Las noticias internacionales

Estados Unidos: Inflación cierra el año en 7%

Como fue analizado la semana pasada, la aceleración inflacionaria constituye uno de los rasgos distintivos del año que dejamos atrás. Y no solo eso, reacción de política monetaria mediante, también marcará las características del año que comienza, aunque todavía no sabemos con certeza cuál será su impacto. Eso dependerá del timing y de la magnitud de la normalización monetaria por parte de la Reserva Federal. Si la inflación no afloja, el repliegue será más intenso y tendrá mayores impactos sobre el dólar y las condiciones de acceso a financiamiento. Desde la perspectiva del mundo emergente, un escenario como éste puede generar turbulencias. Si la inflación cede, la normalización de la política monetaria igualmente ocurrirá, pero no debería dar lugar a grandes sobresaltos. Hasta acá lo que podría suceder en el correr de 2022.

A partir de acá, lo que sucedió en 2021. Y lo que sucedió es que la inflación anual llegó a 7% en diciembre, marcando el nivel más alto observado desde 1982. En efecto, el índice de precios al consumo aumentó 0,5% respecto a noviembre, una décima por encima de lo que marcaban las expectativas. Por su parte, la medida subyacente de la inflación, que excluye algunos de los rubros de la canasta para extraer una señal más fiel de las presiones inflacionarias, pautó un incremento interanual de 5,5% (0,6% mensual).

De esta manera, por ahora, la evidencia sigue favoreciendo la visión del “equipo persistente” y aumentando la presión sobre la Reserva Federal –el principal banco central del mundo–. Para profundizar sobre este tema: ver la nota de la semana pasada: “La inflación en 2021 y la política monetaria hacia 2022: un panorama global”.

Inflación de Brasil cierra en máximo de seis años

En línea con lo anterior, y como fue advertido una semana atrás, el repunte inflacionario no se restringe a la órbita de las principales economías. Por el contrario, es un fenómeno bastante generalizado a nivel mundial, como refleja, por ejemplo, el dato que conocimos esta semana para el caso de Brasil.

Puntualmente, 2021 cerró con el registro más elevado de los últimos seis años: 10,1% anual. Si bien este dato representa una desaceleración en relación con los últimos meses –la inflación es de dos dígitos desde setiembre y llegó a ubicarse en 10,7%–, duplica el techo del rango meta establecido por el Banco Central de Brasil (5%). Esta moderación está en línea con el sesgo contractivo que adoptó la política monetaria durante el año pasado. En ese sentido, la tasa selic –de referencia– pasó de 2,0% a 9,25% entre enero de 2021 y enero de 2022; la versión carioca de la normalización monetaria.

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Inflación de Argentina, mucho más que un fenómeno transitorio

Los precios al consumo cerraron el año con un incremento mensual de 3,8%, el mayor de los últimos ocho meses. Esto pautó una inflación anual de 50,9% para 2021. En relación con noviembre, la división que experimentó el mayor aumento fue restaurantes y hoteles (5,9%), seguida por bebidas alcohólicas y tabaco (5,4%), transporte (4,9%) y alimentos y bebidas no alcohólicas (4,3%). Esta última fue, por su peso relativo, la división que mayor incidencia tuvo sobre la aceleración de los precios al cierre de año.

Si bien estas cifras se enmarcan en un escenario global de presiones inflacionarias, Argentina es un caso excepcional, como bien señaló un premio nobel de economía hace varias décadas. En ese sentido, la aceleración de los precios durante 2021 se aparta del fenómeno global que reviste un carácter más transitorio, o al menos más “novedoso”. En efecto, la inflación alta es un rasgo característico que precede a la pandemia en Argentina, no una singularidad que emergió durante el año pasado: el país está entrampado en una estanflación desde 2011 (no crece y no logra bajar la inflación a niveles de un dígito). Además, debemos tener presente que estos registros, que son inusitadamente altos en perspectiva mundial, se dan en un contexto caracterizado por controles de precios y restricciones cambiarias.

Y este no es el único problema macroeconómico que enfrenta nuestro vecino. En todo caso, es la manifestación más evidente de otro conjunto de desequilibrios cuya resolución no se deja ver,al menos en el corto plazo. En particular, es la manifestación de la monetización del déficit fiscal; de la necesidad de emitir para cerrar la brecha entre los ingresos y los egresos del sector público. Como advertía ayer el economista argentino Marcos Buscaglia en La Nación, el Banco Central de la República Argentina “imprimió demasiados billetes para financiar al Gobierno, un total equivalente al 7,5% del PBI en 2020 y al 4,8% en 2021, generando el principal desafío que enfrenta hoy la economía argentina: la alta inflación”. Y si bien es el principal desafío, no es el único como ya fue advertido.

En efecto, el país se encuentra negociando con el Fondo Monetario Internacional -en marzo vencen 2.800 millones de dólares con la institución- bajo un escenario tensionado por todos los frentes y caracterizado por una fuerte escasez de reservas internacionales -a finales de 2021 las reservas netas eran de 2.996 millones de dólares; “la nada misma” en palabras de Buscaglia-.

Para contar con dos visiones opuestas sobre este mismo asunto, recomendamos los siguientes artículos. De un lado: Argentina's COVID Miracle, publicado por el nobel Joseph Stiglitz en Project Syndicate. Por el otro: El verdadero milagro económico kirchnerista sería evitar la hiperinflación (Marcos Buscaglia) y Malos presagios en el momento de la verdad (Jorge Fernández Díaz).

Las noticias domésticas

¿Cómo visualizan la inflación los empresarios?

El Instituto Nacional de Estadística (INE) divulgó esta semana los resultados de la Encuesta de Expectativas Empresariales correspondiente a diciembre. Para el año móvil cerrado en noviembre de 2022, la mediana de las respuestas ubica la inflación en 8%. Este indicador, la mediana de expectativas, surge de ordenar las respuestas de menor a mayor y considerar la que queda en el medio. Otra medida, también presente en la encuesta, es el promedio de las respuestas. En este caso, la media de las respuestas sitúa la inflación en torno a 8,2% para los doce meses cerrados en noviembre de 2022.

Al extender el horizonte de análisis un año más en el tiempo, los empresarios no cambian su diagnóstico y vuelven a apuntar hacia una inflación en el entorno del 8% si se toma la mediana y de 8,2% si se considera el promedio. A su vez, el relevamiento destaca que la mediana de la variación esperada para los costos operativos de las empresas es de 8,2% y de 8,0% para esos dos períodos, respectivamente.

Las expectativas de los empresarios han arrojado estimaciones de inflación superiores respecto de las de los analistas y también de las del gobierno. A este respecto, la última encuesta de expectativas de inflación realizada por el Banco Central del Uruguay (BCU) entre los analistas, que corresponde a diciembre, estima una inflación de 6,9% para este año y de 6,5% para el año próximo. En ambos casos, la variación interanual del índice de precios al consumo se ubicaría por encima del nuevo techo del rango meta establecido por el BCU (6%), que comenzaría a regir a partir de setiembre.

Es importante destacar que ambos relevamientos, el del INE y el del BCU, fueron realizados antes de que el Comité de Política Monetaria reafirmara su compromiso inflacionario con un aumento de 75 puntos básicos para la tasa de interés –el precio del dinero–. Con esta suba adicional, que ha sido la de mayor magnitud desde que comenzó el proceso de viraje hacia una política monetaria más contractiva, la tasa de referencia se ubica actualmente en 6,5%. Y no sólo eso: para enfatizar este compromiso, la institución señalizó dos subas adicionales en los próximos meses.

En concreto, el Directorio del BCU “anticipa incrementos de magnitud similar en las dos próximas sesiones del Comité, lo que implicará alcanzar una tasa de interés neutral al comienzo del segundo trimestre de 2022”. Esta decisión surge de un diagnóstico que, según señalan las minutas de la reunión del Comité divulgadas esta semana, se caracteriza por “mejores perspectivas de crecimiento económico” en un contexto de presiones inflacionarias persistentes: “la inflación subyacente se ubicó en 9,3%” y “el indicador de resumen de expectativas muestra un aumento por segundo mes consecutivo”.

Destacar esto es importante, en tanto las últimas dos encuestas no recogen todavía estas innovaciones que son relevantes para los mecanismos de formación de precios; no incorporan la última “señal” que el BCU le mandó al mercado.

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Importante dinamismo de la industria en noviembre

La industria manufacturera creció 21,1% en términos interanuales en noviembre. Si se excluye la refinería de Ancap, la expansión de la producción ascendió a 18,3%, y fue de 12,7% en el caso del núcleo industrial, que no toma en cuenta el comportamiento de las plantas de UPM, Montes del Plata y Pepsi en régimen de zona franca. El desempeño del núcleo, que ofrece una mirada más representativa sobre el sector, también es favorable si se compara con noviembre de 2019, dado que la producción exhibe un incremento próximo a 9%.

Al respecto de esto último, la rama 1701, que es la que incluye las dos primeras, creció 36,1% en la comparación con igual mes del año anterior, cuando una de las plantas paró por mantenimiento. En el caso de la rama correspondiente a Pepsi, la expansión se ubicó en torno a 48%.

Desempeño por rama

Según el Centro de Investigaciones Económicas (Cinve), las industrias de bajo comercio registraron una expansión de 14,3%, lideradas por las ramas correspondientes a elaboración de productos de panadería (17,1%) y fabricación de artículos de hormigón, cemento y yeso (24,3%).

Por su parte, el comercio intrarama experimentó un crecimiento significativo, asociado al efecto de las paradas técnicas por mantenimiento que se llevaron a cabo un año atrás. A la interna de este grupo el comportamiento por ramas fue heterogéneo, destacándose por su incidencia positiva las ramas de elaboración de comidas y platos preparados; elaboración de otros productos y fabricación de pasta de celulosa, papel y cartón, con variaciones de 48,3% y 36,1%, respectivamente.

En el caso de las ramas industriales sustitutivas de importaciones, el desempeño durante noviembre pautó un incremento interanual de 21,4%. Dentro de este universo, las ramas que explicaron ese resultado fueron la fabricación de vehículos automotores, remolques y semirremolques y la fabricación de productos de plástico (204,6% y 41,7%, respectivamente).

Indicadores laborales

En lo que refiere a los indicadores de empleo industrial, los incrementos fueron más moderados en relación con el desempeño observado para las tres principales agrupaciones –industria, industria sin refinería y núcleo–. Concretamente, el Índice de horas trabajadas aumentó 5,1% interanual y el índice de personal ocupado se incrementó en 4,5%, manteniendo la misma referencia para la comparación (noviembre de 2020). De esta manera, como destaca el Cinve, “los indicadores laborales se recuperan con lentitud y no alcanzan aun los niveles de personal ocupado y horas trabajadas de 2019”.

La BPC vuelve a ajustarse por el IMS

Por segundo año el gobierno decidió ajustar la Base de Prestaciones y Contribuciones (BPC) según la evolución de los salarios (IMS), y no de la inflación (IPC), como se hacía anteriormente.1

De esta manera, el ajuste correspondiente para este año asciende a 6,03%, lo que supone que la BPC pasa de 4.870 a 5.164 pesos. Esto tiene un impacto en la recaudación a través del Impuesto a la Renta de las Personas Físicas categoría II (en adelante, IRPF), el impuesto de asistencia a la seguridad social (IASS) y también en el gasto, mediante diversas prestaciones a la seguridad social que toman la BPC como criterio para fijar topes y ajustar montos. Con una inflación que cerró el año en el entorno de 8%, lo anterior implica que las prestaciones atadas a la BPC pierden, por segundo año, valor en términos reales.

Como alertaba hace un año Braulio Zelko, en una columna de renovada vigencia, con el cambio de criterio adoptado en 2021 y mantenido en 2022, “el gobierno prioriza la recaudación fiscal mediante el IRPF y el IASS por sobre otros objetivos, como intentar amortiguar la caída de los ingresos reales que están sufriendo trabajadores y jubilados producto de una política salarial restrictiva. Asimismo, lesiona el valor real de un conjunto de prestaciones sociales, entre las que se encuentran el seguro de paro y el seguro por enfermedad, y otras que tienen como objetivo apoyar a niños y adultos mayores que viven en hogares de muy bajos ingresos”.2

En efecto, como agrega Gustavo Viñales, la consecuencia de la decisión es un “menor ajuste del mínimo no imponible y de las franjas para el IRPF y el IASS, con aumento, en términos reales, de ambos impuestos”. En ese sentido, para mantener el efecto real el ajuste debería considerar la variación del IPC, en tanto permite gravar más cuando los salarios suben en términos reales y menos cuando bajan.