Elisa es economista por la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República. Trabajó en el Ministerio de Desarrollo Social y en el Instituto de Economía y actualmente está realizando su doctorado en España con foco en temas de desigualdad, innovación, primera infancia y educación.

¿Empezaste la carrera por descarte o por vocación temprana?

En realidad, la cuestión de la separación entre áreas de conocimiento siempre me costó mucho. Cuando estaba en el liceo sabía que me gustaba mucho todo lo que tuviera que ver con los procesos sociales, y economía siempre fue una de las primeras opciones. Igualmente, como me encantaba la matemática, hice sexto de Ingeniería sabiendo que me permitiría, en caso de querer hacerlo, ir a la Facultad de Ciencias Económicas.

Cuando tenía que decidir qué carrera hacer dudé bastante, pero me pareció que para aportar en la construcción de cambios sociales era importante poder entender los sistemas económicos. Fue así que finalmente me anoté para estudiar Economía. Igualmente, más adelante en la carrera hice algunas materias en la Facultad de Ciencias Sociales y también asistí a clases en Ingeniería.

¿Cuándo empezaste a pensar en ir a estudiar al extranjero?

La idea de poder vivir un tiempo en el exterior la tuve presente desde bastante chica. Pensar en estar rodeada de un entorno completamente nuevo, con una idiosincrasia distinta y personas de lugares diferentes es algo que siempre me atrajo muchísimo. Además, en mi casa también me animaron mucho con la idea. Mis padres habían vivido afuera un par de años y además la migración es parte mi familia, porque mis abuelos migraron a Uruguay cuando mi madre era una niña. Luego de haber estado trabajando varios años en el Ministerio de Desarrollo Social y en el Instituto de Economía [IECON], me pareció que era momento de ir concretando el plan.

¿Qué cosas aprendiste durante el proceso o qué consejo le darías a alguien que está pensando en hacer lo mismo?

Lo primero que diría es que el proceso de vivir en el exterior seguro será una experiencia enriquecedora y que vale la pena. Lo segundo que diría es que todas las personas que nos fuimos a estudiar afuera, y estoy segura de eso, estamos para dar una mano en todo lo que podamos. Por eso, no duden en escribir preguntando todo lo que consideren necesario.

Respecto al proceso, es un poco largo e intenso, pero se aprenden muchas cosas. Yo me vine a Barcelona en agosto de 2016, pero empecé a preparar todo a mediados de 2015. La fecha límite de las aplicaciones en las universidades en general es medio año antes (diciembre del año previo a empezar las clases), y para esa fecha tenía que haber dado exámenes internacionales estandarizados de matemática y de inglés.

Por suerte hablé mucho con personas que ya se habían ido, o que estaban en la misma situación que yo, y para mí eso fue muy importante porque hizo todo más llevadero. Además, sumado a las aplicaciones a la universidad, también estaba el tema de la beca. En mi caso sabía que para poder irme a estudiar necesitaba una beca, y compaginar los tiempos de aplicaciones a becas y a universidades también lleva su tiempo.

Decidir a qué universidades aplicar también fue parte del proceso. Como me iba a ir sola a estudiar al otro lado del océano, quería irme para algún lugar en el que sintiera que me iba a sentir cómoda. Fue por eso que apliqué a todas las universidades que combinaran lo académico con esta otra dimensión de la ciudad.

Luego, una vez que todo se concreta, viene la parte más linda. Obviamente que hay momentos de mucho estrés, miedos y cosas que no salen como una querría, pero creo que es parte de la experiencia. Para mí este tiempo acá en España fue de muchísimo aprendizaje académico y personal, de conocer gente muy diferente con la que se generan vínculos muy cercanos y también de asentar ideas previas en las que uno se va reafirmando.

¿A qué áreas de estudio te estás dedicando?

Como decía antes, me cuesta un poco definir un área acotada a la que me dedico o querría dedicarme. Trabajé mucho tiempo en el área de desigualdad y pobreza en sentido amplio, y creo que sigo vinculada con esa línea. Ahora en el doctorado estuve trabajando primero en el área de desigualdad e innovación, y en estos momentos trabajo en temas de primera infancia y educación.

¿Tenés pensado volver a Uruguay en algún momento?

Sí, mi idea es volver a fines del año que viene, luego de terminar el doctorado. Mi idea era poder vivir esta experiencia de estar en otro lado, que es académica pero también personal, pero siempre con la idea de poder volver y hacer cosas desde Uruguay. Durante este tiempo he intentado estar siempre vinculada con el país, y creo que la vuelta va a ser muy interesante. Igualmente espero poder tener la oportunidad de seguir viajando cada tanto, ya sea por cuestiones académicas o para visitar a mis amistades de este lado del mundo.

¿Un libro de economía que recomiendes para público amplio?

Hace un tiempo empecé a leer El Calibán y la bruja de Silvia Federici. No estoy segura si todo el mundo lo clasificaría como libro de economía, seguramente no, pero yo creo que tiene ideas muy interesantes y muestra cómo la economía no puede pensarse si no se analiza como una ciencia social, en donde el poder y lo político juegan mucho. El libro recorre la historia de la transición del feudalismo al capitalismo con una perspectiva feminista.