Según el INE, la población por debajo de la línea de pobreza es menor que en 2020, aunque estimó que hay 65.000 pobres más que en 2019. Más allá de estos números generales, los especialistas advierten que el fenómeno está concentrado en los menores de edad y que la crisis de la covid-19 deja “cicatrices” que pueden tener efecto de mediano y largo plazo.

Con el paso de los años, al rememorar la pandemia, todos recordaremos alguna historia de su impacto social y económico, sea en carne propia o ajena; las restricciones a la movilidad, las dificultades económicas, el Zoom y la incertidumbre laboral que caracterizó –y sigue caracterizando– la vida de la gran mayoría. Todos los indicadores económicos mostraron un correlato de lo anterior: la caída del Producto Interno Bruto (PIB), la contracción del empleo, el retroceso de los ingresos y el aumento de la pobreza y la desigualdad. Si bien 2021 ya quedó atrás, muchos de estos problemas persisten más allá del rebote estadístico que mostraron algunas de estas variables. En algunas dimensiones este rebote fue completo, como es el caso del PIB, pero en otras la recuperación fue parcial y todavía resta mucho por revertir para retornar a los niveles prepandemia –que además no necesariamente eran buenos–.

El Instituto Nacional de Estadística (INE) informó que 10,6% de la población uruguaya, unas 380.000 personas, se encuentran por debajo de la línea de pobreza; esto es un umbral monetario que se estimó en 16.831 pesos per cápita para Montevideo y representa el acceso a una canasta promedio de alimentos y otras necesidades básicas. Con la misma lógica se calcula la indigencia, cuyo umbral lo determina una canasta sólo alimentaria que se ubicó en 4.471 pesos en la capital a diciembre; y hay 0,3% de la población que no alcanza este nivel de ingresos (unas 10.000 personas).

Conocidos los números llegan también las diversas lecturas, que además pueden verse distorsionadas dado que 2021 fue el primer año en que el INE divulgó dos informes sobre pobreza, ya que publicó los datos del primer semestre de 2021 en diciembre y ahora los del segundo semestre, completando así la evolución anual. Para los especialistas aún es prematuro hacer lecturas de los reportes semestrales, y conviene mantener la lógica anterior apoyándonos sobre la comparación anual.

No obstante, lo técnico no siempre predomina a nivel político y causó polémica la decisión del gobierno de salir a celebrar los datos conocidos en diciembre, que mostraban una reversión parcial de los impactos que tuvo la pandemia durante 2020, con particular énfasis sobre el descenso de la pobreza infantil. Es que al comparar el primer semestre del año pasado con el anterior dato anual, se había estimado que 50.000 personas salieron de la pobreza –la pandemia había dejado 100.000 personas más en esta situación–. Sin embargo, los datos del segundo semestre traen nuevos números y al pasar raya sobre 2021 hay 35.000 personas menos bajo la línea de pobreza que en 2020. O dicho de otro modo, respecto a 2019 y la prepandemia, hay 65.000 pobres más.

El economista Matías Brum, profesor del Instituto de Economía (Iecon) de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República e investigador especializado en temas de pobreza, dijo que “es celebrable” que el INE publique “más información para entender la realidad en plazos más cortos”, pero pidió “cautela” para el análisis. “Trataría de no hacer un exceso de interpretación de lo que pasa de un semestre al otro sin haber comprendido mejor la estacionalidad”, ya que aún hay “poco estudio” sobre el tema en Uruguay, al ser 2021 el primer año con datos semestrales. Para graficar esto, señaló que “un verano es más o menos cálido en comparación con los veranos anteriores”, no respecto de la primavera.

En el mismo sentido se pronunció el economista Luciano Magnífico de la consultora Exante, que analizó en el programa En Perspectiva de Radiomundo los datos de pobreza: “Hay que considerar que algunas fuentes de ingresos de los hogares tienen estacionalidad. Por ejemplo, el salario vacacional suele percibirse en el verano”. Por ello, señaló que si a este factor se le suma que la información del INE “sale de encuestas que tienen su margen de error”, lo relevante es “la comparación entre los promedios de los diferentes años” y no los reportes semestrales.

La recuperación parcial: el delivery y la moto

Ambos economistas evaluaron como lógicos los resultados de pobreza en 2021, con una recuperación parcial respecto de 2020. Es que se trata de un indicador más robusto que otros, es decir, su evolución es más lenta en el tiempo y no rebota tan fácilmente como los niveles de producción o de inversión. Como muestra, una historia bien cotidiana: “El delivery que vendió la moto para comer en la crisis en la recuperación no tiene más moto para volver a ese empleo”, indicó el economista de la Udelar.

Desde lo teórico, planteó que “la pobreza es resistente a la baja, por mecanismos de reproducción y trampas de pobreza”. Hay casos gráficos como el del delivery, y también efectos “más en abstracto”: en los períodos “de privaciones o insuficiencias de ingresos” las consecuencias suelen ser “de mayor plazo que el período de la crisis puntual; en la recuperación no vuelve todo a ‘la normalidad’, hay gente que pasó años afuera del mercado laboral, perdió contactos, amigos y referencias”.

En este sentido, en referencia a los nuevos datos de pobreza, Brum analizó: “En términos cualitativos, esta evolución era esperable. Hubo un pico de pobreza en pandemia –cosa que advertimos con Mauricio de Rosa [en un trabajo publicado en 2020]– y una recuperación de la actividad económica en varios indicadores (ocupados, PIB), pero no en otros (salarios, jubilaciones, ingresos, etc.). Era esperable una reducción de la pobreza y también que no ‘rebotara’ completamente a niveles prepandemia”. Siendo más directo, si “cae el salario real y el ingreso de los hogares”, al hacer una medición netamente por un umbral monetario, es obvio que “la pobreza no va a volver al nivel prepandemia”.

Ante la consulta de la diaria luego de conocerse el informe del INE, desde el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) enviaron una respuesta con la interpretación de los datos: “La reducción de la pobreza durante 2021 es consistente con el proceso de recuperación económica luego del fuerte shock mundial de 2020”. Se mencionó al empleo como “un indicador económico clave” que mejora y que tiene correlación negativa con la pobreza: “Se crearon aproximadamente 48.500 puestos de trabajo adicionales respecto al año 2020 –considerando el promedio anual– y en torno a 89.000 –considerando el dato a diciembre de cada año–. A finales de 2021, el número de ocupados se ubicaba en unas 16.000 personas por encima de los guarismos de prepandemia (2019)”, destacó el MEF.

A propósito de las lecturas políticas sobre el indicador, Magnífico aclaró que releva “cuántos hogares tienen ingresos por encima o por debajo” del umbral monetario; “pero no cuán cerca o lejos están”, y por ello “es una cifra que se puede modificar con variaciones relativamente chicas de los ingresos”. En la misma línea, planteó que “en los últimos años ha habido un excesivo énfasis en [la atención a] la evolución de este indicador de pobreza por el método del ingreso y demasiada poca atención en otros aspectos centrales de esta problemática”, y sostuvo que “es probable que la situación de un hogar que cayó un poco por debajo de la línea de pobreza en 2020 y que ahora superó por poco ese umbral en 2021 no haya presentado cambios muy sustanciales, aunque ya no esté clasificado como pobre”.

La pobreza tiene cara de...

El informe del INE brinda mayor información para identificar algunos rasgos de los 350.000 uruguayos –o 7,5% del total de hogares– que se encuentran por debajo de la línea de pobreza. Estos se concentran geográficamente en la periferia de Montevideo y en los departamentos al norte del río Negro, siendo un fenómeno que afecta más a las mujeres jefas de hogar (9,1% del total de hogares) que a los hombres (5,8%), así como a la población “afro/negra” (20%) más que a la “blanca” (9%).

Otro punto central de la información oficial, particularmente destacada en el análisis de los expertos, tiene que ver con la situación que atraviesan los distintos tramos etarios, con el perfil infantilizado que caracteriza a la pobreza en nuestro país. A este respecto, Magnífico indicó que sigue habiendo “diferencias claras” en la probabilidad de ser pobre “según las características de los individuos o de los hogares”. Dentro de ese marco, señaló que también hay “diferencias marcadas por tramo de edad”, una característica que “ha sido siempre así” y que en 2021 se volvió a observar “de forma marcada”.

De acuerdo al INE, 18,6% de los menores de seis años nacen pobres, y ese guarismo casi que no se modifica en la niñez y la adolescencia –la medición da una estimación de 19,4% de pobreza entre seis y 12 años, y de 18,8% entre 13 y 17 años–. Hay amplia distancia entre estos números y las otras dos categorías que releva el informe: 9,3% de pobreza en adultos (18 a 64 años) y 2,1% en adultos mayores. Aparte de la amplia diferencia entre una realidad y la otra, con estas cifras también pueden quedar de manifiesto algunas falencias para leer la realidad bajo este indicador, que es netamente monetario.

De acuerdo a la visión del analista de Exante, si bien la pobreza en menores de seis años tuvo “un descenso de casi tres puntos respecto de los niveles de 2020, sigue siendo un guarismo muy superior al promedio del país y continúa en niveles más elevados que los prepandemia (17%)”. En agregado, advirtió que “también sigue siendo muy alta [la pobreza] en los demás estratos de población infantil y adolescente”.

En el espacio de En Perspectiva, el economista destacó que “las transferencias a los hogares con niños y adolescentes en situación de pobreza deben ser mayores”, y que se debería “reflexionar sobre la prioridad o la conveniencia de reducir el IASS [impuesto de asistencia a la seguridad social] que grava a las pasividades, frente a otros usos alternativos de cualquier ‘espacio fiscal’ que pueda identificar el gobierno”. Esto hace referencia a los anuncios del presidente Luis Lacalle Pou en el marco de su discurso ante la Asamblea General. Concretamente, el mandatario adelantó que, “de obtenerse resultados satisfactorios en la economía” en 2023, va a “reducir el IASS” y ampliar deducciones del impuesto a la renta de las personas físicas (IRPF). En este sentido, vale tener presente que el IASS lo paga una cuarta parte de los jubilados, que son los que tienen ingresos mensuales por encima de 41.312 pesos.

Las preguntas a futuro

En la respuesta brindada por el MEF se señaló entre las medidas “para reducir los guarismos de pobreza” que “se duplicaron los apoyos sociales a los hogares vulnerables respecto a prepandemia (2019)”, y que este año “se está implementando el programa de primera infancia, que busca fortalecer los apoyos tanto alimentarios como educativos para los hogares con niños de 0 a 3 años, históricamente los más afectados” por las carencias.

Brum dijo que “la evidencia empírica muestra que en general la pobreza y algunos otros indicadores suelen responder más lentamente durante el crecimiento”. En ese camino, hay una pregunta clave pero que sostuvo que tiene una respuesta que atraviesa “demasiadas incógnitas y supuestos”: ¿cuánto demorará en recuperarse la pobreza?

“Una visión pesimista es que en la medida en que la crisis deterioró las capacidades, activos, y otros elementos de las personas que estaban abajo de la pobreza y otras que estaban arriba en el borde y que cayeron, no necesariamente sería esperable que ‘volviéramos a la normalidad’ en cualquier plazo”. Retomando el caso del delivery que vendió su moto por la crisis y luego no pudo recobrar su trabajo, dijo que “sin un crédito blando, no va a volver”; y esto en la literatura económica se conoce como “el fenómeno de scarring (efecto cicatriz). Según esta perspectiva, los jóvenes que entran al mercado de trabajo en una crisis o en un mal contexto tienen peores resultados en varias dimensiones en comparación a los que no, y que el efecto perdura en el mediano y largo plazo”.

Si bien aclaró que el ejemplo del efecto cicatriz no es trasladable al 100% porque la pandemia golpeó parejo a todas las actividades, sirve para aproximarse a la pregunta sobre las perspectivas de pobreza: “¿cuánta gente tuvo que recurrir a mecanismos de supervivencia que le impliquen peores resultados en el futuro?”.

Recuperación “lenta” de los ingresos y “menor derrame”

En la última semana se conoció un informe del Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT que analiza los datos del PIB de 2021 y su relación con otras variables de la economía. Se planteó que el PIB muestra “la evolución de la generación de riqueza o de los ingresos totales de un país”, y una comparación “relevante” es cómo se movió respecto de “la masa salarial, entendida esta como el total de los ingresos apropiado por el conjunto de asalariados”. Para considerar la masa salarial, se toma en cuenta el empleo y el salario real: en 2020 el PIB cayó 6,2% en promedio y la masa salarial bajó 5,4% (-3,7% los ocupados y -1,7% el salario real); en 2021 el PIB aumentó 4,4% y la masa salarial “solamente” 1,6% (+3,1% los ocupados y -1,5% el salario real), repasó el Cuesta Duarte.

“Considerando tanto la caída como la recuperación, mientras que los ingresos totales en el promedio de 2021 se ubicaron 2% por debajo de su nivel medio de 2019, la masa salarial fue 3,9% inferior –casi el doble–. Esto indica una pérdida de participación de la masa salarial en la generación total de ingresos y como consecuencia una menor apropiación de ingresos por parte del total de asalariados”, analizó el instituto de la central sindical. En otras palabras, esto significa “un menor derrame del proceso de recuperación hacia los hogares, cuyos ingresos provienen mayoritariamente del trabajo”; y es “lo que hay detrás del peor desempeño en la recuperación de indicadores sociales como la pobreza, que en 2021 está mucho más lejos de volver a los niveles de 2019 que la actividad económica en general”.