En el debate público acerca de cualquier problemática es habitual que, en algún momento, surja por parte de alguno de los involucrados una contrarrespuesta en que se apele a que “debemos mirar la película completa”, alertando así que cualquier visión parcial o incompleta de la realidad podría implicar cambios en las valoraciones de los participantes en la discusión. No obstante, hasta que la problemática no se resuelve realmente (si es que tiene resolución), más que posicionados al culminar la película en un altar reflexionando sobre lo que ha ocurrido, parecería ser que nos encontramos atrapados ad eternum en la incertidumbre que reina en la temporada intermedia de una serie, en la que nos faltan aún elementos para determinar una valoración acabada sobre la realidad.
Esta posición intermedia, a su vez, parece ser el estado de situación natural en la toma de decisiones de política en la que los responsables del diseño y de la ejecución deban contemplar un diagnóstico lo más actualizado posible sobre el desempeño de las variables económicas, de las cuales no se tiene una información completa sobre su comportamiento al momento de la toma de decisión.
Lo esencial está oculto en lo visible
Desarrollemos las implicaciones prácticas de esta idea, situándonos como espectadores de la temporada intermedia de una serie. A esta altura de la serie, es esperable que contemos con una valoración tanto global como de cada temporada que nos permita establecer un juicio sobre si la consideramos buena, regular o mala. En esa circunstancia, también, intentaremos predecir, o tendremos determinadas expectativas, sobre la valoración de las temporadas subsiguientes, que serán convalidadas o no conforme avancemos con los nuevos capítulos.
Este proceso de valoración y predicción, sin embargo, conlleva dos grandes problemas. El primero refiere a que la valoración de la serie no es algo que podamos observar directamente, sino más bien es un resultado que emerge de la evaluación que hayamos podido realizar a partir de los capítulos que hemos visto hasta dicho momento. Lo que observamos es el desarrollo de la trama, los actores, el montaje, la fotografía, entre otros aspectos que tomaremos en cuenta (o no) para generar nuestra valoración, de acuerdo a parámetros propios.
El segundo problema es que no sólo nuestras expectativas sobre las temporadas subsiguientes pueden estar erradas, sino que el desarrollo posterior de la serie también nos puede hacer revisar nuestras valoraciones anteriores. Es posible, incluso, que una temporada valorada como mala sea revisada y revalorada como regular a medida que se avanza con la serie.
Analogías con las decisiones fiscales y monetarias
De forma análoga, en materia de política fiscal y monetaria, es menester que los responsables gubernamentales tengan una valoración lo más actualizada posible del estado en que se encuentra el nivel de actividad económica al momento en que se deben adoptar las decisiones sobre el manejo de los instrumentos de política. Esta valoración del desempeño económico pretendería medir la distancia existente entre lo que la economía efectivamente produjo en determinado momento y el nivel de producción que habría alcanzado si se utilizaran, de forma plena y eficiente, los recursos productivos disponibles.
En este sentido, si la economía se encuentra por encima de este nivel de producción “potencial”, valoraríamos la situación como una fase expansiva de la actividad económica, mientras que si se encuentra por debajo la valoraríamos como una fase de desaceleración. A esta medida de desempeño, que surge de la diferencia entre la producción efectiva y la producción potencial, se la denomina “brecha del producto”.
De hecho, la brecha del producto es un insumo sustancial en la aplicación por parte del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) de la regla fiscal vigente en Uruguay a partir de la aprobación de la ley de urgente consideración (LUC) en el año 2020. La brecha del producto, también, aporta información muy relevante en el direccionamiento de la política monetaria aplicada por el Banco Central del Uruguay (BCU) para controlar la inflación. A pesar de su importancia, esta medida sufre de los dos mismos problemas antes desarrollados en la valoración de una serie televisiva. Claro que, en materia de política económica, las consecuencias referidas pueden conllevar a una incorrecta toma de decisión por parte de los responsables políticos.
En primer término, no debe perderse de vista que la brecha del producto no es una medida directamente observable de la realidad, dado que surge de la comparación de la actividad económica medida a través del Producto Bruto Interno (PIB) que elabora y publica de forma regular el BCU, con una estimación de la producción potencial (teórica) de la economía, que aporta información aproximada acerca de lo que se hubiese producido si se utilizaran plenamente los recursos productivos.
En segundo término, se debe tomar en consideración que la referida medida se estima en un momento particular del tiempo, con la información disponible hasta ese momento (como ocurre con la valoración que prevalece en la temporada intermedia de una serie), por lo cual se debe predecir la brecha del producto correspondiente a períodos subsiguientes (las temporadas por venir) y, cuando corresponda, actualizar el cálculo con la incorporación de la nueva información. Lo interesante aquí es que, así como podríamos revisar nuestra valoración de las temporadas anteriores de una serie al avanzar con esta, la medida de desempeño actual de la actividad económica puede, también, revisarse a la luz de la actualización de las estimaciones y provocar que una política que en su momento parecía adecuada, no lo fuese.
Esto último sucedió con la brecha del producto calculada por parte del MEF como insumo en la aplicación de la regla fiscal, entre la Ley de Presupuesto Nacional aprobada en 2020 y la Rendición de Cuentas de 2021, donde la medida hallada para el año 2019 en el primer caso exhibía un guarismo de signo negativo en torno al 2,7% (la economía se encontraba por debajo del nivel de producción potencial) y en el segundo caso un valor de signo positivo de aproximadamente 0,6% (el nivel de producción efectivo se ubicaba por encima del potencial). Por cierto, este cambio de signo en la evaluación del desempeño correspondiente al año 2019 es lógico, derivado de la incorporación relativa al impacto productivo negativo que tuvo la crisis de la pandemia covid-19 en el transcurso del año 2020.
Estos datos ilustran de manera elocuente respecto a que las decisiones de política económica que se adoptan en un momento determinado del tiempo, basadas en el cálculo de la brecha del producto, pueden verse interpeladas, tanto en su signo como en magnitud, por la propia actualización de la medida de desempeño.
La praxis de la política económica
Las anteriores consideraciones, sin embargo, no invalidan el uso de la información que aporta la brecha del producto a efectos de determinar la orientación de las políticas fiscal y monetaria. Esta medida de desempeño es fundamental para que las autoridades puedan aproximarse a un correcto diagnóstico sobre la coyuntura económica y direccionar la toma de decisiones. El caso es que las estimaciones de este importante indicador pueden ser revisadas, poniendo en evidencia que las decisiones en materia de política macroeconómica están sujetas a incertidumbre y que esto merece ser considerado de forma explícita, no con el objetivo de intentar eliminar el error de estimación, sino de administrarlo de forma adecuada. En este sentido, la administración de los errores de estimación se conforma de un aspecto técnico y de un aspecto en términos del accionar político.
En términos estrictamente técnicos, para calcular la brecha del producto se requiere el uso de alguna metodología de estimación de la producción potencial teórica. A tales efectos, existen al menos tres grandes aproximaciones metodológicas, entre las cuales el MEF ha optado por utilizar el denominado método de la función de producción. En principio, ninguno de los enfoques disponibles es dominante sobre los otros. Por lo tanto, la evaluación de los errores de revisión correspondientes a cada una de las aproximaciones metodológicas permitiría comprender mejor la sensibilidad que tienen las estimaciones de la brecha de producto al método de estimación utilizado. En línea con esta reflexión, cabe destacar que en el Informe del Consejo Fiscal Asesor del MEF sobre el cálculo del Resultado Fiscal Estructural al cierre de 2021 se incorpora como recomendación la necesidad de evaluar la información complementaria que aportan otras metodologías respecto a las estimaciones que surgen del enfoque de la función de producción.
En términos del accionar político, el signo y magnitud de error cometido en la estimación de la brecha del producto es relevante al momento de la toma de decisiones. En la práctica, el riesgo de la acción merece valoraciones distintas cuando el costo del error es, más o menos, importante. A modo de ejemplo, cuando el BCU adopta medidas monetarias contractivas para el control de la inflación que en el corto plazo pueden actuar en detrimento del crecimiento económico, el costo de la orientación más restrictiva de la política monetaria puede ser mayor si el desempeño de la economía no era tan bueno como lo que se había estimado al momento en el que fueron tomadas las decisiones, y menor si el desempeño de la economía era mejor de lo que se había estimado. Situación similar a la que se encuentra el BCU en la actualidad, salvo que, de acuerdo a las estimaciones del MEF incluidas en el proyecto de Rendición de Cuentas de 2021, nos encontramos por debajo del producto potencial teórico.
Reflexión final
En definitiva, integrar la administración de los errores en los procesos de decisión de política económica supone no sólo reconocer las limitaciones de contar con un conocimiento pleno del estado del nivel de actividad económica de la sociedad, sino enriquecer el proceso decisorio desde el enfoque técnico y práctico. La concepción aparentemente asimétrica en el costo del error en el accionar práctico no debería colisionar con la recomendación técnica de la política económica sujeta a la incorporación del error, sino más bien retroalimentarse para reconocer el papel que tiene la incertidumbre sobre la revisión y corrección de la política pública, con el objetivo de minimizar, en la medida de lo posible, los costos sociales del error.
(*) “Una oda a la ignorancia: consenso y políticas públicas”. la diaria. Rafael Mosteiro es investigador del Cinve. Licenciado en Economía por la Udelar (correo: [email protected]). Entrada escrita para el Blog SUMA del Cinve: www.suma.org.uy.