Oriana nació en Durazno y estudió en la Facultad de Ciencias Económicas y Administración de la Universidad de la República. Trabajó en el sector privado, en el sector público y actualmente está haciendo su doctorado en Brandeis University, Estados Unidos.
¿Empezaste la carrera por descarte o vocación temprana?
Un día, cuando estaba en cuarto año en el Liceo Rubino de Durazno, y tenía que decidir qué opción hacer en quinto, entré a la página web de la Universidad de la República para buscar información. Fue hace mucho tiempo, y entraba después de las diez de la noche porque la conexión a internet era más barata (nos conectábamos a través del teléfono). Me puse a leer los perfiles de egresados de diferentes carreras hasta que di con el de economista. Nunca había conocido a una persona que fuera economista y, de hecho, no conocí ninguna hasta luego de entrar a la Facultad. Me gustó que conjugase “letras y números”, y me pareció que podía ser un buen perfil para mí. Tengo patente el recuerdo de esa noche cuando decidí que quería ser economista; tenía 16 años y aún sigo queriendo lo mismo.
¿Cuándo empezaste a pensar en irte a estudiar al extranjero?
Creo que siempre lo tuve en mente. Cuando era chica, en la clase de inglés, le escribimos a un grupo de escolares en Canadá. Me respondieron y me enviaron varios folletos de lo que hacían allá y cómo era su escuela. Guardé ese sobre durante años y cada tanto lo miraba. Pero cuando entré a Facultad no tenía acceso a información sobre cómo poder ir a estudiar al exterior. No sabía qué becas había disponibles ni cómo aplicar, entonces fue algo que desapareció de mi mente. Siendo más grande, y estando más involucrada en la vida académica, empecé a tener más información sobre lo que implicaba postular para estudiar afuera. También fue un período donde se ampliaron las opciones de becas y de esa forma se me hizo más accesible.
El empujón personal para decidirme a estudiar un doctorado fue mientras trabajaba en la Asesoría Macroeconómica del Ministerio de Economía y Finanzas. El trabajo ahí me encantaba, pero sentía que tenía que saber más para poder hacerlo mejor y seguir creciendo. Durante la maestría había estado contacto con personas con doctorado, pero en el MEF fue la primera vez que trabajé directamente con doctores en Economía, y decidí que yo también quería serlo.
¿Qué cosas aprendiste durante el proceso o qué consejo le darías a alguien que está pensando en hacer lo mismo?
Primero les diría que estoy a las órdenes si les puedo ayudar en algo, y que tengan presente que los caminos pueden ser variados. Hoy por suerte hay muchas más opciones e información disponible. Veo que año a año se van cada vez más graduados de la Universidad de la República a estudiar al exterior y me llena de alegría. Es un logro enorme y felicito el esfuerzo institucional que se hace para hacerlo posible. Entonces, eso es algo importante: contar con el apoyo de docentes y con diferentes espacios académicos o laborales para promover que estudiantes puedan postular.
Después también hay otros “pasos” que tenés que dar, como tomar los exámenes estandarizados internacionales. Eso es algo a lo que nosotros no estamos acostumbrados y en general nos resulta difícil manejar el formato. Así que dediquen tiempo a prepararlos. Si el objetivo es hacer un doctorado, suma tener experiencia como asistente de investigación. Además, les sugiero que entren a las páginas de los programas que les interesen, busquen profesores cuyas áreas de investigación sean similares a las que les gustaría trabajar, y les manden un mail. En general los profesores responden y les pueden dar información valiosa.
Es importante que, si realmente están interesados en aplicar a alguna beca o programa en el exterior, no dejen de hacerlo porque les parezca que no los van a aceptar. Hagan su mayor esfuerzo con la ayuda que tengan disponible y postulen. Dejen que el comité encargado de las admisiones sea quien decide si entran o no. También tengan presente que el rechazo existe. Eso no tiene que significar que no son lo suficientemente buenos, sino que en ese momento y para ese programa no se dio. Así que no hay que tenerle miedo al rechazo y, cuando se da, no dejar que eso los defina y seguir adelante si realmente es lo que quieren hacer.
¿A qué áreas de estudio te estás dedicando?
Trabajo desde chica y eso me ha permitido tener experiencia en diferentes áreas de la economía. En el sector privado estuve vinculada a las finanzas; en el sector público en áreas de cuidados, salud y seguridad social; y cursé toda la maestría en Historia de la Economía que es un área que me gusta mucho y a la que espero seguir vinculada. En el doctorado me he volcado a la economía internacional. Me resultan súper interesantes las dinámicas transnacionales de comercio e inversiones, las oportunidades, los desafíos y los problemas que genera vivir en una economía globalizada; el análisis de las diferentes medidas que los países desarrollan para insertarse internacionalmente. Dado que en los últimos años se ha visto un resurgimiento de las políticas proteccionistas, me interesan sus efectos con relación a los objetivos que las hayan motivado inicialmente, en particular en sectores vinculados a la energía.
¿Tenés pensado volver a Uruguay?
Ese es el plan. Espero poder volver e incorporarme a la dinámica académica y de la política económica nacional. Hace casi tres años que estoy en Estados Unidos y siempre sigo vinculada a lo que pasa en Uruguay. Trato de participar en los diferentes espacios de los que formo parte, aportando una mirada desde afuera a los temas económicos que impactan en el país.
¿Un libro de economía que recomiendes para público amplio?
El último que leí se llama Poor Economics, de Abhijit Banerjee y Esther Duflo -el título en español es “Repensar la pobreza”-. En ese libro, que se publicó hace diez años, los autores difunden un enfoque muy renovador de la economía que, de hecho, los llevó a ganar el Premio Nobel de Economía en el año 2019, junto a Michael Kramer. Estos profesores, cuya área de trabajo es la economía del desarrollo, son parte del llamado “giro empírico” que ha dado la ciencia económica en los últimos años. De la mano del crecimiento y la disponibilidad de bases de datos y herramientas econométricas, la economía busca contrastar empíricamente preguntas que antes sólo se respondían desde la teoría. En particular, ellos usan experimentos de campo que permiten determinar el efecto causal de programas de erradicación de la pobreza.
Banerjee y Duflo plantean que, en su experiencia, muchas veces la economía de la pobreza se confunde en mala economía (poor economics), que es lo que buscan superar en su libro y los diferentes trabajos académicos que se referencian en él. Además de su giro empírico, otro factor renovador que introducen los autores pasa por cambiar el tipo de preguntas que realizan en su investigación. Se alejan de las grandes preguntas del estilo “cuáles son las causas últimas de la pobreza” para centrarse en responder, por ejemplo, si determinado programa contribuye o no a que la población de cierta región perciba ingresos que les permitan mejorar su situación económica. No sé si comparto totalmente este enfoque, porque a mí me siguen gustando las preguntas más fundamentales de la economía, pero entiendo su utilidad y la transformación radical que generó en la investigación y en el desarrollo de políticas de superación de la pobreza, y que también impactó en otras áreas de la economía.