El concepto de salario es tan antiguo como el de trabajo, e incluso antecede la existencia de una palabra que lo defina, ya que nos remite a los inicios de la humanidad cuando todavía el dinero no existía en la forma en que hoy lo conocemos. Luego de la caza o la recolección de los alimentos, se repartía lo obtenido a modo de remuneración por el tiempo dispensado; un acuerdo que luego fue evolucionando y comenzó a retribuirse, ya no con el fruto del trabajo realizado, sino con otros elementos valiosos, como por ejemplo la sal. En la Antigua Roma los soldados recibían como recompensa bolsas de sal, que servían para diversos usos domésticos y además les permitían intercambiar por otros bienes y servicios. De ahí el origen de la palabra salario. Los siglos pasaron y el concepto se mantuvo, ocupando siempre un lugar privilegiado entre las problemáticas abordadas por las ciencias sociales: ¿cómo se reparte la torta entre los distintos actores que participan en el proceso productivo?
Sin embargo, al día de hoy sigue sin existir consenso en torno a sus diversas implicancias, su relación con el resto de las variables de la economía y su impacto sobre los niveles de bienestar social. Esta falta de consenso volvió a emerger durante la última semana, luego de conocidos los datos de la evolución salarial y la caída por segundo año consecutivo del poder de compra de los trabajadores.
El resultado fue cuestionado con señalamientos al gobierno por parte de la oposición política y el PIT-CNT, bajo el entendido de que hubo una política expresa para dejarlos caer como forma de procesar el ajuste económico con foco en la dimensión de las cuentas públicas -la evolución salarial determina el porcentaje de ajuste anual de las jubilaciones-. El poder de compra venía de un proceso ininterrumpido de 15 años de crecimiento anual, aunque con una desaceleración hacia el final del período.
En contraposición, y como muestra de la pugna de visiones económicas que atraviesa el debate al día de hoy, hay una postura -respaldada por jerarcas del gobierno- que no pone el foco en la caída salarial. Por el contrario, lo plantea como una consecuencia del funcionamiento del resto de la economía que, a partir de ahora, se revertirá con la recuperación del empleo.
Un bienio de retroceso
El lunes el Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó los datos de cierre para el índice medio de salarios (IMS), que releva lo ocurrido con los salarios corrientes del sector público y privado: en el año 2021 el IMS subió 6,3%. Sin embargo, como la inflación se ubicó en el entorno del 8,0% en 2021, el resultado es una caída del salario real o poder de compra de 1,6%.
El viernes el Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT divulgó un informe en el que analiza el balance salarial del año. En términos acumulados, el salario real cayó cerca de 3,2% durante el último bienio. Hasta acá la parte descriptiva. La visión crítica señala que “a lo largo de este período de 21 meses [desde marzo de 2020], solamente en abril y mayo de 2021 los porcentajes de variación interanual del salario medio y los precios al consumo estuvieron alineados. En el resto de los meses la inflación se ubicó siempre por encima de la evolución del salario”.
El instituto indicó que se observó alguna mejora del índice salarial, producto de los acuerdos de la ronda de Consejos de Salarios que comenzó a mitad de 2021 -el año anterior no hubo negociación por la pandemia-, pero aun así el ajuste de las remuneraciones no pudo ganarle a la inflación, ni en el sector público ni en el privado: en el bienio los trabajadores del Estado tuvieron una caída real de sus ingresos de 2,1% y los contratados por empresas de 3,6%.
Los privados sufrieron por “la fuerte aceleración de la inflación” en los meses de inicio de la pandemia. Posteriormente, “la principal explicación de la caída del poder adquisitivo de las remuneraciones fue la política salarial llevada adelante por el gobierno”, con la postergación de la ronda salarial de 2020. Esa decisión “implicó la reducción deliberada y generalizada del salario real privado”, dado que los ajustes acordados tiempo atrás estaban “claramente por debajo de la inflación”.
Distinta es la situación de los públicos, de acuerdo al informe, ya que en 2020 tuvieron una mínima retracción del salario real (-0,22%), producto del ajuste recibido en enero, que provenía de la ley de presupuesto del gobierno anterior. Sin embargo, durante el año pasado tuvieron una baja de 2,1% -superior a la del sector privado-.
Al pasar raya al cierre de 2021, de los 12 sectores de actividad relevados por el INE, sólo en el caso de la intermediación financiera los salarios nominales se ubicaron por encima de la inflación. Por su parte, fueron los trabajadores del gobierno central quienes experimentaron la mayor retracción de sus ingresos medidos en términos reales.
En ese sentido, el Cuesta Duarte subrayó que “la evolución del salario real tiene una incidencia importante en lo que sucede con el ingreso de los hogares”, que también acumula dos años de caída, sumándose a otros fenómenos que impactan negativamente sobre el nivel de vida, como el “importante” número de trabajadores que durante varios meses estuvieron en seguro de paro y recibieron “prestaciones por debajo de sus ingresos corrientes”.
La masa salarial
Como eje central de la discusión en torno a la evolución de los salarios emerge el empleo, dado que estos dos factores se retroalimentan -cómo lo hacen es parte de la discusión que se reedita regularmente-. Por un lado, los salarios representan la parte de los precios en el contexto del mercado laboral. Por el otro, el empleo ocupa el lugar de las cantidades. Si se consideran conjuntamente precios y cantidades surge el concepto de la masa salarial. En concreto, la masa salarial surge de contemplar el devenir del número de ocupados y del índice de salario real, y se vincula a su vez con la evolución del producto interno bruto (PIB).
Este concepto había sido destacado meses atrás por parte del Observatorio de Coyuntura Económica de la Universidad Católica, que señala que, bajo las lógicas de la oferta y la demanda, ante un menor precio (salario) habrá un incremento de la cantidad (empleo) demandada por el mercado, y ante un incremento de los salarios por encima del PIB será el empleo el que se afectará.
A este respecto, el CED señaló: “La tónica de 2020-2021 ha sido la contraria a la observada en el quinquenio 2015-2019. En dicho período, la masa salarial crecía porque aumentaba el salario real a pesar de la caída del empleo. Esa pérdida de puestos laborales fue la contracara de salarios reales creciendo a mayores tasas que la productividad”. En el último período, con recuperación del empleo y caída del poder de compra, “la economía experimentó una ganancia de productividad”, según analizó esta institución.
Si bien el salario real viene con dos años de retroceso, la masa salarial se recupera, impulsada por el empuje del empleo. Sin embargo, como advirtieron desde la consultora CPA Ferrere, la masa salarial “se mantiene aún por debajo del nivel prepandemia debido al rezago en la evolución de los salarios”.
De acuerdo al reporte del CED, el año pasado la masa salarial creció 1,7% -resultado que surge de una suba de 3,2% del empleo privado y de una baja de 1,4% de los salarios-, en línea con la expansión del PIB. Que el nivel de actividad y la masa salarial tengan “variaciones de igual signo denota estabilidad de la participación de las remuneraciones del trabajo en el ingreso”, indicó el centro de estudios.
En la misma línea, el Observatorio de Coyuntura Económica de la Universidad Católica había señalado meses atrás que “en los últimos 14 años (desde 2007) el PIB y la masa salarial tuvieron variaciones del mismo signo en 12 oportunidades. Se venía de un quinquenio (2015-2019) con muy escaso crecimiento económico (4,2% en cinco años) en el que, en cada uno de esos años, había subido el salario real y bajado el empleo, acumulándose una pérdida de 54.000 puestos de trabajo en cinco años”.
Siguiendo esta lógica, los salarios recuperarían parte del poder de compra durante este año. “A diferencia de los últimos años, el diferencial entre el crecimiento del PIB y los salarios reales estuvo alejado del crecimiento promedio del empleo. Lo anterior supone que existe un espacio importante de mejora para la recuperación salarial tras dos años consecutivos de caída”, sostuvo el CED.
La visión de las autoridades
En línea con diversas manifestaciones de jerarcas del gobierno, la idea principal que guía las decisiones es que la recuperación de la economía traerá consigo una mejora del resto de los indicadores. De hecho, el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), Isaac Alfie, dijo días atrás que lo salarial “no parece ser un problema hoy día”, dado que “un resultado lógico” es que “en la medida que la economía crezca los salarios van a subir”. En una entrevista con radio Oriental, planteó como una señal que parte de los empresarios y trabajadores hayan resuelto, durante la presente ronda de negociación colectiva, un ajuste por encima de las pautas del gobierno: “Están viendo lo que está pasando en el mercado de trabajo”.
Alfie repasó que “crece el empleo” mientras que “no crece la oferta de trabajo, un fenómeno que ocurre en todo el mundo tras la pandemia, y en ese mercado [bajo la lógica antedicha de oferta y demanda] los salarios van a subir; en el fondo es eso, si hay más actividad, los salarios suben y eso está claro”.
También el ministro de Trabajo, Pablo Mieres, auguró una mejora salarial para los años venideros y mantuvo el compromiso de que al final del período los trabajadores no sufrirán una caída de ingresos -es decir, al menos estarán en igual situación que en 2019-. En entrevista con El Observador, sostuvo que los acuerdos salariales de la última ronda que se ciñeron a la pauta del gobierno tendrán una recuperación de “alrededor del 40% de la pérdida” del salario real “al final de los dos años”, mientras que “otros van a terminar con una recuperación total” y “en algún caso sin pérdida”, producto del acuerdo entre partes.
“Debería darse un proceso de recuperación [salarial], todavía no completo. La ronda se extiende hasta mediados de 2023. Entonces, dependiendo del sector, hay algunos que recuperan más rápido y hay otros que recuperan menos rápido. Y no todo, en muchos de los casos. Lo que uno puede estimar a fines de 2022 es que va a haber una recuperación del salario real, pero todavía no completa con respecto a la pérdida ocurrida en el período puente (2020-2021)”, concluyó el ministro de Trabajo.
No obstante, pese al optimismo de las autoridades en torno al efecto arrastre que tendrá el crecimiento económico sobre los salarios, debe tenerse presente que los mecanismos no son automáticos o pueden operar con mayor rezago. Como advirtió Bruno Giometti, economista del Cuesta Duarte, “no es cierto que crecimiento económico y evolución de los salarios vayan de la mano. Entre 1990 y 1999 el producto bruto interno creció 37% y el índice medio de salarios reales 5% en todo el período”.