivos y también de los otros. Sin embargo, desde hace más de una década la integración revela una creciente fragilidad, en particular en lo que refiere a las relaciones con terceros países de fuera del bloque. Este encerramiento regional se vuelve contra la propia región, deteriorando los vínculos intrarregionales. Por eso, continuar mejorando la inserción regional y levantar las restricciones del acceso a los mercados globales requiere un cambio en la política comercial con terceros mercados. Hoy Uruguay enfrenta necesidades distintas a sus socios en el Mercosur tanto por las oportunidades que tiene y debe desarrollar como por las amenazas que enfrenta a nivel comercial.
De este cambio se deberían derivar otros que se vinculan con poder sacar el máximo provecho del proceso de ampliación de mercados. Además, este proceso está asociado a la ampliación de las oportunidades de inversión, de reactivación económica, y de mejora de las condiciones del mercado de trabajo, tanto del nivel del empleo como de su calidad. Esta es la sustancia de la centralidad que tiene encaminarse ya en la dirección de ampliar la capacidad de desarrollar una política comercial que esté alineada con los intereses del país. Iniciativa complementaria de potenciar el relacionamiento externo del bloque regional.
En esta dirección, conseguir la flexibilidad (por ejemplo, con un esquema de “varias velocidades”) es una herramienta central para desarrollar las relaciones con terceros países, que permitiría firmar nuevos acuerdos comerciales. Otros instrumentos convergentes con dicho propósito son la revisión a la baja y la reducción de las alícuotas en el arancel nación más favorecida (NMF) de los países del bloque. Idealmente este es un proceso que debería darse de forma armonizada, pero aceptando las diferencias en los requerimientos de política comercial de cada país miembro.
Es necesario el compromiso colectivo de avanzar firmemente en los acuerdos actualmente en negociación con otros bloques y países, la superación en lo interno de los actuales déficit del proceso de integración del Mercosur, y la negociación de un compromiso estratégico y prospectivo de los países del bloque para aprovechar las nuevas oportunidades que se derivan de los cambios estructurales en la geopolítica y el comercio internacional.
Para ello debemos convencer a nuestros socios del Mercosur de que, con independencia del tamaño o diversificación de sus economías, comparten vulnerabilidades similares. Pero primero es imprescindible convencernos nosotros. Se trata de una postura a adoptar por el Uruguay todo y que como tal debería ser apoyada para así ser defendida y gestionada en todos los ámbitos que se requieran. Una cosa es el país en un consenso mayoritario y con una perspectiva estratégica, impulsando un programa de transformación y otra, bien distinta, fragmentados. En este caso la fragmentación nos debilita y fragiliza la posibilidad de obtener los objetivos propuestos.
Esta propuesta no debe ser entendida como una posición contraria al bloque regional. En realidad, es exactamente lo opuesto: es la forma de rescatarlo de la situación tan precaria en que se encuentra a 30 años de haber sido suscripto el Tratado de Asunción. Se requiere un manejo pragmático de este asunto que les permita a todos los países de la región sacar provecho de una posible flexibilización. Este cambio habilitaría a los países a adoptar un modelo de acuerdo comercial plurilateral más moderno y convergente con los que tienden a predominar en la economía mundial.
En el gobierno del Frente Amplio se realizaron distintas acciones con esta orientación. En particular, con la participación directa del presidente Tabaré Vázquez. Hoy estas iniciativas han tenido continuidad en el gobierno actual, y nuevamente han involucrado al actual presidente de la República Luis Lacalle. En este primer semestre se deberían implementar más acciones concretas que permitan cristalizar este paso. Para que este proceso de sinceramiento y de rediseño tenga un resultado exitoso se requiere que todo el país esté detrás. Diferentes iniciativas se deberán sumar a nivel político, de las organizaciones sociales y académicas.
Esta nota tiene el propósito de contribuir en esta dinámica de convergencia nacional para conseguir el objetivo propuesto. Está claro que esto no es el final, ni la panacea que traiga todas las soluciones que se necesitan. Seguramente en muchas de ellas exista en el país el necesario debate democrático que implica la confrontación de ideas y propuestas. Sin embargo, todas ellas van a requerir que este paso se pueda dar en conjunto. Lo tenemos que dar en conjunto, no hay otra salida.
Firmantes: Nicolás Albertoni, María Dolores Benavente, Matías Brum, Gabriel Burdin, Ana Laura Fernández, Sebastián Fleitas, Bruno Gili, Javier de Haedo, Agustín Iturralde, Javier Maseiro, Luis Mosca, Isidoro Hodara, Enrique Martines Larrechea, Gonzalo Pérez del Castillo, Carlos Saccone, Marcos Soto, Marcel Vaillant.