En la columna anterior analizamos las implicancias que podría tener una renta básica universal en el marco de la pugna entre los diferentes modelos de bienestar desarrollados por el sociólogo Gøsta Esping-Andersen. A saber, el modelo liberal, conservador y socialdemócrata. En esta edición les propongo ponernos unos lentes futuristas para adentrarnos en la tecnología y en la descentralización, y de paso, visitar a otro sociólogo, Michael Mann, para imaginar distintas vías de aplicación para esta política y lo que podrían llegar a significar para el poder estatal concebido desde su lógica.

Este sociólogo, de origen británico, fue pionero en la distinción y estudio de dos tipos de poder estatal: el poder despótico y el poder infraestructural. El primero refiere a la posibilidad de que una “élite estatal” de poder pueda tomar acción sin la negociación -típica de la democracia- con la sociedad civil. Este tipo de poder se centra básicamente en la capacidad de tomar decisiones unilaterales. En su ejemplo más extremo, dictadores o emperadores, esta capacidad se centraliza en un solo individuo. El segundo, por su parte, hace referencia a la “capacidad del Estado para penetrar realmente la sociedad civil”1. En este sentido, más que al poder de decisión, se hace referencia al poder de ejecución de las decisiones, que pueden ser tomadas despóticamente o no.

Esto nos ofrece un marco alternativo para evaluar, desde un ángulo menos convencional, el concepto de renta básica universal. En primer lugar, esta política parecería no tener demasiadas implicancias para el poder despótico entendido desde la perspectiva de Mann. En efecto, es una política pública que podría adoptarse de forma unilateral o también mediante un proceso de consulta popular amplio.

Sin embargo, la relación con el poder infraestructural es más interesante de explorar. Este tipo de poder, como fue señalado, refiere a la participación del Estado en la vida cotidiana de los individuos mediante distintas vías. Por ejemplo, entre las más comunes, las rutas, las escuelas, los sistemas de comunicaciones y correo e incluso un conjunto de símbolos patrios, como la bandera, el himno u otros. Este poder se vincula con la renta básica universal en tanto su aplicación requiere de un poder infraestructural relativamente desarrollado; resultaría inaplicable en países que no cuentan con una contabilidad detallada de su población o que no tienen la infraestructura logística para hacer llegar las transferencias a la gente (sea por medios digitales o físicos).

Tecnología y renta básica

Según el autor, uno de los principales causantes de la creciente expansión del poder infraestructural en el mundo es la tecnología. Para entender este punto no hace falta más que pensar en el poco control efectivo que tenían, por ejemplo, los antiguos emperadores sobre la totalidad de su territorio. Al no tener rutas, sistemas de comunicación eficientes, o incluso una población altamente alfabetizada, la acumulación de su poder no se traducía en la forma de una presencia constante en la vida de sus súbditos. La gran mayoría de estos problemas eran, efectivamente, causados por la falta de tecnología adecuada -entendida en su acepción más amplia como la aplicación de la ciencia a los problemas concretos-.

En este sentido, no resulta arriesgado asumir que sería más sencillo aplicar esta medida en los países tecnológicamente más avanzados; Estonia, por mencionar un ejemplo típico. Sin embargo, el avance de la tecnología no solamente aumenta el poder infraestructural, sino que existe una relación dual. A modo de ejemplo, el autor, refiriéndose a la alfabetización, menciona que “lo que había comenzado reforzando el despotismo terminó socavándolo cuando las técnicas se extendieron más allá de los confines del Estado”. De esta manera, herramientas creadas por el Estado pueden ser utilizadas por la sociedad civil para aumentar su poder relativo y viceversa.

¿Blockchain? ¿Lo qué?

El blockchain es una tecnología que permite generar un registro inmutable (nadie lo puede cambiar una vez realizado) e incorruptible de transacciones. Algo como un libro contable o libretita de almacenero, pero hiperseguro y digitalizado. Si bien se popularizó por ser la plataforma base de las criptomonedas, sus aplicaciones y potencial exceden ampliamente esos márgenes.

Blockchain, descentralización y renta básica universal

Se podría ejemplificar esta dinámica -transferencia de tecnología creada por privados que luego se utiliza en el Estado y potencia el poder infraestructural- mediante herramientas actuales como el blockchain o los sistemas descentralizados. Estas tecnologías permiten, entre otras cosas, generar un registro inmutable de transferencias sin un poder verificador central. Dicho de otra manera, establecen un sistema de verificación y validación entre pares. Si bien fue desarrollado por privados, la adopción estatal viene creciendo en los últimos años, y potencias como China tienen planes avanzados de creación de su propia criptomoneda.

¿Y cuál es el vínculo con Mann y la renta básica? A mi entender, la conjunción de estos conceptos permite imaginar una sociedad en la que la puesta en marcha de esta transformadora política -un ingreso básico incondicional para todos- sea colocada en agenda por la sociedad civil y, de generar consenso, sea avalada y oficializada por el Estado, para luego volver a la ciudadanía con el rol de contralor y ejecutor en la forma de un sistema descentralizado como el que permiten estas tecnologías.

¿Pero qué tan avanzados estamos?

Todavía estamos lejos de que una renta básica universal sea una realidad, y muchísimo más lejos de la posibilidad de que sea administrada de esta manera. En efecto, se requiere un estado determinado de servicios públicos (servicio eléctrico e internet garantizados para todos), un estado determinado del poder infraestructural (registro total o cuasi total de la población) y un estado determinado de ambiente político-ideológico, en el que no solo sea deseable su implementación, sino que además sea posible políticamente ejecutarla descentralizadamente con control ciudadano.

Luego viene el que quizá sea el desafío más importante para esta aplicación de la renta básica universal: el aspecto de la descentralización. Esto es así porque la centralización del poder es tan importante que Mann la ubica, junto con la territorialidad, como una de las partes esenciales de la definición del Estado, que concibe como “mera y esencialmente una arena, un espacio y que no obstante ésta es la fuente misma de su autonomía”.2

En este sentido, se podría pensar que una aplicación con control descentralizado pondría en peligro existencial al menos uno de los elementos que son constitutivos del Estado tal como lo define Mann, ya que las “relaciones políticas” cambiarían de dirección hacía una lógica más bottom-up que top-down. Dicho en criollo, que la población participe mucho más activamente en la vida ciudadana y que la política se mueva mediante las demandas y su fuerza. Sin embargo, la necesidad del Estado en la sociedad es casi darwinista: las sociedades que lo tienen han sobrevivido más que las que no. Esto no quiere decir que esta necesidad se mantenga invariable durante el tiempo, y quizá, solo quizá, estemos viendo los primeros pasos de una nueva sociedad posmoderna, globalizada y digitalmente avanzada, en la que nuestro vínculo con el Estado, el dinero y el trabajo cambie radicalmente.

“Un experimento en marcha”

Ya existe un intento de una renta básica universal digital y no-estatal, creado por el argentino Santiago Siri junto a su fundación Democracy Earth y Kleros. Utilizando la tecnología de blockchain y un sistema de verificación de identidad (básicamente, confirma que sos un humano a través de un video simple y con un poco de información), el emprendedor creó un registro que permite otorgar, por el simple hecho de ser persona, un UBI (moneda de la comunidad, que al momento es equivalente a US$ 0.0563) por hora.

A día de hoy, el sistema cuenta con más de 7.530 personas registradas. Si bien resta testear la viabilidad del proyecto a gran escala, es sin duda una plataforma que perfectamente podría ser aprovechada por países que decidieran eventualmente evaluar este camino. Por supuesto, todavía está por verse la capacidad del proyecto para generar demanda de las monedas para que su valor sea estable y se mantenga el sistema, pero esas complicaciones, aunque muy reales, no quitan la gran innovación de un sistema tecnológico que permite la verificación de identidad en tiempo real, genera incentivos para la verificación de esa identidad por parte de la comunidad y luego permite un sistema de distribución de renta universal para todos los individuos que deseen registrarse.


  1. Mann, M, 2007, pág 58 

  2. Mann, M, 2007, pág 57.