En los primeros meses de este año el Ministerio del Interior anunció una baja en los homicidios, que pasaron de 393 en 2019 a 334 en 2020. Esta reducción, de 15%, supone una tasa de homicidios cada 100.000 habitantes cercana a 9, por encima del promedio mundial en torno a 6.

La noticia reseñada es esperanzadora si tenemos en cuenta que nadie quiere vivir en un mundo donde la violencia campee. No obstante, existen tres aspectos que pueden aportar al análisis. El primero de ellos refiere al efecto de la disminución en la posición del país en la escala global de homicidios. El segundo tiene que ver con la evolución de este indicador en el largo plazo. Y el tercero, con el aporte que se puede hacer desde las ciencias sociales y en especial desde la historia económica, poniendo en un contexto más amplio, en que varios aspectos sociales y económicos interactúan, la evolución de los homicidios.

Uruguay en la escala de homicidios a nivel global en las últimas décadas

Los homicidios son un problema que afecta a las distintas regiones del planeta, y que generan costos a personas, hogares, empresas y gobierno de manera desigual.1 Esto quiere decir que mantener altos niveles de homicidios es perjudicial no sólo para las personas que son víctimas y victimarios del delito, sino para la sociedad en su conjunto. Además, una vez que estos crímenes se cometen no nos afectan a todos de la misma manera, ni tampoco lo hacen sus consecuencias.

Por eso, en 2015, la Organización de las Naciones Unidades fijó la disminución de los niveles de violencia a escala global como uno de sus Objetivos de Desarrollo Sostenible hacia 2030. Sin embargo, conseguir su paulatina erradicación plantea dificultades entre países, en la medida en que no todos cuentan con un punto de partida común. El último reporte disponible de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés) indica que América del Sur se posiciona como la segunda subregión más violenta del mundo, con una tasa de homicidios de 24,2 cada 100.000 habitantes, luego de Centroamérica, que tiene una tasa levemente superior. Asia, seguida por Oceanía y Europa, es la región menos violenta del mundo, todas ellas con una tasa de homicidios cada 100.000 habitantes menor a 3 (UNODC, 2019).

A pesar de sus buenos indicadores económicos y sociales en décadas recientes, en relación con la región Uruguay no escapa a la problemática de las altas tasas de homicidios: en 2018 llega, por primera vez en su historia, a una tasa de homicidios cada 100.000 habitantes en el entorno de 12. De esta manera, se posiciona en el quinto lugar de los de los nueve países de América del Sur ‒para los que se cuenta con datos‒ con mayores tasas de homicidios a 2018 (UNODC, 2019).

Esta situación colocó la temática en la agenda política y en la académica nacional, y transformó a la seguridad/delincuencia en el problema más importante que afrontaba el país para más de 40% de su población (Latinobarómetro, 2018).

Foto del artículo 'Un siglo de homicidios en Uruguay: ¿qué tiene para decir la historia económica?'

De esta manera, aunque aún no es posible determinar si se trata del comienzo de una tendencia al decrecimiento o simplemente de uno de los tantos efectos de la emergencia sanitaria por covid-19, la noticia de la baja en la cantidad de homicidios es una luz de esperanza en el camino. Sin embargo, no deja de señalar que el país sigue estando muy por encima del promedio mundial, pues triplica la tasa de homicidios de las regiones con mejores indicadores a nivel global. También es importante decir que, si bien se encuentra alejado del promedio para América del Sur, Uruguay ostenta las primeras posiciones en la región.

En este marco, entender cómo se han construido las distintas trayectorias puede ser una fuente valiosa de información para proyectar el futuro; en este caso, uno con una reducción significativa de la violencia y sus costos asociados.

Son escasos los estudios que se focalizan en la evolución histórica de los homicidios y sus determinantes, ya sea a nivel regional o nacional. Estos han estado principalmente dedicados a países de altos ingresos, para los que fue posible la reconstrucción de datos (Pinker 2011, Eisner 2003 y 2014). Conocer el pasado es un muy buen insumo para pensar el presente y el futuro, más aún cuando nos enfrentamos a temas de alta complejidad como el aquí citado.

En Uruguay esta tarea es aún dificultosa, incluso en sus etapas iniciales, ya que como se puede ver en el Gráfico 1, las fuentes disponibles para reconstruir los homicidios, aunque guardan una fuerte correlación en su tendencia, divergen con respecto a su nivel. Sin embargo, es necesario seguir profundizando en distintos esfuerzos.

La evolución de los homicidios en Uruguay en el contexto mundial en más de un siglo

Desde hace muy poco tiempo se cuenta con una serie de datos de homicidios cada 100.000 habitantes para el período 1910-2019 para Uruguay (Rivero, 2020). Esta información fue reconstruida a partir de datos del Ministerio de Salud Pública, disponibles en los Anuarios Estadísticos de la República, y permite observar la evolución de los homicidios durante más de 100 años.

Foto del artículo 'Un siglo de homicidios en Uruguay: ¿qué tiene para decir la historia económica?'

Para el caso uruguayo, la evolución de las primeras décadas del siglo XX plantea ciertas dudas, en la medida en que la fuerte oscilación de la serie puede deberse a problemas de registro de las causas de muerte.

Sin embargo, es claro que hay un patrón de decrecimiento a partir de 1940, y otro de crecimiento a partir de 1980, con una aceleración de este último en las primeras décadas de los 2000. Además, la serie muestra una fuerte inercia, es decir, su valor presente es explicado en gran medida por su valor inmediato anterior, y así sucesivamente. Ello implica que políticas de corto plazo pueden tener algunas dificultades para ser rápidamente efectivas.

Un aporte de la nueva serie de datos disponible radica en que permite contrastar la evolución de los homicidios en Uruguay con respecto a otros países del mundo para los que también se cuenta con datos históricos. Según estudios pioneros, como los de Pinker (2011) y Eisner (2003 y 2014), los homicidios se reducen sistemáticamente desde el año 1200 hasta la actualidad, particularmente para el caso europeo. Aunque se produjeron algunos aumentos entre las décadas de 1960 y 1990, estos no compensan el decrecimiento ni revierten la tendencia general.

Otros estudios de los últimos 50 años, que engloban más regiones, demuestran que lo anterior se cumple para todas ellas, aunque con variantes (Lappi-Seppälä y Lehti, 2014). De esta manera, para el caso uruguayo se debería haber esperado encontrar un franco descenso en los homicidios durante todo el siglo XX. Sin embargo, esto no es lo que sucede.

Si lo comparamos con las regiones europeas para las que se cuenta con más datos, es posible observar que el nivel de homicidios de Uruguay a principios del siglo XX es similar al que se obtiene para estos otros países a principios del siglo XVIII; es decir, el país comienza el siglo XX con un nivel de violencia superior al obtenido para las regiones del mundo que mejor se desempeñan, y vuelve a ese mismo valor en las primeras décadas del siglo XXI.

A nivel regional, debido a la escasez de información, sólo es posible realizar comparaciones de largo plazo con Chile. En ese caso, al analizar la información que presentan Rivero-Cantillano et al. (2020), es posible observar que la violencia en Uruguay se mantuvo en niveles bajos durante todo el siglo con respecto al país andino, aunque en este último los homicidios comienzan a descender a partir de la década de 1940 hasta ubicarse en la actualidad en alrededor de 4 cada 100.000 habitantes, muy por debajo de la tasa de Uruguay.

En términos históricos, ¿qué representa la baja planteada en la tasa de homicidios para el período 2019-2020? Esta es una pequeña disminución del máximo valor histórico por el que atravesó el país, pero que aún lo mantiene lejos de la tendencia histórica mundial al decrecimiento y de su valor mínimo histórico cercano a 2 homicidios anuales cada 100.000 habitantes.

Los aportes de la historia económica a la comprensión de la evolución de los homicidios

La historia económica como campo disciplinar tiene mucho para aportar a la comprensión de los fenómenos vinculados a la violencia y la criminalidad. En particular, por el efecto que podrían tener ciertos factores económicos sobre la evolución de las variables criminales, así como las que estas últimas pueden tener sobre el bienestar general de las sociedades.

Una primera forma de aproximarse a los aportes que la historia económica de Uruguay puede hacer a la comprensión de la evolución de los homicidios es ubicarlos en el contexto económico y social en el que se desarrollan. En particular, podría ser interesante analizar si distintos desenvolvimientos en materia redistributiva, y en especial el papel que el Estado juega en ella, se correlacionan con la evolución de los homicidios.

Aunque este ejercicio debe ser tomado con cautela, ya que no todos los homicidios necesariamente son motivados por causas de índole económica, propone una forma de mirar el problema que trasciende la misión de los gobiernos de proveer seguridad únicamente a través de políticas de prevención, control y castigo del delito. De alguna manera, lo que se propone es comenzar a pensar si existen otras áreas de actuación de los estados no exploradas previamente que puedan afectar la evolución de los homicidios.

Para comenzar la aproximación entre la historia económica y la variable objeto de estudio, un concepto útil puede ser el de regímenes fiscales. Estos son definidos como la intencionalidad política con la que el Estado maneja las finanzas públicas y las relaciones de poder y dominación históricas que se preservan o destruyen en el proceso (Azar y Bertoni, 2007). La historia económica uruguaya distingue, durante el siglo XX, tres regímenes fiscales distintos.

El primero, desde comienzos del siglo XX a la década de 1930; el segundo, a partir de allí hasta 1970, y el último, de 1970 hasta los 2000. El primero y el tercero se caracterizan por no prestar especial importancia a la redistribución del ingreso, utilizando para medir esto la correlación entre el gasto público social y el crecimiento del PIB. En cambio, en el segundo régimen fiscal, la prociclicidad del gasto, es decir, el aumento o disminución de este ante aumentos o disminuciones del PIB, se encuentra más matizada, lo que es señal de un período caracterizado por un avance del estado de bienestar y de la redistribución (Azar y colaboradores, 2009).

Teniendo en cuenta lo anterior, y omitiendo del análisis del primer período (1910- 1940) por los posibles problemas en los datos de homicidios, es posible observar a nivel descriptivo una evolución conjunta que muestra una disminución de los homicidios en el segundo régimen fiscal y un aumento en el tercero. Si a esto sumamos el análisis de la evolución conjunta de series históricas de desigualdad y PIB disponibles para Uruguay, vemos que los homicidios evolucionan de manera conjunta con la desigualdad y de manera inversa al producto.

Los períodos en los que la desigualdad en Uruguay decrece están pautados por una expansión del Estado en la economía que, aunque excede lo propuesto para este artículo, se puede constatar repasando las acciones emprendidas por los distintos gobiernos en pos de mejorar el bienestar de la población en distintos aspectos. En cuanto al PIB, aunque no es posible asociar su crecimiento únicamente a momentos expansivos en el accionar del Estado, parecería tener efectos en la reducción de los homicidios.

Las últimas décadas, pertenecientes ya al siglo XXI, plantean una incógnita a resolver. En términos históricos lo que allí aparece con fuerza es la emergencia social generada por la crisis financiera de 2002. Sin embargo, a pesar de que esta situación se revierte posteriormente, la tasa de homicidios continúa creciendo.

El ejercicio planteado representa una primera aproximación al estudio de los homicidios en un marco conceptual de historia económica, y necesita mayores aportes y contribuciones. Plantea un primer indicio que necesariamente tiene que ser refrendado por otros estudios, que se focalicen en el marco histórico en que se desarrollan los homicidios, ya que estos se suceden en cierto contexto económico y social en que el Estado y sus acciones tienen mucho para aportar, no solamente en el ámbito específico de la prevención, control y castigo del delito.

El futuro que vendrá

El futuro es incierto. No se puede vaticinar cuáles serán los niveles de homicidios para los próximos meses o años. Pero la crisis sanitaria que estamos atravesando desde hace más de un año nos enseñó que el conocimiento puede contribuir a enfrentar mejor los fenómenos que vendrán, y a analizar aquellos que ya sucedieron y sería deseable no volver a enfrentar.

Hoy, y en un escenario de marcado optimismo, parecería que el país se encuentra frente a un cambio incipiente de la tendencia de los homicidios, aunque para ello el descenso que se presenta debería consolidarse con el paso del tiempo. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que, aun así, la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes de Uruguay se encuentran hoy por encima de la media mundial, y muy por encima de los valores que se obtienen para las regiones menos violentas del mundo.

También, en cuanto a su propio pasado, el país se encuentra en una posición desventajosa. Los factores a afectar para sostener su decrecimiento en el tiempo podrían estar ligados a lo que sucede en la esfera económica y social. En ese sentido, el desmejoramiento de estos indicadores producto de la emergencia sanitaria por covid-19 es un aspecto a seguir con atención.

Llegado el caso podría haber un rebote en la tasa de homicidios si la baja de esta no se debe a medidas efectivas tomadas, sino más bien a los efectos secundarios de la emergencia sanitaria. Si el pasado se repitiera, un desmejoramiento de la distribución del ingreso, así como un alejamiento del Estado de su rol de protector y proveedor de servicios, podría tener efectos en el sentido opuesto al encontrado entre 2019 y 2020.

Finalmente, Uruguay tiene un problema serio en relación a la violencia, que en 2018 llegó a su máximo registro en más de 100 años. Desde una perspectiva histórica, los homicidios vienen creciendo desde hace unos 40 años. Aunque la noticia sobre un año en particular pueda generar expectativas sobre un posible mejoramiento, es un lapso muy pequeño para evaluar una tendencia a la baja. Comprender la evolución pasada y sus determinantes, por medio de investigación de calidad, es esencial.

En general, los estudios de los que disponemos hasta ahora para Uruguay son de corto plazo y producidos, en el caso de la economía, desde la microeconomía. Es necesario agregar a ellos otras perspectivas que permitan mirar el largo plazo y seguir produciendo conocimiento para construir una sociedad con una mejor utilización de los recursos, más segura y en la que todos y todas puedan disfrutar de la libertad.

Analía Rivero Borges es investigadora y docente del Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, Udelar. Este artículo está basado en la tesis de maestría en historia económica “Análisis histórico de la evolución de la violencia y la desigualdad para el caso uruguayo 1910 – 2010” de la autora. Se agradecen los comentarios recibidos por parte de María Camou, Nicolás Trajtenberg y Andrea Vigorito.

Referencias

  • Aboal, D, Campanella, J, y Lanzilotta, B. (2013). “Los costos del crimen en Uruguay” (informe técnico). IDB Working Paper Series.
  • Azar, P, Bertino Sgarbi, MJ, Bertoni, R, Fleitas, S, García Repetto, U, Sanguinetti, M, Torrelli, M. (2009). “De quiénes, para quiénes y para qué?: las finanzas públicas en el Uruguay del siglo XX (Nº 336 UNID). Universidad de la República (Uruguay).
  • Azar, P, y Bertoni, R. (2007). “Regímenes fiscales en Uruguay durante el siglo XX: de los hechos estilizados a la interpretación de la realidad”. Quantum: revista de administración, contabilidad y economía, 2 (1), 43-60.
  • Eisner, M. (2003). “Long-term historical trends in violent crime”. Crime and Justice, 30, 83-142.
  • Eisner, M. (2014). “From swords to words: Does macro-level change in self-control predict long-term variation in levels of homicide?” Crime and Justice, 43 (1), 65-134.
  • Jaitman, L, Caprirolo, D, Granguillhome Ochoa, R, Keefer, P, Leggett, T, Lewis, JA, Mello, M. (2017). “The costs of crime and violence: New evidence and insights in Latin America and the Caribbean” (vol. 87). Inter-American Development Bank, Washington, DC.
  • Lappi-Seppälä, T, y Lehti, M. (2014). “Cross-comparative perspectives on global homicide trends”. Crime and Justice, 43 (1), 135-230.
  • Latinobarómetro. (2016). Informe 2016 (informe técnico).
  • Pinker, S. (2011). The better angels of our nature: The decline of violence in history and its causes. Penguin, UK.
  • Rivero-Cantillano, R, Llorca-Jaña, M, Clarke, D, Rivas, J, Allende, M, y Quezada, D. (2020). Interpersonal violence in Chile, c.1880s-2010s: A tale of delayed but successful convergence.
  • UNODC. (2019). Global Study on Homicide. Homicide trends, patterns and criminal justice response.

  1. Trabajos como los de Jaitman et al. (2017) muestran que el costo del crimen para América Latina y el Caribe se puede estimar en 3,5% del PIB en 2014. Para el caso uruguayo en 2010 Aboal et al. (2013) lo ubican en 3,1% del PIB.