“Es un honor recordar con todos ustedes los 90 años de existencia de nuestra casa”. Así comenzó Enrique Iglesias su exposición sobre los Desafíos de las ciencias económicas en el mundo: ¿hacia dónde vamos?, en el marco de las actividades que se están desarrollando para conmemorar el 90 aniversario de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (FCEA).1

Antes de desentrañar estos desafíos, Iglesias destacó la importancia de la formación que recibió en esa casa de estudios y el impacto que tuvo en su posterior desarrollo profesional dentro del sector privado, público y a nivel internacional. Esa formación, que no limitó únicamente a su etapa terciaria, sino que incluyó también a la enseñanza primaria y secundaria del país, fue para él un “gran regalo”: “El haber podido aprovechar estos activos del país para formarme y darme la oportunidad de trabajar en las cosas que luego hicieron mi vida fue un gran regalo que me hizo la suerte, la providencia”.

Las dos trayectorias vitales que de alguna manera nos ocuparán en el desarrollo de esta historia no sólo están profundamente emparentadas, dado el rol que jugaron mutuamente la una sobre la otra, sino que además coinciden casi perfectamente en el tiempo. “Debo decir que cuando se creó la Facultad, en el año 1932, yo ya estaba gateando en un pueblo de Asturias, así que es para mí una joven universidad”, comenzó bromeando.

Separadas por el espacio y no por el tiempo, estas dos trayectorias comienzan a converger primero en lo académico y luego en lo laboral. “El primer trabajo de mi vida fue como asistente en el Instituto de Economía, cuando todavía era estudiante, allá por 1951”. Parado en esa estación del tiempo, recordó a tres personas que fueron para él muy importantes: Luis Faroppa, fundador del Instituto de Economía, Israel Bonsever, “un grandísimo amigo”, y Mario Bucheli. “Los cuatro asistimos al lanzamiento del Instituto, inspirado por ese gran contador y figura que fue Faroppa”.

Como demuestran en los hechos los grandes activos que ha ido dejando a lo largo de sus nueve décadas de existencia, la FCEA “es una institución muy especial” que se ha transformado al influjo de dos grandes fuerzas: la relación con el Estado y la relación con la dinámica de la empresa. Fue a partir de los desafíos que fueron emergiendo desde esos dos mundos que la institución se fue adecuando para recoger las crecientes demandas y necesidades de la sociedad, convirtiéndose en protagonista de las sucesivas transformaciones del devenir nacional.

“Esta casa de estudios ha tenido, como debe ser, una apertura hacia todas las iniciativas y posibilidades del pensamiento. Y desde allí salieron las ideas intervencionistas y también las ideas liberales”.

Un breve paseo por la historia

Al revisitar las últimas nueve décadas, el histórico contador se detuvo sobre varios de los hitos que han tenido a la FCEA como protagonista en el marco de las distintas etapas que atravesó el país en el plano económico y social. “En el área administrativa ciertamente los últimos 100 años vivieron la gran transformación de la empresa privada y del Estado, que han sido acompañadas en gran medida por la contribución de nuestras gentes”.

Recordó la transformación de la empresa, un “fenómeno espectacular” que fue desafiando con crecientes demandas la lógica de los planes de estudio y el perfil de la formación de los estudiantes. El conjunto del sistema empresarial, que fue evolucionando desde aquellas empresas de servicios, como lo fue el almacén de su padre, fue alimentando las demandas que posteriormente dieron lugar, a lo largo del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, a la creación de la profesión de contador público −o “tenedor de libros” en aquella época−. “Todo eso sacudió a esta casa de estudios. La transformación de la empresa ha sido, a lo largo de los años, una gran fuente de demanda, inspiración y movilización de la facultad. Y los sucesivos planes de estudio son en parte un reconocimiento de todo eso”.

Pero esas no fueron las únicas fuentes de demanda que moldearían la evolución de la Facultad para adecuarse a las sucesivas etapas de cambios que atravesó el país. La profesión también “comenzaba a recibir demandas de cosas nuevas desde afuera”. Sobre este punto, Iglesias rememoró cómo la Facultad fue abriéndose al exterior a través del Instituto de Economía. “Nuestra primera gran apertura hacia afuera fue la apertura hacia Chile, hacia la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), y tuvo un impacto muy grande en la formación de recursos humanos allá por los años 60”.

El pensamiento cepalino impulsado por Raúl Prébisch, una “figura ilustre en la historia de América Latina”, nació aquí, en Montevideo. “Recuerdo haber entrado al Parque Hotel, que en aquel momento era abierto, y encontrarme con una gran reunión. Sin embargo, no fue hasta después de un tiempo que supe que ahí había estado Pierre Mendès France, ministro francés, aprobando el primer documento elaborado en América Latina sobre la industrialización presidida por Prébisch”.

El pensamiento de la Cepal, señaló Iglesias, fue tomado por Faroppa e invadió la facultad, “dejando detrás las teorías clásicas liberales para pasar a la economía programada, que era una forma de introducir la planificación”. Siguiendo nuestro tránsito por la avenida del tiempo, la siguiente parada fue la génesis de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE). “El 1º de agosto de 1961 el presidente John F Kennedy lanzó, en Punta del Este, la Alianza para el Progreso. En ese momento era ayudante en la Facultad y me invitaron a integrarme a la delegación para participar y ver qué era lo que pasaba. Y lo que pasaba es que allí estaba surgiendo la primera semilla para elaborar un plan desarrollo y así pedir plata afuera”.

La Alianza para el Progreso partía de un postulado muy simple: “Si quieren plata hagan programas y planes. Por supuesto, el gobierno tomó eso y así fue que me llamaron para la creación y dirección de la CIDE”. Esta institución fue producto del aporte de cientos de personas, que en su gran mayoría fueron gente de esta casa de estudios, destacó nuestro ilustre protagonista. “Debe de haber sido una de las pocas ocasiones en que al gobierno se le prestó un profesor, con la autorización del Consejo y en comisión al Ministerio de Economía y Finanzas”, recordó entre risas.

A partir de ahí la Facultad, y también la profesión, comenzó a tener una presencia pública muy importante. “La profesión jugó un papel fundamental en muchas de las iniciativas que salieron de la CIDE, como la creación del Banco Central del Uruguay (BCU) en 1967, o también la de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP)”. Como recuerda el libro Una mirada al medio siglo del Banco Central del Uruguay, en aquellos momentos “las recomendaciones emanadas del trabajo de la CIDE habían comenzado a calar hondo en la opinión pública uruguaya, en buena medida a impulsos del prestigioso profesional y el poder de convicción y seducción de su secretario técnico, Enrique Iglesias”.

Continuando con su repaso histórico, Iglesias se detuvo en el rol que han tenido los desequilibrios en materia cambiaria sobre el devenir económico uruguayo y los procesos de formación y generación de capacidades. “El Instituto de Economía, presidido por Faroppa, fue el autor de la primera reforma cambiaria que se llevó adelante el 3 de agosto de 1956, con Luis Batlle Berres al frente del gobierno. Fue la primera aproximación al tipo de cambio flexible [...] Considero que la historia política y económica del país se puede hacer en torno al tipo de cambio, que fue un poco el gran termómetro que fueron midiendo las distintas escuelas”.

Y atadas a los desequilibrios cambiarios, obviamente, las grandes crisis, que también generaron grandes contribuciones desde esta casa de estudios. “La historia económica, para bien y para mal, nos tuvo siempre presentes”. En particular, destacó el rol que en el año 2002 desempeñaron los profesionales que fueron a negociar en el exterior, “haciendo posible que aquella tragedia que se vivió con la economía argentina no ocurriera aquí. También eso salió de esta casa”.

Así fue cómo, a lo largo del tiempo, la profesión se fue involucrando cada vez más en la dinámica de la economía, la sociedad y la empresa, con todas las implicancias que eso supone desde la perspectiva de la formación, las especialidades y la vocación de salir al exterior. Respecto de este último punto destacó particularmente la figura del expresidente del BCU, José Gil Díaz, que, “en un período muy difícil, como lo fue el del régimen autoritario, empezó a mandar funcionarios del banco a reforzar su formación en el exterior, una iniciativa que nunca habíamos tenido. En aquel momento eso fue toda una innovación”.

Enrique Iglesias y  Jorge Xavier, el 14 de setiembre en la Facultad de Ciencias Económicas.

Enrique Iglesias y  Jorge Xavier, el 14 de setiembre en la Facultad de Ciencias Económicas.

Foto: Florencia Suárez, Comunicación FCEA

Un cambio de época, no una época de cambios

Al deslizar la mirada desde el espejo retrovisor hacia el parabrisas, en la segunda parte de su intervención Iglesias desplegó su diagnóstico sobre el momento histórico que estamos atravesando. “Creo que estamos entrando en un período muy complicado de la humanidad, mucho más complicado de lo que uno puede imaginar, porque estamos al inicio”. En su visión, somos hijos de los 75 años que comienzan a partir de la segunda posguerra. Estos fueron, para él, los años “más brillantes de la historia de la humanidad”, una afirmación que fundamentó con varias estadísticas.

Por ejemplo, indicó que desde el inicio de la era cristiana hasta el año 1945 la esperanza de vida aumentó 15 años, que fue menos de lo que aumentó desde ese momento hasta la actualidad: “Hicimos en 75 años tanto más de lo que hizo la humanidad en 2.000”. Durante esta “etapa brillante”, la población se multiplicó por tres en el mundo, mientras que la producción lo hizo por diez. También descendió la pobreza en términos relativos −del 40% al 10%−, pese a que en números absolutos la población en esa condición es ahora mayor por la dinámica demográfica. Y no sólo eso, las enormes transformaciones que estamos viviendo, asociadas al “impacto imparable e impredecible de la tecnología” y las relaciones internacionales, también son hijas de ese período y han transformado nuestras sociedades. “Fueron 75 años realmente de paz, de una paz atómica”.

Sin embargo, pese a todo esto se mantuvo algo que desgraciadamente nunca ha dejado de acompañarnos a lo largo de la historia: los conflictos de razas, de religiones y de nacionalismos. “Esos nunca se borraron, y me temo que van a continuar en el futuro. Estamos en un momento de cambio importante y creo que eso está vigente en muchos aspectos de la vida”. Según advirtió, este fenómeno será mucho más acentuado, porque esa pax americana, como se la ha dado en llamar, fue así porque había una gran potencia con dominio en todos los planos. Pero eso ahora cambió, a partir de la emergencia de China. “Todo ese futuro que se nos viene encima está comprometido, en primer lugar, por la forma en que estas dos grandes potencias puedan administrar sus liderazgos: ¿Lo van a hacer con colaboración? ¿Con competencia? ¿Con enfrentamiento?”, se preguntó.

“Me da la impresión de que este período de inestabilidad va a durar a causa de esta coyuntura internacional”. En otras palabras, los años brillantes llegaron a su fin: “Esa época se ha terminado y empieza una nueva etapa, confusa, peligrosamente confusa, porque va a depender de los grandes equilibrios políticos, económicos y militares entre las grandes potencias”. En este marco, “es muy difícil anticipar y prever, porque estamos dependiendo de factores que escapan a nuestro control y me temo que todo esto va a durar un tiempo”.

Decálogo de principios para navegar una nueva época

Partiendo de este diagnóstico, el tercer tramo de la exposición se estructuró en torno a cinco grandes principios, que en algún sentido nutrirán las demandas que tanto la institución como la profesión deberán incorporar para transitar por esta nueva época y sortear las turbulencias inherentes a las transiciones. Es un trabajo cartográfico, que primero deberá examinar y establecer los relieves y las fallas de un territorio que todavía es desconocido. ¿Qué lineamientos deberían guiar la elaboración de estos nuevos mapas?

1. Profundizar la investigación y fortalecer sus instituciones

El primero de estos principios tiene que ver con la necesidad de profundizar las áreas de investigación, porque lo primero que debemos hacer “para convivir con este mundo en cambio es conocerlo”, y eso requiere “acercar a nuestros muchachos al conocimiento de todo lo que se está produciendo”. En particular, subrayó la relevancia de examinar qué es lo que va a pasar con la tecnología, y también con el comercio.

Sobre esto último, recordó la lucha que ha dado este país por la apertura mundial del comercio, aludiendo a la famosa Ronda Uruguay que tuvo lugar en Punta del Este allá por setiembre de 1986. Fue la octava ronda de negociaciones comerciales multilaterales impulsadas en el marco del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), de la cual se desprendería posteriormente la Organización Mundial del Comercio (OMC). “Todo ese edificio de un comercio libre, por el cual hemos peleado y seguimos peleando, comienza a quedar nublado” con el surgimiento de tendencia proteccionistas. “Ese principio, que geográficamente nació aquí, está hoy en peligro”.

Sobre esta preocupación Iglesias deslizó una preocupación adicional referida a la región. “Yo por eso soy tan partidario de la integración regional y del barrio. Es muy importante eso. [...] En el momento en que el mundo comienza a nublarse, y comienzan a aparecer principios que podrían ser vulnerados, privilegiar el barrio es muy importante. Eso forma parte de las bases para poder seguir adelante. Y allí el tema de la investigación juega un papel muy importante”.

A la luz de todo esto, “la participación del país en la sociedad del conocimiento es una prioridad absoluta”. Y este objetivo es el que debe atender la investigación. “Aprender a movernos en las oportunidades y riesgos de esa sociedad, que no es sólo un deseo para la gestión de las políticas económicas, sino una condición necesaria para identificar y atender nuevas demandas. [...] Para todo eso es fundamental contar con un vigoroso instituto de investigación”.

2. Asumir con responsabilidad la función de la transmisión de valores

“Hay que partir del reconocimiento de que cuanto más se profundiza en los avances del conocimiento científico y tecnológico, más se interpela a la necesidad de la ética y la cultura”. Así comienza el segundo enunciado de este decálogo asturiano-oriental. En efecto, Iglesias señaló que las vinculaciones dinámicas entre la generación de conocimiento y la prevalencia de los valores es fundamental. “No existe una economía o una empresa en el vacío de valores”, como lo entendió hace siglos Adam Smith, el fundador de la economía moderna que antes que nada y primero que todo fue docente de filosofía moral.

“Recoger la formación ética, que responde a los principios éticos de esta casa de estudios, pero también a los que tuvimos antes y desde la escuela, creo que tiene un papel muy importante”. En su visión, las lecciones de las experiencias actuales nos permiten afirmar que este desafío, que no es sólo de la Facultad, sino de todo el sistema educativo, “está en el destino del desarrollo económico, social y político de nuestro país”.

Libro "90 años de historia y desafíos"

Libro "90 años de historia y desafíos"

3. Conciliar la realidad económica y la realidad social

Sobre este punto Iglesias se detuvo particularmente. Tratándose de “un tema muy delicado”, optó por leer textualmente sus apuntes, que escribió “pensando con mucho cuidado lo que iba a decir”. Ya que fue así, y que obviamente no hay nada que se pueda agregar sobre su puño y letra, me limitaré a transcribir de la forma más fiel posible sus palabras:

Todos aprendimos en las aulas los grandes principios de la racionalidad económica, o los grandes fundamentos de los paradigmas económicos y sociales, que fueron aplicados en nuestros países americanos en las últimas décadas; paradigmas de todos los signos aplicados en este gran laboratorio que ha sido América Latina. Pero sabemos que el mapa no es el territorio. Algunas veces nos enamoramos de los modelos macroeconómicos, muy respetables, por cierto, y que contribuyen al conocimiento de la racionalidad económica, pero son modelos, no son realidades mismas.

La realidad nos ha demostrado, obstinadamente y en múltiples ocasiones, la profunda confrontación entre la racionalidad económica y la realidad social. Y así hemos apreciado cómo los logros económicos a los que nos pueden conducir aquellas racionalidades resultan insuficientes para enfrentar objetivos tan dramáticos como son la reducción de la pobreza, el estrechamiento de las brechas entre ricos y pobres, la inclusión de las grandes minorías, o la calidad misma del medioambiente.

Pero también he conocido de cerca cómo las ilusiones de aquellos grandes paradigmas de la transformación social, inspirados por las mejores intenciones de mejoramiento de la condición de vida de las grandes mayorías, entraron en colisión con las realidades económicas, con la acción de los agentes económicos o con las limitaciones que nos imponen las relaciones internacionales. [...]

En la primera experiencia tuvimos economías sin sociedad, y en la segunda tuvimos sociedades sin economía. Creo, convencidamente, que la racionalidad económica solo puede lograrse si se asienta en un profundo conocimiento de las realidades sociales, políticas e institucionales, y si se acompañan de valores fundamentales. [...]

Por eso, hacia donde se dirija la Facultad debe hacerlo sin separarse del contacto de la realidad social, evitando una escuela de doctrinas. La racionalidad económica a la que puede conducirnos la mano inestable del mercado sólo puede ser aceptable, éticamente, si es acompañada por la mano claramente visible de la justicia y de la solidaridad dentro de cada sociedad y entre pueblos y naciones. Sin la solidaridad y los principios éticos que acompañan la realidad económica que aprendimos en los claustros deja de tener su legitimidad social; es un proyecto incompleto. No puede haber un orden duradero sino se produce un enunciado de valores capaces de darle sentido a este orden. Este es el punto central de mi tercera reflexión.

4. Abordar las nuevas problemáticas que aterrizan en la profesión

En este caso la atención se centró principalmente en los problemas ambientales, y también incluyó un nutrido repaso histórico sobre el abordaje que ha tenido esta problemática en las últimas décadas. En efecto, según narró, “la humanidad sólo tomó conocimiento de que el clima se degrada y de que eso puede causar problemas para la subsistencia del hombre en la Tierra, en el año 1969”. Con esto se refiere al documento elaborado por el Club de Roma, que se tituló El agotamiento de los recursos naturales, y que provocó un escándalo en el mundo entero. Fue a partir de ahí que se creó una comisión, siendo “la primera vez que la humanidad se sentó a discutir los temas ambientales”.

Esa experiencia, de la que participó activamente y que le dejó un grato recuerdo, derivó más tarde en la conferencia de Estocolmo que tuvo lugar en 1972, habilitando todo lo que vino después y contribuyendo al entendimiento de un tema fundamental en clave de futuro. Y como todo lo que debe pensarse bajo esta clave, su abordaje debe crecer desde el pie y contar con la más amplia participación ciudadana. “Este tema debe estar presente desde primaria. No es una cosa que deba discutirse sólo por las élites técnicas; debe ser discutido por la gente, y por el niño, que debe empezar por reconocer que proteger la naturaleza es proteger nuestra sobrevivencia en el planeta”.

Todos estos temas nuevos, que también incluyen a la problemática energética, y que “pueden ser un poco ajenos a la currícula normal de una facultad que se dedica a los temas de economía y administración, deberían ser capítulos fundamentales para defender cosas que nos preocupan a todos”.

5. Atender la gran transformación de los sistemas financieros internacionales

Para concluir, el último principio desarrollado apuntó en la dirección del sistema financiero mundial. Señaló que continuamos viviendo bajo el mismo paradigma que nació en Bretton Woods en el año 1944, antes de que concluyera la segunda guerra. “Todo ese sistema, que es tan importante, va a empezar a ser revisado dado que ya tiene complejidades difíciles de seguir”. Son temas por demás complejos, que involucran a muchos agentes e intereses, abiertos y peligrosamente ocultos, advirtió. Basta pensar en el problema inflacionario actual, que proyecta sobre la sociedad una larga sombra de malestar e incertidumbre con derivaciones potencialmente peligrosas.

“Esta temática me parece que constituye un quinto punto que sería importante abordar, a través de los institutos, para generar mayor conocimiento sobre la enorme variedad de cosas que están ocurriendo en el mundo y que de alguna forma nos van a afectar más tarde o más temprano”.

Reflexiones de cierre

“Estoy muy contento de ver que el Instituto de Economía, que fue mi alma máter como esta facultad, ha sido un instituto muy poderoso”. El mundo que viene está muy complicado y debemos profundizar esfuerzos para continuar haciendo de Uruguay “un modelito en muchos aspectos de la vida política y económica. Somos un punto de referencia que hay que preservar, y como dije, no nos podemos olvidar del barrio, que es muy importante”.

“No sé si estaré en el centenario de esta facultad, pero en todo caso me invitarán”. Así concluyó el contador Enrique Valentín Iglesias su disertación en el Aula Magna de la FCEA, antes de que un mar de aplausos se acompasara rítmicamente con sus risas.

Un currículum desbordado de sustancia histórica

Enrique V Iglesias nació en Asturias, España, y es ciudadano naturalizado uruguayo. Se graduó en Economía y Administración en la Universidad de la República de Uruguay en 1953 e hizo estudios de especialización en Estados Unidos y Francia. Fue director de la CIDE, presidente del BCU, secretario ejecutivo de la Cepal, ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), secretario general iberoamericano y director de la Cátedra de América Latina de la Universidad Pontificia de Comillas-Icade. Es miembro del Consejo Rector del Instituto Iberoamericano para la Educación y la Productividad-OEI y director de la revista Pensamiento Iberoamericano. En Uruguay preside la Fundación Astur. Ha sido investido doctor honoris causa por diez universidades de América y Europa; además ha recibido numerosas distinciones y reconocimientos internacionales, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias.(1)

(1) Charla de Enrique Iglesias, presentación de publicación por 90 años y entrega de placa de CCEAU.


  1. Los eventos para conmemorar la institución, recordar su historia, analizar el presente y proyectarse hacia el futuro y sus desafíos comenzaron el mes pasado, revisitando diversos hitos desde distintas perspectivas y con múltiples miradas.