Introducción: ¿de qué hablamos cuando hablamos de bitcoin?

El bitcoin ha estado, durante años, en boca de todos. Desde que lo creó el misterioso Satoshi Nakamoto hace más de 12 años, su adopción global no ha parado de crecer, posicionándose como tema recurrente en medios de prensa internacional. Y no es para menos, ya que en un período relativamente corto pasó de tener un valor cercano a cero a cotizar cerca de los US$ 64.000 el pasado abril. Esto ha generado todo tipo de repercusiones económicas y culturales, algunas más sensatas que otras.

Tal y como lo indica su whitepaper (el documento divulgado por Nakamoto), bitcoin aspira a ser un “un sistema de efectivo electrónico persona a persona”,1 basado en una tecnología disruptiva y novedosa aún al día de hoy, facilitando de esta manera la realización de pagos en línea sin necesidad de intermediarios. Desde sus inicios, internet había sido concebida como un sistema de comunicación y transmisión de información, pero no necesariamente de transmisión de valor.

Inspirado en la desconfianza en el sistema financiero que generó la crisis de 2008, y en el escepticismo en torno al Estado, Nakamoto vio una oportunidad para crear una especie de moneda digital alternativa a las monedas estatales, aunque diferenciándose de éstas en dos atributos clave. Primero, la descentralización: cada transacción llevada a cabo es verificada y ejecutada de forma transparente por una comunidad abierta (sin restricciones de entrada) utilizando el poder de cómputo de los miembros de la red. Segundo, la predeterminación automatizada de la oferta: el límite máximo de bitcoins es 21 millones (se alcanzaría en 2140) y la “velocidad de generación” se ajusta en función de eso.

¿Qué es lo que le da valor? Como se podrán imaginar, no es una pregunta fácil de responder y depende de cuál sea el enfoque con el que se aborda el fenómeno en cuestión. Algunos pondrán su atención en la simple expectativa o probabilidad de que su valor aumente con la idea de realizar sus intenciones especulativas, mientras que otros (presumiblemente, al igual que Nakamoto) confían en que se consolidará como un sistema monetario alternativo sin intermediarios y por fuera del radar estatal.

No obstante, cualquiera sea “el cristal con el que se mire”, al final del día bitcoin vale porque la gente cree que vale; su cotización está determinada por la oferta y la demanda. Todo lo que suceda en el medio de estas dos visiones simplificadas resulta ser la parte más entretenida del asunto, por lo que a los autores de esta columna les llegó la hora definir posturas. Que comience el juego.

La postura de Pedro: bitcoin nunca va a ser dinero

Bitcoin es una tecnología espectacular, que ha creado miles de millones de dólares de valor y que abrió el campo de las criptomonedas a centenares de nuevos proyectos. También considero positivo el hecho de que exista competencia en el ámbito monetario, es decir, que los individuos puedan optar entre usar moneda emitida por el Estado o moneda emitida por privados. Esto en sí mismo no es nuevo. De hecho, Estados Unidos tuvo un régimen de “banca libre” entre 1837 y 1866, cuando prácticamente cualquier organización podía emitir su propia moneda. Bitcoin revive esta idea, le agrega el componente de la descentralización y la oferta monetaria fija y la relanza al siglo XXI.

Dicho esto, considero que es prácticamente imposible que bitcoin se transforme en dinero con poder competitivo a nivel global. Es decir, considero que se utilizará en ciertas regiones y para ciertos usos (por ejemplo, como alternativa ante la inflación elevada), pero que no será de uso común. El dinero, para funcionar como tal, debe cumplir, en mayor o menor grado, tres atributos: servir como medio de intercambio, reserva de valor y unidad de cuenta.

La propiedad de medio de intercambio refiere a la capacidad de ser aceptado como pago en la compra de bienes o servicios. La propiedad de reserva de valor refiere a su capacidad de preservar el poder de compra en el tiempo, algo clave para la planificación financiera de largo plazo: el peso uruguayo es mejor reserva de valor que el peso argentino, y el peso argentino es mejor reserva de valor que el bolívar venezolano. Por último, la propiedad de unidad de cuenta está asociada a su capacidad de operar como medida para expresar el valor de las cosas. Debo poder decir que un artículo vale X cantidad del activo del que se trate y “marcar” de esta manera los precios con referencia a esa unidad de medida.

En mi opinión, bitcoin presenta falencias en todos estos atributos, algunas más graves que otras. Seamos optimistas y empecemos por donde creo cumple mejor su papel, el de reserva de valor. Una de las críticas más comunes que se esgrime sobre bitcoin es su volatilidad; que su precio es muy inestable. Razón no falta, en tanto es relativamente común ver correcciones diarias de dos dígitos del precio, una volatilidad altísima comparada con monedas tradicionales. Sin embargo, creo que la reserva de valor bien entendida no se refiere a la volatilidad momentánea sino a la prevención de la erosión del poder adquisitivo a mediano y largo plazo. Y bitcoin, por ahora, ha cumplido este objetivo con creces: no hay prácticamente ningún período de cuatro o cinco años en el que el valor del bitcoin se haya erosionado (aunque, también es justo aclararlo, bitcoin es todavía joven).

La incapacidad de bitcoin para oficiar como unidad de cuenta es más clara, y también se debe a la volatilidad. La inestabilidad es tal que incluso gran parte (me atrevo a decir casi el total, incluida nuestra librería BroLi) de las empresas y organizaciones que aceptan bitcoin como medio de pago no lo utilizan como unidad de cuenta. Por ejemplo, en BroLi todos pueden comprar libros con bitcoins (cumple como medio de pago) pero todos los precios están denominados en pesos uruguayos (unidad de cuenta) y a la hora de la transacción se convierte el valor a bitcoins. Esto es, entre otras cosas, porque el peso uruguayo es mucho menos volátil que el bitcoin. La gran mayoría de las transacciones en dicha criptomoneda se ejecutan en este formato.

Podríamos argumentar que, en el largo plazo, cuando su adopción sea mayor, la volatilidad será menor (más transacciones suponen que el valor es más robusto y menos sensible a movimientos pequeños) y permitirá cumplir el rol de unidad de cuenta. Esto me parece factible, pero todavía nos falta revisar el último atributo, el de medio de pago. ¿Cómo? ¿Quien escribe acepta bitcoin como medio de pago en su negocio, pero cree que el bitcoin nunca podrá ser medio de pago? Sí, pero nada es blanco o negro. Pese a que bitcoin puede ser un medio de pago en algunas circunstancias, no creo que pueda serlo a gran escala y desplazar, digamos, al dólar o al euro. Esto termina siendo un error de diseño irresoluble (e incluso agravado) con la escala y la adopción que tenga bitcoin.

En la introducción mencionábamos un detalle importante: la oferta es limitada. Solo existirán 21 millones de bitcoins. Y, como el precio de bitcoin se relaciona solamente con su demanda, y con su adopción esta está creciendo (la cantidad de usuarios de criptomonedas se duplicó en lo que va del año, con bitcoin a la cabeza),2 el precio subirá. Y si el precio subirá, ¿por qué voy a gastar mis bitcoins?

Es decir, bitcoin está condenado por su propio éxito (como activo y vehículo de inversión) a no poder convertirse en moneda. La comunidad sencillamente tiene un problema de incentivos, que además está recogido en dos de frases del lunfardo de la comunidad. La primera es “hodl”, deformación del inglés hold, que significa retener (o en este caso ahorrar), y la segunda es “have fun being poor”, dirigida a los escépticos del bitcoin. Estas frases representan la creencia férrea de que el precio del bitcoin subirá, por lo que deberías “hodlear” para aumentar tu poder adquisitivo. En ningún momento se hace referencia a transaccionar o vivir una vida económica denominada en bitcoins. De hecho, más de 54% de los bitcoins en circulación no se ha movido en el último año. Reto a cualquier economista que lea esto a que me señale una moneda cuya mayoría del circulante no haya cambiado de dueño en el último año.

Por supuesto que esto no representa a todos los participantes de la comunidad, entre los que se encuentran trabajando algunas de las personas más inteligentes que conozco. Tampoco desmerece la tecnología que está detrás, que representa una innovación espectacular con el potencial de convertirse en la revolución económica más importante de nuestro tiempo. Pero no es el santo grial, y ocupará en la nueva economía descentralizada el rol pionero de oro digital, eventualmente relegando el rol de “dinero” a otros proyectos más flexibles, como DAI, Ethereum o Bitflate. Esta última copia el funcionamiento de bitcoin manteniendo una política monetaria con inflación estable de 7%,3 realineando los incentivos hacia la transacción y no a la reserva de valor e incremento del poder adquisitivo.

En conclusión, creo que el bitcoin tiene el potencial de ser un activo de inversión interesante no correlacionado al mercado (a pesar de que hoy se especula mucho con sus oscilaciones de precio) pero que, por su diseño (oferta limitada) y creciente adopción, resulta condenado a no ser el “dinero” que competirá con el sistema monetario tradicional.

La postura de Juan: bitcoin tiene todo para ser dinero, y lo está logrando

A partir de cierto monto los uruguayos somos prácticamente incapaces de pensar, y por tanto fijar, los precios en pesos. Eso, en términos más técnicos, implica que nuestra moneda no cumple totalmente una de las funciones del dinero antes analizadas, la de unidad de cuenta. ¿Qué sucede con el resto de las funciones? ¿Ahorramos en pesos? (función “reserva de valor”) ¿Podemos adquirir bienes y servicios con nuestra moneda fuera del país? (función “método de intercambio”). Las mismas preguntas pueden plantearse, por ejemplo, respecto del peso argentino o el bolívar venezolano, aunque en estos últimos dos casos presumiblemente obtendremos mayor cantidad de respuestas en sentido negativo y con menor nivel de dudas.

Continuando con los cuestionamientos monetarios existenciales, y si se acepta la premisa de que en los ejemplos propuestos las tres funciones del dinero no son cumplidas en su totalidad (o lo son, pero de forma imperfecta), ¿estamos entonces en condiciones de decir que el peso uruguayo, el peso argentino y el bolívar no son dinero? Si al lector algo de esto le comienza a generar cierto “ruido”, déjeme decirle que, a mi juicio, se encuentra transitando por el carril correcto.

Si esto es una columna sobre bitcoin, hablemos de bitcoin

Los cuestionamientos anteriores apuntan a mostrar cómo las funciones del dinero (como mecanismo para definir cuándo nos encontramos ante “algo” que pueda calificarse de tal), lejos de ser claramente delimitables y aportarnos un cúmulo de verdades sobre el tema, son apenas una referencia teórica que nos permite empezar a pensar y observar la realidad. A esto se le suma el hecho de que dichas funciones analizan el tema a partir de un enfoque estático (la foto), mientras que la transformación de “algo” en “dinero” implica un proceso dinámico (la película). Si a esto le agregamos el hecho de que ese pasaje de “algo” a “dinero” se nutre de aspectos psicológicos individuales y colectivos de las personas que deciden adoptarlo como tal (¿no era esto una columna de economía?), comenzaremos a darnos cuenta del espejismo que pueden resultar las funciones antes mencionadas.

Yendo al grano, diré que bitcoin tiene la potencialidad de cumplir en un grado razonable las tres funciones del dinero, y de hecho lo está haciendo. Como primer punto, cabe mencionar que, en opiniones de distintos profesionales y medios especializados en finanzas, bitcoin se ha ido transformando en el “oro digital”, es decir, en un activo de refugio de valor frente a contextos macroeconómicos de incertidumbre. Esto implica el cumplimiento de la función de “reserva de valor”, respecto de esto, sin ir más lejos, es un punto de coincidencia entre los coautores de esta columna.

Asimismo, y aunque suene contraintuitivo frente a sus problemas de volatilidad en el corto plazo, es público y notorio que bitcoin viene siendo aceptado cada vez más como un medio de pago en distintos países del mundo, lo que a esta altura pareciera ser un fenómeno con tendencia creciente.

A impulso de herramientas tecnológicas que reducen el tiempo y los costos de transacción llevadas a cabo en la red Bitcoin (ver Lightning Network),4 hoy en día se pueden adquirir fácilmente con esta criptomoneda distintos bienes y servicios tales como inmuebles, automotores, alimentos, indumentaria, suscripciones a medios de prensa, servicios legales, entre otros. Adicionalmente, de un tiempo a esta parte se viene produciendo una creciente sinergia e interrelación entre la industria tradicional y la industria “crypto” (principalmente con exchanges, esto es “casas de cambio” de criptomonedas), proceso que ha tenido como resultado -entre otros avances- la aparición de instrumentos que facilitan la utilización de bitcoin en su rol de método de pago.5 Esto nos habla del cumplimiento de la función “método de intercambio”.

¿Y qué hay de la función “unidad de cuenta”?

Esta función es la que no pareciera generar duda alguna, en el sentido de que al día de hoy no es cumplida por bitcoin. En otras palabras, de momento los precios no son pensados ni fijados en esta unidad. Ahora, ¿eso impide por sí solo negar la calidad de dinero a bitcoin? Si la respuesta del lector fuera afirmativa le pediría muy amablemente que repase el inicio de mi desarrollo o, de forma más sencilla, que me diga rápidamente -sin ayuda de una calculadora- cuál es el valor aproximado en pesos uruguayos de cualquier inmueble de su zona, y -a continuación- si esa imposibilidad lo lleva a concluir que nuestra moneda no es dinero.

Como agregado a todo lo anterior mencionaré el reciente caso de El Salvador, país que en junio introdujo el bitcoin como moneda de curso legal, lo que si bien no está exento de dificultades prácticas de implementación, es un indicio de que bitcoin es un “algo” que reúne (en mayor o menor grado, como vimos anteriormente con el peso uruguayo, el peso argentino y el bolívar) las condiciones necesarias para considerarse dinero.

Antes de pasar a la parte final de mi análisis, déjenme plantear una última pregunta que, sin ser respondida, tengo la esperanza de que intuitivamente los guíe por el camino que he venido recorriendo hasta ahora. Como muchos lectores sabrán, actualmente varias de las principales autoridades monetarias y financieras a nivel mundial (Reserva Federal de Estados Unidos, Banco Central Europeo, Banco de Pagos Internacionales, entre otras) vienen realizando los mayores esfuerzos para el desarrollo de sus propias monedas virtuales. Yendo a la pregunta, ¿ustedes creen que esto se debe a un caso de “altruismo monetario espontáneo repentino”? ¿O será que son conscientes -mejor de lo que podemos ser nosotros- de la competencia que por la vía de los hechos les están generando sistemas “monetarios” alternativos (no estatales) como bitcoin?

Y por último, hablemos de especulación...

Para terminar, y en cuanto a la faceta especulativa de bitcoin (entendida como la adquisición de la criptomoneda o de instrumentos financieros con exposición indirecta a su valor, con el objetivo de sacar un rédito económico a futuro frente un aumento de su precio), en primer lugar diré que hoy en día sigue siendo la predominante. No obstante, y recordando que la adquisición de bitcoins no otorga ningún derecho de crédito ni de inversión frente a otra persona o entidad, mencionaré la posibilidad de que esta faceta sea simplemente un paso intermedio, una transición en el camino hacia su consolidación como dinero.

Adicionalmente, considero que, aun existiendo dicha faceta, esta no es capaz de definir la herramienta, y a la luz de la evolución del fenómeno, tampoco pareciera impedirle coexistir con su naturaleza de dinero. En consecuencia, de lo anterior concluiré que bitcoin tiene todo para ser dinero, y lo está logrando.


  1. Bitcoin: A Peer-to-Peer Electronic Cash System 

  2. https://news.bitcoin.com/global-cryptocurrency-adoption-doubled-since-january-reaching-221-million-users-report/ 

  3. https://bitflate.org/ 

  4. https://academy.bit2me.com/lightning-network/ 

  5. Como ejemplo más representativo a nivel mundial puede mencionarse la “Binance Card”, fruto de la alianza comercial entre el exchange Binance con la entidad de pagos Visa.