Ha sido un comienzo de año bastante movido en los mercados. Los inversores se encuentran tan expectantes como temerosos con los distintos procesos de “normalización monetaria” que se vienen implementando a lo largo y ancho del mundo. Y si bien estos procesos tienen varias aristas, una de las más visibles es el aumento en las tasas de interés.

Recordemos que, a raíz de la pandemia, las tasas de interés cayeron en la mayoría de los países como forma de apuntalar la actividad económica y facilitar el crédito. Pero lo peor de la pandemia parece haber pasado, y eso hace que sea momento de cambiar el sesgo de la política monetaria. Varios bancos centrales han comenzado a dejar atrás la fase expansiva que atravesaron los últimos dos años, y muchos de los que aún no entraron en acción planean hacerlo próximamente. Si bien esto era esperable, el resurgimiento de la inflación, tanto en países desarrollados como en emergentes (una preocupación que parecía ser cosa del pasado para muchas economías) incrementa la incertidumbre sobre la celeridad con la que puede llegar a desarrollarse este proceso.

Se espera que la Reserva Federal, el banco central de Estados Unidos, realice varios movimientos de su tasa de referencia a lo largo de 2022. En Uruguay, el Banco Central ha comenzado a incrementar la tasa de política monetaria gradualmente desde agosto del año pasado, y señaló que volvería a subirla en el Comité de Política Monetaria que celebrará este miércoles 16 de febrero. En total, desde que sus autoridades decidieron volver a utilizar a la tasa de interés como instrumento de política monetaria y la fijaron en 4,5% –en setiembre de 2020–, ésta se ha incrementado cuatro veces, ubicándose ahora en 6,5%.

Pero tratemos de bajar esto a tierra, y veamos cómo este proceso puede llegar a impactarte si tenés algo de dinero invertido.

Algunos conceptos preliminares: precio, tasa y rendimiento

Un bono conlleva el compromiso del emisor –quien toma la deuda– de devolver el dinero que recibe prestado en un plazo determinado, junto con una compensación por disponer de dichos fondos. Esa compensación es el interés, la ganancia que recibe quien presta su dinero. Esta se determina multiplicando la tasa de interés que paga el bono por su valor nominal. Por ejemplo, un bono con un cupón de 10% y un valor nominal de 100 pagará un interés anual de $10 (0,10 x 100).

Cuando un emisor hace la venta inicial, si el precio de emisión de un bono se ubica en 100, se dice que la emisión se realizó “a la par”. En tal caso, el rendimiento obtenido por comprar un bono es igual a su tasa de interés (conocido también como cupón). Alternativamente, el precio de emisión se puede llegar a ubicar por debajo o por encima de 100, es decir, por debajo o por encima de su valor nominal. Se dice que un bono se emite “a descuento” si el rendimiento obtenido por quien lo compra supera el cupón que recibe. Por el contrario, se dice que se emitió “con premio” si el rendimiento obtenido por el inversor es inferior al cupón que recibe.

A medida que transcurren los días y un bono comienza a negociarse en el mercado, su precio cambia día tras día. Cuanto más alejado se encuentre de su fecha de emisión, más probable es que el contexto de tasas en el que fue emitido haya cambiado. Y esto se refleja en su precio y, consiguientemente, en el rendimiento al cual se negocia.

Para fijar ideas, consideremos el bono global en dólares emitido por Uruguay a comienzos de 2019, y que vence en 2031. Si bien este bono paga un interés anual de 4,375%, actualmente se negocia “con un premio”, esto es, tiene un precio superior a 100, próximo a los 112,5. Por lo tanto, el rendimiento efectivo que obtendrá un inversor que lo compra hoy y lo mantiene hasta su vencimiento será de, aproximadamente, 2,6% anual (inferior al cupón que paga). Vale aclarar que por cada 100 que tenga de este bono el inversor que lo compra hoy recibe un pago anual de $ 4,375. Pero su rendimiento efectivo será de $ 2,6 pues para recibir esos $ 4,375 debió invertir 112,5, no 100.

Precio y tasa de interés, una relación inversa

Por lo anterior, ya te habrás dado cuenta de que existe una relación inversa entre precio y tasa de interés en lo que respecta a bonos. Cuando las tasas bajan, los precios de los bonos suben, y cuando las tasas suben, los precios de los bonos bajan. Eso sucede porque tras una suba de tasas, las nuevas emisiones ofrecen cupones más altos. En consecuencia, los bonos ya emitidos deben caer de precio para que el cupón que pagan se vuelva atractivo.

Usemos nuevamente como ejemplo el bono global en dólares emitido por Uruguay ya referido: ¿qué paso con su precio durante los últimos doce meses?

Foto del artículo '¿Cómo puede repercutir en mis inversiones un incremento en las tasas de interés?'

Lo que sucede con un bono en dólares depende en gran parte de lo que pase con las tasas de interés en dólares, es decir, de lo que decida la Reserva Federal de Estados Unidos. Tratándose de una emisión próxima a los 10 años de plazo, vemos en el eje derecho del gráfico cómo evolucionó el rendimiento del bono de Estados Unidos durante los últimos doce meses. Si bien con altibajos, desde el segundo semestre del año pasado comenzó a subir, y poco a poco se encamina hacia 2% (niveles prepandemia). ¿Cómo repercute esto en el precio del bono emitido por Uruguay? Pues cae, como puede apreciarse en el eje izquierdo del gráfico.

Comenzamos el artículo señalando que estamos atravesando un período de suba de tasas, tanto a nivel nacional como internacional. Esto significa que los precios de todos los bonos que están en circulación están cayendo. Y lo que se espera es que sigan disminuyendo en la medida en que el proceso de normalización monetaria avance.

Esto puede llegar a ser un problema para un inversor que compró un bono y no pensaba mantenerlo hasta su vencimiento, pues obtendrá un precio inferior al que hubiera recibido si todo seguía como antes. Lo positivo es que se comenzaría a ver un repunte en los retornos de los instrumentos de renta fija, que habían experimentado retornos reales negativos este último tiempo (esto es, no llegaban a compensar la inflación).

¿Cómo se compra un bono?

Mediante un intermediario financiero, agente que puede recurrir tanto al mercado primario como al secundario para ejecutar el pedido de su cliente. Pero vamos por partes.

El mercado primario es aquella instancia donde un emisor hace la venta inicial de un bono a los inversores. Constantemente hay emisiones de deuda pública en el mercado primario a nivel doméstico. Están los bonos que emite el gobierno, las Notas del Tesoro y los que emite el Banco Central, las Letras de Regulación Monetaria.

Luego tenemos el mercado secundario, ámbito donde intermediarios e inversores se encuentran para comprar y vender bonos ya emitidos. Allí el menú disponible se amplía sustancialmente, y un inversor puede llegar a encontrar instrumentos más adecuados a su horizonte temporal, sin limitarse a la oferta de turno que se ofrezca en el mercado primario.

Para participar en cualquiera de los dos mercados, por lo general, se debe recurrir a un corredor de bolsa, agente de valores o banco de plaza. Para tu tranquilidad a la hora de elegir, en el sitio web del Banco Central podés encontrar el listado de todos los intermediarios autorizados a operar en el sistema financiero uruguayo.

¿Cuánto repercute un cambio de tasas en el precio de un bono? El concepto de duración

Depende tanto del plazo como del cupón que tenga un bono. En términos generales, aquellos bonos de mayor plazo son más sensibles a los cambios en las tasas que los de menor tenor. Asimismo, los bonos con cupones más bajos reaccionan más que los que pagan un mayor retorno. Ambas dimensiones, plazo y cupón, hacen al concepto conocido como “duración” de un bono.

La duración indica cuál es el vencimiento promedio de un bono, medido en años, considerando todos los flujos que tiene asociados, esto es pago de cupones y de capital. También puede interpretarse como el porcentaje en el que cambiará el precio de un bono ante un cambio de 1% en la tasa de interés.

La duración del bono de Uruguay en dólares que usamos de ejemplo ronda los 6,9 años. ¿Cómo interpretarlo? Por cada 1% que aumenta la tasa de interés, su precio caerá 6,9%. Inversamente, por cada 1% que caiga la tasa de interés, su precio aumentará 6,9%.

A mayor duración, más sensible será un bono a un cambio en la tasa de interés. Es por eso que la estrategia de muchos inversores en este momento pasa por “acortar la duración” de su portafolio, prefiriendo las emisiones de corto plazo.

¿Y qué pasa con las acciones?

Un incremento de tasas hace que el costo del financiamiento que enfrentan las empresas cuando recurren a un préstamo bancario o emiten deuda también aumente. Mayores costos financieros podrían resultar en menores ingresos o ganancias, condicionado sus perspectivas de crecimiento al disponer de menos dinero para desarrollar nuevos proyectos. Todo esto redunda en una caída en el precio de las acciones.

De manera muy resumida, una acción representa la participación en la propiedad de una empresa, y un derecho sobre sus activos y ganancias. Alguien que invierte en acciones tiene derecho a compartir los resultados que la empresa obtenga. Pero a diferencia de un bono, el retorno potencial de la inversión es desconocido.

Y esto es lo que está sucediendo desde que comenzó 2022. El miedo a un ajuste de tasas más rápido de lo esperado en Estados Unidos ha llevado a que el índice S&P 500 haya caído 5,3% en el primer mes del año, y el índice Nasdaq Composite casi 9%. Las acciones de las empresas tecnológicas han sido de las más afectadas, justamente porque los inversores consideran que sus perspectivas de crecimiento se encuentran más amenazadas ante un incremento del precio del dinero.

Rodrigo Saráchaga es cofundador de Personal Sherpa, educación financiera y finanzas personales. Web / Linkedin / Twitter / Instagram