El panorama global
Para la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el crecimiento de la economía mundial en 2021 se situaría en torno a 5,8%, una décima por debajo de lo estimado previamente. Para el grupo de países emergentes y en desarrollo, las previsiones mejoraron y actualmente apuntan a una expansión de 6,4%. La mejora del panorama se asienta en las mejores perspectivas en varios países exportadores de productos básicos, fenómeno que contrarresta la corrección a la baja para el caso de China, que crecería en el entorno de 8% (cuatro décimas por debajo de lo esperado meses atrás). En el sentido contrario, las expectativas sobre el desempeño de las principales economías se corrigieron levemente a la baja, ubicando el rebote del PIB en 2021 en 5,2%. La revisión bajista es de dos décimas y se explica por el desempeño de Estados Unidos, cuya proyección disminuyó casi un punto porcentual hasta 6%.
Para 2022, las estimaciones del crecimiento global se ubican en torno a 4,9%, pautando una desaceleración de la dinámica observada durante el año pasado: las economías avanzadas crecerían 4,2% y las economías emergentes y en desarrollo 5,1%; el efecto rebote desaparece –dado que la base de comparación ahora es más exigente que la del año pasado–, los estímulos se revierten y persisten las disrupciones que han venido postergando la normalización del funcionamiento de las cadenas de suministro. Como advierte el organismo, “los problemas logísticos, los elevados costos del transporte, el aumento de los precios de los insumos y las dificultades en las cadenas de suministro podrían persistir como mínimo hasta mediados de 2022”.
El comercio mundial de bienes
En línea con el fuerte repliegue que experimentó el comercio mundial de bienes durante el primer año de la pandemia, los resultados de 2021 muestran un rebote importante, que superaría las previsiones realizadas meses atrás por la Organización Mundial del Comercio. Puntualmente, mientras que en marzo la institución anticipaba un crecimiento de 8,0%, actualmente estima que el año cerrará con una variación cercana a 11%.
Dejando de lado el efecto rebote, que distorsiona un poco todas las comparaciones de indicadores en relación con 2020, los fundamentos que dan soporte a esta mejoría tienen que ver con el papel que desempeñaron los estímulos de política económica y con el retiro de las medidas de restricción a la movilidad que habían restringido el comercio durante el primer año de la crisis sanitaria. Y no solo eso, además de lo anterior, también asistimos a un cambio en el patrón de consumo entre bienes y servicios.
En términos prospectivos, y en línea con el panorama previsto en materia de crecimiento económico, el comercio de mercancías se desaceleraría durante el transcurso de ese año. “Esto obedece no solo a que la base de comparación sea mayor, sino también a que durante 2022 se proyecta que podrán continuar las dificultades relativas a la escasez de oferta a las que se ha hecho referencia”. Asimismo, el surgimiento de nuevas variantes del virus mantiene todavía elevada la incertidumbre, en tanto no permite descartar disrupciones adicionales durante los próximos meses, por menores que puedan ser ante el avance de la vacunación.
Las materias primas
En un contexto caracterizado por tasas de interés excepcionalmente bajas, abundante liquidez y dólar relativamente barato, los precios de las materias primas jalonaron las exportaciones de nuestra región; mucho viento de cola. Según CEPAL, el balance del 2021 arrojaría un salto de 42% para los precios de los productos primarios. En el caso puntual de los commodities agropecuarios, la variación de los precios habría ascendido a 22%.
Como señala el organismo, para 2022 se espera una leve baja de los precios de los productos básicos, de alrededor de 3,2%, que estaría apuntalada por los productos metálicos y minerales. Esto se explica por la desaceleración de la actividad, especialmente en China. En lo que refiere a los productos energéticos y agropecuarios, las proyecciones sugieren relativa estabilidad respecto de los niveles observados durante 2021: las variaciones serían de 0,3% y -0,4%, respectivamente.
El crecimiento regional
Según este organismo, la región habría crecido 6,2% en promedio durante 2021. En el caso de América del Sur la expansión estimada se ubica en el entorno de 6,4%, por encima del registro previsto para Centroamérica y México (6,0%) y para el Caribe (1,2%). Al igual que el Banco Mundial, CEPAL también visualiza una moderación del crecimiento a partir de este año. En efecto, más allá del rebote, la pandemia agudizó los problemas estructurales de la región e introdujo mayor incertidumbre y riesgos macroeconómicos. Concretamente, el PIB de América Latina y el Caribe se expandiría 2,1% durante 2022: América del Sur crecería 1,4%; Centroamérica y México 3,3%, y el Caribe (sin incluir a Guyana), 6,1%.
Con esta dinámica, menos de la mitad de los países de la región habrán podido recuperar el nivel de actividad que tenían en 2019, previo a la irrupción de la pandemia. A este respecto, según las previsiones del organismo, 11 países lo lograrían en 2021 y otros tres países lo harían en 2022.
En efecto, retornar a la senda de crecimiento vigente antes de la pandemia costará más tiempo del previsto, lo que supondrá un aumento de la brecha respecto a las principales economías del mundo. En ese sentido, “sólo el grupo de economías desarrolladas retomará la trayectoria de crecimiento anterior a la pandemia en 2022, e incluso llegará a superarla”. En contraposición, el resto de las economías “mantendrán a mediano plazo (hasta 2025) una trayectoria de crecimiento muy inferior a la proyectada antes de la pandemia”.
Hay que tener presente que los problemas regionales no comenzaron en 2020. Por el contrario, la región acumulaba un quinquenio de estancamiento antes de que irrumpiera la covid-19. Con un crecimiento casi nulo entre 2015 y 2019 y una fuerte contracción en 2020 (-6,8%), los problemas estructurales se exacerbaron: baja inversión y productividad, informalidad, desocupación, escasa cobertura de los sistemas de protección social y salud, y altos niveles de desigualdad y pobreza.
Si bien las economías rebotaron el año pasado, el escenario hacia adelante se mantiene desafiante, en particular a raíz del retiro de la política monetaria fuertemente expansiva desplegada por los principales bancos centrales del mundo; en 2022 seguirá soplando el viento de cola, pero lo hará con menor intensidad.
A nivel nacional las proyecciones para este año muestran realidades muy dispares. En particular, en América del Sur (que en términos agregados crecería 1,4%), el menor dinamismo será el de Brasil, cuya economía se expandiría apenas 0,5%. Para Chile, el organismo ubica el crecimiento en 1,9%. Le siguen Argentina (2,2%), Ecuador (2,6%), Perú (3%), Uruguay (3,1%), Bolivia (3,2%), Colombia (3,7%) y Paraguay (3,8%).
El mercado de trabajo latinoamericano: contexto y perspectivas
Las medidas de distanciamiento que signaron 2020 provocaron una caída significativa del empleo y la participación laboral en la región, especialmente durante el segundo trimestre del año. Durante esos tres meses la tasa de empleo se contrajo más de 10 puntos porcentuales en comparación interanual. Dado que la oferta laboral experimentó un retroceso similar (9,4 puntos porcentuales), la tasa de desempleo aumentó, pero en una magnitud menor de lo que podría esperarse a la luz del shock: en comparación con el segundo trimestre de 2019 subió 2,7 puntos porcentuales.
Superado el punto más álgido de la crisis sanitaria, los mercados laborales de la región comenzaron un proceso gradual de recuperación y esa tendencia se mantuvo durante el año pasado. Según destaca CEPAL, al tercer trimestre de 2021, la tasa de participación regional alcanzó 61,9% y la tasa de ocupación llegó a 56,3%. Esto “representa niveles superiores a los del tercer trimestre de 2020”, pero que aún se ubican por debajo de los umbrales prepandemia. Dado que la demanda laboral (empleo) se recuperó más rápido que la oferta laboral (participación), el desempleo cayó hasta ubicarse en el entorno de 9% durante el tercer trimestre del 2021.
Las brechas de género se ampliaron
Al descomponer la dinámica del mercado de trabajo por sexo, los datos confirman que la crisis sanitaria ensanchó las brechas estructurales que separan los vínculos de los hombres y de las mujeres con el mundo laboral: su retorno ha sido más gradual y las dificultades para encontrar empleo han sido mayores. Según advierte el organismo, la “salida masiva de mujeres del mercado” en 2020 interrumpió la tendencia observada durante las últimas tres décadas. Pese a que esta tendencia permitió mejorar los niveles de participación femenina en la región, las diferencias con las economías desarrolladas seguían siendo importantes antes de la pandemia y se profundizaron a partir de ésta.
De esta manera, si bien el empleo y la participación mejoraron para hombres y mujeres, lo hicieron a ritmos distintos. Esto determinó un aumento de las diferencias en materia de desempleo: “La tasa de desocupación de las mujeres se redujo a 11,1% y la de los hombres a 7,6% en el tercer trimestre de 2021. Esta tendencia implica que la brecha en la tasa de desocupación entre hombres y mujeres se incrementó de 2,7 puntos porcentuales en el tercer trimestre de 2019 a 3,5 puntos porcentuales al tercer trimestre de 2021”.
A su vez, la crisis profundizó las diferencias entre las mujeres de mayor y menor nivel educativo. En lo que va de la pandemia, estas últimas se vieron más afectadas por la pérdida de empleo que los hombres con igual nivel educativo y que otras mujeres con mayor nivel de formación (CEPAL, 2021). En el mismo sentido, son las que enfrentan las mayores limitantes para su reincorporación y al segundo trimestre de 2021 enfrentaban un nivel de ocupación 16% más bajo que en el mismo trimestre del 2019.
Pandemia e informalidad
Durante las crisis el empleo informal suele operar como un amortiguador contracíclico, absorbiendo las pérdidas que se producen en la esfera formal de la economía. Sin embargo, la excepcionalidad de la pandemia y las medidas que tuvieron que ser desplegadas para su contención alteraron esta regularidad.
Las características de los empleos informales no suelen dejar margen al teletrabajo y las actividades que se vieron más afectadas fueron aquellas que típicamente concentran una mayor proporción de empleo informal, como el comercio, la construcción y los restaurantes y hoteles. Como resultado, el peso de la crisis recayó desproporcionadamente sobre estos trabajadores, que además no fueron atajados por la malla de protección social. En efecto, la informalidad cayó en relación con 2019, pero no por las razones correctas.
Esa situación se ha ido revirtiendo a medida que se replegaron las restricciones, y en muchos países la recuperación del empleo ha sido producto de este fenómeno. “Un análisis del crecimiento del empleo para seis países de la región muestra que éste ha estado impulsado casi por completo por el crecimiento del empleo informal, que ha representado alrededor de 70% o más de la creación neta de trabajo en la Argentina, Costa Rica, México, el Paraguay y el Perú”.
En efecto, según advierte el informe, el análisis de la evolución del empleo por categorías ocupacionales revela que la recuperación del 2021 vino por las de menor calidad. En ese sentido, los trabajadores por cuenta propia, la mayoría de los cuales son informales, tuvieron un mayor ritmo de recuperación del empleo que los asalariados. “En el tercer trimestre de 2021, el empleo por cuenta propia se encontraba en niveles superiores a los que tenía antes de la pandemia”.
¿Qué podemos esperar hacia adelante?
Durante los primeros compases de la crisis sanitaria la caída del empleo superó la contracción del PIB, dejando en evidencia el impacto desigual de la pandemia: la pérdida de puestos de trabajo fue mayor en los sectores de baja productividad. A su vez, desde que comenzó la reactivación el producto se ha recuperado más aceleradamente respecto del empleo. Pasando raya, ni el PIB, que se recupera más rápido, ni el empleo, que se recupera más lento, lograrán recomponer totalmente el terreno perdido durante la pandemia: “La oferta laboral continuará rezagada al igual que el empleo y la tasa de desocupación se ubicaría en torno al 9,7%, es decir, en un nivel inferior al registrado en 2020 (10,3%), pero superior al de 2019 (8,1%)”.