Los salarios representan un componente fundamental del ingreso de los hogares en Uruguay. Por eso, el análisis de su dispersión constituye un insumo central para entender cómo los cambios que experimentó la institucionalidad en la órbita del mercado laboral afectaron las condiciones de vida de los uruguayos durante las últimas dos décadas. En relación a ello, el trabajo realizado por el Instituto pone el foco sobre las distintas instancias de negociación colectiva y sobre lo ocurrido con el salario mínimo nacional.

En ese sentido, de los últimos veinte años se desprenden varias etapas del ciclo económico signadas por distintas transformaciones en lo que hace a los modelos de relaciones laborales.

A principios del siglo, y en el marco de “relaciones laborales desreguladas bajo el paradigma de la flexibilización imperante desde los 90”, el salario real experimentó una caída profunda que abarcó tanto la esfera privada como la pública.

Superada la crisis de 2002, y con el regreso de los Consejos de Salarios en 2005, el énfasis de las siguientes tres rondas —2005, 2006 y 2008— estuvo centrado en recomponer el terreno perdido durante la administración previa. “Si bien fue un período en que el Salario Mínimo Nacional experimentó un incremento real significativo, las pautas o lineamientos no incorporaban explícitamente mejoras más importantes para los sectores más sumergidos, sino que centraban su atención fundamentalmente en una recuperación de carácter general. Durante ese período la negociación colectiva se extendió al sector del servicio doméstico, al sector rural y al sector público, aprobándose las leyes de protección y promoción de la libertad sindical (ley 17.940), de negociación colectiva (ley 18.566) y de negociación colectiva para el sector público (ley 18.508).

Posteriormente, entre 2010 y 2015, el foco de atención viró hacia los salarios sumergidos mediante incrementos importantes del Salario Mínimo Nacional y lineamientos específicos para apuntalar los ingresos en los segmentos más bajos de la distribución salarial, sobre todo durante la Cuarta Ronda, que tuvo lugar en 2010.

Finalmente, el último subperíodo bajo análisis comprende el tercer período de gobierno frenteamplista, caracterizado por un contexto internacional más desafiante y un magro desempeño económico que supuso retrocesos en materia de empleo. En este marco, si bien el salario mantuvo su tendencia alcista, el ritmo de expansión fue bastante menor y con comportamientos diferenciados según los distintos sectores de actividad.

Producto del peso que tienen los ingresos laborales en el ingreso total de los hogares, la política salarial constituyó un mecanismo muy relevante para explicar los avances en la reducción de la desigualdad registrados a partir de 2007.

Desigualdad de ingresos totales y dispersión salarial

Como advierte el documento, en contraste con lo sucedido durante períodos de crecimiento anteriores, “el proceso de expansión económica iniciado desde 2004 fue acompañado de una muy fuerte mejora en la distribución del ingreso medida a través del Índice de Gini”. Este indicador mide la desigualdad tomando valores entre 0 —perfecta equidad— y 1 —concentración total—. Concretamente, el índice de Gini para los ingresos totales exhibió un descenso significativo entre 2007 y 2012, permaneciendo estable desde entonces (gráfico 1). Este avance respondió, entre otros factores, a la política de transferencias no contributivas, a la reforma tributaria y a la reforma de la salud.

Foto del artículo 'Estudio del Cuesta Duarte: “Política salarial, institucionalidad laboral y desigualdad de ingresos”'

En el caso del índice de Gini de los salarios —como se señaló, los salarios constituyen la parte central del ingreso total que perciben los hogares—, el descenso fue más pronunciado y más sostenido en el tiempo; recién en 2018 se frena la caída y es seguida por una leve reversión durante 2019 y 2020.

De esta manera, en el marco más general de descenso de la desigualdad de ingresos, “la distribución de los salarios también se volvió más equitativa, con un ritmo más intenso hasta 2012 y de forma más lenta entre 2012 y 2018”. En efecto, como subraya el Cuesta Duarte, la política salarial que signó el período bajo análisis tuvo un impacto relevante para explicar los logros alcanzados en la distribución del ingreso.

Esto aplica para los trabajadores formales e informales, aunque con algunos matices, especialmente en 2020, dado el impacto desproporcionado de la pandemia sobre los empleos no cotizantes a la seguridad social (gráfico 2).

Foto del artículo 'Estudio del Cuesta Duarte: “Política salarial, institucionalidad laboral y desigualdad de ingresos”'

Análisis de los diferentes períodos de tiempo

Para abordar los cambios que tuvieron lugar en los distintos subperíodos que comprende el análisis, en función de las distintas políticas que fueron desplegadas, el Cuesta Duarte parte de las funciones de densidad salarial, que muestran la proporción relativa de trabajadores en cada nivel salarial para diferentes años seleccionados.

Si se consideran los cambios tomando las dos puntas del período bajo estudio (2001-2020), las funciones de densidad evidencian la mejora que fue señalada anteriormente, como se muestra en el gráfico 3. “Además, se observa que la mejora estuvo acompañada por una menor desigualdad o dispersión de los salarios, ya que la densidad azul correspondiente al año 2020 es sensiblemente más alta”.

Foto del artículo 'Estudio del Cuesta Duarte: “Política salarial, institucionalidad laboral y desigualdad de ingresos”'

El gráfico 3 también muestra el incremento que experimentó el salario mínimo nacional. Sobre este punto, el Instituto recuerda que dos décadas atrás eran muy pocos asalariados cuyos ingresos no superaban este umbral, que al ser tan bajo había dejado de operar como referencia válida para el mercado laboral: “En aquella época el valor del Salario Mínimo Nacional se utilizaba con un criterio fiscal de contención del gasto público, ya que varias condiciones de acceso y nivel de prestaciones de la seguridad social dependían de este parámetro”. Esa situación se revirtió producto de un incremento significativo, y al 2020 existía una proporción no menor de asalariados cuyos ingresos por trabajo no superaban ese nivel.

La evolución durante esas dos décadas no fue homogénea y encierra momentos diferenciados. Por ejemplo, en el entorno de la crisis de 2002 hay un retroceso que, pese a ser generalizado, supuso un leve aumento de la desigualdad salarial. Para mostrar este fenómeno, el estudio analiza las curvas de concentración, que reflejan la variación salarial a lo largo de la distribución -cómo cambia el salario en cada percentil de la distribución-. De esto se desprende que “entre 2001 y 2004 no sólo cayeron todos los salarios, sino que la caída fue algo más pronunciada entre los niveles más bajos”; los salarios que más cayeron fueron los más sumergidos. Las curvas de concentración para cada subperíodo considerado se recogen en el gráfico 4.

Foto del artículo 'Estudio del Cuesta Duarte: “Política salarial, institucionalidad laboral y desigualdad de ingresos”'

En línea con la recuperación económica que siguió a la crisis, y con la restauración de la negociación colectiva, los salarios crecieron marcadamente entre 2004 y 2010, especialmente el Salario Mínimo Nacional. En ese sentido, la mejora fue más intensa en los percentiles menores, impulsando los ingresos de los trabajadores más rezagados.

Siguiendo la misma línea, la Cuarta Ronda de Consejo de Salarios que tuvo lugar en 2010 trajo avances adicionales. Como fue mencionado, los lineamientos pautados para esta instancia tuvieron un fuerte foco redistributivo para atender la situación de los salarios más sumergidos mediante incrementos bien diferenciados y un empuje adicional del salario mínimo: “Mientras los salarios más bajos percibieron incrementos reales que en algunos casos se ubicaron próximos o incluso por encima del 15%, entre los salarios más altos la mejora real fue sensiblemente más moderada”. En efecto, esto supuso un importante avance en materia de desigualdad y dispersión salarial entre 2010 y 2012.

A partir de ese año tiene lugar una mejora adicional, que se extiende hasta 2016. Desde entonces, y en línea con una coyuntura económica desfavorable, la evolución de los salarios se moderó y se estancaron los avances en materia de desigualdad salarial.

Lo ocurrido en el marco de la Cuarta Ronda de Consejos de Salarios muestra con claridad los efectos profundos que tiene el aumento del Salario Mínimo Nacional y las categorías más sumergidas, no sólo dentro de la distribución salarial, sino también como factor explicativo del fuerte descenso de la desigualdad de ingresos totales procesada hasta 2012.

En síntesis

A modo de cierre y reflexión, el documento resalta que en las últimas dos décadas se procesaron cambios salariales relevantes en distinta dirección, y que “la política salarial implementada y el marco institucional vigente en cada subperíodo tuvieron impactos relevantes en la dispersión salarial”.

Luego del retroceso que se extendió hasta 2004, y que afectó el bienestar de los trabajadores en más de un sentido —la caída de los salarios fue generalizada y tuvo un sesgo regresivo que aumentó la desigualdad salarial—, la política salarial y la institucionalidad laboral permitieron consolidar importantes avances.

En particular, del análisis de la Cuarta Ronda de Consejos de Salarios se desprenden los “efectos profundos que tiene el aumento del Salario Mínimo Nacional y las categorías más sumergidas, no sólo dentro de la distribución salarial, sino también como factor explicativo del fuerte descenso de la desigualdad de ingresos totales procesada hasta 2012”.