Tú ves las cosas y te preguntas
¿Por qué?
En cambio yo sueño y digo
¿Por qué no?1
En China, durante el gobierno comunista de Mao Zedong, como parte del proyecto denominado Gran Salto Adelante, se promovió el exterminio de los gorriones. La medida se fundamentó en el supuesto de que así se obtendrían toneladas de granos al desaparecer un ave que se alimentaba de ellos. Según datos de la época, matando a un millón de gorriones se podría alimentar a sesenta mil personas.
El proyecto fue exitoso, el ave fue prácticamente extinguida. No obstante, su desaparición causó el surgimiento de plagas de insectos que se alimentaban de los cultivos provocando uno de los detonantes de la Gran Hambruna China. Esto obligó al gobierno a rectificar la decisión, importando gorriones desde la otrora URSS. El remedio resultó ser peor que la enfermedad.
Mao Zedong había dicho: “Los gorriones son una de las peores plagas, son enemigos de la revolución, se comen nuestras cosechas, mátenlos”. Parafraseando a Zedong, podríamos poner en boca de un hipotético representante de los intereses de las empresas, “los aumentos de salarios son enemigos de nuestra prosperidad, se comen nuestra rentabilidad, eliminémoslos”.
En 1914 Henry Ford tomó una decisión que fue en sentido contrario. Incrementó el salario de los empleados de Ford Motor Company de U$S 2,34 a U$S 5,00 por día y redujo la jornada de trabajo de nueve a ocho horas. Como resultado el salario por hora se incrementó más de cien por ciento. Un detalle no menor es que el incremento salarial se presentó como una participación de los trabajadores en las ganancias de la empresa. Sobre este punto cabría reflexionar, pero no es este el momento.
Cabe preguntarse acerca de cuál fue la motivación para tomar esa medida. ¿Habrá sido mejorar la calidad de vida de sus trabajadores, sabiendo que con eso sacrificaba sus ganancias? La pregunta, sin embargo, está mal formulada, en la medida en que da por sentado que un aumento salarial implica, necesariamente, una disminución de la rentabilidad de la empresa y eso como veremos, no es correcto. Parece raro, ¿no? Es más, si evaluamos al árbol por sus frutos podemos adelantarnos a decir que la motivación de Ford fue incrementar la rentabilidad a partir de poner en práctica un juego de ganar-ganar. Aquí toma importancia aquello de que el incremento salarial se presentó como una participación de los trabajadores en las ganancias de Ford Motor Company.
La rentabilidad de una empresa depende de la cantidad que vende, del precio al que lo hace, del precio que paga por los recursos que emplea para producir y de la cantidad empleada de estos. Tengamos en mente que son esos cuatro valores los que determinan la rentabilidad y hagamos el siguiente ejercicio.
Consideremos una situación en que la cantidad producida, el precio de venta y el costo de los recursos empleados no se modifican, pero se usan menos recursos, es decir aumenta la productividad de la empresa. ¿Qué sucederá en este caso con la rentabilidad? Si se produce la misma cantidad y si se vende al mismo precio, los ingresos no se modifican. Si se usa menos cantidad de recursos sin que se modifique su precio, los costos serán menores. Si los ingresos se mantienen iguales y si los costos se reducen, la diferencia entre ingresos y costos, es decir, la rentabilidad, aumenta.
Cabe ahora recordar que no hay almuerzos gratis, por tanto hay que dar un paso más en el análisis y plantearse la siguiente pregunta: ¿qué sucedería si la empresa tuviera que pagar un costo adicional para lograr el aumento de productividad? En esta nueva situación podría destinar parte del aumento de la rentabilidad a pagar ese costo. Como vimos, el aumento de la productividad aumenta la rentabilidad y hace posible que una parte se la apropie la empresa y otra parte se destine a los trabajadores, de eso se trata jugar a ganar-ganar. Eureka, las ganancias de productividad permiten aumentar los salarios y la rentabilidad simultáneamente.
Podríamos agregar que el incremento de la productividad, también, permite disminuir el precio de venta, pero no lo justificaremos aquí en aras de no perder el foco del planteo. Es decir, con ganancias de productividad se puede financiar mayor rentabilidad para la empresa, mayores salarios para los trabajadores y menores precios para los consumidores.
Volvamos a la decisión de Ford de incrementar el salario por hora. Una investigación del National Bureau of Economic Research2 concluyó que esta decisión provocó un incremento en la productividad de la empresa, que según su forma de cálculo fue de entre 40% y 70% y, además, los beneficios de la empresa se duplicaron. Cabe agregar que de la mencionada investigación se desprende que disminuyó el precio de venta de los automóviles. “El pago de cinco dólares al día por una jornada de ocho horas fue una de las mejores medidas de reducción de costos que hemos tomado”, dijo Ford, quien parecería que puso en práctica la denominada teoría de los salarios de eficiencia antes de que dicha teoría existiera.3
Esta teoría establece la existencia de una relación virtuosa entre productividad y salarios, según la cual, como surge de la decisión de Ford, incrementar el salario puede ser beneficioso para las empresas en la medida en que vaya de la mano de un aumento de la productividad. Esto es similar a lo que sucede con la presencia de gorriones, que es beneficiosa para el aprovechamiento de los cultivos si se tiene en cuenta su capacidad de controlar el desarrollo de plagas depredadoras.
Mirando desde los dos lados del mostrador
Los relatos, si son simples y además favorecen a aquellos con mayor capacidad de reproducirlos, tienen los atributos necesarios para circular en la sociedad como si fueran virus altamente contagiosos. El impacto que generan dependerá de lo prevenidos que estemos. Estar informados es una medida profiláctica altamente recomendable para evitar el contagio. Puede ayudar a que esos ojos que no paran de mirar puedan ver.
Voceros del Poder Ejecutivo, representantes de cámaras empresariales y asesores de empresas instalaron en los medios de comunicación y pretendieron establecer una verdad tan incontrovertible como la ley de gravitación universal, la idea de que para mantener, o al menos para mitigar, la pérdida de empleo que se estaba registrando en la economía uruguaya era ineludible reducir en forma generalizada el salario real de los trabajadores.
Partamos de la base de algo que puede resultar obvio: las empresas privadas contratan trabajadores en la medida que les sea rentable. Así funciona el capitalismo. Evaluar el impacto de la reducción salarial en la ocupación implica, por tanto, analizar cómo incide esta medida en la rentabilidad de las empresas. En esto no hay nada nuevo bajo el sol, es así como lo plantean los modelos que la teoría económica utiliza para explicar la demanda de trabajo.
El riesgo de caer en la falacia de composición
La reducción salarial incide en la rentabilidad de las empresas de dos formas. Por un lado, afecta sus costos de producción y, por otro lado, incide sobre sus ventas, ya que la demanda interna depende del poder adquisitivo de los uruguayos que, para una parte significativa de los hogares, depende casi estrictamente de lo que ocurre con sus salarios.
Según el momento histórico, uno u otro de estos factores será el que tendrá mayor incidencia. Por ejemplo, cuando se habla de desempleo keynesiano se hace referencia a una situación en la que, aunque los salarios sean bajos, las empresas no contratan trabajadores si no hay demanda suficiente, o sea, demanda efectiva para poder vender su producción.
La evaluación acerca de cómo incide en la rentabilidad de las empresas una reducción salarial será, entonces, diferente si se considera solamente su impacto sobre los costos, de si se incorpora en el análisis, también, el impacto que tiene la caída salarial sobre sus ventas. Sobre esto último importa destacar que existe el riesgo de caer en la conocida falacia de composición. Lo que es bueno para cada uno de los componentes de un todo puede dejar de serlo para el todo. Intentaré ser más claro empleando un ejemplo. Ponerse de pie en un espectáculo para ver mejor puede ser bueno para quién lo hace, en la medida en que el resto no haga lo mismo. Si todos se ponen de pie, el conjunto estará menos cómodo, ya que las personas estarían paradas en lugar de estar sentadas, y ninguna habría ganado en visibilidad. Proyectar al colectivo lo que es bueno para alguno de sus componentes puede generar una falacia de composición.
En síntesis, la incidencia de una rebaja salarial en la rentabilidad de las empresas dependerá del impacto que tenga en los costos, sin olvidar considerar los posibles cambios que pueda provocar en la productividad y, además, de cómo incida en la demanda de los bienes y servicios que ellas ofrecen. En el caso de las exportaciones este último factor no está presente, ya que la demanda del resto del mundo no depende del poder adquisitivo de la población local. Esto toma particular relevancia, dado el gran protagonismo que las exportaciones tuvieron en la dinámica económica en 2021.
Hay una característica del crecimiento de las exportaciones del año pasado sobre la que no se ha reparado y es, particularmente, importante para evaluar la relación entre exportaciones y generación de empleo. Me refiero al peso que tuvieron las operaciones de comercio exterior del tipo compra venta (trading). Estas se producen, según informa el Banco Central del Uruguay, “cuando un bien es adquirido a un no residente por parte de un residente de la economía compiladora y posteriormente revendido a otro no residente, sin que sufra una transformación significativa y sin que dicho bien ingrese en ningún momento a la economía compiladora”. En pocas palabras, se trata de operaciones en las que un residente de nuestro país compra un bien a otro país y luego, sin que ingrese a Uruguay, el bien es vendido a otro país.
Del incremento de las exportaciones registradas en el año 2021, 30,8% correspondió a este tipo de operaciones (trading). Esperar que estas generen empleo es equivalente a esperar a que el olmo dé peras. Ya sabemos lo infructuoso que puede resultar. Mientras se espera la llegada del derrame nuevamente se recurre este año al Programa Oportunidad Laboral (Fase II), poniendo a disposición en esta oportunidad diez mil cupos distribuidos en todo el país para trabajos transitorios.
El riesgo de que la rebaja salarial se transforme en rentabilidad empresarial
Se ha planteado recientemente desde el Laboratorio Fiscal y Tributario de Cinve,4 y desde otros espacios de opinión profesional, la propuesta de avanzar en Uruguay en la implementación del IVA personalizado. En esencia, la propuesta implica sustituir la motosierra por el bisturí láser, con el propósito de poder focalizar, adecuadamente, la rebaja del IVA en quienes se quiere beneficiar. El actual tratamiento diferencial favorable del IVA, basado en el tipo de bien, en lugar de hacerlo teniendo en cuenta quién lo consume, hace que el beneficio de la medida se disperse entre la totalidad de la población, de tal manera que la rebaja termina llegando a todos los que consuman ese bien y no, solamente, a aquellos a quienes se busca beneficiar.
Con la rebaja salarial pasa lo mismo. De la información disponible surge que hay un conjunto de empresas que en el año 2021 presentaron importantes incrementos de rentabilidad. Como se planteaba en una nota anterior,5 mientras que la masa salarial total creció apenas 1,5%, la expansión del PIB de la economía uruguaya correspondiente al año pasado fue de 4,4%, por lo que se redujo la participación de los ingresos del trabajo en los ingresos totales de la economía.
El aporte de los trabajadores en el año 2021 resultante de la caída del salario real ascendió a aproximadamente 800 millones de dólares, valor considerablemente superior a un punto porcentual del PIB. Parte de este monto significó una reducción de costos para empresas que, en algunos casos, tuvieron ganancias cuyo valor podría equivaler a varias veces el de la reducción salarial.
¿No sería razonable que en esos casos se devolviera el aporte realizado por los trabajadores, para evitar que se transforme en una transferencia injustificada desde los asalariados hacia quienes perciben las ganancias empresariales? Se dice que a río revuelto, ganancia de pescador. ¿No será conveniente plantear un esquema de personalización del descuento salarial? Voceros del gobierno ya respondieron esta pregunta descartando avanzar en esa dirección.
El argumento esgrimido fue que nunca en el pasado se recuperó la pérdida de masa salarial generada en el período comprendido entre la caída del salario real y su recuperación. Eso es cierto. Pero no es menos cierto que argumentando de esa manera la humanidad no hubiera avanzado. Si ante la primera vez que se propuso hacer una herramienta de piedra se hubiera respondido que no se puede porque nunca antes se hizo, no se habría alcanzado aún la edad de piedra.
Un representante de una cámara empresarial planteó recientemente que en tiempos excepcionales hay que tomar medidas excepcionales. Una medida excepcional posible podría ser que aquellas empresas que en la liquidación del Impuesto a la Renta de la Actividad Empresarial (IRAE) del próximo año presenten ganancias que excedan la rebaja salarial de la empresa en un determinado monto que deberá definirse, deban devolver a los trabajadores la pérdida salarial generada en el año.
De esta forma se evitaría desvirtuar el objetivo de la conducción económica de mejorar las condiciones de rentabilidad de las empresas para generar empleo. Se evitaría, de este modo, que el aporte de los trabajadores, en lugar de crear empleo, incremente la rentabilidad de las empresas. El IRAE es un impuesto que liquidan solamente grandes empresas, con lo cual la medida no alcanzaría a medianas, pequeñas y microempresas.
En momentos en que parecería que se reivindica con bastante más intensidad que en el pasado las bondades de los mercados como instrumento para asignar los recursos de una economía, es bueno recordar a Adam Smith, quien es considerado el padre del liberalismo económico:
“Ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayoría de sus miembros son pobres y miserables. Es, por añadidura, equitativo que quienes alimentan, visten y albergan al pueblo entero participen de tal modo en el producto de su propia labor que ellos también se encuentren razonablemente alimentados, vestidos y alojados”.
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George Bernard Shaw (1856-1950). Premio Nobel de Literatura en 1925. ↩
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Raff, D; Summers, L; (1986). Did Henry Ford Pay Efficiency Wages? National Bureau of Economic Research, Working paper 2101. ↩
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Solow, R (1979). Another Possible Source of Wage Stickness. Journal of Macoeconomics, Vol 1, pp. 79-82. ↩
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Viñales, G. El Sistema tributario y la carestía. En https://suma.org.uy/el-sistema-tributario-y-la-carestia/ ↩
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Grau Pérez, C. Datos y un relato: ingresos del trabajo y renta empresarial. En https://cinve.org.uy/datos-y-un-relato-ingresos-del-trabajo-y-renta-empresarial/ ↩